Capítulo 38. La insistencia y reconquista de María.
Alana aún tardó en levantarse. Lo primero que hizo fue prepararse un café bien cargado. Lo iba a necesitar. Esa mañana la tenía completamente libre, por lo que se decidió a salir a correr un rato. Le vendría muy bien distraerse mientras corría y escuchaba música, además hacía una mañana soleada y algo calurosa. Con esas temperaturas, quedarse en casa era una opción que no barajaba.
Esa mañana Laila se levantó más tarde de lo normal. El haber salido por la noche la había dejado exhausta. Pero había conseguido dormir más o menos bien, y todo gracias a la doctora Del Olmo. La había acompañado en todos los sueños que había tenido esa noche. De hecho, nada más se había despertado, tenía a la oncóloga en su cabeza, aunque no podía evitar pensar en que ésta tenía pareja, y poco o nada podía hacer si seguía con ella. Pero luego cuando se desperezó, le vino a la cabeza que el miércoles sería un día muy importante en su vida. La operación podría marcar un antes y un después en su vida. No sabía qué era lo que el cirujano que la iba a operar iba a encontrar en su interior, y sólo deseaba curarse cuanto antes, porque estaba viviendo una auténtica pesadilla y sólo quería vivir. La posibilidad de que algo saliera mal, ella no la contemplaba. Tenía tanta vitalidad y tantas ganas de comerse el mundo, que la noticia de su enfermedad la había dejado devastada. Pero ella era una mujer fuerte y positiva, no iba a dejarse caer a la más mínima de cambio, y hasta que no la operaran y la doctora Del Olmo le dijera cómo estaban las cosas, no quería darse más mal de lo que debía.
Laila por fin se levantó de la cama seguida de Matiz. Como esa mañana estaba tan cansada, decidió que no saldría a la calle. Y además tenía que avanzar con sus pinturas. En algo más de quince días debía exponer y tenía que tenerlo todo más que preparado. Laura había comenzado a dar publicidad de su obra por toda la ciudad. Le provocaba algo de intranquilidad el pensar que quizás su obra no fuera tan buena y no se vendiera ningún cuadro. Pero a la doctora Del Olmo sí le había gustado y mucho. Esperaba que hubiera clientes potenciales en la galería de Laura. Ella debía aprovechar la oportunidad que la chica le había brindado para darse a conocer como pintora, y la idea era terminar siendo también conocida fuera de Sevilla.
Por la tarde, Alana se dispuso a salir a dar una vuelta por el centro de Sevilla. Se vistió de forma cómoda, unos jeans algo ajustados, una camiseta lisa y unos tenis confortables. Aunque por la mañana había salido a correr, aún tenía ganas de andar y ver tiendas por la ciudad. Cuando estaba a punto de salir, llegó María con un enorme ramo de flores, dejando a Alana descolocada. Ella ya le había dicho que no quería seguir con la relación, pero estaba claro que María no se iba a dar fácilmente por vencida.
-Alana, ¿vas a salir? Mira lo que te traje...Amor, no he dejado de pensar en ti en todo lo que llevamos de día. No quiero que lo dejemos, estamos hechas la una para la otra. Por favor, dame una oportunidad más, te voy a demostrar que eres lo más importante para mí...
Alana seguía sin creerse las palabras de su novia. Siempre era lo mismo, María metía la pata y luego venía con la cabeza gacha disculpándose y diciendo que las cosas iban a cambiar pero a mejor.
-María, estoy cansada de tantas idas y venidas, además nuestra relación sabes que ha cambiado notablemente. Tú sales por ahí y te distraes con otras mujeres. Yo no quiero estar en una relación así, lo siento.
-No lo voy a hacer más. Lo siento. Por favor, no me dejes, si me dejas no sé qué va a ser de mí - María seguía insistiendo y manipulando a Alana - mira, si te parece, vámonos juntas, te acompaño en tu paseo.
Alana no quería oírla más, ya estaba cansada de escuchar sus mentiras, y sabía que no la iba a dejar tranquila hasta que no le dijera que sí. Por lo que sin darse cuenta de que estaba metiendo la pata, finalmente le permitió que la acompañara, total no le venía de un día más o un día menos de aguantarla. María sonrió para sus adentros, le dió el ramo de flores a Alana, y después de ésta ponerlo en un recipiente de cristal con agua, salieron juntas de casa.
El fin de semana pasó tranquilo para Laila, aunque no dejó de pensar en la operación a pesar de entretenerse con el cuadro que estaba pintando. Matiz la ayudó a relajarse. Ese gato era su mejor compañero, junto con doña Pilar, de hecho el domingo por la tarde la invitó a tomar café, para que viera también lo que estaba pintando en ese momento. La mujer pasó encantada a casa de la joven, por lo que pasaron una tarde de domingo muy agradable en compañía una de la otra.
Mientras, en casa de la oncóloga, María consiguió manipular a Alana, y ésta finalmente la dejó quedarse en casa. A pesar de haber cedido a las pretensiones de la abogada, aún albergaba una mínima posibilidad de que su novia cambiara por ella, aunque algo le decía que todo iba a seguir como hasta ahora. Pensó que había cedido para así alejarse de Laila, porque teniendo pareja y siendo su doctora, tenía claro que no podía acercarse a ella salvo únicamente para tratar su enfermedad. Pero aún con todo, se moría de ganas de verla, de saber de ella, de cómo estaba y cómo había pasado el fin de semana. Esa semana la tenía muy liada con el trabajo y más cosas, pero tenía la intención de ver a la joven antes de que llegara el día de la operación, quería darle ánimos diciéndole que todo iba a salir bien, porque sí, Alana quería y necesitaba que Laila saliera de todo eso fortalecida y curada. Lo que no sabía cómo iba a hacer para verla, si no tenía cita médica con ella, o tal vez acabaría llamándola. Sólo pretendía que Laila viera que podía contar con ella, nada más.
Cuando Laila estaba ya acostada en la cama, lista para quedarse dormida con Matiz, pensó en lo duro que iba a ser no dar clases en unos cuantos días, y dejar a sus alumnos solos. Esperaba que pudieran seguir como hasta ahora sin ella, porque tenía la sensación de que los estaba abandonando, sólo que no le quedaba más remedio que hacerlo. Y luego, antes de cerrar los ojos, le vino de nuevo la doctora a su cabeza. Esa mujer no quería salir de ella ni a la fuerza. Era lo que le faltaba, aunque a decir verdad, junto con el arte, era lo que más fuerza le daba para seguir adelante y enfrentarse con cierta valentía a la enfermedad.
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