༺ nueve ༻
Cuando terminé mi porción del desayuno me reuní con el resto en la tienda Jung, que se había convertido en el centro de reuniones de nuestro territorio, prácticamente todos los de Busán y algunos vecinos.
──Eh, Park. ──Me llamó el general Kim.
Los primeros días me había asustado cada vez que siquiera me miraba, pero tras verlo ebrio después de algunas cervezas solamente me quedaba el respeto del estatus.
Me acerqué y me incliné protocolariamente.
──Buenos días, general.
De reojo vi a Hoseok llegar y sentarse a mi lado con su habitual expresión y actitud alegre.
──Algunos soldados escucharon el galopar de un caballo anoche, ¿usted también? ──preguntó Kim.
Yo sabía que no había casi nada en contra mía, nadie me había visto, así que por esa parte me resultó más fácil mentir.
──No, ayer dormí profundamente toda la noche, disculpe ──murmuré.
No me había mirado en ningún espejo, pero recé a la Luna porque no tuviese rastros de ojeras de no haber dormido.
──Bien, si escucha algo no dude en decírmelo ──concluyó el general, volviendo a la charla que mantenía con otros soldados del escuadrón.
Luché por no suspirar de alivio y mantenerme sereno mientras me giraba hacia Hoseok, haciéndole una pequeña inclinación a modo de saludo.
──Creo que me presentaré voluntario para matar al dragón ──susurró sin previo aviso.
Me fue imposible contener la mueca de sorpresa.
──¿De verdad?, es decir...
──¡Claro! ──exclamó, haciéndome dar un respingo──. Quiero darle una buena vida a su sobrino Taehyung, si consigo esos privilegios toda su familia tendría lo necesario, incluido usted. ──Me señaló.
Me esforcé por sonreír. Sabía que tenía buenos motivos, ese poco tiempo allí me había hecho conocerlo bastante y había encontrado pocos defectos en él. Pero precisamente por eso no podía dejarlo correr peligro, debía casarse con mi hermano.
──Yo también tenía pensado presentarme, por ese mismo motivo ──comenté de forma casual──. Quizá no es necesario que te presentes...
Pero Hoseok amplió su sonrisa y dio varias palmadas al aire, ganándose algunas miradas confusas.
──Mucho mejor, así hay más opciones de ganar, ¿no crees? ──dijo animado.
Poco después se percató de su falta, tornando su sonrisa en una fina línea, pero yo no le di importancia pues éramos casi familia.
──Está bien así, somos iguales ahora. ──Asentí.
Tuve que morderme la lengua para no seguir con el tema. ¿Y si Hoseok moría en el intento?
No podría perdonarme dejar a Tete solo, ese alfa era, sorprendentemente, ideal para él y lo amaba.
¿Y si ambos moríamos?
No, definitivamente no era una opción. Había que matar al dragón de una forma u otra.
──¿Entrenamos antes del almuerzo? ──ofreció pasados unos minutos.
No pude negarme, habría hecho cualquier cosa con tal de despejar mi mente en ese instante.
Se había hecho un anuncio aquella tarde: cualquier valiente que quisiera matar al dragón de hielo del norte debía presentarse frente a la tienda del rey antes del atardecer.
Y allí estábamos Hoseok y yo, vestidos de reglamento y sosteniendo nuestras enfundadas espadas, a la espera del monarca.
A decir verdad, estaba algo nervioso. La última vez que había estado cerca del rey me había topado con su mirada, una que había recordado hasta ese momento. Y casualmente en ese instante apareció esa rubia cabellera tras la entrada, escoltado por los Hwarang y algunos generales, incluidos Kim y Bang.
──Buenas tardes soldados ──saludó el segundo.
Automáticamente todos nos enderezamos y realizamos una reverencia formal; no debíamos de ser más de diez soldados.
──Si están aquí ya les hace valientes hombres, pero para llevar a cabo esta importante labor necesitarán más ayuda que la de una espada, así que tomen un caballo y sígannos.
En ese instante agradecí haber aprendido un poco a llevar un caballo la noche anterior. Quizá solamente sabía tomar las riendas y guiarlo, pero al menos era un progreso.
