-Por cierto…Quería comentarte, que Laura me presentó a la mujer que compró la fotografía. Esa mujer no me gustó en absoluto, se le veía altiva y arrogante. Pero…Me debe dar igual quien compre mis obras, la cuestión es venderlas, ¿no crees? Al fin y al cabo los negocios son los negocios…
-Eso es, pienso igual que tú. Además, vendiste todo. Eres una crack.
-Laura y ella se debían conocer por lo próximas que las vi. Se llamaba María.
Cuando Alana escuchó ese nombre salir de la boca de Laila, su corazón estuvo a punto de darle un vuelco. ¿Cómo podía ser? ¿María había estado en la exposición? Por poco no se vieron. El miedo se apoderó de la oncóloga en un abrir y cerrar de ojos. Ella sabía perfectamente que esa María era su ex pareja. Con razón antes de marcharse de su casa, le preguntó si era la oncóloga de la artista Laila Román y como no le dio aquella mañana la respuesta que quería escuchar, ella misma se debió de pasar por la exposición para comprobarlo. Laila le dijo que Laura se la había presentado, y para más inri, la galerista y su ex se debían de conocer. No podían ir peor las cosas. Cómo en cuestión de segundos todo se podía ir al garete.
A Laila no le pasó desapercibido el brusco cambio de semblante que notó en Alana, por lo que le preguntó directamente. La joven sabía el nombre de la ex novia de Alana pero desconocía que pudiera ser la mujer que había comprado su fotografía, puesto que no sabía casi nada de ella ni de lo que podía ser capaz de hacer.
-Alana, ¿Pasa algo?¿Dije algo que no debí decir?
La cabeza de Alana no paraba de pensar que debía decirle a Laila. No quería que ésta se preocupara por nada y menos por culpa de su ex. Además, tampoco quería estropear el momento tan especial que acababan de vivir juntas. Pero sabía perfectamente que si María era la mujer que había comprado la fotografía, debía haber reconocido su cuerpo pintado en ella. Tuvo que hacer mucho acopio para controlar los nervios que llevaba encima para que Laila no siguiera preguntando qué le pasaba.
-No cariño, todo está perfecto, tranquila. Sólo que de repente me ha entrado el sueño y al tenerte sobre mí pecho, me estoy relajando más de lo normal.
-¿Te estás durmiendo?
-Eso parece.
-¿Entonces te quedas a dormir conmigo?- preguntó eufórica la profesora.
-¿Quieres que me quede?
-¿Qué clase de pregunta es esa?- le contestó Laila algo sorprendida. Claro que quería fervientemente que Alana no se moviera ni saliera de esa cama. Había soñado con ese momento muchas veces, y ahora que tenía a su oncóloga solo para ella, no quería dejarla marchar por nada del mundo. Pero tampoco podía obligarla a que se quedara.
-Entonces me quedo contigo, Laila. No sabes lo que deseo dormir abrazada a ti. Sólo así podré descansar, porque llevo unas noches horribles - Alana sabía que esa noche, a pesar de estar con Laila, también le iba a costar dormirse al disponer de la información que le acababa de dar la profesora sobre la compradora de la fotografía. Debía pensar qué podía pasar y tener en cuenta todas las posibilidades. Se moría de ganas por hablar con Raquel sobre todo eso. Necesitaba compartirlo con ella para que le diera su opinión y ver qué podía hacer en caso de que María estuviera al tanto de lo que estaba pasando entre Laila y ella. A pesar de tener a Laila acurrucada a ella, le fue imposible relajarse esa noche.
La noche pasó y como Alana supuso, mientras Laila sí durmió plácidamente pegando su cuerpo al suyo, ella no pudo pegar ojo en toda la noche. Sólo le ayudó a controlar los nervios la cálida piel de Laila pegada a la suya. Fue incapaz de moverse ni un milímetro en toda la noche. Valoraba mucho el estar compartiendo la cama de Laila con ella. Había estado soñando con ese momento día tras día y por culpa de María no iba a dejar de vivir y disfrutar de ese precioso momento. Ya tendría tiempo de pensar en todo lo que sabía cuando saliera de casa de Laila.
Sobre las ocho de la mañana, y muy a su pesar, Alana salió cuidadosamente de la cama de Laila. No quería despertarla, pero nada más puso los pies en el suelo, Matiz se pegó a sus piernas amorosamente. La oncóloga lo cogió en brazos y lo pegó a su pecho. Estaba muy feliz de que Laila contara con la compañía de ese magnífico gato. Hacían un tándem perfecto esos dos. Cogió una camiseta de Laila algo ancha y salió sigilosamente de la habitación, aún con el gato en sus brazos.
Se dirigió a la cocina pero antes dejó al gato en el suelo y se puso la camiseta. Matiz la siguió sin dudarlo.
La oncóloga, mientras preparaba algo para desayunar con Laila, intentó dejar la mente en blanco, aunque fue en vano. Igualmente debía preparar algo que le sentara bien a la joven, por lo que adaptó su propio desayuno a lo que le hizo a la profesora.
Cuando ya casi lo tenía todo listo, sintió el olor que más le gustaba a ella distribuyéndose por la cocina, y no era precisamente el olor a café, que a Alana le encantaba al punto de la mañana. Era el olor corporal de la mujer que ella amaba.
Laila la abrazó suavemente por detrás, pegando todo lo que pudo su menudo cuerpo al de la oncóloga. Además, consiguió meter sus inquietos dedos por debajo de la camiseta holgada que llevaba Alana, y sin más preámbulos, los llevó a los pezones ya erectos de la mujer.
-Joder…Laila, cariño, ¿Todas las mañanas van a ser así contigo? No hay nada mejor que despertarme y verte pegada a mí.
-Umm Alana, qué ricos sentir tus pezones tan duros al punto de la mañana…Y sentir por toda la casa el aroma a café hecho…
Alana se dio la vuelta y abrazó a Laila sin demora alguna.
-Y sigues desnuda, Laila, ¿Así cómo quieres que desayunemos?
Cuando ambas mujeres comenzaron a besarse con cierta pasión, el teléfono móvil de la profesora comenzó a vibrar.
-Cariño…Cógelo. Puede ser importante.
-Son pasadas las ocho, ¿Quién en su sano juicio llama tan temprano?
-Por eso mismo, puede ser importante.
-Está bien, lo cogeré.
Mientras Alana servía el café en una taza y colocaba lo que había hecho para desayunar sobre la mesa, se fijó en el rostro de Laila que en cuestión de segundos se descompuso, mientras atendía la llamada, y se puso muy nerviosa sin poder remediarlo.
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