༺ trece ༻
Aquella noche no salí de la tienda en busca de Agust, estaba demasiado cansado después de practicar diferentes tipos de combate durante casi todo el día. También dormí la noche siguiente y la otra, porque iba a visitar a Red durante el día aprovechando que nadie más se atrevía a acercarse.
En ese tiempo también evité cruzarme con el rey, y el tampoco me citó en su tienda, cosa que agradecí. Quería apartarme de todos los alfas posibles, a excepción de Hoseok, que parecía el único con neuronas, así que tampoco me reunía con ellos en su tienda. Me volví más solitario. Con todo aquello sucedido en esos días me había distraído de mi principal objetivo, y eso no podía suceder.
Aquel día Hoseok me esperaba fuera de mi tienda con arco y flechas porque le había propuesto practicar tiro con arco en la zona de las dianas.
──¿Dormiste bien? ──preguntó con una sonrisa suave.
Me esforcé por devolverle el gesto, pero solamente quería desahogarme con las flechas.
──Mejor que estos días, ¿tú?
Después de verlo encogerse de hombros miré a mi alrededor. Algunos soldados corrían alrededor del campo de práctica, otros luchaban con sus espadas y unos pocos tan sólo charlaban.
En cuanto llegamos a la zona de las dianas, contuve el aliento. El rey estaba practicando combate a espada a unos pocos metros. Por supuesto él me vio como si tuviese un radar, frunciendo el ceño al instante.
──¿Se te da bien el arco? ──pregunté a Hoseok con tal de distraerme y no mirar al monarca.
Él, contento por tener un tema del que hablar, me sonrió mientras se colocaba frente a unas dianas y yo tomaba posición a su lado.
──Soy mejor con la espada, ¿y tú?
Sonreí sin muchas ganas y preparé el arco, apuntando a la zona central de la diana.
──Digamos que estoy como pez en el agua ──comenté divertido.
Saqué una flecha de la funda a mi espalda y la coloqué en posición perfecta para lanzarla, pero con el sonido de las espadas me era difícil concentrarme.
De reojo vi al rey desarmar a su oponente y sonreír con superioridad, lo que me dio más rabia aún, así que cuando lancé la flecha y se clavó en el centro pude copiar su gesto.
──Vaya, eso es un tiro limpio. ──Me felicitó Hoseok.
──Adelante ──le indiqué, esperando su lanzamiento.
Me giré un segundo a comprobar que el rey seguía mirándome, esa sensación imponente de sus ojos sobre mí era difícil de ignorar. Él apartó la espada del general sin siquiera prestarle atención, con un suave movimiento de muñeca, lo que me dio un escalofrío.
Cuando volví a mirar a Hoseok, su flecha de había clavado unos centímetros al lado del centro.
──No está mal. ──Le consolé──. Si no consigues acertar en el corazón quizá sí en la entrepierna.
Él se cubrió la boca para soltar una risotada, y yo me habría reído de no haber sentido una mano en mi hombro.
──Soldado ──dijo el general que había entrenado con el monarca──. El rey desea batirse a duelo con usted.
Tanto Hoseok como yo lo miramos con sorpresa. Quise negarme, de hecho lo habría rechazado, pero al haber tantos generales y soldados allí reunidos no podía simplemente dar la espalda. Tenía más orgullo que eso.
Sin decir nada dejé en el suelo mi arco y flechas y tomé en cambio la espalda que el general me tendió. Se notaba la calidad, era algo más pesada y a la vez fina.
──Quizá así podamos esclarecer algunos asuntos ──murmuró el rey, acercándose.
Esbocé una sonrisa desganada, comprobando el peso del arma en mi mano mientras entraba en el círculo de entrenamiento. A nuestro alrededor se congregaron algunas personas, interesados en el encuentro.
──Quizá. ──Me encogí de hombros──. Pero todos sería imposible en tan poco tiempo.
El rey torció una sonrisa parecida a la de Agust. Tragué saliva, no podía negar que un poco sí lo extrañaba, al fin y al cabo era mejor una voz irritante en la noche que la amenaza de un monarca.
──Entonces apostemos ──sugirió, mirando el filo de su espada con aquella mueca divertida──. Si gana, puede pedir o preguntar lo que quiera, si gano yo se aplican las mismas reglas.
Yo sabía que eso era peligroso, podía poner en peligro todo por lo que estaba allí, pero fue mi porfa dignidad y orgullo quienes hablaron.
──Que así sea ──accedí.
──Bien ──murmuró, satisfecho, empuñando su espada en mi dirección a modo de saludo──. Suerte, la necesitará.
Alcé mi mano con el arma en ella, preparando cualquier cosa aprendida para usarla, pero sabía que sí necesitaría suerte esa vez.
El rey no esperó más, giró para chocar su espada con la mía causando un estruendo que me asustó. Nunca había luchado a tanta velocidad.
Como pude detuve el golpe y el siguiente, siguiendo la misma ruta. Después intenté rozar su hombro, pero él apartó mi espada con facilidad, como si pelease contra un cachorro y atacó en alto, desatando la cinta que recogía mi cabello.
Gruñí de pura impotencia y usé amas manos esa vez para atacar por arriba, pero bloqueó la acción con el costado del arma.
──No es tan malo como otros soldados ──murmuró a esa poca distancia, bajo las espadas, rotando la suya para empujar mi espada lejos de mi mano──. Pero sigue sin ser suficiente para mí.
Con una pequeña risa tomó mi mano ahora libre y la torció tras mi espalda, dejando la espada rozando mi cuello. Sabiendo que en ese momento habría muerto de ser un verdadero enemigo, dejé caer mis hombros y suspiré.
──Yo gano ──susurró en mi oído.
──¿Qué quiere? ──pregunté.
Apartó la espada de mi cuello, pero no soltó mi brazo, sino que me retuvo para acercarse a mi oído.
──Pediría una aceptación de cortejo, pero perdería la gracia al no ser por voluntad propia. ──Suspiró, moviendo mi cabello y erizando la piel de mi nuca──. Así que pediré que me acompañe en la cena esta noche.
Sin esperar respuesta me soltó repentinamente y se apartó.
──Sea puntual ──murmuró como conclusión, antes de dar media vuelta.
Gruñí de nuevo y recogí la cinta, haciéndole un nudo en la zona rota mientras volvía con pisotones malhumorados donde me esperaba Hoseok.
──En tu defensa diré que ya sé de dónde sacó la belleza Taehyung ──murmuró con una risita.
Aquello fue lo único que pudo hacerme sonreír, pero de igual modo bufé mientras me recogía el cabello a duras penas.
──¿Qué te ha pedido? ──susurró.
Recordando las palabras del monarca gruñí al aire y tomé mi arco y flechas de nuevo, pero no tenía intención de quedarme, sino que puse rumbo a mi tienda y Hoseok me siguió.
──Algo sin importancia ──respondí.
Me negaba a explicar aquello a nadiez suficiente había tenido con la humillación de ese tipo de derrota y sus consecuencias.
Mientras me despedía de Hoseok y entraba en mi tienda para quedarme allí hasta mínimo el anochecer, pensé en contarle aquello a Agust. Quizá podría reírme con él de esa situación.
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