Capítulo 8 - Bipolaridad.
Ana.
- Lo único que faltaba... - Resoplando los mechones sueltos de la coleta que había improvisado, seguí alistando mi maleta. Tenía en claro que no podía seguir en el mismo techo que Harry y ahora, menos con la presencia de los demás chicos.
- Por favor, desiste. – Al girar mi rostro, me encontré con él y Ed que dormía entre sus brazos.
- No puedo... Lo siento, Harry. – Sin demostrar un rastro de tristeza en mi rostro, acomodé las últimas prendas de Ed. – Entiendo que ellos no me acepten pero han pasado el límite y no quiero peleas.
- Créeme, también desconozco su forma de actuar y más hacia ti. No te conocen como he aprendido a hacerlo.
Sintiendo un leve estremecimiento en mi piel, le resté importancia.
- Llamaré a Marco. Necesitaré que haga una reserva, en algún hotel disponible, por esta noche. – Cerrando la valija, caminé hacia la pequeña mesa de luz y al tomar mi celular, marqué su número. - ¿Podrías recomendarme alguno? – Girando sobre mis talones, sentí mí corazón romperse; su mirada profunda en mi rostro, su forma de sujetar a Ed, provocó que el muro que, tanto había querido mantener entre ambos, se derrumbara pedazo por pedazo.
- ¿Por qué siento que me estás abandonando? – Las palabras lograron escapar de sus labios antes que pasaran por los míos.
"Porque te estoy rompiendo de nuevo el corazón, Harry."
- Agradezco tu ayuda pero debo irme... - Apretando con fuerza mis nudillos, traté de disipar el dolor emocional con el físico aunque sólo era una burda fantasía.
- Hablaré con los chicos pero no quiero que te vayas. – Girando mi rostro, lo observé por un momento. – Te considero mi amiga, Diana.
- Es bueno saberlo... - Haciendo una mueca, sentí un dolor fuerte en mi cabeza.
- Diana, deberías pensar en Ed...
¿En quién? De pronto, mi vista se nubló y sólo puedo atinar a tomar su mano. Su voz se iba apagando, a medida que, mi cuerpo se adormecía.
Jace.
- ¿No crees que debíamos haber avisado? – Araceli, con mal humor, clavó sus afiladas uñas en el asiento del avión.
- ¿Acaso tienes miedo hermanita? – Burlándome, sentí un leve golpe en mi hombro.
- No creo que le gusta "tu sorpresita" a Ana.
- ¿Por qué no? Y además, sabes por qué lo hago. – Removiéndome en el asiento, me sentí nervioso y ansioso por llegar.
- Es sólo una excusa para estar cerca de ella. – Rodó los ojos, de una forma exasperada.
- ¡Qué primicia! Deberías trabajar en un periódico.
- Luke, ¿podemos cambiar de asiento? – Girando su rostro, observé como nuestro hermano dormía junto a Lux.
- Me parece que vas a tener que aguantarme, hermanita. – Riendo, recibí otro golpe de su parte. - ¿Sabías que te quiero, no?
- ¡Te odio! – Exclamó, antes de desmayarse.
- Lo que me faltaba... – Susurré.
*22 horas después*
- Llamaré a Marco, Luke. – Buscando su nombre en la agenda, me alejé. Poco después, cuando había obtenido la dirección de la casa, tomamos un taxi.
- Ana, ¿sabe que vamos? – Luke, hizo una mueca cuando Lux, golpeó su cara. – Sí no estuviera dormida, aseguraría, que lo hace a propósito.
- Es una sorpresa. ¿Hace falta que lo vuelva a explicar? – Bufando, me crucé de brazos.- Es aquí... - Anuncié, de repente, pagando al taxista. – Luke, baja con cuidado. Me encargaré de las maletas.
- Yo te ayudo... - Ara, se acercó tomando la suya y la de Lux. Tomando la mía que compartía con mi hermano, comenzamos a caminar por un sendero de piedras; es un barrio bastante elegante, pensé. Cada casa parecía sacado de un cuadro de pintura.
- Bienvenidos... - Marco, se acercó y nos saludó con cierto nerviosismo. – Diana, tiene visita.