Con un suspiro me dirigí al lado de Hoseok hasta el establo real. Era extraño que nos dejasen prestados aquellos caballos nobles, pero no comenté nada porque él se veía contento por ello.
Cuando sacamos a los animales de allí me entró el pánico; si veían que no sabía montar podrían sospechar o hacerse preguntas, cuestionarme, y debía permanecer allí. Con cuidado acaricié al caballo antes de nada, pero cuando quise subirme me percaté de que no había silla.
Con las riendas en la mano me acerqué hasta tomar uno de los asientos, el primero que vi. Por desgracia, mi estatura e inexperiencia me impidió ponerlo correctamente las tres veces que lo intenté.
──A un lado ──murmuró una voz a mis espaldas, demasiado familiar y desconocida al mismo tiempo.
Automáticamente reaccioné, apartándome a un costado con la silla de montar aún en mis manos. Entonces subí la mirada y me topé de nuevo con esos ojos felinos, solo que aquellos no eran los de Agust.
──Majestad...
Él no respondió nada, sólo tomó el asiento de mis brazos y lo colocó a la perfección para después tenderme la diestra como apoyo.
──Dese prisa ──murmuró sin apartar la vista de mí.
Quise hacerme pequeño bajo su mirada, tenía un brillo peculiar que no sabía descifrar, pero me mantuve firme.
Para no hacerlo esperar más tomé su mano y subí al caballo con facilidad, sin embargo, aunque quise soltarle él me sostuvo unos segundos de más con un ceño fruncido. Entonces apartó la mirada y me soltó para volver a su caballo.
Con cuidado tomé las riendas y todos seguimos a los líderes a través del bosque, incluso yo pude mantener el ritmo. En cierto momento atisbé la vela apagada que se me había caído por la noche y al recordar el encontronazo con Agust rodé los ojos, pero algo me hizo sonreír.
──¡Alto! ──ordenó un general──. A partir de aquí hay que caminar.
Fui el primero en bajar del caballo, agradeciéndolo en parte, y con la diestra aferrando la funda de mi espada seguí a la cabellera rubia de nuevo. Desde esa distancia se veía un pelo suave y me dieron ganas de peinarlo como hacía con Taehyung a veces, pero sacudí la cabeza para quitarme la idea de la mente.
Un par de minutos después una especie de claro se despejó ante nosotros, con algo fascinante en el medio. Custodiado por bastantes guardias un gran dragón de escamas rojas y verdes dormía dentro de una jaula de gran tamaño. Mientras todos se veían asombrados, no pude evitar hacer una mueca de desagrado porque el animal estuviese cautivo.
──Esta es nuestra arma secreta ──comenzó el rey, paseando su mirada por los presentes, con las manos tras la espalda──. Quien consiga acercarse y dominar a este dragón de fuego tendrá la clave del éxito para acabar con la guerra ──explicó.
Igual que en la última ocasión sus ojos se detuvieron segundos de más en los míos, haciéndome sentir intimidado y lo peor; nervioso. Había un cosquilleo interior que me alertaba cada vez que el monarca reparaba en mi existencia.
──¿Solamente debemos domar al dragón? ──preguntó un soldado cuyo nombre desconocía.
Me dieron ganas de reír por el comentario, como si fuese algo sencillo.
──Puede intentarlo. ──Asintió el rey, atento a nuestras reacciones.
Aquel mismo soldado dio un paso al frente, adentrándose en el círculo invisible donde los guardias custodiaban la jaula a metros de ellos. El dragón, como si tuviese un radar, abrió los ojos abruptamente y quiso moverse en su dirección, pero los grilletes no le dejaron.
Entonces, incapacitado, expulsó fuego por su boca. Algunos de nosotros retrocedimos por inercia, pero el rey se quedó en su sitio de forma impasible.
El soldado volvió corriendo a su posición, lo que me hizo reír aunque quizá tenían que ver mis nervios.
──¿Qué es tan gracioso, Park? ──preguntó el general Kim.
Como pude disimulé la risa con un carraspeo, pero de todos modos la situación me seguía pareciendo una broma de mal gusto.
──Con el debido respeto, todo esto es gracioso ──dije sin miedo alguno, mirándolo──. ¿Cómo vamos a domesticar a este dragón sin un especialista y en tan poco tiempo?
