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V



—Resuelvan esto en sus cuadernos —la maestra le pidió al salón.

Jongdae miró fijamente su cuaderno, en donde había copiado los números con su caligrafía poco legible. Estaba intentando recordar por dónde debía empezar a sumar, cuando una mano se posó suavemente sobre su hombro.

—¿Puedes venir conmigo un momento? —la maestra le pidió en un susurro.

Jongdae asintió obedientemente y se levantó de su silla. Cuando salieron al pasillo, el temor despertó en su cabeza y su pulso empezó a acelerarse. ¿Qué había hecho mal? Intentó recordar, pero aunque algunas travesuras vinieron a su cabeza, no creyó que estas merecieran mayor castigo, lo peor había sido pegar una goma de mascar en el interior de su mesa.

Alzó la mirada hacia su maestra, pero la mujer caminaba mirando fijamente al frente, sin sonreírle ni darle miradas cálidas como siempre solía hacer.

Llegaron a la sala de maestros, allí los esperaban tres adultos más; un oficial de policía y un hombre y una mujer que vestían chalecos en los que se podía leer "asistencia social".

Al verlos, Jongdae tiró de las mangas de su sudadera para ocultar las marcas que la más reciente borrachera de su padre había dejado sobre sus muñecas.

El policía lo miró con atención. Mierda. Jongdae sintió cómo su corazón duplicaba su palpitar. Iban a llevarlo al orfanato o a una cárcel para niños. Sino, ¿para qué estaba el policía ahí?

—Solo estamos esperando a tus papás y a la directora —su maestra le dijo, acariciándole un hombro como si intentara calmar sus temores—. Siéntate un momento.

Jongdae asintió como un niño bueno, mientras pensaba en una forma de escapar. No quería que lo enviaran al orfanato, había escuchado cosas horribles de ese lugar, tampoco quería ir a la prisión, no había robado nada demasiado valioso para eso.

—¿Puedo ir al baño? —le preguntó a la maestra y esta asintió amablemente mientras señalaba el sanitario al fondo de la sala.


Piensa en otra cosa.

Mateo intentó alejar los recuerdos mientras su mirada continuaba clavada en las flores rojas que el llameante árbol había dejado caer al piso del jardín, pero estos continuaron filtrándose de su memoria a largo plazo.

Las flores se desvanecieron y en el suelo aparecieron las líneas desgastadas del paso peatonal en una de las calles del centro. Al escapar por la ventana del sanitario de la sala de maestros aquel lejano día, no había tenido un plan en mente, simplemente había decidido escapar. Había corrido mucho al principio y cuando sus piernas estuvieron demasiado cansadas para correr, deambuló por las calles desconocidas que pronto adoptaría como su hogar.

Mateo suspiró. No quería recordar el resto, paseó su mirada por el anexo y pronto se encontró con el atractivo perfil de Minseok, que iba de un lado a otro dentro del aula. 

Se levantó de la banca bajo el viejo árbol y los pétalos que habían caído sobre su regazo cayeron al suelo. Sus pies atravesaron el camino de flores lentamente, ni siquiera intentó resistirse, simplemente caminó hacia él, dejando sus recuerdos atrás con una increíble facilidad.

¿Por qué Minseok podía hacerlo olvidar de esa manera? Por un breve instante, sus miradas se cruzaron a través de la ventana abierta. Siguió avanzando en su dirección, siguiendo el llamado de esos ojos gitanos y, sin ser muy consciente de ello, pronto estuvo de pie a su lado dentro del aula.

—...Es la unión de dos o más vocales que no se separan cuando separamos las sílabas —Minseok estaba explicando con gestos de sus manos a las cuatro ancianas que rodeaban la mesa—. Por ejemplo, la palabra "hueso" se divide en dos sílabas, "hue" y "so".

—En tres —una de las mujeres en la mesa replicó—: "gu" "e" "so".

Minseok sonrió amablemente y Mateo reprimió su propia sonrisa. 

—Recuerden que cuando hay dos vocales y una de ellas es "i" o "u" las vocales no se separan, como en la palabra "peine" separamos "pei" "ne" —Minseok continuó explicando con amabilidad.

Las mujeres lo miraron con atención, pero no lucían muy convencidas.

—¿Por qué? —una de ellas preguntó.