- ¿Visita? – Frunciendo el ceño, sentí mi cuerpo tensionarse. - ¿Quién ha venido?
- Quienes... - Susurró, haciendo que mi preocupación y enojo, se elevara.
- ¿Es ésta tu forma de cuidarla? – Apartándome de la maleta, me acerqué a Marco y observé con mi mandíbula tensa, su postura inofensiva para mi mal gusto. - ¿Por qué me lo has ocultado, Marco?
- Diana me lo ha pedido. Ella no quería que supieras que alquilo la casa de Harry... - Cerrando los ojos, exploté.
- ¡Estás despedido! – Tomando mi maleta y alejándome de su lado. - ¿Qué esperan? ¿Una invitación? – Sin dirigirle la mirada, seguí caminando.
- No es su culpa, Jace. – Ara, se encontraba a unos pasos de distancia pero los suficientes para que pudiera escucharla. – Además, sólo obedeció órdenes de Ana.
- ¡Las órdenes las doy, yo! Ya hablaré con ella... - Llegando hacia la entrada de una casa, toqué el timbre. – No quiero que hablen sobre el asunto, ¿entendido?
- Como digas... - Murmuraron.
Poco después, la puerta se abrió y un chico de cabello castaño, se asomó.
- ¿Marco los ha mandado? – Intentando decir algo, me interrumpió. – La chica, se encuentra arriba con Harry. Se ha desmayado, nada grave.
¿Desmayado? Haciéndolo a un lado, él protestó pero no tuve tiempo para escucharlo. Subiendo los peldaños de madera, subí al piso superior.
- ¿Ha llegado el doctor, Louis? – Harry, se asomó con Ed, durmiendo entre sus brazos. - ¿Jace? ¿Qué haces aquí?
- Es lo mismo que me pregunto...
- Es una larga historia pero vivimos juntos.
- ¿Y el doctor, Harry? – Gritó alguien. – Ella no ha reaccionado.
- ¿Dónde está, Diana? – Ara, corrió hacia ambos, con su botiquín de primeros auxilios.
- Es mi habitación... - Respondió, acompañándola hacia una puerta.
No sólo había estado conviviendo con él sino que además, dormía en su cama. ¿Por qué me has traicionado, Ana? Sintiendo que las lágrimas querían arremeterse contra mi rostro, no cedí y tomando una larga bocanada de aire, me adentré a ese lugar. Por ella, haría cualquier cosa, hasta consumir mi propio orgullo.
Ana.
Todo a mí alrededor comenzaba a dar vueltas y como sí se tratase de un remolino de viento, comencé a ascender hacia una luz. Mis extremidades volvieron a sentir un leve cosquilleo de vida y el entumecimiento, se disipó.
- ¿Harry? - Sintiendo sobre mi mano una leve presión, giré mi rostro. Al abrir mis ojos, mi sorpresa fue mayor. - ¿Jace? – Intentando levantarme, me quejé, de un repentino dolor en mis huesos.
- Parece que Filgrastrim la ha debilitado... - Su voz, hizo que me sintiera más desconcertada.
- ¿Cómo te sientes? – Como sí se tratase de un bálsamo, escuché sus palabras, con un acento inigualable.
- Estoy bien, Harry. – Jace, que se encontraba a mi lado, tensó su cuerpo sobre el asiento.
- ¿Podrían dejarme a solas con Diana? – Araceli con su inexpresiva cara, intentó ser lo más amable posible pero no es una de sus virtudes serlo.
- Hablaré contigo más tarde... - Jace besando mi frente, se alejó.
- Vamos... - Harry, tomado de su antebrazo por Liam, lo siguieron.
Al cerrarse la puerta, Ara se acercó.
- ¿Estás loca? ¿Cómo puedes estar viviendo con Harry? ¡Mi hermano te matará!
- No estaba en mis planes convivir con él. ¡Te lo juro! – Bajando mi mirada, sentí varias lágrimas descender por mi mejilla. – Iba a irme pero lo sigo amando y lo peor, es que siento que lo estoy abandonando de nuevo.
- Sé que necesitas hablar pero no es el momento. Ahora, tu salud, es lo más importante. – Asintiendo, dejé que me tomara el pulso y me midiera la presión. – Poco a poco, vas recomponiéndote aunque necesitas descansar.
- ¿Y Ed? – Removiéndome, corrí las sábanas sobre mi cuerpo. – Necesito verlo.
- Se encuentra con Harry. – Haciendo una mueca, se alejó. – Es el padre pero...
- No puede saberlo, lo sé.
- Iré a buscar algo caliente, necesitas comer algo. – Rodando los ojos, la dejé irse. No quería comer pero, cuando algo se le metía en la cabeza, no había quién la detuviera.
Jace.
- ¿Está mejor? – Interceptándola en las escaleras, esperé buenas noticias.
- Sí, sólo necesitas recobrar fuerzas.
- Entonces, ¿Puedo hablar con ella?
- Jace, no la alteres, es lo único que te pido. – Su mirada de preocupación, hizo que aplacara mi enojo. No podía seguir enojado con ella, cuando sólo quería abrazarla y besar sus labios, sin detenerme a pensar en los demás.
- No te preocupes, sólo quiero verla bien. – Subiendo los escalones, golpeé la puerta antes de entrar. Ella con cierto temor y remordimiento, observó mi rostro.
- Antes que hablemos, necesito que me perdones, no quería ocultarte la verdad... No quería que te enojaras y menos teniendo a Harry tan cerca. ¡No estaba en mis planes!
- Ana...
- Y, antes de que pasara todo esto, me iba ir. ¡Había preparado las maletas! – Girando mi rostro, me di cuenta, que decía la verdad. – Fue pura coincidencia que nos encontráramos.
- No hace falta que me des explicaciones... - Murmuré, tomando su mano. - ¿Cómo estás?
- ¿No estás enojado? – Levantando una ceja, tembló ante mi tacto.
- Lo estaba pero... me interesa que estés bien. – Bajando su mirada, sonreí, por sus mejillas coloradas. – Ya tendré tiempo para reprocharte.
- ¿Por qué has venido? ¿Marcos te ha llamado?
- No, aunque debería haberlo hecho. – Fruncí mi ceño, al recordarlo. – Lo he despedido por tal impertinencia.
- ¿Qué lo has despedido? – Soltando mi mano, se cruzó de brazos. – Es mi culpa que no haya hablado contigo. Deberías devolverle el trabajo...
- No, ya he dado mi última palabra y no voy a cambiar de idea. – Con mi semblante serio, observé su rostro, sus ojos, su nariz y sus irresistibles labios. – A menos que...
- ¿Quieres algo a cambio, no?
- Ya que lo dices. – Encogiéndome de hombros. - ¿Qué tal un beso?
- ¿Estás loco? Sabes que puedo contratarlo por mi cuenta. – Orgullosamente, levantó una de sus cejas. - No sé, por qué esperas que caiga en tu chantaje.
- Tal vez, ¿Por qué quiero besarte? – Girando su rostro, frunció su ceño. – No es una novedad que te amo, Ana.
Ana.
¿Por qué debía meterme en cuestiones que no me correspondían? Bueno, me amaba pero ¿Qué hay de mis sentimientos? Siendo sincera, me gusta pero no lo amaba.
- Necesito llamar al hospital, ¿Podrías pasarme mi celular?
- No cambies de tema...
- No lo estoy haciendo, sólo estoy prioridad a algo más importante.
- ¿Acaso no es importante mi amor hacia ti?
- ¿Estás buscando pelear, Jace? – Tomando las sábanas, las corrí de mis piernas. – No estoy en condiciones para ello pero, ya que, te muestras tan reticente a ceder. – Levantándome, me enfrenté a su cuerpo formidable y esbelto.
- Sí llegara atacarte, ¿cómo te enfrentarías, cariño? – Sonriendo burlonamente, mi enojo comenzó a crecer. – No olvidemos, quién es el experto.
