IX
—Son muchas flores —el padre Junmyeon comentó paseando su mirada por las bancas.
—Sí —Chanyeol musitó con la mirada fija en el altar—, hacen que la iglesia se vea incluso más linda.
Junmyeon asintió y de pronto la voz de los chicos del coro se alzó, llenando el espacio con un sonido angelical. Se giró hacia ellos y notó que era el padre Mateo quien dirigía el ensayo. Las personas que se encontraban dentro de la capilla finalizando la decoración también se detuvieron un momento para mirar en dirección a los talentosos chicos.
—¡Ah, hola Minseok! —Chanyeol exclamó de pronto, al verlo asomar por las grandes puertas abiertas—. ¿Vendrás a la boda?
—No, pero hoy la iglesia luce tan bonita que no pude resistirme a sacar un par de fotografías —Minseok anunció.
—Buena idea —Chanyeol aprobó.
—Espero que no les moleste —Minseok se dirigió al padre Junmyeon.
—Para nada, adelante —el padre Junmyeon sonrió y se hizo a un lado.
—Min, ya que estás aquí, tómanos una foto —Chanyeol pidió señalando la cámara que Minseok llevaba en sus manos y tiró del padre Junmyeon para que posara junto a él—. Padre, diga "whisky".
Minseok sonrió y los apuntó con el lente de su cámara.
—Otra —Chanyeol pidió—. Ahora haga así.
Chanyeol hizo uves con sus dedos y las acercó a sus ojos, el padre Junmyeon lo imitó y entrecerró sus ojos mientras posaba. Minseok rio y sacó otras dos fotografías.
—¿Qué están haciendo?
Todos se giraron hacia el hombre de voz severa que nadie había notado acercarse. Al verlo, Minseok lo apuntó con su cámara y rápidamente le sacó una fotografía, no pudo evitar sonreír al verlo frunciendo el entrecejo.
—Chanyeol quería capturar el momento —Minseok explicó, mirándolo de una forma que lo hizo sentir nervioso—, ¿por qué no se une?
Aunque no le gustaban las fotografías, Mateo asintió. Se sentía expuesto ahí frente a él, temía que si seguía mirándolo de esa forma, quienes les rodeaban se enterarían de todo lo dicho en el confesionario.
Chanyeol le pasó un brazo por los hombros al padre Mateo y tiró de él, de la misma forma en que había hecho con el padre Junmyeon.
Mateo miró fijamente al lente y los ojos de Minseok se escondieron detrás de la cámara por un momento, aunque, demasiado pronto, apartó la cámara y lo miró a los ojos. Mateo luchó por no perderse en su hermosa mirada.
—Sonría, padre —Minseok le pidió antes de apuntarlos con su cámara una vez más. Sacó un par de fotografías y lo miró de nuevo—. ¿Le parece bien si saco un par de fotos de la iglesia antes de que los invitados empiecen a llegar?
—Sí, claro —Mateo musitó intentando no mirarlo y retrocedió un paso—. Vamos, Chanyeol, ya es hora.
Mateo escapó hacia la sacristía y, mientras se preparaba, la confesión de Minseok se repitió una y otra vez en su cabeza. No podía dejar de pensar en él, en sus miradas, en sus susurros. Alzó su mirada hacia el crucifijo en la pared y se preguntó por qué era tan difícil resistirse a él.
Cuando la hora de la ceremonia llegó, Mateo finalizó sus oraciones y abandonó la sacristía, vistiendo el alba, la estola y la casulla. El lugar estaba a tope y eso lo hizo sentir ansioso y tal vez un poco molesto; sería agradable ver a tanta gente congregada en un domingo cualquiera. Incluso había rostros que jamás había visto, imaginaba que se trataba de parientes que habían venido de visita.
Cuando todos estuvieron en sus lugares, Baekhyun ocupó el teclado y se encargó de la marcha nupcial. Era, por mucho, la boda más ostentosa que Mateo hubiera celebrado, pero le alegraba que los novios parecieran genuinamente enamorados.