Un murmullo se extendió entre algunos presentes.
──¿Y qué sugiere? ──cuestionó el rey esa vez.
Tomando aire me giré para poder enfrentarlo, pero en cuanto miré su calmada y noble expresión la garganta se me secó.
──Tiempo ──respondí con la poca valentía que me quedaba──. Y quitarle esos grilletes que probablemente le duelen.
El monarca me sostuvo la mirada mientras lo sopesaba, sin siquiera parpadear, cosa que me estremeció. Parecía un muñeco, inexpresivo y sereno ante cualquier situación.
──Bien. ──Aceptó finalmente──. Que lo suelten dentro de la jaula ──ordenó al general Bang──. Y ustedes tienen hasta el final de la semana para domarlo ──dijo en nuestra dirección──. De lo contrario buscaré a otros hombres para la tarea.
Tras finalizar volvió a dirigirme una mirada, pero esa vez supe permanecer indiferente a ella.
Después todos volvimos a los caballos, pues la hora para repartir las porciones de cena debía acercarse. Sin embargo, cuando subí al mío el rey pasó por mi lado sin prisa, escudriñándome con la vista.
──Acompáñeme a mi tienda, soldado Park ──murmuró.
Sin rechistar tomé el mismo desvío que él mientras le indicaba a Hoseok con un ademán que no me esperase, cosa que dudó en hacer. Honestamente tenía el corazón en la garganta, sabía que había hecho algo mal si me llamaba en privado, pero no sabía qué me esperaba allí.
Cuando dejamos los animales en el establo seguí a los Hwarang que rodeaban al monarca hasta entrar en su tienda y entonces solamente quedamos él y yo. Solos.
──Puede calmarse ──murmuró mientras deshacía su intrincado peinado para quedar tan sólo recogido en una cola.
No había sido consciente de mi temblor de manos hasta ese momento, cosa que maldecí porque no quería parecer débil ante su presencia.
──¿Para qué quería verme? ──pregunté respetuosamente.
Él me dirigió una mirada crítica, pero no pareció amenazante, sólo pensativo.
──Sé que ayer conoció a Agust ──empezó, colocando sus manos tras la espalda para caminar tranquilamente frente a mí.
Yo tragué saliva y me crucé de brazos como si no fuese tan importante.
──Es importante que su persona se mantenga como un secreto, ¿lo entiende? ──continuó──. No puede contarle a nadie sobre su existencia.
──Descuide ──respondí de inmediato.
En ese momento afirmé la importancia de Agust en la guerra, y de la veracidad de lo que me había contado.
Sí que era realmente un espía del rey, pero aún le costaba entender su actitud. Mientras el monarca era calmado y disciplinado, él era despreocupado y sarcástico. ¿Cómo confiaba en alguien así para una labor tan importante?
──Bien, porque sabe lo que ocurre con los traidores, ¿cierto? ──comentó, deteniéndose frente a mí para enfrentarme.
Pude ver claramente sus ojos recorrer cada parte de mi rostro, desde mis ojos hasta mi nariz o labios, del mismo modo que yo había hecho con él la primera vez que lo vi entre la multitud.
Y por algún motivo no me desagradó la intención.
Allí, bajo las tenues luces de los candelabros, pude ver mejor su rostro y, por consecuente, el mismo que tenía Agust. Ambos eran prácticamente idénticos, lo único que les diferenciaba era su modo de mirar, las muecas que esbozaban o cómo movían sus labios al hablar.
──S-sí ──susurré tras un pequeño silencio.
Las imágenes de las decapitaciones en la plaza central de mi pueblo volvieron a mi mente, pero las ahuyenté rápidamente y me concentré en sus ojos.
──Excelente ──concluyó en un susurro──. Tenga cuidado entonces.
Tras una pequeña pausa silenciosa realizó un ademán con su diestra, así que me di por aludido y me incliné antes de salir de su tienda. Realmente me había metido en un lío; si se llegaba a saber sobre Agust sería el primer sospechoso de ello.
Con eso en mente volví a pie a mi territorio para buscar mi porción de cena, aunque tras ese encuentro con el monarca el estómago se me había cerrado.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro