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༺ ocho ༻

No podía creer lo que veía. Habíamos cruzado la frontera a través del bosque y habíamos dejado al caballo allí para ir hacia el borde.

Llegué a pensar que se trataba de una trampa, que quizá Agust quería un soldado del sur como rehén. Aunque esas inseguridades se disiparon cuando me mandó callar para escondernos tras unas tiendas.

──¿Dónde estamos? ──susurré a su lado tras la carpa.

Él señaló en diagonal tras la tienda donde nos escondíamos, justo donde aparecieron un par de figuras y se acercaron a nuestra posición.

──El rey y su mano derecha ──susurró en mi oído.

No había visto a Agust tan serio hasta ese momento. En ese instante me quedó claro que sí, era un espía, pero no del bando equivocado.

──Nos van a ver ──dije alarmado.

Pero ellos entraron en la tienda sin reparar en quién había detrás, así que seguimos escondidos para escuchar. Era jugar sucio, era consciente de ello, pero no me importó.

──Majestad, el primer ministro desea saber si moverá las tropas pronto.

Agust y yo compartimos una mirada cómplice y sorprendida al mismo tiempo y me hizo un gesto de silencio. Teniendo en cuenta que no pensaba hablar me molesté así que le di un suave golpe en la mano para apartarla.

──Sí, dígale que le haré saber un día antes de hacerlo, pero pronto ──contenstó quien supuse que sería el rey.

Tras asimilar que estaba presenciando información relevante antes que nadie, antes que mi propio rey. Y a la vez estaba cometiendo un acto que terminaba en muerte en el reino del norte si nos encontraban.

──Gracias mi rey. ──Volvió a decir el segundo──. Antes de marcharme, debería saber si hemos de alimentar al dragón.

Inspiré de la sorpresa y Agust me mandó a callar de nuevo.
Ese era el dragón que debía matar, ya que estaba allí, quizá sí seguía a ese hombre...

──Por supuesto, manténgalo sano ──ordenó el rey.

Automáticamente mis alarmas se dispararon.

──Agust, tengo que ir a ver al dragón, no me esperes ──susurré mirando cómo la mano derecha del rey se iba en dirección contraria.

Sin embargo, en cuanto quise seguirle unos trabajados brazos me atraparon y levantaron por la cintura.

──Alto ahí, beta entrometido ──rió en susurros tras mi oído, mientras yo intentaba zafarme──. Guardarán al dragón en una zona altamente vigilada y tu cabeza es, sorprendentemente, demasiado hermosa como para perderla.

Con un pequeño gruñido le di golpes en el brazo hasta que se decidió a soltarme, entonces me giré para enfrentarlo, tragándome las ganas de abofetearlo.

──Honestamente, a tí qué más te da. ──Bufé.

──No voy a dejar que el ejército pierda un soldado antes de la guerra ──contraatacó, tomándome fuerte de la muñeca para prácticamente arrastrarme hacia el bosque.

──Puedo hacerlo sin que me pillen, soy-

──Basta. ──Me cortó con la voz un poco más alzada una vez atravesamos la frontera de los árboles──. Es arriesgado, ¿no te han enseñado a obedecer en el ejército? ──Bufó──. No saldrías vivo de ahí, por si no te has visto en el espejo pareces un omega.

Con la rabia recorriendo mi cuerpo tensé la mandíbula y estampé mi mano en su mejilla. Ni siquiera me sentí mal o me alerté por el sonido, se sintió demasiado bien poner a ese alfa en su sitio.

Después prácticamente corrí de vuelta al caballo que nos esperaba y lo acaricié para que se pusiera sobre sus patas y así subirme sin esperar a Agust. Justo antes de ponerme en marcha tomé las riendas y las estiré a mi izquierda, encarando al alfa una última vez.

──Ya puedes subir y decirme quién mierda eres o te quedas aquí con tus malditos secretos ──mascullé.

Agust me miró en silencio y casi me pude imaginar los engranajes de su cabeza mientras pensaba.

──Déjame delante esta vez ──murmuró.

