Capítulo 33. La cita con Laura.
Alana se encontraba asqueada con la situación en la que se encontraba. Estaba en una relación insana, de abuso por parte de su pareja, y ella se había dejado hacer y maltratar de alguna manera. Y para colmo se estaba enamorando de su paciente en un tiempo récord. Debía comenzar a pensar en ser ella la que decidiera qué hacer con el rumbo de su vida, porque estaba claro que María no la hacía feliz en absoluto. La relación que tenía con ella estaba condenada al fracaso. Además, como le había dicho Raquel, si se dormía y dejaba las cosas como estaban, terminaría por perder a Laila. Tenía la cabeza que le iba a explotar. Pero a todo ello se le sumaba la situación que tenía la joven, porque a Alana, personalmente, le estaba afectando bastante. Estaba claro que con Laila le costaba poner la barrera que era capaz de poner con todos sus pacientes. Y el llegar a no ser profesional, le estaba haciendo mella en la confianza que tenía en sí misma como doctora. Siempre había tenido claro que un médico no podía tener algo con una paciente, pero se había equivocado por completo. Como también sabía que no podía hacer suya la enfermedad de una paciente. Y que Laila tuviera cáncer, a Alana sí le afectaba y la desmoralizaba. Esa chica estaba llena de vida y tenía un positivismo y una manera de ver la vida arrolladora. Nunca había conocido a nadie así. Pero quizás esa forma de ser de la joven, sería el remedio perfecto y esperado para combatir la enfermedad. Ella sabía que el ánimo con que un paciente se enfrentaba a la enfermedad era crucial para poder vencerla. Y Laila iba sobrada de fuerza y de ánimos.
Cuando la mujer se recuperó, se dirigió de nuevo a su consulta. Debía espabilar si no quería ir con demasiado retraso.
Laila no sabía qué pensar después de la llamada de la oncóloga. No entendía nada. Quizás la mujer sólo había querido ser amable y llamaba a sus pacientes de vez en cuando para ver cómo se encontraban, sobre todo de ánimos, al tener que enfrentarse a la operación. Finalmente la profesora se quedó con esa idea, porque no quería echar más leña al fuego. Suerte tuvo que esa noche iba a salir con Laura, necesitaba distraerse y dejar de lado todo lo relacionado con la enfermedad y eso incluía a la doctora.
Cuando llegó la noche, Laila se había vuelto a duchar porque el calor la tenía algo incómoda. Luego decidió que se pondría un vestido bastante veraniego, ajustado y negro, con una chaqueta fresca, puesto que hacía una noche espectacular, y por supuesto, algo de tacón para acompañarlo con el vestido. Por lo menos de ánimos andaba bien. Se dejó la melena suelta y se maquilló como solía hacer cuando salía a cenar por ahí. Laura había quedado con ella en que pasaría a buscarla.
Aún quedaban unos minutos para que la mujer fuera a buscarla, por lo que Laila decidió pasarse a ver a doña Pilar. Y cuando ésta le abrió la puerta, se quedó asombrada por lo guapa que estaba su vecina.
-Laila...Estás preciosa. ¿Con quién vas a salir?
-Hola Pilar. Me ha invitado Laura, la chica de la galería.
-Ah, vaya...¿Y la doctora?
-¿La doctora? No sé a qué se refiere...Por cierto, la comida que me ha hecho estaba riquísima. No sabía que usted cocinara tan bien. Lástima que se ha estado comiendo lo que yo le he hecho, por dios, su comida comparada con la mía sabe a gloria.
-Laila, sabes...A mí tu comida también me sabe a gloria, y sobre todo porque me la haces tú.
-Gracias Pilar, pero no se puede comparar. De todas formas, tiene razón, lo que cuenta es la intención. Bueno, me voy ya, que me están esperando, nos vemos mañana. Cuídese, y descanse.
La joven se despidió con un abrazo de Pilar y salió cantando del portal. Algo normal en ella, aunque después de saber lo de la enfermedad, había perdido esa bonita costumbre, hasta esa noche.
Laura ya estaba esperándola en su coche. Laila se subió al mismo con una sonrisa resplandeciente, la cual hizo enmudecer a Laura. Ésta no se podía creer que una mujer como Laila hubiera accedido a cenar con ella.
-Hola Laura, no llevas mucho esperando, ¿verdad? - le preguntó la profesora dándole un beso en la mejilla a la mujer.
-Qué va, acabo de llegar. Vaya, estás...Increíble, Laila - Laura estaba muy nerviosa, y la profesora lo notó.
-¿Ah, sí?Ya será para menos, aunque tú no te quedas atrás...¿Nos vamos?
-Sí, claro. ¿A dónde me vas a llevar?
-Espero que te guste el tapeo sevillano. Pensaba llevarte a un japonés, pero con lo de tu enfermedad, no sé si te viene bien comer cualquier cosa.
-Laura, gracias por ser tan considerada. El tapeo me va muy bien, además me encanta.
-Luego podríamos tomar una copa...
-Perfecto, lo mío será un refresco, pero me apunto, hoy me viene bien salir.
-¿Has tenido un mal día?
-Bueno, sólo que me operan la semana que viene y necesito tener la mente ocupada, Laura. No quiero pensar en que tengo que pasar por un quirófano...
-Tienes razón, eres una mujer inteligente, Laila. Lo mejor que puedes hacer es distraerte y pensar lo menos posible.
-Además, yo salgo más bien poco. Por las noches se me da por pintar, no por salir.
-Bueno, Laila, como tú dices, te va a venir bien cambiar de aires. Así que vamos.
Laura puso el coche en marcha y se dirigió a la zona donde quería llevar a cenar a la profesora.
Cuando Alana salió de la consulta, no tenía ninguna gana de irse para su casa. De hecho tenía pensado apagar su teléfono móvil para que María no la molestara. Aunque ésta llevaba días desaparecida, esperaba que esa noche no se acordara de ella y la llamara, o se presentara en su casa. Sin pensarlo mucho, llamó a Raquel para ver si quería ir a cenar con ella. Cuando necesitaba a su amiga, ésta solía dejar a los niños con su marido y se iba a tomar algo por ahí con Alana, y esa noche no iba a ser muy diferente, porque Raquel, entre el trabajo, los niños y la casa, también necesitaba hacer un parón y salir por ahí con Alana. Por lo que las dos mujeres quedaron en verse para cenar algo ligero y luego ir a tomar algo rápido. Lo que la oncóloga no se esperaba ni por asomo era que esa noche iba a cambiar drásticamente su ánimo, y todo porque iba a ver a su paciente más especial, esa que le removía todo su ser cuando la veía.
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