IV
Chanyeol era muy simpático, hablaba hasta por los codos y sonreía casi todo el tiempo, como si fuera portador de algún virus de felicidad. Minseok pensó que le iría bien como locutor, presentador o algún otro empleo en los medios de comunicación. Era el hijo menor de los señores Park, quienes se encargaban del negocio familiar con la ayuda de su hija mayor.
—¿Lo de siempre, Chanci? —esta última preguntó después de llevarlos a una mesa vacía.
Chanyeol asintió, aunque protestó por el cariñoso mote de su hermana.
—¿Y tú? —ella preguntó, dándole una mirada llena de curiosidad al desconocido—. ¿Vienes por el especial de la casa?
Minseok asintió leyendo el nombre de la chica en la pequeña placa dorada que esta llevaba sobre el pecho.
—De acuerdo, volveré pronto —Yoora anunció y se marchó con prisas. Debía estar muy ocupada, ya que el lugar estaba lleno, pero aún así no dejaba de sonreír, tal vez era cosa de familia.
Minseok pensó en su propia familia por un instante y llegó a la conclusión de que la suya podría definirse como una familia de aburridos.
—¿Y qué te ha parecido el pueblo hasta ahora? —Chanyeol preguntó mientras sorbia de su malteada.
—Este lugar es encantador —Minseok aseguró y continuó con honestidad—, pero necesita remodelaciones y color.
—Sí, el último invierno se llevó parte de nuestro encanto —Chanyeol comentó con un dejo de tristeza.
—¿Fue muy malo?
Chanyeol asintió.
—Ni siquiera las oficinas de la parroquia se salvaron, pero el obispo se encargó de las reparaciones con rapidez. También ayudó a un par de comunidades.
Minseok asintió y los pensamientos alrededor de una propuesta de remodelación lo absorbieron por unos minutos.
—Oye, ¿y qué te pasó ahí? —Chanyeol preguntó, incapaz de poder contener su curiosidad por más tiempo.
Minseok se tocó la frente, justo sobre los adhesivos.
—Me caí —murmuró y de pronto el recuerdo del padre Mateo invadió su mente.
—¿El padre Mateo te atendió?
—Sí, él me puso los adhesivos.
—Sí, él es bueno con las curaciones, me ha ayudado muchas veces —Chanyeol comentó levantando uno de sus brazos para mostrarle. Habían algunos cortes y al menos tres cicatrices de quemaduras en su antebrazo derecho.
—Vaya, parece que eres propenso a los accidentes.
—El padre Mateo dice que soy torpe.
Minseok sonrió, él había querido decirlo de una forma más sutil.
—Parece alguien muy estricto.
—Lo es, pero también es alguien muy amable que siempre se preocupa por todos.
Minseok asintió. Era cierto, a pesar de parecer de malas la mayor parte del tiempo, siempre se mostraba amable y dispuesto a ayudar.
—El padre Junmyeon mencionó que hubiera sido un buen médico —Minseok dejó la frase al aire y esperó a que Chanyeol atrapara el anzuelo.
—Sí, alguna vez los escuché hablar sobre eso, parece que el padre Mateo quería hacer sus estudios en medicina, pero cuando el padre anterior falleció, a él lo enviaron aquí y ya no pudo ir a la universidad.
—¿Quería dejar de ser cura para ser médico? —Minseok aventuró.
—No, puede ser ambas cosas, pero no puede seguir estudiando si se hace cargo de esta parroquia —Chanyeol explicó— Al principio, cuando llegó el padre Junmyeon para reemplazarlo, pensé que se marchaba para estudiar.
—¿Reemplazarlo? —Minseok preguntó asombrado.
Chanyeol se giró para asegurarse de que nadie los estaba escuchando; como nadie parecía hacerlo, se inclinó hacia Minseok para hablarle en secreto.
—Él va a marcharse —Chanyeol cuchicheó—, pero no quiere que la gente del pueblo lo sepa, así que no vayas a decírselo a nadie.
Minseok asintió.
—¿Por qué se va? —preguntó en el mismo tono.
—No lo sé.
—¿Se hará cargo de otra iglesia?
Chanyeol negó luciendo un poco triste.
—Irá a un monasterio.
