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30.


🌹EVA 🌹

El fuerte dolor en mi parte baja de mi vientre me tiene estresada, mi periodo acaba de llegar y con el, mis cólicos menstruales.

¡Cómo los odio!

Tengo que ir a la farmacia a comprar tampones porque se me acabaron y solo tengo el que acabo de tomar del baño de Yuli, que para mí mala suerte había solo uno.

Maldita sea mi suerte.

Me coloco mi sudadera de conjunto fucsia y salgo.

Saliendo de la farmacia observo una señora con un niño de almenos unos cuatro o cinco años, o eso creo. El pequeño llora sin parar y trata de alejarse de ella, eso me da indicios de que el niño no la conoce y mi mente me alerta. podría ser una secuestradora. Decido acercarme y cerciorarme de que solo sea una paranoia de mi parte.

Tal vez solo esté haciendo una pataleta por algo que no le compraron.

—¿Qué sucede? —Me atrevo a preguntar sin apartar mi mirada del niño.

—Está perdido, y no deja que lo ayude —responde la señora.

Me acerco al pequeño para tratar de saber dónde estaban sus padres, pero se aleja de mi también e intenta correr en cuanto se libera del agarre de la señora.

—¡Espera! —Corro tras él— No voy a hacerte daño, solo quiero ayudarte. —digo en cuanto logro sujetarlo, le doy la vuelta y me coloco a su altura.

—¿Cómo te llamas? —pregunto.

—Papá dice que no debo hablar con extraños —habla mientras frota sus ojitos.

—Tú papá es muy sabio y tiene razón, pero en estos momentos necesitas ayuda para encontrarlos y... Bueno, soy una extraña, pero prometo que no te haré nada malo —Extiendo mi mano hacia el pequeño—. Soy Eva María Londoño Charris. Ya me presenté, así que ya no soy una extraña —El pequeño duda un momento, pero después asiente.

Empiezo a hacerle algunas preguntas que me ayuden a localizar a su familia, pero es en vano, no sabe nada de nada.

—¿Cómo te llamas? —vuelvo a preguntar al recordar que no me lo dijo.

—Dixon Miller.

—Bien Dixon, ¿Sabes dónde trabaja alguno de tus padres?

—Papá fue al hospital hoy, es doctor.

¿El hospital?, bueno eso ya es un inicio, aquí solo hay dos hospitales, es cuestión de llamar y preguntar. Tomo al pequeño de la mano y le explico que lo llevaré a casa para buscar los números y llamar. Parece entender lo que le digo porque sonríe y acepta ir conmigo.

Por el camino me explica como fue que se perdió. Resulta que en un descuido de su niñera, él se fue detras de un payaso y cuando se dio cuenta ya no sabía dónde estaba.

Sé que lo más fácil hubiese sido llamar a la policía y que ellos se encargaran, pero los ojitos cafés del pequeño me conmovieron y mejor yo misma lo hacía. Al llegar a casa lo siento en el sofá y le doy un poco de comer mientras hago las llamadas. Decido comenzar por el hospital más grande, tecleo y tecleo los números que me pide la estúpida contestadora hasta que por fin alguien responde.

—Muy buenas tardes, habla Angélica Sánchez ¿En qué le puedo colaborar?

—Hola, buenas tardes. Soy Eva Londoño, ¿Podría por favor comunicarme con el Doctor Miller — Por dentro rezo para que si esté ahí.

—El doctor Miller no se encuentra en estos momentos, tuvo que irse por una emergencia familiar.

Bingo.

—Señorita, necesito comunicarme con él, acabo de encontrar en la calle a su hijo ¿Podría por favor avisarle o darme su número para llamarlo?

—Lo siento, no puedo darle esa información, pero si gusta deme su número y yo se lo paso al doctor.

—¿No puede hacer una excepción? Es urgente.

—Si claro, todas dicen eso, pero no, son políticas del hospital, como le dije, deje su número y el doctor le llamará en cuanto pueda.

No tengo más remedio que aceptar y esperar la llamada del dichoso doctor.

¿Quién sabe que cosas se habrá imaginado esa mujer?

🌹🌹🌹🌹🌹🌹🌹🌹

Río con la vista enfrente de mí, los dos pequeños juegan con el balón felices  corríendo por toda la sala del departamento. Karen y yo tuvimos que mover todo para que tuvieran más espacio y no se lastimaran.

—¡Siiiiiii, metí un gol! —grita Dixon con emoción y Mateo ríe al verlo saltar e intenta hacerlo también.

Me dispongo a correr hacia mi ahijado para darle un gran beso cuando mi teléfono suena, un número desconocido se refleja en la pantalla y respondo.

—Hola.

—Buenas tardes, ¿Hablo con la señora Eva londoño? ¿Usted llamó al hospital hoy? —pregunta un hombre, su voz suena muy agitada.

—Señorita, aunque se demore un poquito más. Y si, yo llamé. Supongo que usted es el padre de Dixon

—Así es, ¿Dígame cuánto dinero quiere para dejar libre a mi hijo? "señorita".

—¿Disculpe? ¿Qué fue lo que dijo?

—Ya déjese de rodeos y dígame ¿Cuánto quiere? —Me enojo con el tipo.

¿Este idiota está acusándome de SECUESTRO? ¿Qué se cree?

—¡Mire señor! ¿Quién se cree usted para tratarme de secuestradora?. Estúpido, idiota de mierda, tras que encuentro a su hijo perdido en la calle por culpa de un irresponsable y pésimo padre, lo traigo a casa, lo cuido, le informo que lo tengo conmigo, ahora resulta que soy una delincuente —Exploto del coraje.

—Disculpe señorita, es que... Dígame  la dirección de su casa para ir a recogerlo.

—Si claro, como mande el señor —respondo con sarcasmo y cuelgo. Guardo el número y le envío mi ubicación.

Unos 20 minutos más tarde alguien tocaba el timbre, sé de quien se trata, así que le pedo a Karen que abra la puerta y me voy a mi habitación con Mateo, no deseo ver al estúpido que me llamó secuestradora.

—Papaaaá, Dylan —Escucho la voz de Dixon.

—Dixon, ¿Estás bien?, papá estaba muy preocupado por tí.

—¿A dónde fuiste Dixon? —Es la voz de otro niño.

—¡Ay por Dios! son igualitos —Esa es la voz de karen.

¿Iguales? Ahora si me da mucha curiosidad, tengo que verlo con mis propios ojos.

Salgo de mi habitación con mi ahijado en brazos rumbo a la sala, la escena que veo me conmove mucho, los dos niños están abrazados y a su lado un hombre de rodilla, los mira con los ojos rojos y una sonrisa de felicidad.  Al verme se levanta, limpia sus lágrimas y los pequeños se separan. Los observo y noto que en efecto, son igualitos como dijo Karen, uno de ellos corre hasta mí abrazándose a mi pierna derecha.

—Eva mira, papá y mi hermano vinieron por mí —Los señala.

Observo al otro pequeño que hace lo mismo conmigo. Sus ojos no se apartan de mí, me mira de arriba a bajo.

Parece un escáner.

—Buenas tardes señorita, soy Andrés; el padre de Dixon —dice el hombre acercándose a mí.

—Buenas tardes señor —respondo cortante.

¿Qué se cree este idiota? Primero me insulta y ahora quiere entablar conversación.

»Señorita, quiero darle las gracias por cuidar de mi hijo y, también quiero disculparme con usted por mi comportamiento de hace un momento por teléfono, estaba muy preocupado y pensé lo peor. Discúlpeme por favor. —Lo miro con indignación y no respondo, quiero que supa que estoy molesta.

El tipo continua excusándose, y después de insistir e insistir para que lo disculpara e invitarme a comer un helado por petición de los niños, terminé aceptando.

¡Qué conste que acepte solo Dixon!

Ahora estamos aquí, en la heladería cada uno con su helado favorito.

—Muchas gracias por acompañarnos y por cui...

—¡Ayyy ya! deje de agradecer y disculparse por favor. ¡Qué insoportable!, me voy a ir —Me quejo porque era la quintágesima vez que se disculpaba.

—Si, lo siento.  —Lo miro mal en cuanto dice eso—. Por favor llámeme Andrés.

Cambio de tema y charlo un rato con los niños, luego Andres mete la cucharada y empieza a hablar mientras los niños y yo disfrutámos de nuestro rico helado. A Dixon le encanta el helado de chocolate y a Dylan el helado de mango. Andrés por su parte no paraba de hablar de su profesión como médico y el trabajo que consiguió apenas ayer en el hospital central de aquí por coincidencia, gracias a una mujer que lloraba y él se acercó a preguntar.

Resulta que el esposo de la mujer necesitaba una cirugía urgente y no había doctor que la hiciera y él se ofreció. El hospital le ofreció un puesto con una buena paga, que por supuesto, tomó.

Le dieron el apartamento dónde se está quedando desde hoy, mientras recibe su primer sueldo y puede pagarlo, también la niñera con la cual ya no se siente seguro por perder a uno de los niños cuando los llevó al parque.

¡Dios! no para de hablar.

Casi ni prestaba atención a lo que decía, solo asentía y decía algunas tonterías de vez en cuando.

—El helado se derrite. —digo a ver si se calla un rato.

Me concentro en terminar mi rico helado de fresa, cuando unas risas escandalosas llaman mi atención,  volteo a chismosear y retiro lentamente la cuchara de mi boca, mi cara de contrae y mi mirada se aferra a los dos personas que llegan muy contentos. La punzada en mi corazón casi me hace perder la compostura, pero la mantuve, no me podía permitir derrumbarme aquí enfrente de extraños. Carlos y Karina entran abrazados, mi mirada y la de él se encuentran, pero me ignora y sigue como si nada.

Gracias al cielo se sentaron en la mesa detrás de mí y no en la de enfrente, eso hubiese sido terrible, no podría soportarlo.

—¿Verdad que si Eva? —Escucho a lo lejos la voz de Dixon, sus ojitos me miran ansiosos esperando por mi respuesta.

—¿¡Qué!? Eh, si claro. —Sus ojitos se iluminan de emoción y su sonrisa se extiende tanto que casi morde sus orejas ¿No entendía por qué? Y menos cuando me abrazó. Miré a Andrés y él parece entender mi confusión.

—Dixon preguntó si querías ir a casa y prepararnos el desayuno mañana. —Mi rostro se contrae sin disimular.

¡Maldición! ¿En qué mierda me metí?

” No tienes que hacerlo Eva, me di cuenta que no estabas aquí, sino en la mesa detrás tuyo —dice mientras lleva la cuchara con helado a su boca. Lo miro apenada. —¿Un, ex novio? —Cureoseó.

—No —respondo de inmediato.

No sé si miento.

—¿En serio?, lo pregunto por que el hombre no ha dejado de mirar hacia acá —Mira detrás de mí y luego a mí —, y la chica que lo acompaña ya lo notó y no está muy feliz que digamos. —Sonríe y mira a los niños—. Bueno,  es hora de irnos a casa niños.

—Noooooo —Se quejaron los pequeños.

🌹🌹🌹🌹🌹🌹🌹

Si alguien me hubiese dicho que hoy iba a estar prepararando el desayuno para estos tres no le hubiera creído, pero aquí estoy, metida en la cocina de un desconocido.

¡Que confiada soy!

Preparé lo que los niños pidieron; huevos pericos, arepas con queso, salchichas y chocolate caliente.

Al parecer tienen muchísima hambre porque se acabaron todo lo que les serví, y Andrés repite.

—Muchas gracias por el desayuno, creí que no vendría —Mencion Andrés con la boca llena.

—Confieso que dudé en hacerlo, pero  lo hice por estos dos preciosos príncipes.

—¿Solo por ellos? —Coloca su mano en su corazón —Ouch, eso dolió— rio por la cara que pone.

—Si, solo por ellos. Tonto. —Ahora es él quien ríe.

Cuando los niños se van a su habitación, hablo con Andrés sobre la escuela para ellos, no es bueno que estén todo el día en casa. Le recomendé una dónde tengo una amiga que lo puede ayudar. Estuvo de acuerdo y mientras yo hablaba con Maritza, Andrés organizaba todos los papeles que ella me pedía.

Gastamos dos horas allá metidos en la escuela con los trámites, pero valió la pena, los niños ya tienen escuela y mañana mismo inician sus clases.

Me siento muy satisfecha con la ayuda que les brindé. Los acompañé a su casa y luego me vine a trabajar, tengo asuntos pendientes aquí en el restaurante, y también en la papelería de Don Geronimo. Será una tarde muy agitada, aunque confieso que la mañana fue muy agradable.

Esos niños son un Encanto.

En especial Dixon.

Gracias por leer.

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Edicion
(29-08-23)

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