- ¿El experto en qué? – Acercándome, coloqué mis manos sobre su pecho y ante la evidente reacción, bajé lentamente mis manos. - ¿Sueles ser tan sumiso a las caricias, cariño? – Cerrando sus ojos, lo tuve en el punto exacto. Aprovechando los segundos valiosos, de su debilidad, tomé su mano y presioné su muñeca, tomando control de la situación. - ¿No esperabas este movimiento? – Presionando más, hice que se arrodillara. – La próxima vez que me quieras chantajear, deberías pensarlo dos veces, Jace.
- ¿Cómo aprendiste a defenderte? – Soltándolo, me alejé.
- Luke, me ha enseñado. ¿Acaso crees que soy tan debilucha?
- Bueno, por lo que me has mostrado, no. De igual forma, te falta aprender mucho. – Sintiendo un leve y silencioso movimiento, me di cuenta, que había perdido el equilibrio. – Hay muchos truchos que no has aprendido, cariño. – Susurró, cerca de mis labios.
- Ya los aprenderé, Jace. – Sin dejar de sostener su mirada, intenté alejarme.
- No, eso sí que no. Me cansado de los jueguitos contigo. – Intentando protestar, presionó su mano sobre la raíz de mi cabello y de forma inevitable, posó sus labios sobre los míos. Cabe decir que, la constante y tibia presión de su boca, hizo que le siguiera la corriente.
Harry.
- Ed, es hora de bañarte... - Ante las miradas, de mis amigos y del hermano de Jace, lo levanté del suelo. – Luego, seguirás jugando con tus juguetes.
- Podría bañarlo, no tengo problemas. – Luke, sonrió, brindándome confianza.
- Muchas gracias pero insisto, quiero hacerlo. – Por su parte, sólo asintió y se concentró, como los chicos, en el partido de rugby. Rodando los ojos, me alejé.
- Tú y yo, somos más futboleros, ¿no? – Sonriéndole, comencé a preparar su baño. Debía comprobar que el agua no estuviera templada y que la toalla, con las demás cosas, estuvieran a mi alcance. Ed, se enloquecía, en el agua. – Vamos a sacarte tu ropa sucia y luego, junto a tu patito de hule, jugaremos en el agua. – Besando su mejilla regordeta, me concentré en mi tarea. Poco después, me encontraba bajo algunas burbujas y una sensación de felicidad crecía en mi interior, al verlo a Ed.
- Eres un buen padre, Harry. – Girando mi rostro, sonreí a Liam. – Parecen padre e hijo.
- Supongo que nos hemos adaptamos bien. – Limpiando su cabello del champú, lavé su cuerpo y luego, aprovechando su fascinación por su nuevo juguete, lo retiré del agua y lo recosté en su toalla. - ¿Me pasas un pañal?
- ¿Un pañal? – Liam, enarcó una ceja. - ¿Sabes cambiar pañales, Harry?
- Al principio no pero todo se aprende. – Abriendo un estante, tomé uno. – Por cierto, gracias.
- ¿Para qué pides ayudas? Ya veo que no la necesitas. – Omitiendo sus palabras, sequé a Ed y luego, antes de colocar su pañal, esparcí algo de crema. Eso, disminuía la irritación.
- Bien, ya estamos casi listo, campeón. – Colocándole una remera a rayas, lo alcé y con evidente sueño, se recostó en mi pecho. - ¿Quieres tu leche, no?
- Harry, el experto en niños. Algo que la prensa, debía saber... - Girando sobre mis talones, le dediqué, una mirada de pocos amigos. – Es una broma, Harold.
- ¿Qué es una broma? – Louis, tomando una manzana, prestó atención a nuestros movimientos. Sin tener interés de comenzar una estúpida conversación, tomé la leche del refrigerador y luego de colocarla en su mamadera, la calenté en el microondas. – Estoy comenzando a dudar que no es tu hijo. ¿No has visto su color de ojos? ¡Son iguales a los tuyos!
- Diana, también tiene ojos verdes, Louis. – Rodando los ojos, caminé hacia la sala. – No quiero suposiciones y menos, que la juzguen sin conocerla.
- No la he juzgado, sólo busca tema de conversación.
- Aprecio su interés pero, algo de silencio, no vendría mal. – Sin prestar atención a sus cuchicheos, observé a Ed.