Una inexplicable desilusión, un sentimiento extraño, cercano a una pérdida, se enroscó en el pecho de Minseok.
—¿Cuándo se va?
—En cualquier momento —Chanyeol murmuró con tristeza—, lo ha pospuesto un poco, pero ya debería haberse ido.
—¿Tú no quieres que se vaya? —Minseok preguntó suavemente.
Chanyeol negó.
—Por supuesto que no. Ni yo, ni nadie —afirmó con seguridad—. Él nos ha ayudado mucho.
Chanyeol guardó silencio por un momento y cuando volvió a hablar la nostalgia cubrió sus palabras.
—Cuando él apareció, con ese gesto de pocos amigos que pone a veces, muchos se cuestionaron su vocación, pero él demostró ser un gran ministro, incluso hizo crecer el número de feligreses, la gente le tiene mucho cariño.
Minseok asintió pensativamente. Chanyeol era la tercera persona que le hablaba con tanto fervor del hombre por el que él sentía una insana atracción.
º º º
Después de almorzar, Chanyeol regresó a la iglesia para continuar con sus labores y Minseok decidió que, si ya había salido aunque no debía, nada perdía con deambular un poco por las calles del pueblo. Así fue como fue a dar con el mercado.
Tomó nota de los productos más comunes y sus precios, ya que también era parte de su trabajo. Hizo un par de preguntas a los vendedores más amables y luego se entretuvo en el puesto de los dulces. A medida que avanzaba, el olor del pan fue llenando sus fosas nasales con mayor insistencia. Caminó hacia allá y por descuido tropezó con un muchacho que acomodaba una gran bandeja llena de pan sobre un mostrador.
—Disculpa —Minseok dijo y se apartó un poco para que el muchacho pudiera maniobrar.
—No te preocupes —el trabajador murmuró con esfuerzo y continuó en lo suyo.
Mientras esperaba, sus ojos curiosos recorrieron al panadero. Era guapo. Tenía una figura atlética, cabellos castaños, nariz respingada...
—¿Vas a comprar algo?
Sus ojos eran grandes, igual de castaños que su cabello.
—Sí —Minseok murmuró apartando la mirada—. ¿Qué me recomiendas?
El muchacho se giró hacia otra bandeja que aún tenía que colocar y señaló unos panes pequeños.
—Esos son los favoritos de la gente, tienen un poco de mermelada de piña adentro.
A Minseok se le antojaron, pensó en el café especial del padre Junmyeon y le pareció que sería un buen obsequio. Hizo su compra, pero antes de entregarle su cambio, el chico del pan le dio una mirada.
—Nunca te había visto por aquí —preguntó mientras contaba el cambio por segunda vez—. ¿Eres nuevo en el pueblo?
—Sí —Minseok respondió, sospechando que el chico guapo del pan intentaba coquetear con él—. No soy de aquí, solo estoy de paso.
El muchacho medio sonrió.
—Entonces debes ser el que está viviendo con los curas.
Minseok lo miró sorprendido y el otro le dio una mirada de entendimiento con sus grandes y brillantes ojos marrones.
—Es un pueblo pequeño, debes imaginar cómo funciona la comunicación aquí, además eres un forastero un tanto... peculiar.
—¿Peculiar? —Minseok preguntó con confusión.
—Eres muy apuesto —el otro señaló con seguridad—. Después de ese cura con cara de ángel, no había llegado a este lugar alguien tan atractivo.
El rostro del padre Mateo tomó posesión de su mente y Minseok sintió un molesto calor subir por su cuello. Luhan sonrió al notar su incomodidad.
—¿No te parece que el padrecito Junmyeon está demasiado bueno como para ser un sacerdote? —el panadero preguntó con una maliciosa sonrisa.
A Minseok no se le escapó el tono despectivo que usaba para referirse a los religiosos. La primera vez no le tomó importancia, pero en ese momento estaba siendo demasiado obvio. Minseok lo miró a los ojos, comprendiendo también que el chico del pan intentaba comprobar un par de cosas que tal vez la gente había mencionado acerca de él.
—Sí, los padres de esta parroquia son algo completamente distinto a lo que imaginé que serían —Minseok comentó sin demasiada emoción.
—Sí, el padre Mateo también parece cualquier cosa menos un cura —el panadero se mostró de acuerdo y luego murmuró algo más para sí—. Hay algo en él que...
—¿El qué? —Minseok preguntó, intentando no mostrar demasiado interés.
En parte también se sintió aliviado de no ser el único que notaba algo extraño en el padre.
El chico alzó los hombros como si de pronto hubiera perdido todo interés por la conversación.
—¿Me dirás tu nombre? —Minseok preguntó, cambiando el rumbo de la conversación sin una pizca de sutileza.
—Luhan. ¿Me dirás el tuyo?
—¿No lo sabes aún?
Luhan no pudo evitar que una sonrisa se apoderara de sus labios. Minseok también sonrió.
—¿Eres el encargado? —Minseok preguntó señalando uno de los exhibidores.
Luhan negó.
—Solo estoy ayudando a un amigo —aclaró—. Normalmente trabajo en el taller de un tío, es el carpintero del pueblo.
—Interesante —Minseok murmuró y desbloqueó su móvil para digitar algo en él—. ¿Crees que tu tío acceda a una entrevista? Los negocios locales son parte de mi trabajo.
—Ese viejo vanidoso estará encantado, pero te advierto que habla demasiado y tendrás que sentarte a escuchar la historia de su vida entera desde el momento de la concepción.
Minseok rio suavemente.
—No te preocupes, soy bueno escuchando.
Luhan iba a decir algo más, pero un tercero los interrumpió. Era Yixing, que cargaba una pila de canastas vacías.
—Minseok —Saludó al primero y luego se giró hacia el encargado temporal del pan—. Hola, Lu —murmuró con cierta incomodidad y luego miró a Minseok—. ¿Ya intentó convencerte de renunciar a la religión?
Minseok le dio una interrogativa mirada a Luhan pero este simplemente sonrió, como si las palabras de Yixing le hicieran mucha gracia.
—Aún no.
—Mejor —Yixing comentó y se giró hacia Luhan—. No vayas a meterlo en problemas.
Luhan también sonrió.
—Si lo dices así, él puede malinterpretarlo.
—Yo te diré cómo interpretarlo —Yixing dijo con el ceño fruncido—. Si este ser pagano te dice que hagas algo, haz lo opuesto o puedes acabar en prisión.
—Solo nos atraparon una vez.
—¿De qué están hablando? —Minseok preguntó muy curioso.
Al notar su entusiasmo, Yixing negó resignado.
—Si algo malo sucede, no digas que no te lo advertí —dijo y se marchó.
—¿No se llevan bien? —Minseok preguntó, siguiendo a Yixing con su mirada.
—¿De qué hablas? —Luhan preguntó, alzando sus cejas—. Somos mejores amigos, solo está un poco resentido porque la última vez lo incité a robar ciruelas y nos atraparon. Ya se le pasará, siempre se le pasa.
—¿Por qué querían robar ciruelas?
—¿Por qué no? —Luhan replicó—. Si te quedas lo suficiente en este lugar, descubrirás lo aburrido y tedioso que todo se vuelve.
—Y la mejor forma de combatir el aburrimiento es robar ciruelas —Minseok afirmó con sarcasmo.
—Ciruelas, cervezas, besos... —Luhan alzó los hombros—. A veces tenemos que hacer un par de cosas prohibidas para darle un poco de emoción a nuestras vidas.
º º º
Después de su visita al mercado, Minseok volvió a la parroquia. Entró por el anexo, en donde se encontraban los salones y la cancha de baloncesto, y, aunque el plan era ir directo a su habitación para descansar, una voz dentro de uno de los salones lo distrajo.
Se acercó, rebosante de curiosidad, y se sentó en al borde del pasillo fuera del aula para escuchar un poco.
—Y recuerden, la comunión es la unión, como lo es un abrazo. Así que cuando vuelvan a casa abracen muy fuerte a sus padres.
—Sí, padre Mateo —un montón de vocecitas dijeron a la vez.
—De acuerdo, es hora de ir a casa, tomen sus teléfonos de la canasta y que nadie se desvíe de su camino, no quiero ninguna llamada de sus padres preguntando si siguen aquí.
El padre Mateo salió del aula y su mirada sorprendida se encontró con la de Minseok, que lo esperaba afuera.
—¿Cómo seguiste? ¿Algún malestar?
Minseok negó aun maravillado con las capacidades del religioso.
—No, solo... le traje esto —Minseok le ofreció la bolsa con pan y otra más pequeña con caramelos.
El padre tomó el presente y le dio una mirada acusadora.
—¿Intentas hacerme pecar?
Minseok lo miró e intentó descifrar a qué se refería.
—Intento resistirme a la gula —el religioso aclaró en voz baja.
Su tono aterciopelado le acarició las entrañas.
—¿Por qué la gula es un pecado? —Minseok preguntó con el ceño fruncido.
—Es nuestro deber cuidar el cuerpo que Dios nos dio y mantenerlo en la mejor forma posible —el padre explicó—. Debemos alejarnos de las tentaciones de un apetito insaciable.
Minseok asintió. Su mirada se alejó de los ojos oscuros del hombre, pero tropezó por su cuerpo cubierto por la sotana. Su imaginación, bien alimentada por aquel encuentro en el lago, estalló en un sinfín de pensamientos inapropiados que encendieron un apetito distinto.
El padre Mateo se acercó un par de pasos y ante esa devastadora cercanía, el corazón de Minseok empezó a latir de forma desesperada.
—Necesitas nuevas bandas —el religioso anunció alzando una mano para tocarle ligeramente la frente—. Vamos adentro.
Minseok lo observó marchar hacia las oficinas de la parroquia y, por un instante, se quedó en blanco, abstraído en la forma en que la sotana ondeaba con cada paso. Se recompuso rápidamente y lo siguió.
º º º
Mientras le limpiaba la herida con un algodón humedecido, Minseok notó que el padre Mateo tenía bonitas pestañas, espesas, largas y rizadas.
—¿Qué? —el religioso preguntó suavemente al notar su mirada.
—Nada.
El padre continuó concentrado en su trabajo y Minseok observó sus cejas que se movían acentuando las emociones en sus gestos.
—¿Tienes algo que decir? —el padre preguntó, atrapando su mirada por segunda vez.
—No, perdón, solo pensaba...
Minseok calló y el hombre volvió a mirarlo.
—¿En qué?
En lo extraño que le resultaba que una persona, especialmente una tan bien parecida, eligiera el camino del celibato.
—Va a enojarse si se lo digo.
—Entonces debe ser algo malo o inapropiado —el hombre declaró y le dio un golpecito en la sien—. Cuida tu mente de los malos pensamientos, ellos también son un pecado.
Minseok asintió y guardó silencio por unos segundos.
—¿Padre? ¿Alguna vez ha querido ser algo distinto?
—He querido ser muchas cosas a lo largo de mi vida —el padre Mateo dijo suavemente mientras le pegaba las banditas adhesivas en forma de mariposa—, pero sobre todo quiero ser un fiel discípulo de nuestro Señor.
Minseok asintió, sintiéndose levemente culpable por sus pecaminosos pensamientos.
—¿Y tú? ¿Alguna vez has querido ser algo distinto?
El religioso recogió lo que había ocupado para curar a Minseok y este se bajó de la mesa.
—A veces, pero por lo general me agrada lo que soy —Minseok respondió a su pregunta.
El padre Mateo se apoyó en la mesa y lo observó con mayor intensidad.
—¿Y qué eres?
Un pecador.
Minseok sonrió. Notó que el padre descansaba una mano sobre otra en su regazo y le tomó una. Se inclinó y puso un largo beso en su cálido dorso.
—Gracias por todo —le dijo y notó la presión que el religioso imponía alrededor de sus dedos.
—No tienes nada que agradecer —el padre Mateo murmuró, mirándolo con una intensidad sobrecogedora.
Minseok deshizo la unión de sus manos, acariciando sus dedos de paso, y se marchó a su habitación.
Cuando estuvo fuera de la cocina, la realidad lo golpeó, como si de pronto se hubiera visto libre de algún hechizo.
¿Qué mierda estaba haciendo? ¿Por qué carajos le coqueteaba a lo prohibido?
º º º
Gracias por leer!
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