I
Minseok relamió sus labios resecos y se detuvo un instante para apreciar la belleza del paisaje. Era un pequeño paraíso escondido. Sus labios se estiraron un poco, formando una pequeña sonrisa. A su izquierda, el agua azul del lago centelleaba como si una capa de cristales flotaran en la superficie y, a su derecha, en una pequeña empinada se encontraba su destino, aunque por error había tomado la ruta equivocada para llegar a él.
Una refrescante brisa removió sus cabellos castaños.
Su corazón libre y aventurero pareció contraerse dentro de su pecho, como si presintiera que quedaría prisionero en aquel recóndito lugar.
<<Regresa a la carretera, toma un autobús, luego un tren y vuelve a casa>>
Una voz, tal vez la voz de su corazón, suplicó dentro de su cabeza. Minseok no sabía a qué se debía su repentina cobardía, pero la reprimió y tomó de nuevo su maleta para seguir el sendero.
Cuando finalmente llegó a la cima, ya sin aliento, puso la maleta en el suelo y se giró para mirar el lago.
—¿No sería genial tener una de esas escaleras eléctricas que tienen en los centros comerciales de la gran ciudad? —una voz suave y amistosa hizo que el recién llegado se girara y recuperara la postura de inmediato.
Al dar con los ojos del hombre, Minseok dio un respingo, jamás se habría imaginado que encontraría a un hombre como él en ese lugar. Era hermoso y no mencionarlo sería una ofensa. Casi parecía que el más talentoso artista hubiera creado su rostro con trazos delicados que... Una especie de metafórico balde de agua fría cayó sobre la cabeza de Minseok al notar la vestimenta de aquel hombre que no aparentaba mucho más de treinta años.
Un alzacuellos blanco, una sotana negra que casi tocaba el suelo, un cinturón igual de negro que... <<Negro: es la forma de recordarnos que ellos han muerto para el mundo y sus vanidades>> Minseok no tardó en hacer una reverencia de noventa grados al hombre frente a él.
—Padre —murmuró en un respetuoso saludo.
—Junmyeon —anunció el hombre y le ofreció su mano al cansado viajero—. Me llamo Junmyeon, bienvenido.
—Soy Minseok.
Minseok se apresuró a tomar la mano que le era ofrecida y estrecharla con la seguridad que en ese momento no sentía.
—No esperaba verte llegar por la puerta trasera —el padre señaló con una afable sonrisa.
—Tomé el autobús equivocado —Minseok murmuró avergonzado.
El padre Junmyeon rio suavemente.
—Debes estar cansado, ven, te llevaré adentro.
Minseok siguió al religioso que echó a andar a paso tranquilo delante de él.
Se dirigieron hacia un rústico muro exterior a unos metros de ellos y entraron por la puerta trasera. Atravesaron un pequeño huerto y continuaron hacia el pequeño edificio de dos pisos que parecía oculto por la capilla de la iglesia.
El padre Junmyeon anduvo por los pasillos de brillante ladrillo rojo que rodeaban un jardín interno y subió unos escalones que llevaban al segundo piso.
—Esta será tu habitación —el padre anunció, deteniéndose frente a la última puerta—. Descansa un poco, acomoda tus cosas y luego puedes encontrarme en mi despacho. Está en el primer piso —anunció, señalando el lugar—. Pasamos junto a él en nuestro camino hacia acá.
Minseok asintió y no parecía estar muy seguro de lo que tenía que decir.
El padre sonrió.
—Espero que encuentres las respuestas a tu búsqueda en este sagrado lugar.
º º º
Minseok observó la habitación desde la puerta; no había más que una cama, un armario y un crucifijo colgado en el centro de la pared más grande, justo sobre una mesita de noche que estaba al lado de la cama. Entró a la habitación y dejó su maleta y su mochila en el suelo. Se sentó en la cama y de pronto se sintió acongojado. Empezó a cuestionarse si era buena idea permanecer en un lugar en donde la gente creía profundamente en algo que él no podía entender completamente.
º º º
El padre le dio a Minseok un recorrido por la casa parroquial. Era un lugar prominentemente limpio y silencioso, cosa que le agradó. En otro edificio adjunto había algunos salones en los que se educaba a niños y adultos del pueblo en diversas áreas elementales para la vida y la religión. Vio de paso a varias personas que servían a la iglesia, pero el único que se quedó en su mente fue Baekhyun; un muchacho joven y de sonrisa fácil que pertenecía al coro de la iglesia. Según el padre le dijo, era una persona con la que se podía contar para alegrar al pueblo entero.
Cuando llegaron a la capilla, la última estación de su recorrido, Junmyeon se detuvo.
—La misa de las once no tardará en empezar, ¿quieres venir? —preguntó amablemente.
Minseok asintió, aunque se sentía dudoso al respecto, no es que nunca hubiera asistido a misa, pero...
La llegada de un tercero interrumpió los pensamientos de Minseok. Aunque no solo interrumpió sus pensamientos, sino que los hizo desaparecer, como si su presencia exigiera obtener toda la atención.
Minseok lo observó de la cabeza a los pies y sus mejillas se calentaron. ¿Cómo explicarlo? El hombre era atractivo, mucho. No era tan apuesto como el padre Junmyeon, pero había algo en él, un aura vigorosa desprendiéndose de su cuerpo. ¿Cómo era posible que un hombre luciera tan sensual metido en una sotana? Joder, Minseok esperó que sus pensamientos no fueran tan evidentes.
El sujeto en cuestión lo miró a los ojos y Minseok se sintió atrapado, tenía la sensación de que el religioso podía leer sus pensamientos con claridad.
—Padre Mateo, este es Minseok —el padre Junmyeon los presentó.
—Es un placer —Mateo murmuró, aunque no parecía ser así. Tal vez para compensarlo, le sonrío brevemente.
Pero esa sonrisa no llegó a sus ojos, a sus intensos ojos oscuros, que miraban con recelo, casi con desagrado, a Minseok.
—Disculpen, debo prepararme ahora —el hombre anunció y se marchó antes de que Minseok pudiera articular alguna palabra.
º º º
Fue el padre Mateo quien ofició la misa y, de haberlo sabido, Minseok habría inventado alguna excusa para no asistir.
Durante toda la ceremonia, Minseok no pudo dejar de darle miradas, sus ojos se movían por cuenta propia mientras su mente divagaba. El religioso había cambiado la sotana por una vestimenta mayormente blanca y sus negros cabellos ondulados, que durante su breve encuentro en el pasillo había llevado un poco desordenados, ahora estaban peinados hacia atrás haciendo parecer su cabello mucho menos largo de lo que en realidad estaba. Su rostro era diferente a todos los que había visto a lo largo de su vida, había incluso cierto grado de erotismo que era imposible pasar por alto. O, quizá, Minseok solo estaba siendo un degenerado.
—Pueden ir en paz.
El sacerdote finalizó la ceremonia, pero lo que Minseok menos pudo sentir durante ese efímero instante en que sus miradas se encontraron fue paz.
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Gracias por estar aquí!
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