Capítulo 108.
María no podía soportar que Alana la hubiera dejado por Laila porque en su retorcida mente eso era lo que había pasado. Se había cansado de ella y se había dejado llevar por la belleza de esa mujer tan enigmática y bohemia, justo lo contrario a lo que era Alana. Pero el haberla dejado de esa manera y por otra mujer, le iba a traer consecuencias nefastas. A ella nadie la podía dejar. Y más cuando lo había dado todo por la oncóloga. O así lo veía ella, porque su idea distorsionada de la relación distaba mucho de la realidad. La abogada era una mujer tan narcisista que era incapaz de empatizar con la otra persona, ella siempre tendría la razón y todo lo haría bien, a sus propios ojos. Por lo que no se merecía que la dejaran de esa manera. Estaba claro que Alana se había reído de ella, la había utilizado y la había tirado a la basura cuando ya no le hacía falta. Y para colmo había aparecido una belleza de mujer capaz de engatusar hasta a la mujer más fiel de la Tierra. Desde luego que la cosa no iba a terminar cómo y cuándo Alana lo dijera. Estaba muy equivocada. Y si la oncóloga no volvía con ella, ya podía atenerse a las consecuencias, porque terminaría trabajando en otra cosa que no fuera la medicina, y más concretamente en la oncología. Estaba dispuesta a hundirla si hiciera falta.
Cuando María salió de la casa con una sonrisa triunfal, Alana cerró la puerta principal de un portazo. Tenía tanta ira y rabia acumulada en su cansado cuerpo que sin pensarlo agarró un costoso jarrón decorativo que había encima de la cómoda de la entrada y lo aventó con todas sus fuerzas contra la pared. En ese momento su cabeza no podía pensar claramente. Y estaba tan enfadada con María, que sólo tenía ganas de destrozar cualquier objeto que tuviera delante de sus ojos.
Cuando vio el jarrón hecho añicos, se llevó las manos al rostro y se dejó caer al suelo de rodillas. No pudo evitar dejarse llevar por un potente y amargo llanto. Alana sólo quería desaparecer de la Tierra. Si no podía estar al lado de Laila, nada de lo que hiciera tendría sentido en su vida.
Laila seguía abrazada a Matiz, con los ojos cerrados y oliendo al peludo gato, cuando el timbre sonó enérgicamente. Sabía que debía abrir porque por la forma de tocar, la persona que estaba tocando al timbre debía estar preocupada por ella.
La joven salió de la cama seguida por Matiz y fue directamente a ver quién era la persona que estaba llamando. Mientras, por el camino, intentó borrar todas las huellas de su rostro que podrían indicarle a la otra persona que había llorado durante un buen periodo de tiempo. Pero lo hizo en vano, puesto que su rostro se mostraba enrojecido y bastante hinchado.
Cuando Laila abrió la puerta, doña Pilar la miró con asombro. No se esperaba encontrar a la joven de esa manera, si esa misma mañana la había visto la mujer más feliz del mundo al lado de la oncóloga. ¿Qué podía haber pasado para que la joven tuviera su rostro enrojecido por haber llorado?
-Laila…Cariño, perdona si te molesto, pero me ha llamado Isabel diciéndome que no le coges el teléfono y me pidió que pasara a verte para asegurarnos de que estabas bien. Pero veo que no lo estás…¿Puedo entrar, por favor? - la anciana necesitaba saber qué le había pasado a la joven para mostrarse de esa manera tan penosa. Y en ese momento entendió por qué Isabel estaba preocupada por ella.
-Claro, Pilar, pase…- la profesora se apartó dejando pasar a la anciana. La mujer se adentró hasta llegar al sofá de Laila, y ésta no pudo evitar observar cómo los achaques de la edad se iban apoderando poco a poco de la anciana, lo que le dejó el corazón peor de lo que ya lo tenía.
-Ven, cariño, siéntate a mi lado y cuéntame qué te ha pasado - le dijo la anciana cogiendo de las manos a Laila dulcemente. Ésta, cuando sintió la arrugada y suave piel de la mujer, se relajó sin pretenderlo. Esa mujer mayor había llegado en un momento idóneo para Laila poder descargar toda su tristeza y frustración con alguien.
-Doña Pilar, no sé por dónde empezar…Llevo un día horrible.
-Cariño, esta mañana estuviste con Alana y todo iba sobre ruedas. ¿Qué pasó para que ahora estés así? Se nota a distancia que has llorado…
-Alana me ha pedido tiempo, doña Pilar. Ella no quiere tener nada conmigo mientras siga siendo mi médica. Sabe…De pequeña tenía muy claro que quería ser médica, y ha luchado mucho por serlo. Me ha dado a entender que su profesión es muy importante para ella.
-Laila, eso lo puedo entender. Si alguien se entera de que habéis tenido una relación, la pueden despedir y desprestigiar. Y es normal que para ella su profesión sea tan importante.
-Ya, doña Pilar, el problema es que ella no me entiende a mí y yo debo entenderla a ella. Me parece una broma de mal gusto que a una paciente con cáncer le hablen de tiempo. Sabe, yo no sé si me voy a curar al cien por cien, o si voy a recaer y me voy a acabar muriendo, entonces, para mí el tiempo es algo muy valioso, tanto que quizás ahora mismo es lo más importante que tengo. No quiero desperdiciar ni una milésima de segundo de estar a su lado, porque para mí ella es el amor de mi vida. Nunca antes había sentido algo igual. Esa mujer es capaz de erizar mi piel sin llegar a tocarme, simplemente con estar una pegada a la otra. Eso sí es amor. Me produce más que el propio arte. Y mire que para mí el arte y el poder pintar es lo que más feliz me hace. Pero es que Alana…Soy otra mujer a su lado. Me complementa a la perfección, y quiero estar con ella cada segundo de vida que me queda. No sé si usted me entiende…Porque desde luego parece que ella no lo ha hecho. Yo a ella sí la entiendo, y desde luego no quiero ser yo la que le impida ser alguien en el mundo de la medicina. Sólo que…No entiendo por qué es todo tan injusto y no podemos estar juntas.
Doña Pilar estuvo pensando rápidamente lo que debía decirle a Laila, porque sí la entendía a ella, pero también entendía a Alana, por lo que valoró las palabras que iba a usar con la joven para no hacerle daño a la hora de darle el consejo correcto.
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