Al no obtener ninguna sonrisa o comentario sarcástico yo tampoco dije nada más, sólo le dejé espacio delante mío. Él se subió con un gruñido fuerte, tanto que el caballo también se estremeció al igual que yo. En situaciones así supe que me sería difícil no agachar la cabeza, pero me mantuve firme.

──No soy un espía del norte, entrometido, soy un espía del sur ──explicó, dándole con el talón al animal para poner rumbo de vuelta a la frontera.

──¿Y ante quién respondes? ──inquirí mientras me aferraba a su cuerpo por instinto, no por gusto──. ¿Algún ministro?

Él suspiró y giró un poco la cabeza para mirarme de reojo, poniéndome nervioso al instante.

──Respondo ante el propio rey, cotilla. ──Gruñó.

──¿Y estás seguro de que no eres su gemelo o algo así? ──comenté, apoyando la barbilla en su hombro.

Agust volvió a mirar al frente y sacó una risotada. Después de romper esa tensión me sentí algo aliviado, como si mi lobo hubiese agachado las orejas ese tiempo.

──Digamos que comparto sangre con él, pero si te digo algo más me mataría ──explicó.

──Me parece justo ──respondí al instante, pues al fin y al cabo eran asuntos reales.

¿Por qué confiaba en él?, realmente no tenía ni idea, sólo seguía un presentimiento.

──¿Y por qué nadie sabe que tiene un familiar idéntico a él rondando por ahí? ──cuestioné, confuso.

Él volvió a reír un poco y aceleró la marcha del caballo.

──No sé si lo sabes pequeño kisaeng, pero en la nobleza los gemelos son considerados escoria, y cualquier genérica idéntica o muy parecida sigue esa corriente así que...

Suspiré.

──No lo sabía ──murmuré──. ¿Y espías para él todas las noches?

Agust chasqueó la lengua y realentizó al entrar de nuevo en el territorio sureño para no ser escuchados.

──Prácticamente ──respondió──. ¿Y tú siempre haces tantas preguntas?

Al notar su tono de voz en la pregunta dejé por obvia la respuesta. En realidad lo único en lo que pensaba era en cómo convencerlo en algún punto para poder acercarme al dragón norteño y sacar ventaja. Pero podría pensar en ello después de dormir un poco más, así que con un bostezo apoyé la frente en su hombro, dado por terminado el interrogatorio.

──Eh, no te duermas, kisaeng ──murmuró.

──No eres tan cómodo. ──Bromeé de vuelta.

El resto del camino no hablamos más, sentí que tampoco era necesario. Cuando llegamos al territorio noble, Agust se quedó en el borde del bosque cerca de las tiendas de campaña, y lo recorrió hasta mi territorio.

──De Busán, ¿verdad? ──preguntó Agust.

Oculté una sonrisa mientras bajaba del caballo de un salto, más exhausto de lo que había salido de mi tienda.

──De Daegu, ¿no? ──contraataqué a juzgar por su acento.

El asintió desde arriba con una sonrisa, aunque la respuesta era obvia si pertenecía a la nobleza.

──Ten cuidado al volver, si alguien te ve no pensarán que eres sagrado vestido así. ──Señalé con el mentón su atuendo polvoriento.

Él me guiñó un ojo por segunda vez en la noche, cosa que me hizo sonreír sorprendentemente.

──Ten cuidado con los monstruos de la noche, kisaeng. ──Bromeó.

Realicé una falsa y torpe reverencia antes de girarme, pero un pequeño silvido me hizo volver a girarme en el borde del bosque.

──¿Cuándo te volveré a ver, beta? ──preguntó Agust.

Sólo podía ver su silueta desde allí, pero sabiendo que él me observaba bien me encogí de hombros.

──Buenas noches, espía.

Dicho aquello no me volví a detener hasta estar dentro de mi tienda, pero a decir verdad allí tampoco me calmé mucho, no podía dejar de darle vueltas a lo ocurrido y a la idea de haber tenido tan cerca a nuestros enemigos.

Sin duda ese Agust era útil para ganar la guerra.

Siento actualizar tan rápido, pero tengo mucha inspiración con esta historia, espero que os esté gustando hasta ahora 💜

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