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I


Mateo intentó concentrarse en lo que hacía, intentó recordarse que todas esas personas vestidas de negro estaban ahí por una sola razón y él debía estar en ello.

Lo intentaba, de verdad, pero algunos fragmentos de la madrugada anterior eran visibles a través de la cortina rasgada con la que intentaba cubrir sus pecados. Atrapó la mirada de Minseok a la distancia y se preguntó si también habría sido algo importante para él.

Suspiró e intentó pensar en sus siguientes palabras, pero aún sentía sus besos y sus caricias quemándole la piel. Recordaba perfectamente la gloriosa y asfixiante sensación al estar dentro de él...

Dios, ¡cuántos deliciosos besos había podido extraer de sus labios! ¡Qué maravilloso orgasmo, más placentero que cualquier otra cosa en el mundo!


Como ya era habitual durante las misas, Minseok fantaseaba con el privilegiado hombre en el estrado, aunque esta vez lo veía y sentía a través de sus vívidos recuerdos. Se preguntó si ser tomado por ese hombre sería una experiencia única en su vida o si tendría la oportunidad de disfrutar los roces de su cuerpo una vez más.

Los rostros de yeso parecían mirarlo y acusarlo con sus ojos sin vida, pero a Minseok no le importó demasiado, no podía cambiar lo que estaba hecho, e incluso si pudiera volver en el tiempo no cambiaría nada.


º º º


Después de la misa, todos habían marchado juntos al cementerio para dar sepultura al señor Zhang. Mateo se encargó de algunas oraciones y las últimas palabras y lentamente la gente empezó a marcharse, dejando la tumba en la que ahora el hombre moraba junto a su esposa, llena de azaleas y rosas de todos colores.

Los últimos en marcharse fueron los Zhang, incluyendo a Donghae, que junto a su esposo y a Luhan habían asistido incluso a la misa.

Mateo suspiró y se recostó en su asiento mientras observaba el atardecer a través de la ventana. Le había parecido una jornada muy larga, durante todo el día había tenido tantas cosas en su cabeza que no dejaba de sentirse agobiado.

Aún recapitulaba todos los acontecimientos de esos últimos días, cuando alguien tocó a la puerta de su despacho.

—Adelante —dijo en voz alta y esperó.

Minseok entró y cerró la puerta. Mateo se sintió muy ansioso, especialmente al notar que el gesto de su invitado era extrañamente una mezcla de vacilación y determinación.

—El padre Junmyeon me dijo que querías hablar conmigo.

Mateo asintió y señaló el asiento frente a su escritorio.

—Siéntate.

Minseok se cruzó de brazos y no se sentó. Observó al religioso tomar una respiración, como si intentara infundirse valor, y suspiró pesadamente

—Por favor no vayas a disculparte y a decir que todo fue un error y que no puede suceder de nuevo. Ya lo sé y no me importa.

El padre Mateo sonrió como si sus palabras le hicieran gracia y se puso de pie. Rodeó el escritorio y se apoyó en la madera. Sus ojos oscuros recorrieron el rostro de Minseok y luego el resto de su cuerpo. Pero la sonrisa en sus labios se desvaneció de pronto.

—Solo quería decirte que me voy el lunes que viene —Mateo anunció con pesar—. Me parece justo que lo sepas.

Minseok sintió que su corazón se aplastaba dentro de su pecho. Aquella frase le provocó una desilusión mayor de lo que habría sido escuchar su arrepentimiento. La idea de no volver a verlo nunca más le resultaba irritante, amarga y dolorosa.

¿Pero qué más podía esperar? ¿No era lógico acaso que Jongdae continuara con su camino? ¿Por qué un encuentro como el de la madrugada habría de cambiar sus planes?

Alzó su mirada y observó los extraños ojos del padre. El hombre esperaba pacientemente. ¿Qué era lo que esperaba? ¿Un "que te vaya bien"?

—Entonces no deberíamos perder el tiempo —Minseok declaró y le pareció ver una chispa brillar en los ojos del religioso.

