༺ veinticinco ༻
Comenzaba el tercer día. Mi celo era insoportable, el sudor era como gotas de fuego y mi estómago parecía un pequeño infierno dentro de mí. Pero lo peor de todo, sin duda, era la constante y obsesiva necesidad de tener a Yoongi conmigo; si tan solo se alejaba un metro, mi lobo se volvía loco.
Por esa razón aquel amanecer no fue distinto al anterior. Él me rodeaba con sus brazos, que se sentían tan cómodos y cálidos como al anochecer, y su nariz aún seguía en mi nuca como un guardia atento a cualquier cambio en mi aroma.
──¿Qué ocurre? ──balbuceó dormido, sin apenas mover los labios.
Una sonrisa cruzó mi rostro, quizá un reflejo de la felicidad de mi lobo interior. El hecho de ser cuidado y atendido por Yoongi era como una inyección de adrenalina.
──Nada, sólo he despertado ──susurré con toda la tranquilidad que pude──. Necesito moverme.
Amaba esa posición, sobretodo porque parecía que el alfa era mi segunda piel, pero mis músculos se habían entumecido durante la noche.
Poco a poco Yoongi soltó mi cuerpo y se recostó boca arriba, aún con los ojos cerrados. Una vez libre, yo hice lo que no había podido durante esos días: me levanté de la cama y me aferré al batín de seda. Aquella simple acción se había convertido en un logro.
──¿A dónde vas? ──murmuró el alfa.
──A ninguna parte.
Se me escapó una pequeña risita, pero todo lo que hice fue mirarlo allí de pie, nada más. Fue al cabo de unos minutos, cuando pensaba que se había vuelto a dormir, que me moví hacia la mesa donde quedaba algo de comida y agua para servirme un vaso de la última.
──¿Omega?
Mis orejas se movieron solas hacia el sonido de su voz, pero no me molesté en girarme porque acto seguido sus pies descalzos hicieron eco en las paredes.
──¿Estás bien? ¿Tienes fiebre? ──farfulló después de casi obligarme a soltar el vaso y girarme hacia él.
Yo negué varias veces y esperé a que terminase de comprobar mi estado en todos los sentidos, entonces tomé aire y lo solté lentamente.
──Estoy en mi último día de celo ──murmuré con cuidado──, estoy más que bien.
Como muestra gráfica, extendí mis brazos a los lados de mi cuerpo y le mostré mi cuello. Él siguió olisqueándome y tocando mi piel, siempre alejado de aquellas partes más débiles de mí. Pero no fue hasta que pegó su nariz a mi mandíbula y aspiró que noté su tranquilidad.
──Ya no me necesitas, ¿verdad? ──comentó.
Aquello sacó de mí una risa sincera pero corta.
──No seas estúpido ──dije mientras lo abrazaba con fuerza──, claro que sí. Siempre. Sólo es que lo tengo más controlado.
Yoongi emitió un sonido bajo cuando se pegó a mí y hundió la cabeza en mi cuello. Parecía triste, pero en realidad ambos sabíamos que era mucho mejor aquel estado que la obsesión y la posesión de mi lobo alocado.
Sí; lo necesitaba, sí; lo quería, pero aquella adrenalina y aquel deseo ya no cegaban mi lado humano y lógico. Y era mucho mejor, porque podía percibir cualquier sentimiento y emoción de forma racional y humana: su caricia, su aliento contra mi piel, su gruñido suave… todo era como un regalo y un motivo más para quererle.
──Tengo calor ──musité mientras mis párpados se cerraban solos.
──¿Quieres bañarte? ──preguntó él.
Ni siquiera me había dado tiempo a responder que él ya me había alzado en sus brazos. El peso de mi celo volvió a caer sobre mí como una losa, pero esa vez podía sentir, desear y realizar lo que quería con plena consciencia.
──No ──ronroneé encogiéndome.
──¿Tienes hambre? ──susurró de nuevo.
Noté el colchón tocar mis piernas y luego la espalda, fue cuando abrí mis ojos para ver su cabellera rubia cayendo sobre mí, o sus ojos escaneándome.
──No.
Acaricié con mi índice la cicatriz que cruzaba su ojo y después busqué la de su torso, aquella que yo mismo había ayudado a sanar en el campamento.
──¿Quieres dormir? ──preguntó.
Yo negué con una risa que puse fin al morderme el labio inferior. Yoongi no se había movido, estaba tenso y alerta, por eso me atreví a regalarle algo de mi aroma, lo justo para que su cuerpo descendiera y se pegase al mío sobre la cama.
──¿Qué quieres? ──murmuró mientras buscaba mi cuello por enésima vez.
Fui a responder, pero mi garganta se secó cuando sentí sus labios pausar sobre el inicio de mi aroma. Tuve que tragar saliva a propósito y aferrarme a su pijama para articular palabra.
──A ti.
Solamente por escuchar su gruñido supe que su lobo también quería lo mismo, y la respuesta sofocada del mío en forma de quejido le correspondió.
──Hace tiempo que te deseo ──susurró con un tono por debajo de lo normal y una leve distorsión al final de cada palabra──. Al fin y al cabo soy un alfa. Pero no quiero apresurarme a nada sin que lo hayas pensado bien.
Me tragué la risa, porque aquel momento no era el adecuado para burlarme, pero de hecho nunca lo había pensado tanto como en ese instante.
──Sé cuál es mi deseo, con o sin celo ──respondí a conciencia──. Y sé que quiero estar contigo, antes, durante y después de cumplirlo.
Me estremecí al sentir su diestra buscar el lazo de mi batín, pero no le detuve.
──¿Por cuánto tiempo?
Prensé mis párpados ante la pregunta y mis manos se tensaron, sobretodo después de sentir sus dientes tantear la piel de mi cuello. Pero no fue hasta después de que él deshiciera el nudo y dejase expuesto mi cuerpo que se me escapó un jadeo.
──El resto de mi vida, y de la tuya.
Yoongi mordió mi piel, aunque no lo suficiente para penetrarla. Pero con ese gesto no necesitaba una confirmación, o un anillo, o cualquier estúpida tradición social. Pero aún así él añadió:
──Y el resto de todas las que tengamos.
Asentí con la cabeza. Podría haber seguido hablando, pero simplemente no quería. Mi vientre ardía, aunque no de forma que me cegase, pero suficiente para darme la valentía de estirar de la tela de su camisón hacia arriba.
Cuando él se alzó en sus rodillas y quedó totalmente desnudo, lanzando la ropa al suelo, dediqué unos segundos a admirarlo. Era una figura tallada con delicadeza, pálido como el mármol blanco detallado con venas marcadas, pequeñas imperfecciones causadas por el tiempo; sus cicatrices de guerra, y esculpido con músculos de años de entrenamiento noble.
Y cuando él admiró mi cuerpo, no me avergoncé. Lejos de pensar si era hermoso o no, nos queríamos, y eso era suficiente para querer a nuestros cuerpos también, sin importar como fuesen; con sus imperfecciones y virtudes.
Después, él cayó de nuevo sobre mí, aunque no dejó en mis manos todo su peso. Se hizo espacio en un segundo y sin esperarlo estaba en todas partes, a mi alrededor, encima, en mi cuello, en mi torso. Y su aroma como una nube por toda la habitación, hasta que di rienda suelta al mío y compaginé sus acciones.
También quería estar en todo él, bajo su cuerpo, a sus lados, en su cintura, en sus hombros.
Nuestros instintos eran más rápidos que nuestra razón, prueba de ello eran los gruñidos y los quejidos, pero no por ello quedaría en el olvido. Cada tramo que sus manos y labios recorrían de mí quedaban marcados a fuego en mi mente y corazón.
Y cuando estuvo dentro mí y en todas partes, aunque pudiese doler, disfruté cada segundo de esa conexión como si fuese la única vez, aunque esperaba que no fuese el caso.
Todo yo era él, y todo él era yo.
Y cuando pensaba que esa sensación no podía llegar a más, mi lobo aulló cuando ocurría una explosión de placer dentro de mí.
Pude notar a Yoongi contenerse, sus dientes estaban afilados, pero era demasiado pronto para hacer nada. Aún así, en su aroma se percibía la felicidad, el amor, el placer y cualquier feromona que yo era capaz de corresponder de la misma forma.
Jamás me había imaginado terminar de aquella forma con el rey, o con el espía. Pero sí con el alfa, mi destinado, o cualquier forma que pudiese adaptar el amor de mi vida.
Y si tenía que ser el rey que tanto había maldecido o el espía que me sacaba de mis casillas, habría ido a la guerra una y mil veces más.
Sí; aún me importaba mi familia, pero mi familia también era él.
¡Feliz Navidad! Es un capítulo corto pero después de tanto tiempo y con tan poca inspiración que tengo es lo que he podido hacer, espero que merezca la pena, nos vemos en la próxima, besitos 🥰
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