
VI
Minseok se removió inquieto bajo la cobija y abrió los ojos de golpe. Su corazón estaba tan agitado que le tomó un par de minutos tranquilizarse.
Gruñó frustrado y se sentó al borde de la cama.
—Maldita sea —siseó llevándose las manos a la cabeza.
Lo último que necesitaba era que ese hombre invadiera también sus sueños. Como si llevarlo en su mente todo el día no fuera suficiente.
Tomó su móvil de la mesita de noche y miró la hora: eran las cuatro de la mañana. Se dejó caer de nuevo en la cama, intentando traer las escenas de su sueño a su memoria, pero las imágenes empezaban a desaparecer, lo único que pudo rescatar de su sueño fue el torso desnudo del padre Mateo. Había también un remanente de sensaciones, entre ellas, la placentera sensación de unos brazos rodeando su cuerpo.
Carajo. Sin ser muy consciente de ello, Minseok empezó a acariciar su propio pecho desnudo. Los pensamientos en su cabeza se amontonaban y lo aturdían. Los sentimientos también eran confusos, contradictorios. Había culpa, pena, temor, acusación... y de pronto también una sensación de placer. Fue en ese momento en que Minseok se percató de lo que sus manos hacían.
Exhaló lentamente y, plenamente consciente de lo que hacía, continuó acariciando su erección. Su memoria empezó a lanzarle recuerdos, pequeños retazos del padre Mateo: su sonrisa, sus manos, su mirada, su voz...
º º º
Incapaz de conciliar el sueño una vez más , Minseok optó por salir de su habitación. Mientras pasaba junto a la habitación que pertenecía al causante de su desvelo, se preguntó si este seguiría dormido. Probablemente sí. Siguió de paso, intentando sacarlo de su mente y su mano hormigueó, como si quisiera recordarle lo que acababa de hacer. Frotó sus manos para deshacerse de la sensación y bajó al primer piso. Aún estaba oscuro, pero la puerta del muro exterior estaba abierta y casi tuvo la certeza de que el padre Mateo se encontraba allá afuera.
Se preguntó si no era mejor evitarlo, pero al no obtener de sí mismo una respuesta clara, decidió continuar. Bajó con cuidado para no tropezar con el camino irregular y cuando iba ya por la mitad divisó a una figura que corría sobre la orilla del lago.
Al verlo, el padre Mateo se acercó a él.
—Corre conmigo —le pidió.
Minseok asintió lentamente mientras observaba el sudor que corría por sus sienes.
El religioso, que había dejado guardada la sotana y en ese momento usaba prendas comunes, empezó a alejarse a trote y Minseok se apresuró a seguirlo. Su cabeza estaba llena de culpa y temores, pero a medida que ambos aceleraban su marcha en silencio, estos empezaron a evaporarse.
Después de un rato, cuando se hubieron alejado de la casa parroquial siguiendo la orilla del lago, el sol empezó a asomar, coloreando el firmamento. Ambos se detuvieron y observaron el cielo por un momento.
Minseok desvió su mirada hacia su acompañante y se perdió en la forma en que su pecho subía y bajaba, en la forma en la que el aliento que escapaba por su boca se arremolinaba en el aire. Minseok temió no poder contener sus profanos impulsos, esas ganas que tenía de saltar sobre él para robarle al aliento que aún le quedara con un beso.
—¿Cómo va tu proyecto? —el padre Mateo preguntó de repente, apartando su mirada del cielo.
—Bien —Minseok musitó y los ojos del padre lo miraron con curiosidad—. He recolectado mucha información.
—Qué bueno —el padre Mateo musitó—. No tomes esta pregunta a mal, pero ¿cuándo planeas marcharte?
—No sé, creo que... podría... en una semana —Minseok murmuró un poco cohibido.
¿Quería que se marchara ya?
—¿Por qué tan pronto? —el padre preguntó frunciendo el entrecejo en un gesto que Minseok supo si catalogar como preocupación—. Pensé que te quedarías un poco más.
—No quiero molestar...
—No estás molestando a nadie.
Minseok lo miró.
—¿Y usted cuándo se va?
El padre lo miró sorprendido, pero su mirada cambió al entendimiento en un instante.
—Pronto —masculló.
—¿De verdad se va a un monasterio? —Minseok preguntó sin poder evitar que sus palabras sonaran un poco enfadadas.
El padre Mateo asintió pensativamente.
—¿Puedo preguntar por qué?
El religioso lo miró, y el marrón de sus ojos oscuros pareció aclararse bajo la luz matutina.
—Solo si respondes con honestidad por qué te interesa saber.
—Soy muy curioso —Minseok aseguró rápidamente.
El padre Mateo negó con una sonrisa.
—No sonó muy convincente —señaló—. Vamos, corre, hay que volver.
Minseok se cruzó de brazos y protestó.
—Pero es verdad, además ya no quiero correr.
Inesperadamente el padre Mateo le tomó un a mano con firmeza.
—La pereza también es pecado, Minseok —le dijo y echó a correr, arrastrándolo consigo.
º º º
Minseok llevó la taza de café a sus labios y sorbió lentamente para no quemarse.
—Este sabe un poco diferente —señaló levantando sus cejas. El padre Junmyeon le dio una mirada expectante—. Tiene... ¿canela?
El religioso sonrió abiertamente y asintió.
—Es un producto nuevo, quieren lanzarlo pronto y me pidieron nuestra opinión.
—Dígales de mi parte que les doy cinco estrellas.
Junmyeon sonrió complacido.
—Lo haré.
Minseok iba a decir algo más sobre el café, pero sus pensamientos se perdieron cuando Yixing entró en la cocina, cargando una caja repleta de comestibles, al igual que los últimos dos domingos.
—Buenos días —el muchacho los saludó y ellos correspondieron al saludo amablemente.
—Yixing —el padre Junmyeon llamó su atención y le ofreció una taza humeante—. Prueba este café.
Yixing se quitó los guantes y tomó la taza murmurando un agradecimiento.
—Siéntate —el padre Junmyeon le pidió y, al igual que había hecho con Minseok unos minutos atrás, le ofreció pan de una canasta.
—Este sabe diferente —Yixing comentó alzando su mirada que inmediatamente se encontró con la del padre Junmyeon—. ¿Albahaca?
—Eres bueno —el religioso comentó con una sonrisa.
—Mi abuela me golpearía si no supiera reconocer hierbas —Yixing señaló haciendo reír al padre.
Los tres continuaron comiendo y bebiendo en silencio, hasta que Yixing frunció el ceño y miró en dirección a la puerta.
—¿En dónde está el padre Mateo?
Y, como si lo hubieran invocado, el susodicho apareció por la puerta en ese momento, con el cabello aún húmedo por su ducha matutina, luciendo fresco y apuesto y...
Minseok basta.
Yixing se puso de pie de inmediato y le regaló una inclinación.
—Buenos días, padre.
—Buenos días, Yixing —el padre Mateo le devolvió el saludo, agregando una suave palmada a uno de sus brazos y una encantadora sonrisa—, padre Junmyeon, Minseok.
—Buenos días —Minseok lo saludó suavemente al mismo tiempo que el padre Junmyeon lo hacía.
—¿Cómo siguió tu madre? —el padre Mateo le preguntó a Yixing con genuino interés luego de tomar la taza que su colega le ofrecía.
—Ya está mejor, el ibuprofeno de seiscientos sí alivia su dolor.
—Sí, pero recuérdale que no tome demasiadas y si no encuentra de esas en la farmacia, puede solo sumar los miligramos.
—Lo haré —Yixing aseguró y luego sonrió—. Gracias.
Minseok los observó interactuar, sintiéndose aislado de la conversación y de pronto se percató de algo, ese gesto de Yixing, lo había visto en alguien más algunos días atrás.
—¿Eres pariente del señor Lee? —soltó sin previo aviso.
Yixing se giró para mirarlo, de pronto luciendo un poco tenso en su asiento. El padre Junmyeon levantó su mirada del periódico que había estado leyendo.
—¿Hablas de Donghae? —Yixing preguntó un murmullo.
—Sí, él, ustedes se parecen un poco.
Yixing asintió.
—Es mi tío —murmuró llevándose la taza a los labios.
—Espera, entonces ¿eres primo de Luhan?
Yixing torció el gesto, observó al padre Mateo brevemente y luego apartó su mirada, luciendo muy incómodo. Minseok miró al padre con curiosidad, pero este miraba su taza de café con el ceño fruncido.
—Primo político —Yixing aclaró—, aunque en realidad no estamos emparentados.
Minseok asintió, aunque realmente no lo comprendió. No quiso continuar con el tema, parecía haber un trasfondo delicado. Se preguntó qué sería y qué tenía que ver el padre Mateo en el asunto.
—Este no es el café de siempre —el padre Mateo dijo de pronto, girándose hacia el otro hombre que también vestía sotana—. ¿Una nueva patente?
El padre Junmyeon asintió fervientemente.
—Adivine qué tiene —Yixing lo retó con una sonrisa.
El padre Mateo negó.
—No tengo idea, sabes que antes de que el padre Junmyeon apareciera, yo ni siquiera bebía café.
—Inténtelo —Yixing pidió bastante más animado.
Minseok empezó a sentirse como un intruso en la mesa.
El padre Mateo le dio un sorbo al café y luego miró a Yixing fijamente por unos segundos. Yixing sostuvo su mirada. Minseok deseó tener un periódico también para tener algo con que distraerse al igual que el padre Junmyeon, quien ya se encontraba enfrascado en algún artículo.
—¿Canela? —el padre Mateo preguntó.
—¿Qué más? —Yixing lo presionó.
—No sé —el padre Mateo murmuró con una preocupada sonrisa—. ¿Chocolate?
—¿Cómo va a tener chocolate? —Yixing protestó entre risas.
—Oigan, eso es una buena idea —el padre Junmyeon dijo alzando la mirada del periódico.
Minseok podría haber aportado algún ingrediente interesante a las nuevas fórmulas que los otros tres empezaron a plantear, pero de pronto no se sentía de humor. Mientras la conversación alrededor de un café exitoso continuaba, Minseok se levantó de la mesa y llevó su taza al fregadero para lavarla.
Se sumergió tanto en su propia cabeza, que cuando sintió a alguien a su lado dio un pequeño salto por la sorpresa.
—¿En qué estabas pensando? —el padre Mateo murmuró con una sonrisa de lo más encantadora, aunque estaba sazonada con cierta acusación.
—En nada —Minseok murmuró y señaló la taza que el hombre sostenía en su mano izquierda—. ¿La lavo? —preguntó distrayéndose con una pequeña cicatriz en línea recta que había entre su índice y su pulgar. Era una cicatriz vieja y no muy visible, pero a Minseok le provocó una enorme curiosidad. ¿Tendría alguna historia interesante que contar?
Minseok pensó en ello mientras lavaba la taza de la que el padre Mateo había bebido. Al terminar se giró para buscar una toalla y chocó con el cuerpo del religioso.
¿Qué hacía ahí todavía?
—Hoy estás muy distraído —el padre comentó—. Tal vez si hoy también hubieras venido a correr estarías más despierto.
Minseok desvió su mirada un segundo, solo para comprobar que Yixing y el padre Junmyeon no los miraban. No lo hacían, pero seguro ambos escuchaban, porque estaban en completo silencio.
—¿Vendrás a la misa de hoy?
¿Qué clase de invitación era esa? Minseok no quería ir a misa. Por supuesto que iría a cualquier lugar que ese hombre propusiera, incluso a correr, pero ¿por qué a misa y no a algún lugar más íntimo?
—Claro —musitó sin saber cómo negarse—, ahí estaré.
—De acuerdo.
El padre le regaló otra de sus celestiales sonrisas y Minseok quiso pensar que aquello era una cita. Se miraron un poco más sin decirse nada, hasta que Yixing se puso de pie y apagó la magia, o lo que fuera que estuviera pasando.
—Tengo que irme ya —anunció con prisas y tomó su taza vacía y la del padre Junmyeon.
—Yo las lavo —Minseok ofreció, tomándolas de sus manos cuando se acercó al fregadero.
—Gracias —Yixing dijo con una sonrisa y se giró hacia el padre Mateo. Como siempre, tomó una de sus manos y la besó brevemente mientras el religioso le deseaba un buen día. Luego fue con el padre Junmyeon e hizo lo mismo. Tomó sus guantes y se giró hacia Minseok—. ¿Nos ayudarás hoy también? Tenemos que continuar con los diptongos.
—Claro —Minseok asintió mientras ponía la tercera taza en el escurridor—. Te veo en la tarde.
Yixing le dedicó una de sus dulces sonrisas y se alejó.
—Él parece un muy buen chico —Minseok comentó—, además es muy guapo, ¿no es extraño que no tenga novia?
Mientras lo decía, le dio una mirada de reojo a los padres. El padre Junmyeon levantó su mirada curiosa y el padre Mateo desvió la suya con cierta incomodidad.
—Tal vez, está esperando por la chica adecuada —el padre Junmyeon dijo pensativamente—, o tal vez es porque siempre está muy ocupado, yendo de aquí para allá todo el tiempo.
Minseok asintió, aunque no lo convencía y miró brevemente al hombre que seguía a su lado, pero este parecía distraído con algún pensamiento.
º º º
Mientras subía los escalones para volver a su habitación, Minseok pensó en Yixing y en lo cercano que era con el padre Mateo. Una pequeña voz en su cabeza intentaba hacerse escuchar, pero él la ignoró tercamente. No eran celos, la relación entre Yixing y el padre parecía demasiado cercana, lo suficiente como para levantar sospechas... o tal vez, como su madre solía decir, el león simplemente juzgaba por su condición.
º º º
Minseok tomó asiento un poco alejado de los feligreses y esperó a que el padre Mateo apareciera. Aunque le gustaban las iglesias, por su valor arquitectónico, no le agradaba mucho la idea de estar dentro de una por mucho tiempo, especialmente durante una ceremonia. Pese a que durante sus primeros años de vida había sido educado bajo los principios y las creencias del cristianismo, no se consideraba un creyente auténtico, él tenía dudas más que fe, y mientras las estatuas lo observaban desde lo alto se sentía juzgado por ello. ¿Qué hacía ahí? De pronto se sentía tan pequeño y abrumado. Tan hipócrita fingiendo que era buen cristiano, cuando la razón por la que había asistido era una magna blasfemia.
Por suerte, el padre Mateo no tardó en aparecer y dar inicio a la ceremonia. Mientras saludaba y agradecía la presencia de los fieles, Minseok se concentró en él y no en la altura del techo, ni en las incesantes miradas de yeso, y recobró un poco de calma.
"...Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante ustedes, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión..."
Minseok se perdió entre las palabras del hombre con el que tanto había fantaseado y se preguntó, por primera vez, si él pecaba de la misma manera, si tenía pensamientos tan impuros como los suyos. Seguramente no, pero, como si pudiera leerle la mente, su oscura mirada llena de fuego se posó sobre la suya, atrapándolo, seduciéndolo y a la vez reprendiéndolo. Minseok observó sus atuendos blancos demasiado sueltos y se preguntó por qué no impartía la misa con la sotana. El negro le iba mejor, resaltaba su sensualidad... bueno, tal vez era justamente por eso.
El padre Mateo peinó su cabello hacia atrás y relamió sus labios luego de cederle la lectura de la biblia a una mujer de al menos cincuenta años, que siempre frecuentaba la parroquia. A Minseok también le gustaba eso, la forma en que peinaba sus cabellos, la forma en que relamía sus labios, santo cielo, ¿lo hacía a propósito?
Minseok suspiró lentamente y se acomodó en su asiento sin prestar la menor atención a lo que la anciana leía. El mundo podría desaparecer, la iglesia podría desmoronarse a su alrededor, y Minseok probablemente no lo notaría, absorto como estaba en el hombre más inalcanzable del lugar.
Después de casi una hora perdido en sus propios pensamientos, parte de los presentes empezó a formarse para recibir la Eucaristía y Minseok se obligó a quedarse en su lugar, aunque lo que realmente deseaba era escapar, aprovechando que habían muchas personas de pie. No, no podía escapar, o el padre Mateo se lo reprocharía después.
Por fortuna, la ceremonia no duró mucho más.
—Vayan en paz, hermanos —el padre Mateo dijo, finalizando así la ceremonia, y su mirada oscura se posó sobre la de Minseok por un instante.
¿Paz?
¿Cómo podría sentir paz en esa situación? Todo lo que Minseok sentía era un creciente desasosiego.
º º º
Gracias por leer!
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