Minseok sonrió y le dio una de sus coquetas miradas. Mateo apretó sus labios, qué bueno que Minseok no había sido su maestro.

—¿Por qué, qué?

—Por qué con "u" y con "i" no pueden separarse pero las otras tres vocales sí.

—Porque son las vocales débiles —Minseok respondió—. También se les llama cerradas...

Mateo se alejó, rozando de paso un hombro de Minseok con sus dedos, y fue a la mesa que Yixing lideraba. Lo escuchó por un rato y luego fue con Amber; tenía que disimular que los vigilaba a todos para que nadie sospechara que solo estaba ahí por Minseok.


º º º


—¿Hoy no va a jugar, padre?

Mateo observó el balón que Baekhyun sostenía entre sus manos.

—Estoy un poco ocupado —se excusó y le dedicó una cálida sonrisa.

—Padre —Yixing lo llamó y se cruzó de brazos—. ¿Por qué últimamente ya no quiere jugar?

—Estoy ocupado —Mateo repitió suavemente—. ¿Tú no?

—Todavía me queda una hora de almuerzo —Yixing contestó rápidamente y le arrebató el balón a Baekhyun para lanzárselo al religioso.

El padre Mateo atrapó el balón con agilidad y le dio una mirada de advertencia a Yixing, pero este sonreía retadoramente.

—¿O le molesta sudar la sotana? —preguntó con sorna—. Venga, así seremos tres contra tres.

Mateo estudió el balón por un momento.

—De acuerdo, pero los quiero ver a todos puntuales en la misa de las cinco.


º º º


Como era de esperarse, terminó completamente empapado después del amistoso encuentro que se extendió por casi una hora. Ahora estaba sobre el tiempo para su visita al hospital.

Se apresuró a subir a su habitación y tomó su toalla para darse una ducha rápida antes de que llegaran por él. Al mismo tiempo que salía de su habitación, Minseok salía de la suya y sus caminos se cruzaron en el pasillo inevitablemente.

Mateo le regaló una pequeña inclinación a modo de saludo y siguió de largo. Intentó no hacerlo, pero antes de meterse al sanitario le dirigió una mirada a Minseok. Le sorprendió que este se hubiera detenido en medio del pasillo y estuviera observándolo fijamente.

—¿Sucede algo? —le preguntó, sintiéndose muy curioso por la forma en que lo miraba.

Minseok no respondió inmediatamente y de pronto sus mejillas empezaron a tornarse del color de las rosas.

—Dejé una carta en su escritorio —murmuró entonces, señalando su oficina en el primer piso—. Estaba dirigida a Kim Jongdae —añadió con un toque de tímida curiosidad.

Para ser sincero, se sintió como una bofetada. ¿Por qué ese nombre había salido de su boca?

—¿Ese es su nombre de nacimiento? —Minseok preguntó.

Mateo asintió una vez para responder a la pregunta, sin saber qué decir. Muchas cosas cruzaron por su mente, empezando por un irracional temor. ¿Una carta? ¿De quién? ¿Quién se dirigía a él por aquel nombre?

—Gracias —murmuró y se metió a la ducha, arrepentido de haberse detenido a preguntar en primer lugar.


º º º


Realmente no esperó que su visita al hospital le tomara tanto tiempo, pero cuando por fin se despidió del último de los pacientes en el pabellón, el crepúsculo ya había caído. Hizo el camino de regreso a la parroquia a pie, como acostumbraba. Le gustaba caminar por el pueblo, especialmente a esa hora; cuando las personas volvían a sus casas después de su jornada y las calles poco a poco se volvían silenciosas hasta encontrarse vacías.


—¿Cómo te fue? —Junmyeon preguntó, tan pronto como lo vio atravesar la puerta exterior.

En ese momento ya no quedaba nadie más que él en la casa parroquial, la secretaria y los guías ya deberían haberse marchado a sus casas. Chanyeol y el coro no volverían hasta las ocho, hora en que se oficiaba la última misa del día.

—Bien, pero me entretuve un poco.

—¿Pasaste por la pediatría?

Mateo asintió con el ceño ligeramente fruncido.

—¿Cómo sabes que...?

Junmyeon sonrió con cierta culpabilidad.

—La última vez que fui me di una vuelta por ahí y los niños no paraban de preguntar por ti.