- Tío, ¡la leche está fría! – Exclamó, una niña de ojos azules y cabello rubio. No había dudas, que es la hija de Jace, pensé. - ¿Podrías calentarla de nuevo?
- Está bien, Lux. – Luke, con pocas ganas, caminó hacia la cocina.
- ¿Ed se ha dormido? – Levantando mi mirada, sonreí.
- Sí, está muy cansando.
- ¿Podría dormirme con él? – Su pregunta, me sorprendió pero al recomponerme, asentí.
- Me acomodaré aquí. – Cruzando bajo mi brazo, se recostó en mi pecho, del lado derecho. – Eres calentito... ¿Tío Harry?
- Debe ser por el microondas. – Contestó Louis, haciéndome enojar.
- Le diré a mi papá, que compre uno. – Ella bostezando, cerró sus ojos y segundos después, se durmió.
- Lux, espero que ahora duermas... - Deteniéndose, nos observó. – ¿Cómo lo has hecho?
- Cree que soy calentito... - Sonriendo, me levanté y sin hacer ruido, comencé a subir las escaleras. Luke intentó ayudarme pero su sobrina, se había aferrado a mi cuello, como una enredadera. Al girar sobre el pasillo, escuché unas risas y la desagradable voz de Jace. Estaba coqueteando con Diana y eso, no me gustaba.
Ana.
- Jace, por favor, no te pases... - Sonriéndome, volvió a robarme otro beso. - ¡No soy tu novia!
- Bueno, eso se puede solucionar. – Sin apartar su mirada, acarició mi rostro. – Diana, ¿Quiere ser mi novia? Y no acepto un "no" como respuesta.
- Entonces, no hay respuesta. – Sacándole la lengua, me senté en la cama. Me dolían las extremidades sí me mantenía, por mucho tiempo, de pie.
- Espero convencerte de lo contrario, cariño. – Besando mi mejilla, tomó asiento. – Por cierto, ¿Dónde está Ed? – Un golpe suave en la puerta, desvió mi atención.
- Siento molestarlo pero... - Al asomarse, me sorprendí y mucho. No sólo sostenía a Ed sino a Lux, la hija de Jace. – Parece que me encontraron demasiado calentito para dormir.
- Lo lamento, Harry. – Levantándome, me acerqué, pese a la mirada venenosa de Jace. – Te he dejado a mi hijo y sé, que no es una tarea fácil.
- Ha sido un angelito, no te preocupes. – Pasándomelo, mantuvo a Lux, entre sus brazos. –
- ¿Podrías recostarla en mi cama? – Sin pronunciar sus nombres, sólo atiné a colocar a Ed, en su cuna.
- Muchas gracias, Harry. – Jace, se había encargado de la situación y Harry, encogiéndose de brazos, se retiró.
- Un poco de amabilidad a tu rostro, no vendría mal. – Haciendo una mueca, tapé con una manta a su hija. – Harry, ha sido un buen...
- No digas padre... Suficiente tengo con que, ahora, quiera ganarse a mi hija.
- ¿A tu hija? – Riéndome de sus locas ideas, negué con la cabeza. – Será mejor salir a compra comida. Parece que el cambio de horario, no sólo ha afectado tu estómago sino que también, tu cabeza.
- Estoy bien, Diana aunque muy celoso.
- Vamos, no empañes la alegría, de estar todos juntos. – Tomando su mano, lo guie hacia las escaleras. – Me gustaría comer pizzas, ¿Qué dices?
- Por mí, está bien. – Guiñándome un ojo, sonreí. - ¿Y los amigos de Harry? No pienso pagar por ellos.
- Sé amable, no cuesta nada. – Repetí, antes de salir. – Por cierto, ¿Por qué no comienzas con Marco?
- Ya te dije que... - Acercándome, con cierta duda, lo besé. – Espero que esto te incentive.
- Más que incentivarme, me enamoras más. – Rodando los ojos, sonrió. – Todo sea por ti, cariño.
¿La oveja negra de la familia ha de cambiar por mí? Sólo esperaba que lo hiciera y para bien propio.
Nuevo capítulo. ¡Ahhhh!
Espero que les guste, ya que, pronto subiré el siguiente.
Ana. x
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro