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VI


El padre Junmyeon abrió las puertas de su armario y se alzó en las puntas de sus pies para alcanzar las mantas de la última repisa. No estaba tan alta, pero él parecía tener problemas.

Yixing, que se había mantenido bajo el marco de la puerta, renuente a poner un pie en aquel espacio privado, soltó un resignado suspiro y caminó hacia el cura, sintiéndose obligado a ayudarle.

Junmyeon sintió el cuerpo de Yixing a sus espaldas, más cerca que nunca, y se giró para comprobar que se encontraba atrapado entre su cuerpo y el armario. De pronto se sintió pequeño, aunque el cordero no era excesivamente grande, solo lo suficiente para ayudarle con las cosas que estaban fuera de su alcance. Observó con atención el largo de su cuello, el corte de su mandíbula, la forma de su frente, de su nariz, de sus mejillas, las esquinas de sus ojos y de sus labios y se sintió muy tentado a deslizar su índice por cada razgo. Aspiró la fragancia que se desprendía de su cuerpo y contuvo el aliento mientras identificaba los aromas a lluvia, café y algo fresco y varonil.

Yixing giró el rostro hacia él y le mostró la manta que tenía en su mano.

—¿Es esta?

Junmyeon observó la manta que le mostraba y asintió.

—Saca otra, por favor.

Yixing lo miró por un instante. Todo lo que tenía que hacer era inclinarse hacia él, solo un poco, y podría besarlo. Sus labios parecían tan suaves, se veían tan deliciosos. Qué ganas. Su pulso se volvió un desastre, los nervios iban a lograr que su corazón explotara por la sobrecarga. Ya ni siquiera entendía para qué necesitaban las mantas, podían quitarse el frío entre ellos, la cama estaba como a dos metros.

De cualquier modo se estiró para tomar la segunda manta, pero su teléfono empezó a sonar. Casi agradeció la interrupción. Sin moverse de su lugar sacó el móvil de su bolsillo y contestó la llamada de uno de sus tíos.

¿En dónde estás?

—Vine a dejar al padre Mateo a la parroquia. Sí... regresaré ahora, denme unos quince minutos.

Yixing desconectó la llamada y miró al padre Junmyeon, ambos continuaban en la misma posición, tan necesaria e innecesariamente cerca.

—Debería irme ahora —Yixing murmuró.

El padre Junmyeon asintió sin mirarlo y alzó sus manos para abotonarle el par de botones que llevaba sueltos.

—Si tienes frío, cúbrete.

Yixing sonrió, le tomó ambas manos y las acercó a su boca, estaban tan frías como las suyas. Exhaló su aliento sobre ellas y las besó suavemente, primero una y luego la otra.

Junmyeon echó un vistazo a la cama y aquella necesidad reprimida cobró fuerza en algún lugar bajo su vientre.

Se preguntó qué tan alta o baja sería la probabilidad de que Yixing aceptara ayudarle a apagar el sofocante y devastador fuego que lo consumía por las noches. Estuvo tentado a decírselo, dado que no parecía estar captando sus insinuaciones, pero ¿no era eso lo mejor? La inocencia de su cordero estaba librándolo de cometer un terrible pecado.

Además él seguramente no estaba ni remotamente interesado.

Relamió sus labios resecos y se preguntó si Yixing podía sentir el temblor de sus manos o si lograba escuchar el violento latido de su corazón.

—Que descanse, padre —Yixing musitó completamente ajeno a su perversos pensamientos.

—Ve con Dios, hijo.


º º º


Últimamente Yixing se sentía aún más perdido que de costumbre.

Las labores en la hacienda se habían paralizado debido al duelo y aquello le había dejado demasiado tiempo libre. Aún no se había definido a quién le pertenecía la dirección de la hacienda y todos parecían demasiado tensos, por lo que él intentaba no pasar mucho tiempo en casa, aunque realmente no tenía a dónde ir.

Al parecer había recuperado la amistad de Luhan, pero no quería ir a su casa, pues temía que justamente como Luhan había señalado, ellos no supieran ser amigos cuando se encontraran a solas.

Tampoco podía quedarse más tiempo del necesario en la parroquia y la verdad era que sus confusos sentimientos por el padre Junmyeon complicaban su estadía. Él parecía haber ganado más confianza a su alrededor, pero Yixing no estaba seguro de poder detener a su imprudente lengua de decir verdades a medias.

Estaba empezando a desesperarse, se sentía solo aunque siempre estaba rodeado de gente y la idea de marcharse, aunque no tenía bien definido a dónde, se volvía cada vez más atractiva, aunque primero debía esperar a poder cobrar su herencia. Odiaba pensar en ello cuando su abuelo tenía apenas unos días de fallecido, pero era su única solución, sus ahorros no eran suficientes para empezar de cero en otro lugar.


º º º


—Padre, no sé qué hacer.

—¿Qué te atormenta? —el padre Mateo preguntó suavemente.

Yixing exhaló y apoyó su frente contra la celosía.

—Muchas cosas... y ahora me siento tan solo.

—El duelo es un proceso largo y doloroso, busca consuelo en las personas que más aprecias.

Yixing asintió.

—Eso intento, pero en realidad solo quiero estar con una persona —confesó afligido—. Yo... creo que estoy enamorado de él. Solo quisiera poder refugiarme en sus brazos... olvidarme de todo a su lado...

—Yixing...

—Ya sé que los hombres están prohibidos para mí, padre, pero yo lo quiero a él, lo necesito.

—¿De quién hablas?

—De la misma persona que ha estado perturbando mi mente desde que se mudó a este pueblo... el hombre casado.

—¿Has estado viéndote con él?

—Sí —Yixing murmuró afligido.

—¿No deberías evitarlo?

—Bu-bueno... no es tan fácil... Además, aunque no lo vea siempre está mis pensamientos, a toda hora, lo siento conmigo, como un ángel de la guarda.

—¿Y tienes malos pensamientos hacia tu ángel de la guarda? —el padre Mateo preguntó en un tono jocoso, como si intentara levantar su ánimo.

—Sí —Yixing admitió con una sonrisa—, sueño con comerle a besos esos preciosos labios que tiene, quisiera sentir sus manos sobre mi piel, quiero hacerlo mío, robárselo a... a quien le pertenece.

—Yixing —el padre Mateo advirtió.

Yixing suspiró.

—Lo mejor es que me vaya de este pueblo.

—Pero tu familia...

—¿Mi familia? —Yixing murmuró amargamente—. Parece que no los conoce. Ellos estarán felices de que me vaya y me lleve conmigo toda la deshonra... Lo que me preocupa es lo que puedan hacer cuando se haga la lectura del testamento. Sé que al menos mi padre va a estar furioso...

—Habla con él —el padre Mateo le aconsejó suavemente—. Si hablas con el corazón, él te escuchará.

Yixing rio amargamente.

—Usted sabe que no, padre, usted lo conoce, sabe que es terco, irracional; de no haber sido por usted, en el velorio habría echado a la calle a Donghae, a su esposo y hasta a Luhan a punta de golpes... Lo mejor será marcharme.

—¿Tú solo?

—Sí.

—¿Y a dónde vas a ir?

—No lo sé, pero sé que debo hacerlo. De todos modos cuando usted se vaya no me quedará nadie...

—Yixing...

—Si va a hablarme del padre Junmyeon, ahórrese su tiempo, no puedo entregarle mis secretos a él.

—¿Por qué no?

—Porque él es... —Yixing se detuvo, aunque se sentía muy tentado a librarse de esa carga, no podía decirle que él era ese hombre con el que fantaseaba. Mientras todo continuara siendo una fantasía, el padre Junmyeon no tenía porqué verse enredado en sus pecados.

—¿El es qué?

Yixing alzó su mirada por primera vez al notar la molestia en el tono de su voz y al verlo su corazón casi se detuvo.

—Mierda —Yixing siseó, tal vez demasiado alto, y el padre Junmyeon frunció aún más su ceño.

—Yixing, estamos en la casa de Dios, cuida tu boca.

—Lo siento, padre —Yixing murmuró y se apresuró a salir de ahí.

Escuchó al padre Junmyeon llamarlo, pero se negó a detenerse. Joder, ¿qué tanto le había dicho? ¿Cómo había podido confundirlos?

Mientras avanzaba —huía— por el jardín, se encontró con el padre Mateo, que parecía un poco distraído.

—¿Vienes a confesarte? —este le preguntó con curiosidad.

Antes de que Yixing pudiera responder, el padre Junmyeon los interrumpió.

—Yixing, ven a mi oficina —demandó luciendo agitado y molesto.

Aquello era nuevo, Mateo nunca lo había visto enojarse y vaya que los niños de la catequesis daban razones.

—¿Estás en problemas? —le preguntó a Yixing quien apretó los labios y se giró para mirar con temor al padre Junmyeon.

—¿Puedes hacerte cargo del confesionario? —el padre Junmyeon le preguntó a su colega.

—A eso venía.

—Bien. Yixing, vamos.

Mateo los observó caminar uno tras otro con curiosidad, pero antes de que pudiera siquiera imaginar qué había sucedido, una serie de pitidos llamaron su atención. Se giró y notó que Minseok bajaba su cámara y lo miraba con una sonrisa de culpabilidad.

—¿Qué haces? —le preguntó, conteniendo el impulso de acercarse, pues habían algunas pocas personas alrededor.

—No me pude resistir —Minseok murmuró acercándose lentamente—, tienes un hermoso perfil.

Mateo desvió su mirada e intentó reprimir una avergonzada sonrisa, pero no pudo hacerlo. Otra serie de pitidos le anunció que Minseok había sacado más fotografías. Se giró para mirarlo y Minseok le tomó más.

—Basta.

—Es que tu sonrisa también es hermosa.

—¿No tienes nada que hacer?

—De hecho sí —Minseok anunció—, pero quería más fotos del jardín.

—¿Por qué? —Mateo preguntó con curiosidad.

—Porque el apuesto jardinero de este lugar hace un gran trabajo digno de remarcar.

Mateo sonrió avergonzado y Minseok le dedicó una dulce sonrisa que casi lo convenció de lanzarse a sus brazos, todo lo que deseaba era hacerlo feliz, tan inmensamente feliz como lo hacía sentir.

—Tengo que entrar, las confesiones me esperan.

—¿Quieres escuchar una de las mías? —Minseok preguntó y se acercó un poco para susurrarle al oído—. Me gustas mucho.

Minseok se alejó rápidamente y, de nuevo, Mateo quiso apretarlo contra su pecho.

—He de confesar lo mismo.

Minseok le apuntó con el lente de su cámara una vez más y se marchó hecho un mar de preciosas sonrisas.


º º º


—Siéntate.

Yixing se cruzó de brazos y no se sentó. Esa actitud le recordó que su cordero apenas tenía veintitrés años. Junmyeon cerró la puerta y reprimió un suspiro.

—De acuerdo, de pie entonces —murmuró y se apoyó en su escritorio para hablarle—. No es la primera vez que alguien nos confunde ahí adentro, al parecer nuestras voces se parecen.

Y mucho, no lo dudó ni por un instante.

—Debió decírmelo.

—Al principio no sabía que no supieras que era yo, cuando me percate de ello lo intenté, pero no me dejaste.

—Debió interrumpirme.

—Lo intenté y... perdóname, pero sabes que soy curioso.

—Yo no quería que usted supiera nada de eso —Yixing murmuró con el ceño fruncido.

—¿Por qué te molesta tanto que yo lo sepa? —Junmyeon preguntó con cierta amargura.

—Usted cree que soy bueno y... yo no quería que eso cambiara.

Junmyeon le dio una mirada llena de dulzura y acercó una mano a su rostro, le acarició una mejilla suavemente y luego la acunó.

—Mi opinión sobre ti no ha cambiado. Yo no estoy aquí para juzgarte, sino para ayudarte.

Yixing suspiró y apartó su mano suavemente.

—Usted no puede ayudarme —dijo angustiado.

—Permíteme al menos intentar.

—No —Yixing gruñó sintiéndose enfadado consigo mismo, no merecía la gran bondad de ese hombre—. No querría hacerlo si supiera toda la verdad.

—Creo que ya me enteré de bastante...

Yixing exhaló frustrado.

—Hablaba de usted —confesó con el ceño fruncido, casi seguro de que ahora su amabilidad se convertiría en desprecio—. Ese hombre por el que yo siento... es usted. ¿Aún así quiere ayudarme?

Junmyeon lo observó perplejo, aunque un sentimiento de victoria se abría paso por su pecho.

—¿Tú...? ¿El padre Mateo lo sabía?

—Claro que no, si él lo supiera... Dios, no.

Junmyeon frunció su ceño mientras meditaba sobre la ironía de todo el asunto.

—Traté de no hacerlo, ¿si? —Yixing le dio una mirada suplicante—. De verdad lo intenté, pero... 

Yixing observó su gesto de desconcierto. Incluso así lucía tan bello.

—Incluso ahora es imposible.

Yixing suspiró y se giró para marcharse, pero una fuerte presión alrededor de su muñeca lo obligó a detenerse.

—¿El qué es imposible?

Yixing miró la mano del padre alrededor de su muñeca y luego sus ojos llenos de curiosidad, tan bonitos.

—No desearlo —confesó en un escandaloso susurro. Sus labios temblaron. Su cuerpo perdió fuerza y se dejó caer de rodillas ante el hombre con sotana—. Perdóneme, por favor, yo no...

—Levántate —el padre Junmyeon ordenó. Su voz fluyó con suavidad por el aire, pero golpeó con fuerza el corazón de Yixing, que se estremeció y empezó a latir frenético.

Yixing se puso de pie y lo enfrentó. Estaba listo para escuchar su condena, de todos modos había sido una batalla perdida desde el principio. Esperó sin ser capaz de levantar su mirada, pero el padre Junmyeon no dijo nada, era demasiado amable a pesar de todo.

—Entiendo si no quiere que vuelva.

Junmyeon dio un paso hacia él y le acunó el rostro de nuevo, Yixing cerró sus ojos memorizando la sensación.

—No quiero ser un tormento para ti, Yixing.

Yixing abrió sus ojos y notó lo cerca que estaba.

—Pero lo es... —musitó.

Era el más hermoso y dulce de todos los tormentos.

—Permíteme aliviar un poco tu pena —Junmyeon susurró y se acercó todavía más, tanto que sus labios rozaron los de Yixing.

Yixing cerró los ojos sin comprender qué carajos estaba sucediendo, lo que fuera, sí. Solo, sí...

Junmyeon había tenido pocas y muy torpes experiencias con otros labios, pero dejó que su instinto lo guiara sobre los suaves labios de Yixing, aunque era como navegar a la deriva por un basto oceano de sensaciones. Yixing le siguió el ritmo sin sobreponerse a él, tal vez por temor a su reacción y Junmyeon admiró su voluntad que al parecer era mucho mas grande que la suya. 

Yixing suspiró lentamente, los labios del padre Junmyeon se sentían tan tibios, suaves y sumamente delicados. Eran como un delicioso fruto nuevo, creado a partir del café. Incapaz de quedarse quieto por más tiempo, Yixing enroscó sus brazos alrededor de la cintura del padre Junmyeon y separó más sus labios, dispuesto a llevar aquel inocente roce un poco más profundo en el pecado.

Junmyeon contuvo un gemido y llevó su mano libre al brazo de Yixing. Era un poco más grueso de lo que parecía y se sentía muy sólido. Usos mucho más indecorosos que ayudarle a levantar la escalera llenaron su cabeza con censurables pensamientos. Deslizó su otra mano hacia su pecho y lo acarició de una lado a otro; era fuerte y cálido, parecía un excelente refugio.

—Padre —Yixing advirtió en un murmullo. Sus caricias habían duplicado el ritmo de los latidos de su corazón y disparado una serie de corrientes bajo su piel—, por favor no me toque así o va a excitarme.

Las mejillas de Junmyeon se tornaron de un encendido rosa. Detuvo sus caricias, pero no apartó sus manos de Yixing.

—¿Eres muy sensible? —preguntó sorprendido.

Yixing asintió.

—El médico mencionó algún grado de hipersensibilidad. Solo sé que me vuelvo loco si me tocan.

—¿Cualquier tipo de caricias?

—Hasta el roce más inocente.

—Debe ser difícil —el padre Junmyeon musitó—. ¿Qué hay de un abrazo?

—Los abrazos están bien —Yixing aseguró.

Junmyeon lo rodeó con sus brazos y recostó la cabeza sobre uno de sus anchos hombros. Yixing suspiró y lo apretó más contra su cuerpo.

Qué agradable era tenerlo entre sus brazos. De pronto el mundo parecía girar más lentamente, en ese momento, por primera vez en su vida, tuvo la sensación de estar en el lugar y momento correctos.

—Qué paz —Yixing susurró mientras le acariciaba el cabello.

Junmyeon se estremeció y alzó su mirada.

—¿Yixing? —lo llamó en un susurro. 

—¿Si? —Yixing giró su rostro hacia él y lo miró con curiosidad.

—Bésame.

Yixing sonrió y varios hoyuelos adornaron esa sonrisa que a Junmyeon tanto encantaba. Deslizó la mano con la que había estado acariciando su cabello hacia un costado de su cuello, inclinó su rostro e hizo encajar sus labios con una precisión inigualable.

El aliento de Yixing temblaba y se derramaba sobre sus labios como el vapor de un café matutino. Junmyeon sintió su cuerpo temblar también; sentía algún grado de culpa y temor, pero por sobre todo sentía satisfacción. Satisfacción al obtener un poco de intimidad con él, satisfacción al tenerlo solo para sí, aunque fuera solo por un instante. Suspiró encantado y tomó sus labios con mayor confianza.

—Yixing —Junmyeon murmuró aferrándose a sus brazos.

Yixing deslizó su nariz por la mandíbula del padre Junmyeon. Puso un beso detrás de su oreja y lo abrazó de nuevo. Le rodeó la cintura con sus brazos y juntó sus cuerpos un poco más mientras volvía a besar sus labios. El nuevo párroco parecía derretirse entre sus brazos. Entonces Yixing se percató de que él no era el único que añoraba un poco de contacto; era una necesidad compartida. 

—Ven esta noche —Junmyeon propuso mientras se tomaban un segundo para respirar.

Yixing lo miró sorprendido, su alborotado corazón se puso todavía más frenético.

—No te lo pido con ninguna autoridad, solo es la petición de un corazón con deseos turbados que clama por ti.

Yixing lo miró a los ojos con una retorcida devoción.

—Aquí estaré —prometió y le tomó la barbilla para guiarlo hacia sus labios de nuevo. 

Lo besó con ganas, con todo el entusiasmo que le provocaba la anticipación a su encuentro. 

Junmyeon sofocó un gemido y cuando se separaron lo miró a los ojos. De pronto Yixing ya no parecía un cordero perdido.


º º º

Gracias por leer! 

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