Cuando llegó el tan esperado momento, les pidió que se dieran su primer beso como marido y mujer y, aunque usualmente apartaba su mirada de los besos, a causa de la incomodidad, esta vez sintió curiosidad, así que miró e inevitablemente pensó en Minseok.
º º º
Usualmente las fiestas no eran de su agrado, pero no había podido negarse a la invitación del alcalde, su posición en la sociedad también requería de cierta diplomacia.
Muchas personas habían venido a saludarlo a la mesa en donde lo habían ubicado, junto al hermano y la cuñada de la novia, pero por suerte todos se habían marchado pronto.
Después de servir la cena, las luces blancas fueron apagadas y los asistentes fueron invitados a la pista de baile. La música llenó hasta el último rincón del salón y su mesa pronto quedó vacía, excepto por él mismo. En la parroquia no se escuchaba música de este tipo, normalmente si la radio estaba encendida, solía sintonizarse en alguna de las pocas emisoras católicas que aún quedaban, aunque él prefería el silencio, tal vez por ello, estaba prestando mucha atención a lo que escuchaba.
Un mesero se acercó a dejarle una copa y, aunque quiso negarse, simplemente se limitó a asentir. Mientras se bebía la dulzura que llenaba la copa, continuó escuchando esa música sensual y romántica compuesta por trompetas y timbales, y observó a las parejas que bailaban entre giros en la pista frente a él.
Los meseros pasaban por su mesa cada tanto y él no vio problema en aceptar más de aquellas copas dulces. Como ya era habitual, sus pensamientos giraban en torno a Minseok; desde que lo conoció siempre lo había tenido metido en su cabeza, como música en segundo plano que se iba volviendo cada vez más ruidosa, hasta reclamar su atención completa. Se preguntó qué estaría haciendo en ese preciso momento. ¿Estaría pensando en él también? ¿Pensaría en él con frecuencia durante el día? Seguramente sí, si lo que había dicho en el confesionario era cierto. Y por alguna retorcida razón, Mateo quería creerlo.
Observó el líquido restante en la copa y se preguntó si era la tercera o la cuarta. Sonrió divertido y negó, tal vez era la quinta, había perdido la cuenta, Minseok dentro de su cabeza lo distraía demasiado. Ansiaba volver con él, aunque extrañamente se sentía cómodo viendo a la gente bailar.
—Hola, padre.
Mateo alzó su mirada y se encontró con Yixing, pero no con el Yixing de siempre, que vestía polos con el logotipo de su familia y vaqueros, el que siempre iba de un lado a otro, repartiendo vegetales, tampoco era el Yixing que usaba camisetas los domingos. Este Yixing era uno que no había visto antes, este vestía un traje y al igual que él iba completamente de negro, el flequillo que usualmente llevaba sobre la frente había sido levantado y echado hacia atrás. Este Yixing parecía alguien mayor.
—El negro te va bien —le dijo.
Una sonrisa se extendió sobre los labios de Yixing.
—A usted también —dijo señalando su sotana y el padre Mateo también sonrió—. ¿Puedo hacerle compañía?
—Por supuesto —Mateo asintió y señaló la silla vacía a su lado.
Al sentarse, Yixing notó las copas vacías frente al padre.
—No sabía que bebía.
Mateo alzó la copa que sostenía entre sus dedos.
—Normalmente solo bebo el vino de la misa. ¿Tú no bebes?
Yixing le dio una mirada llena de complicidad antes de negar.
—No es fácil fingir cuando se está ebrio —dijo taciturno—, además soy el conductor designado.
Mateo asintió y levantó su copa.
—A tu salud —murmuró y se bebió lo que quedaba.
—El problema con el alcohol es que parece solucionar los problemas, cuando en realidad solo lo empeora todo.
Mateo relamió sus labios y observó la copa fijamente.
—¿Las cosas pueden empeorar?
Yixing lo miró con curiosidad.
—¿Le sucede algo padre?
Mateo suspiró.
—Siempre sucede algo conmigo —musitó—. Siempre... estoy luchando contra mí mismo.
Yixing miró la pista de baile pensativamente. Las palabras del padre Junmyeon vinieron a su cabeza.