A Mateo las ganas habían estado torturándolo desde el alba y, aunque había tenido en mente una propuesta que saciaría un poco la necesidad de ambos, carecía del descaro y la valentía de Minseok para proponerlo. Le alegraba mucho saber que podía contar con él.

Minseok observó ese leve, casi imperceptible, asentimiento y acortó la distancia que aún los separaba. Se lanzó sobre sus labios y se sintió muy complacido al notar que Jongdae correspondía de inmediato. Sintió sus manos presionarle la cintura y su lengua rozarle los labios antes de que lo empujara suavemente.

—Minseok, aquí no —Mateo advirtió en un susurro, consciente de que si alguien entraba, o asomaba por la ventana, quedarían al descubierto.

Los ojos de Minseok lo miraron sin ocultar su asombro y Mateo no pudo contenerse; llevó su mano izquierda al rostro de Minseok y le acunó una mejilla.

¿Aquí no? ¿Entonces en otro lugar sí? ¿Estaba aceptando una aventura con él?

Minseok tomó la mano que descansaba sobre su mejilla y la besó suavemente. Seis días, tenía seis días para disfrutar de su compañía. No tenía idea de las consecuencias, pero nada importaba más que estar con él, aunque fuera por tan poco tiempo.

—Yo también me iré cuando tú lo hagas —anunció—, pero mientras aún esté aquí voy a dejar la puerta de mi habitación abierta para ti.

Mateo observó su mirada felina y asintió. Minseok casi sonrió.

—Voy a estar esperándote, Jongdae.


º º º


Esa noche, cuando la puerta se abrió, el corazón de Minseok dio un salto al vacío. A medida que el tiempo transcurría y no aparecía, las dudas habían ido creciendo, pero al verlo entrar en su habitación, presentándose a su furtivo encuentro, sus temores se evaporaron.

Jongdae no llevaba puesta su sotana y parecía nervioso.

Minseok cerró su laptop, la puso sobre la mesita y caminó hacia él. Sus miradas se encontraron por un instante. Jongdae alzó una mano y acunó su rostro de nuevo. Minseok contuvo el aliento, su corazón empezó a golpear su pecho con violencia. Jongdae se inclinó sobre él y presionó los labios suavemente contra los suyos. Minseok cerró sus ojos, aspiró su aliento y sintió su otra mano acunándole la otra mejilla.

Sus labios se rozaban lentamente, de una forma dulce que hizo a Minseok sentirse muy débil. Las manos de Jongdae bajaron hacia sus hombros, levantando un cosquilleo al pasar por su cuello. Sus dedos descendieron por sus brazos y luego sus manos volvieron a presionar su cintura.

Minseok subió sus manos a los hombros de Jongdae y mordió su labio inferior suavemente. Jongdae finalizó el beso y sonrió, su mirada cargada de deseo se posó sobre la de Minseok y este también sonrió con complicidad.

Ambos sabían que estaba mal, pero no querían, ni podrían, detenerse, sin importar cuanta culpa recayera sobre sus hombros.

Minseok lo atrajo y juntó sus labios de nuevo, de una forma menos decorosa. Jongdae no tardó en acoplarse. Los dedos de Minseok le acariciaron la nuca y un escalofrío se disparó por toda su espina dorsal. La intensidad con la que se besaban aumentó, sus respiraciones se volvieron forzadas y Jongdae se vio en la obligación de deslizar sus dedos bajo la camisa de Minseok.

Minseok suspiró complacido con las caricias sobre su espalda y dirigió sus besos al cuello de Jongdae.

—Desnúdame —le pidió al oído.

Jongdae hundió los dedos en su piel al sentir su aliento chocando contra su oreja y no dudó en obedecer; le sacó la camisa, admiró su pecho desnudo por un momento y se inclinó para besar uno de sus hombros primero. Minseok se abrazó a su espalda y gimió contra su oído mientras disfrutaba de los húmedos besos repartidos por su piel.

La camiseta que Jongdae vestía también fue lanzada a algún rincón y los besos también se derramaron sobre sus hombros y cuello, mientras un par de manos hábiles lo recorrían de un lado a otro. Se desprendieron del resto de sus vestimentas y juntaron sus labios y el resto de sus cuerpos desnudos.

Minseok le rodeó la espalda con sus brazos, aferrándose con fuerza a él, mientras los brazos de Jongdae se enroscaban alrededor de su cintura, apretándolo contra su cuerpo. Los besos se habían vuelto muy lascivos; Minseok no paraba de darle mordidas a sus labios, también enroscaba la lengua alrededor de la suya y ahora todo era humedad y el excitante sonido que esta creaba mientras se devoraban uno al otro.

Jongdae lo guio a la cama entre besos. Minseok se dejó caer de espaldas al colchón y separó sus piernas para que Jongdae se acomodara entre ellas. Continuaron besándose y mientras lo hacían, Jongdae se tomó su tiempo para acariciarle sus muslos. Minseok suspiró contra su mejilla y con sus manos recorrió cada contorno de sus brazos, cada vena sobresaliendo por la tensión.

—Tómame —musitó con sus ojos cerrados—. Hazme tuyo.

¿Suyo?

Jongdae lo observó incluso con mayor fervor. ¿Podía reclamarlo como suyo? ¿Hablaba de su cuerpo o era una propuesta un poco más compleja?

Tomó sus labios una vez más y tiró de ellos con fuerza. Lo escuchó gemir y saber que eran sus tratos los que ponían a Minseok a emitir aquellos excitantes sonidos hizo despertar en su pecho una chispa de perversión que dibujó en sus labios una maliciosa sonrisa.

Tomó su miembro, que rozaba la ingle de Minseok, y guio la punta hacia su precioso agujero rosa. Usó su saliva como lubricante y se deslizó lentamente hacia el interior, observando atentamente cómo su hombría desaparecía dentro de las apretadas paredes de Minseok. Lo sacó y volvió a meterlo. Qué vista tan profana, era casi hipnótica.

Minseok exhaló y soltó una maldición.

—¿Duele? —Jongdae preguntó.

Minseok negó, una lasciva sonrisa tiraba de sus labios.

—Vuelve a hacerlo.

Jongdae volvió a sacar su miembro y observó cómo Minseok se cerraba cuando él se retiraba.

—Usa tus dedos —Minseok instruyó.

Jongdae lo miró, aún intentaba comprender su petición cuando Minseok le tomó una mano y empezó a chuparle los dedos uno a uno.

Jongdae observó sus labios rojizos y luego fijó su atención a sus propios dedos humedecidos por la saliva. Llevó su dedo medio al orificio y observó cómo desaparecía dentro de Minseok, quien se removió emitiendo un precioso gemido.

—¿Eso te gusta? —Jongdae gruñó muy excitado, mientras continuaba penetrándolo con su dedo. Minseok asintió—. Eres tan sucio.

Minseok sonrió.

—Mete dos —le pidió en medio de otro gemido.

Jongdae metió otro dedo al apretado orificio y observó como este se ajustaba a la intromisión.

—¿Te gusta? —Minseok murmuró mirándolo con sus ojos nublados por el placer—. ¿Te gusta jugar con mi cuerpo?

—Sí —Jongdae musitó alzando su mirada.

Minseok atrajo su rostro y besó sus labios de una forma muy desordenada que incitó a Jongdae a acelerar el movimiento de sus dedos.

—Mete otro —Minseok ordenó y le mordió el labio inferior con fuerza.

Jongdae retiró sus dos dedos y forzó tres de golpe. Minseok lloriqueó de una forma divina que le sonsacó una sonrisa.

—¿Vas a pedir que meta toda mi mano ahí?

Minseok sonrió travieso.

—No —murmuró y apartó su mano.

Jongdae observó su pulsante entrada y luego la punta de su propio miembro, hinchada y húmeda por el líquido preseminal.

—Ahora tu pene —Minseok demandó—, quiero que lo pongas todo dentro de mí.

Jongdae asintió, feliz de cumplir sus deseos, le separó las piernas un poco más y se acomodó entre ellas. Deslizó su miembro completo dentro de Minseok de una sola estocada y observó su rostro, ese pecaminoso gesto desfigurado por la pasión.

Minseok se aferró a su cuerpo con brazos y piernas y Jongdae dejó que su instinto tomara el control de la situación. Embistió una y otra vez, en un vaivén intenso, impetuoso, que se llevaba su aliento. Fuera de la habitación la noche estaba poniéndose fría, pero ellos pronto estuvieron cubiertos de sudor. La cama rechinaba y golpeaba la pared, Minseok gemía suavemente y él mismo jadeaba por el esfuerzo, y de pronto el temor de que alguien pudiera escucharlos —aunque era casi imposible— hizo crecer su excitación.

Se separó de Minseok de imprevisto y tiró de sus piernas para ajustar la posición. Volvió a penetrarlo sin delicadeza y Minseok gimió con fuerza y hundió los dedos en su cabello.

—¡Sí! —exclamó removiéndose en busca de más placer.

Qué dichoso se sentía de provocar esa reacción. Qué satisfacción le provocaba saber que ambos disfrutaban de ese pecaminoso encuentro con tanta intensidad.

—Jongdae, no tengas piedad —Minseok suplicó.

Y Jongdae no la tuvo, se hundió con fuerza dentro de su hermoso cuerpo y sació toda su lujuria contra su piel húmeda. Estaba adorando cada instante de ese momento, atrapado entre las extremidades de Minseok, escuchando sus gemidos y su respiración entrecortada.

El éxtasis no tardó mucho más. Minseok se masturbó, tirando de su miembro con mucho entusiasmo, mientras Jongdae continuaba penetrándolo incansablemente. Cerró sus ojos y disfrutó de un maravilloso orgasmo que disparó una buena cantidad de semen hacia su abdomen. Se tomó unos segundos para recobrar el aliento y al abrir sus ojos de nuevo y se encontró con un par de ojos oscuros que lo miraban fijamente. Minseok sonrió y lo atrajo para besar sus labios. 

—Te gusta mucho ver, ¿cierto? —preguntó mientras le acariciaba la espalda. Jongdae asintió—. Entonces intentaré darte un buen espectáculo la próxima vez.

Una descarga de excitación recorrió el cuerpo de Jongdae. Tiró de las piernas de Minseok y lo escuchó reír mientras ajustaba sus posiciones de nuevo. Volvió a penetrarlo y continuó embistiéndolo con fuerza. Se sostuvo con uno de sus brazos y con en el otro rodeó la espalda baja de Minseok para sostenerlo. Se concentró en alcanzar su propio orgasmo y resultó sencillo luego de que Minseok decidiera prenderse de ese lugar detrás de su oreja que lo volvía loco. 

El fascinante placer estalló y se desbordó de su cuerpo. Jongdae jadeó y continuó penetrándolo hasta vaciarse completamente en su interior. Al terminar intentó apartarse, pero Minseok lo atrajo hacia su pecho y empezó a acariciarle el cabello. Confundido, Jongdae guardó silencio y esperó inmóvil mientras sus respiraciones se ralentizaban. Sus caricias, pensadas para seducir a su alma y no a su carne, eran algo maravilloso, Jongdae nunca había sido acariciado de esa manera. Toda su piel hormigueaba y de pronto sus ojos se llenaron de lágrimas.

—Me gusta tu cabello —Minseok comentó en susurro mientras enredaba suavemente los dedos entre sus largos mechones.

Jongdae no supo qué decir, también le gustaba todo de Minseok, pero estaba demasiado abrumado como para poder empujar alguna frase coherente fuera de su garganta.

Y tal vez, de alguna forma inexplicable, Minseok lo comprendió, porque se limitó a buscar sus labios para poner en ellos un beso lento, sin ningún matiz sexual. Sus dedos continuaron acariciándole el cabello pacíficamente y pronto Jongdae se dejó arrastrar por el hechizo de una simple muestra de afecto que nunca antes tuvo la oportunidad de experimentar.


º º º

Gracias por leer!

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