Llegué a la acogedora y gran casa de Rebín y sus amigos. Me esperaron con buñuelos y emparedados de flores que Iseen hizo porque no le gusta comer carne. De beber, jugo de polen fresco; estaba rico.

No comí ninguno de los buñuelos, no me dio hambre. En casa estaban todos menos Trobona, debe ser por su trabajo que no puede estar con nosotros. Vaya, me recuerda tanto a mi papá y mi mamá, incluso mis hermanos mayores están ocupados con eso del bachillerato y la universidad.

—Qué te pasa Matías, ¿Por qué no comes algo? —Iseen me preguntó. Para no causar preocupación, tomé uno de sus emparedados. Rebín no estaba en ese momento, seguro me hubiera preguntado lo mismo.

Badeo me puso en el cuello una guirnalda de hojas, luego me dio un papel que decía: yo mismo lo hice, es para ti. Al ver su sonrisa tan curvada y ensanchada, quise hacer que el sentimiento retrocediese.

—Iseen, Badeo o Rebín, ¿Por qué no viven con sus padres o su familia? Yo en casa tengo dos hermanas y un hermano, los tres mayores. A mi padre, mi madre y un montón de familiares también. Pero, ¿Dónde están su papá o su mamá?

Badeo tomó su papel y lápiz. Era siempre tan amable al escribirme sus pensamientos para que pudiera entenderlos.

—Hace mucho que un niño no se cuestionaba eso —por el tono de la respuesta, deduje que la Ninfa estaba preocupada—. Te lo diré a cambio de que dejes salir lo que tienes dentro.

—Está bien —dije una mentira. Que Dios y mis ángeles me perdonen.

—Para nosotros no es necesario vivir con un padre o una madre; ninguno de los dos es importante. Nosotros escogemos nuestra familia: los amigos. No funcionamos como los humanos. Mira a Badeo, a él lo dejaron y se marcharon. Mírame a mí, he estado con ellos desde que tengo memoria. Rebín es nuestro líder.

— ¿Cuántos años tiene?

—Te lo diría, pero al igual que muchos, no te lo creerías —la ninfa fue por el papel del elfo.

En este leí que él no volvería ni se preocupaba en buscar a aquellos que lo abandonaron. No es su culpa, puedo entender sus razones. Al tratar de verle, tenía una expresión de decepcionado. Movió su cabeza con suavidad, simulando ser una matraca. Lo entendí a pesar de que no fue con palabras.

Era mi turno de decir la verdad. Mis amigos lo esperaban.