—Si la gente supiera los pensamientos que llenan mi cabeza, nadie vendría a la iglesia —Mateo continuó.
—Todos somos pecadores —Yixing aseguró—. Es imposible no tener malos pensamientos.
—¿Crees que ellos tienen malos pensamientos ahora mismo? —Mateo preguntó observando a una pareja que destacaba un poco en la pista. Sus cuerpos estaban demasiado juntos y su baile, aunque no era vulgar, denotaba cierta lujuria.
—Tal vez, o tal vez solo disfrutan de la música —Yixing sugirió—. Yo desearía bailar de esa manera también, junto a alguien especial.
Mateo notó la mirada anhelante de Yixing.
—Si quieres yo bailo contigo —ofreció—, puedes imaginar que soy Luhan.
—Terminamos —Yixing anunció sin inmutarse, no había nadie demasiado cerca y aunque lo hubiera, la música apenas y los dejaba comunicarse entre ellos.
—¿En serio?
Yixing asintió. Aunque de cierto modo le aliviaba escucharlo, Mateo no supo qué decir.
—Bueno, siempre puedes imaginar que soy cualquier otra persona.
Yixing lo miró, más bien a su sotana, y no pudo ocultar una sonrisa.
—¿Estás pensando en el hombre casado?
¿Hombre casado? ¿De qué hablaba? Oh...
—Sí —Yixing admitió con una sonrisa traviesa.
—¿Por qué te gusta lo prohibido?
—Lo prohibido tiene un encanto abrumador.
Mateo pensó en Minseok y en su osada forma de ser.
—¿Y si no fuera prohibido? —le preguntó—. ¿Te gustaría de igual manera?
Yixing visualizó al padre Junmyeon, sus sonrisas y su encantadora mirada.
—Sí —respondió con seguridad—, me gustaría aunque no fuera prohibido, posiblemente me gustaría incluso más.
Mateo esperó que Minseok pensara de la misma manera, que se sintiera atraído por él y no por la idea de desafiar a la moral.
—Quiero quitarme la sotana —Mateo dijo de pronto.
No lo había dicho de una forma literal, pero Yixing no podría haberlo tomado de otra manera.
—Oh, Dios... —Yixing musitó con una mezcla de diversión y preocupación y se puso de pie—. Vamos, padre, lo llevaré a su casa, creo que ya fue suficiente fiesta para usted.
—Pero yo no tengo casa —Mateo protestó con el ceño fruncido.
Yixing sonrió.
—Claro que sí, y el padre Junmyeon y Minseok deben estar esperándolo.
Mateo miró a Yixing con los ojos llenos de ilusión. La idea de que Minseok estuviera esperándolo era tan fantástica.
—¿Crees que estén esperándome?
—Claro que sí —Yixing aseguró.
—¿Minseok también?
Yixing sonrió de nuevo, el alcohol hacía divertido al sacerdote.
—Sí, Minseok también—aseguró aunque no tenía idea—. Venga, despídase y lo llevaré a la parroquia.
Mateo asintió, se bebió lo que quedaba en su copa y se levantó de su asiento. Se despidió de las personas que encontró a su paso, hasta llegar a los novios y a su familia.
Yixing se mantuvo a su lado en todo momento en caso de que su equilibrio fallara y también para evitar que fuera a soltar alguna imprudencia frente a las personas incorrectas.
—Padre Mateo, ¿ya se va? —el alcalde le preguntó al verlo, el hombre lucía como la persona más feliz del mundo.
—Sí, es tarde para mí.
—Espere un poco, uno de mis muchachos lo llevará.
—Señor alcalde —Yixing se adelantó—, no se preocupe, yo lo llevaré.
El hombre sonrió ampliamente y palmeó un hombro de Yixing.
—Tú eres un buen muchacho, espero que pronto estemos todos celebrando tu boda, eh.
Yixing fingió una sonrisa.
—¡Muchas gracias por la invitación! —Mateo exclamó acaparando la atención de todos.
—Gracias a usted por bendecir esta unión.
—Que el hombre no separe lo que Dios ha unido —Mateo dijo alzando un dedo, inseguro de que sus palabras fueran coherentes.
