La luz que era Dios desapareció y la habitación quedó en completa oscuridad. Y en medio de esta se escuchase entonces un sonido que se asemejase al batir de las alas de los pájaros y otras aves.
Aparecieron tomando el lugar de Dios, dos criaturas de aspecto humano. Flotando en el aire, con alas que salían de su espalda y sin zapatos en los pies, Matías se dio cuenta de lo que eran en verdad.
— ¡Son mis ángeles de la guarda! —di un salto sobre la cama.
—Es correcto, pequeño protegido. Te hemos estado cuidando desde el día que naciste —dijo la mujer que era uno de mis ángeles.
—E incluso te ayudamos en algunos momentos terribles, como cuando no estudiaste en un examen y te dimos las respuestas —habló mi otro ángel que era un hombre.
—Recuerdo bien ese examen —bajé la cabeza. En verdad no había estudiado nada de nada ese día.
—Estos son tus ángeles de la guarda, ponles un nombre que te sea fácil de recordar.
—A ti ángel hombre te llamaré Alfil porque me suena divertido, y a ti ángel mujer, serás Loon porque tu cabeza parece un globo.
—Son unos nombres divertidos. Matías, es tiempo de que duermas. Si quieres hablar conmigo puedes hacerlo a cualquier hora del día mientras rezas o como lo harías con tu hermano mayor favorito, pero siempre de ocultas. Si no te contesto es porque estoy ocupado, tengo demasiado trabajo por hacer.
—Nosotros también, si alguna vez te fallamos, recuerda que tenemos obligaciones en el Reino de los Cielos. Ahora duerme, te cuidaremos en sueños.
Los ángeles salieron por la ventana del cuarto de Matías que se recostó en su cama, esperando la luz de un nuevo día.
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