Mateo desvió su mirada. Nunca nadie le pedía que visitara a los niños, lo hacía por cuenta propia, tal vez porque se sentía en deuda, tal vez porque quería devolver un poco de lo que había obtenido en su vida.

—¿Te habría gustado tener hijos? ¿Una familia? —Junmyeon preguntó suavemente.

—Nunca he pensado en casarme.

—¿Nunca?

—No —Mateo aseguró—. ¿Y tú?

—Estoy a favor de que los sacerdotes formen su propia familia, no es que yo tenga interés por alguien, pero en general me parece más adecuado.

Mateo alzó las cejas sorprendido y de pronto empezó a reír.

—Que no vaya a escucharte el obispo.

Junmyeon sonrió divertido y sus ojos se convirtieron en dos medias lunas.

—Ven, es hora de cenar —le dijo mientras le pasaba un brazo por los hombros y tiraba de él hacia el interior del hogar que compartían.


º º º


Más tarde, Junmyeon fue a prepararse para oficiar su misa y Mateo fue a su despacho para continuar con su estudio.

Cuando faltaban unos pocos minutos para que dieran las ocho de la noche se levantó de su asiento y se dirigió al anexo. Verificó que todas las aulas estuvieran bien cerradas y se dirigió al enrejado.

Minseok aún no había regresado. Se preguntó qué lo habría entretenido esta vez y realmente esperó que tuviera una muy buena excusa. Como fuera, cinco minutos pasaban ya de las ocho de la noche y no iba a continuar esperando a que llegara. Justo cuando se disponía a cerrar, notó que un auto se estacionaba a pocos metros de la entrada. El conductor apagó el auto y Mateo miró en aquella dirección con curiosidad. ¿Sería Minseok?

Retrocedió un poco más hacia los arbustos para que las sombras lo ayudaran a ocultarse y observó con atención. Se trataba de Luhan, lo supo cuando distinguió el logotipo de la carpintería de su tío en el capó del pickup. Minseok estaba con él y parecía estar tomándose su tiempo para bajar del auto.

De todos los habitantes del pueblo, ¿por qué estaba con Luhan? 

Mateo, aunque era consciente de que no era su asunto, simplemente no podía evitar sentir desagrado hacia el joven carpintero. Ellos nunca habían hablado —Luhan y sus tíos no eran para nada religiosos y de paso vivían a todo esplendor fuera de las leyes de Dios—, pero bastantes confesiones había escuchado salir de la boca de Yixing, sin contar con todas las veces que había tenido que consolar su llanto tras la celosía, como para volverse receloso con él. 

Personalmente le parecía que lo que había entre Yixing y Luhan era un tirar y empujar caótico, una relación destinada a fracasar y un pecado repetido en sus familias, pero por alguna razón, Yixing parecía aferrarse a ella.

Al verlos ahí, tan sonrientes y amistosos, Mateo no pudo sino sentir que su sangre hervía. Un brote de rabia que rayaba en lo irracional se mezclaba con un extraño y no muy bien definido temor en su pecho. De pronto se sentía tonto, además de furioso y aunque vislumbraba un poco aquel primitivo sentimiento, no estaba dispuesto a aceptarlo.

Aquella molestia que había sentido cuando su profesora adulaba a aquel niño que solía tener siempre las calificaciones perfectas. Lo que sentía cuando el primo de Jongin lo visitaba y se quedaba a dormir con él, las sonrisas que la superiora le daba a otros niños cuando llevaban a cabo tareas que él simplemente no podía completar con éxito. No, no iba a nombrar ese sentimiento, porque admitirlo era admitir que estaba perdiendo la batalla... además, lo que sentía en ese momento era mucho más fuerte e intenso que en cualquiera de las otras ocasiones. Al parecer, Minseok tenía la capacidad de potenciar sus emociones.

¿De qué estaban hablando? ¿Por qué tardaba tanto en entrar? ¿No había visto la hora aún?

Minseok por fin se dignó a bajar del auto y se apresuró a ingresar a la parroquia, pasando a su lado sin siquiera notarlo. 

Mateo cerró las rejas, tal vez con demasiada rudeza, y Minseok se detuvo de golpe, giró sobre sus talones y sus ojos recorrieron por el jardín con temor.

Mateo se alejó de las sombras y caminó hacia el interior, con la brisa nocturna removiendo su sotana y su cabello. Se sentía tan confundido y molesto, que pensó que lo mejor sería continuar con su camino, no tenía por qué hablarle, no tenía nada que decirle. Sus problemas eran suyos, solo suyos... pero no pudo solo ignorarlo. Se detuvo a su lado y evitó mirarlo.

—Buenas noches —se obligó a saludarlo.

Y sabía que ahora debía marcharse, pero no pudo hacerlo. En cambió, se giró para enfrentarlo y al abrir su boca, sus palabras se deslizaron fuera sin su consentimiento.

—¿Qué hacías con ese muchacho?

El gesto de Minseok pasó del temor al estupor en un instante; por supuesto que no había anticipado su pregunta. ¿Qué sabía él de sus batallas internas? ¿Qué podía saber él acerca de sus razones, o de porque Luhan no era de su agrado? Y... Dios, perdón, pero ¿por qué se veía tan encantador incluso con ese gesto de confusión en el rostro? Mateo sintió la rabia apaciguarse en su interior.

—Hoy... hoy entrevisté a su tío, el carpintero, y... me tomó algunas horas... y... me invitaron a cenar... ya era tarde... así que Luhan se ofreció a traerme —Minseok intentó explicarse tropezando nerviosamente con sus palabras.

Mateo lo miró a los ojos. ¿Era solo eso?

¿Puedes prometer que no hay ninguna razón romántica involucrada?

Por supuesto que no la había. Minseok era su demonio, estaba ahí para su tortura, no para la de alguien más.

¿Por qué esa absurda conclusión casi lo hizo sonreír? Finalmente asintió y apartó su mirada.

—Buenas noches —repitió y retomó sus pasos hacia el interior, pero al llegar a la puerta, notó que su demonio no lo seguía—¿Minseok?

Minseok alzó su mirada aún confundida y lo observó con atención.

—Entra —Mateo le pidió sin poder reprimir una sonrisa—. También tengo que cerrar esta puerta.

Minseok no se movió, solo continuó mirándolo con sus curiosos ojos tan similares a los de un gato.

—Aunque no voy a juzgarte si prefieres dormir aquí afuera —Mateo bromeó de un mejor humor. No culparía a Minseok si llegaba a pensar que estaba loco—, sé que a veces hace mucho calor.

Minseok sonrió de pronto y se acercó a trote. Mateo juntó sus manos cuando el repentino impulso de acariciarle una de sus redondas mejillas se apoderó de su ser.

—Con esa vestimenta debe sentir calor a toda hora —Minseok comentó.

Sí, la gente siempre lo comentaba, especialmente durante el verano.

—La sotana es fresca —le informó—, pero no duermo con ella.

—¿Duerme desnudo, padre? —Minseok preguntó dándole una mirada traviesa.

Mateo largó un suspiro.

—Dios mío, dame paciencia —murmuró alzando su mirada al cielo nocturno.

Como prueba de que sí era un tentador demonio, Minseok sonrió divertido.

—¿Eso es un sí o un no? —insistió atrapando su mirada.

Mateo se perdió en ella por un segundo.

Solo cuando hace demasiado calor, esta noche, tal vez.

—Es un no te interesa —le dijo, encantado de tener toda su atención, sus miradas y sus sonrisas.

—Vamos, puede decirme, la desnudez no tiene nada de malo —Minseok insistió—. Adán y Eva andaban desnudos por ahí.

Mateo rio suavemente y continuó caminando hacia el interior con Minseok parloteando a su lado. Cerró las gran puerta de madera e intentó no pensar que estaban ellos dos solos en la casa.

—... durante el sexto día, de un soplo, y ahí estaba Adán, sin siquiera una hojita cubriéndole sus partes nobles. Dios no creó ropa, seguro porque el jardín era lo suficientemente cálido y...

Mateo le dio una mirada de soslayo. ¿Y él? ¿Dormía desnudo?

No. Ni siquiera pienses en ello.

Y aunque se reprendió mentalmente por hacerlo, ahora estaba pensando en su desnudez.

—¿Minseok? —Mateo lo interrumpió, llamándolo por su nombre, llenando aquella continua necesidad por decirlo en voz alta.

Minseok calló de inmediato y lo miró atentamente con sus grandes y brillantes ojos.

—Cierra la boca.

Y aunque una sonrisa luchó por florecer en sus rosados labios, Minseok se esforzó por mantener la boca cerrada mientras asentía.



º º º

Gracias por leer!

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