—Amén, padre —la madre de la novia le dijo y lo abrazó.
Mientras caminaban hacia el estacionamiento Yixing intentó mantenerse cerca por si el padre se enredaba con sus propios pies, por suerte no, aunque parecía a punto de ponerse a bailar y no dejaba de decir cosas sin sentido.
Cuando por fin se metió al auto, Yixing le ayudó a abrocharse el cinturón de seguridad y se puso en marcha. Dudaba que el padre se hubiera puesto así de ebrio alguna vez.
—Esta camioneta es la de tu abuelo —el padre Mateo señaló de pronto.
Yixing asintió.
—Él no se sentía bien, pero nos obligó a venir, dijo que no podíamos hacerle un desplante al alcalde.
—¿Y lo dejaron solo?
—Mi mamá y las empleadas se quedaron con él.
Mateo notó la preocupación en el rostro de Yixing, a pesar de la oscuridad que los envolvía.
—Seguro va a estar bien, no te preocupes.
Yixing asintió, aunque no parecía muy convencido.
—Es un poco tarde —murmuró de pronto—. Ya deben haber cerrado las rejas, ¿trae sus llaves?
Mateo sacó el juego de llaves de uno de los bolsillos de su sotana y asintió.
—Minseok se duerme tarde —anunció de pronto, aunque no venía al caso.
—¿Ah sí? —Yixing murmuró con una sonrisa.
—Sí, casi siempre lo escucho teclear en su computadora —Mateo respondió mientras tecleaba en un ordenador imaginario frente a él.
—Es que tiene mucho trabajo —Yixing comentó.
—Dijo que ya tenía todo lo que necesitaba, ahora solo tiene que editar.
—¿Sabe cuándo se va?
—No.
Yixing lo miró por un instante, pero el padre Mateo se había perdido en sus pensamientos. Un relámpago iluminó la noche y toda la atención de Yixing se dirigió al cielo nublado, parecía que se acercaba una tormenta.
—Tienes que darle una oportunidad a Junmyeon, él es muy divertido —el religioso comentó de pronto.
Yixing apretó el volante.
—Usted también —replicó suavemente.
—No es cierto, además yo no voy a quedarme para siempre.
—Lo sé —Yixing murmuró con tristeza—, Chanyeol me lo dijo.
—Perdona que no te lo dijera.
—No tiene que decirme sus planes si no quiere.
—Cuando me vaya, ¿vas a estar bien?
Las gotas de agua empezaron a estrellarse contra el parabrisas. Yixing suspiró pesadamente.
—Sí, aunque voy a extrañarlo.
Mateo apretó los labios. Él también iba a echarlo de menos.
—¿Y usted? —Yixing preguntó—. ¿Va a estar bien lejos de todo?
A pesar de la lluvia, que rápidamente aumentaba su intensidad, Yixing fue capaz de distinguir la cruz más alta de la iglesia.
—Lejos... —Mateo murmuró mientras jugaba con las llaves en sus manos—. No quiero estar lejos de él...
Yixing frunció el ceño y lo miró por un segundo.
—¿De qué habla?
Mateo giró su rostro hacia la ventana, pegó la frente al vidrio y cerró sus ojos. Consciente de la inquietud que llenaba su pecho.
Yixing continuó conduciendo en silencio. ¿Qué había dicho? ¿No quería estar lejos de quién? ¿Hablaba del padre Junmyeon? O podría ser... Yixing hizo un recuento de las veces que el padre Mateo había sacado ese nombre a colación esa noche y sus ojos se redondearon. ¿¡Estaba hablando de Minseok!?
—Ya llegamos —Yixing anunció de pronto.
Mateo abrió los ojos y notó que, en efecto, habían llegado.
—No encuentro el paraguas... —Yixing murmuró mientras rebuscaba entre los asientos traseros de la camioneta.
—No te preocupes —Mateo se soltó el cinturón—, me gusta la lluvia. Gracias por traerme.
—No hay problema —Yixing vaciló por un instante, pero antes de que el religioso abriera la puerta le tomó un brazo para llamar su atención—. ¿Padre?
—¿Sí?
—Tome una ducha y vaya directo a dormir, ¿sí?
Mateo asintió, bajó del auto y entró. Aunque las gotas de lluvia caían sobre su cuerpo, no se apresuró. De hecho, a mitad del camino quiso detenerse para que la lluvia continuara cayendo sobre él. Cerró sus ojos y alzó el rostro para recibir esas frías caricias.
De pronto el agua se detuvo. Mateo abrió sus ojos y se encontró con el ceño fruncido de Minseok.
Qué preciosa visión.
—¿Acaso quiere enfermarse? —Minseok dijo con enfado.
¿Te preocupas por mí, demonio?
No pudo evitar sonreír mientras el ceño de Minseok se pronunciaba cada vez más. Qué lindo se veía así.
—¿Está borracho? —Minseok preguntó incrédulo.
—Solo bebí un poco —Mateo se apresuró a responder, pero pensándolo bien tal vez había sido mucho más que poco. Tal vez no debió beber de esas copas dulces como si fueran agua. —... bastante.
Minseok relajó su gesto y una sonrisa estiró sus labios lentamente.
—Me alegra que se haya divertido.
A Mateo le gustaba mucho esa sonrisa, la forma en que sus sonrosados labios se estiraban para dejar a la vista su perfecta dentadura. También le gustaban sus mejillas, alzó una mano y la posicionó sobre una de ellas.
Qué cálida se sentía ante su tacto. ¿El resto de su piel se sentiría igual?
Minseok se estremeció y sus labios se separaron un poco, llamándolo, invitándolo a pecar. Mateo era consciente de que no debía desearlo, pero por alguna razón, en ese momento no parecía un gran asunto.
—Has eso que hiciste la otra vez —le pidió sin dejar de mirar sus labios.
—¿Habla en serio? —Minseok preguntó sorprendido y sus mejillas adquirieron un poco de color.
Mateo asintió mientras deslizaba sus dedos sobre el rubor de su mejilla. La mirada de Minseok se llenó de esa osada determinación por la que Mateo sentía tanta debilidad.
Juntos acortaron la distancia hasta que sus labios se encontraron. Mateo cerró sus ojos, separó sus labios y disfrutó de la forma en que Minseok deslizó sus cálidos labios sobre su boca.
Fue un beso más lento que el de la noche anterior. Minseok tomó sus labios sin prisas, sin miedo, podía sentir su aliento y su respiración que se agitaba a medida que sus roces se volvían más insistentes. Mateo tuvo la sensación de que a Minseok le gustaba el sabor de su boca, porque no paraba de deslizar la lengua entre sus labios. Ojalá que así fuera, porque a él le estaba encantando el suyo. Intentó seguirlo, pero no quería estropearlo, así que decidió limitarse a recibir sus roces.
Minseok tiró de su labio inferior de una forma muy placentera y se alejó. Incluso aunque ya no lo besaba, Mateo podía sentir la presión de sus labios. Suspiró lentamente y sonrió. Era una pena no poder devolverle los roces adecuadamente.
—Perdóname, no sé cómo corresponder —abrió los ojos y se encontró con la mirada de Minseok fija sobre él.
Una dulce sonrisa tiró de las comisuras de Minseok. Sus dedos se alzaron y le acariciaron el labio inferior. Mateo contuvo el aliento mientras un suave cosquilleo se extendía por todo su cuerpo.
—Lo hizo bien —Minseok repuso amablemente.
Mateo sonrió y acarició su mejilla una última vez. Deseaba obtener muchos más besos de sus deliciosos labios, quería descubrir lo que sería tocar muchos más tramos de su pálida piel. De un momento a otro quiso verlo desnudo, quiso llevarlo a su habitación y consumar todos sus pecados con las luces apagadas. El calor golpeó su cuerpo como una lengua hecha de fuego que se enroscó por su cintura y descendió hasta su bajo vientre. La culpa lo azotó de pronto y fue tan fuerte como el deseo. Se despidió con una leve inclinación de su cabeza y se alejó de él, sabía que si abría su boca iba a soltar alguna otra imprudente petición.
º º º
Gracias por leer!
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