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Capítulo 4

«La bestia puede ser domada por el amor»

No podía dejar de pensar en Bastián, en nuestro momento en la biblioteca y en sus palabras. No debería, pero era inevitable pensar en esa noche. Desde ese día no lo he visto, solo escuché como su voz retumbaba por las paredes del palacio mientras le gritaba a uno de los sirvientes con clara molestia.

Han pasado tres días y he estado buscando maneras de como matarlo, no es como si en este lugar hubiera armas a la vista y dudo saber manejar una, además nunca podría enfrentarme a él, su enorme cuerpo podría destruir el mío en segundos.

Los cuchillos de la cocina podrían funcionar, pero dudo de que esos cuchillos causen una gran herida, al menos que entre a su alcoba cuando todos duerman y lo clave en su cabeza.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo al imaginarme esa escena, no creo poder hacerlo, además, estoy segura de que desde sus sirvientes se enteren, me mataran y no podré salir de este lugar, aunque no tengo muchas esperanzas.

La otra opción sería envenenarlo, no obstante, ¿dónde obtengo veneno en medio de la nada? En este lugar hay demasiadas flores, algunas de ellas deben de ser venenosa. Tendría que descubrir cuál, y para eso utilizaría a Énora, aunque esa idea me hacía sentir culpable, era lo más cercano a una amiga que he tenido en mi corta vida.

—Brielle, Brielle. —Sacudí la cabeza saliendo de mi ensoñación al escuchar la voz de Énora. Giré la cabeza para observarla y me encontré con su frente arrugada por la preocupación —. ¿Estás bien?

—Sí, solo estaba distraída. ¿Qué me decías?

—¿Segura que te encuentras bien?

—Oh, sí. —Le resté importancia al asunto y sus ojos se suavizaron, creyendo mis palabras.

—¿Te gustaría ir a los jardines conmigo? Iremos a recoger arándanos, madre hará una torta y es deliciosa —habló, entusiasmada con la idea. Asentí, ya que me serviría para aprender si hay alguna planta que podría utilizar para envenenar a la bestia.

—Claro, ¡me encantaría! —comenté, pareciendo alegre —. Tal vez podrías mostrarme las diferentes plantas que tiene el jardín.

—Es una idea genial, conozco muy bien cada una de las flores y plantas. Son muy diversas, me encantaría mostrártelas todas. —Brincó sobres sus pies y aplaudió, sus ojos tenían un brillo alegre y mi sonrisa se hizo más pequeña. No quería utilizar a Énora, aunque no tenía opción.

Nos pusimos nuestros abrigos y antes de ir a los jardines, buscamos una canasta para recoger las frutas.

Énora me llevó entre las flores, mientras me contaba sobre ellas y recogíamos los pequeños arándanos. Ningunas de las me había mostrado serviría para mi propósito, pero me gustaba saber de las flores.

Cuando pensé que no me daría ninguna información importante sobre los jardines, nos detuvimos y me señaló algo. Era el bosque del que me advirtió hace unos días, aquel bosque que dijo que era peligroso por los animales salvajes que se escondían en su interior.

—Allá hay flores hermosas que no se encuentran en el jardín, sin embargo, hay otras que son venenosas. Un día por error terminé perdida en ese lugar y aunque no me atacó ningún animal, toqué una flor azul que resultó ser venenosa. Estuve durante días delirando de la fiebre y si no hubiera sido porque mi madre hizo un antídoto, estaría muerta. —Se estremece, recordando aquel suceso.

Me sentí mal por lo que pasó, no obstante, ahora sabia que debía ir a ese bosque y encontrar esa flor azul. Le di una última mirada a ese tenebroso lugar y seguí con Énora hasta terminar de recolectar la fruta.

Le llevamos la canasta a su madre y nos quedamos ayudando en la cocina, aunque Nora no deseaba que la invitada del castillo se ensuciara las manos, sin embargo, era algo que no me importaba, me gustaba cocinar y además, no deseaba estar sola en mi habitación.

Me reí silenciosamente de las caras graciosas que estaba haciendo Énora mientras preparábamos la masa para la tarta. Por error, se ensució una parte del rostro con harina, pero ella no se dio cuenta. Cuando hizo otra mueca, no pude controlar la carcajada que salió de mi garganta y ella se unió. Su madre se detuvo para mirarnos, a punto de regañarnos, sin embargo, al ver la cara de su hija, terminó riéndose.

Énora detuvo su risa y ahora nos observó a las dos, confundida.

—¿Qué sucede? —cuestionó, cuando pudimos controlar nuestras carcajadas.

—Tienes... —señalé su rostro y ella inmediatamente llevó su mano a su cara, tratando de descubrir de lo que nos reíamos, no obstante, solo terminó ensuciándose aún más —. Ahora tienes harina en toda tu cara.

Hizo un tierno puchero, antes de buscar algo para limpiarse. Las tres nos reímos por última vez y continuamos preparando la cena en un agradable silencio.

Cerré los ojos, inhalando el delicioso olor de la tarta de arándanos y el pan recién hecho. La cocina olía muy bien, todo lo que prepara Nora es asombroso. Énora fue a ayudar a buscar la leña que se encontraba en la parte trasera del castillo, las noches eran aún más frías y se necesitaba mantener caliente el lugar.

La campana del servicio sonó, indicando que el señor del castillo requería su cena. Nora se apresuró en acomodar de forma rápida la comida del señor en la bandeja, cuidando que todo se viera bien.

—¿Puedes llevársela por favor? Tengo que terminar de organizar esto —dijo, señalando la cocina.

—¿Yo? —Fue una pregunta estúpida y cuando me miró de manera extraña, me moví incómodamente antes de asentir.

—Gracias, querida. —Con una sonrisa, me entregó la comida de la bestia y sostuve la bandeja con fuerza; no quería que se me cayera y hacer un desastre —. Antes de entrar, toca la puerta. Luego deja la comida en la mesa y no digas nada mientras estás en su habitación.

Obligué a mis piernas a caminar, por dentro, me hallaba nerviosa. La última vez que vi a la bestia fue cuando salí corriendo de su biblioteca. Fue lo más cerca que estuve de él.
Tal como dijo Nora, toqué la puerta. Su voz me sobresaltó y tuve que calmar los latidos de mi corazón, respiré profundamente antes de entrar. Mantuve la cabeza baja, no queriendo mantener contacto visual con él ni llamar su atención.

Di varios pasos antes de ver la mesa y dejar su cena ahí y cuando estuve a punto de irme, su potente voz me sobresaltó.

—¡¿Qué haces en mi habitación?! —Mordí nerviosamente mi labio y mantuve la cabeza baja, su presencia me intimidaba y como siempre parecía ser, estaba molesto —. Te hice una pregunta —gruñó, acercándose unos pasos. Apreté mis dedos al sentir su presencia, pero no me atrevía a mirarlo.

—Solo le traje su cena, señor. —No sé cómo encontré el valor para decir esa corta frase —. No quise molestarlo.

Al ver que se quedó en silencio por un rato, pensé que podía irme, así que comencé a dirigirme a la puerta, sin embargo, solté un jadeo cuando sentí su mano sujetando mi brazo.

—¿Te he dado permiso para irte? —Cometí el error de mirarlo a los ojos y me quedé paralizada observándolo. Su ceño se frunció y dejó salir otro gruñido de molestia —¡Contesta! —Tragué saliva, obligándome a decir algo.

—N-no, señor.

Oh, Dios. Tal vez hoy será el día de mi muerte.

No, no. Piensa positivo, Brielle. No te pasará nada malo.

—¿Quién te mando a subirme la comida?

—La señora Nora, ella estaba atareada con la cocina y usted había hecho sonar la campaña y ella no quería hacerlo esperar. Le pido disculpa, señor. —Se quedó en silencio, evaluando si decía la verdad o no.

—Bien. —Soltó mi brazo y fue a la mesa donde puse su comida.

—¿Puedo irme, señor? —La verdad es que me encontraba nerviosa, necesitaba respirar un aire donde él no se encontrara. Todo en él es tan... intenso.

—No.

—¿No? —Apreté los labios por su mirada —. ¿Por qué no?

—Porque yo lo digo. —Quise decir algo, pero preferí guardar silencio. Estaba a solas con él y si decidía matarme, dudaba de que alguien pudiera escucharme.

Procedió a comer en silencio, ignorando mi presencia y yo permanecí parada, observando su habitación. Era incluso más grande que en la que yo dormía, su cama ocupaba un gran espacio, con sabanas de seda y almohadas de pluma. Al otro lado del cuarto, se encontraba la chimenea y cerca de esta su escritorio. También había unos muebles y la mesa en la que se encontraba comiendo. El piso se hallaba adornado con una suave alfombra. No tenía encendidas las velas, solo la chimenea, por lo que no pude ver mucho.

Mientras la bestia cenaba, leía un libro, por lo que se demoraba en terminar su cena. Mis pies ya dolían, he pasado todo el día parada y además tengo hambre, ni siquiera pude cenar antes de venir aquí. Me moví, tratando de aliviar el dolor de mis piernas. En ese momento mi estómago decidió hacer un sonido que me avergonzó cuando la bestia levantó sus ojos del libro para mirarme con molestia.

Sentí mi rostro caliente y quise salir de este lugar.

Bastián Leclerc.

Su presencia me irritaba, pero era porque la deseaba y eso no me gustaba. Había algo en ella que me atraía, quería probar sus labios y saber a qué sabían y si eran tan suaves como se veían. Enredar mis manos en las hebras sedosas de su cabello rubio mientras la reclamaba como mía.

Mi miembro se tensó contra mis pantalones, lo cual me puso de peor humor. Ella tendría que irse pronto de mi castillo.

No sé por qué la hice quedar en mis aposentos mientras cenaba e intentaba concentrarme en mi lectura, aunque no podía, su presencia me distraía. Su estómago gruñó y levanté la vista de mi libro para ver como su rostro se sonrojaba por la vergüenza.

¿Ella todavía no cenaba? Antes de que me diera cuenta de lo que estaba haciendo, eché la silla hacia atrás y le dije que se acercara. Dudó, pareciendo querer irse, no obstante, hizo lo que le pedí.

—¿Has comido? —Mordió su labio y negó, bajando la cabeza a sus manos —. Siéntate. —Le ordené con brusquedad, se sobresaltó y miró a la mesa.

—No es necesario, señor —Vio mi ceño fruncido y se puso más nerviosa, buscando una salida —. No hay otra silla.

—En mi regazo, Brielle.

—Y-yo no creo que sea correcto...

—Brielle —dije su nombre como una advertencia. No me gustaba que no se hiciera lo que yo deseaba.

Tomó una profunda respiración antes de hacer lo que pedía. Pasó por el espacio que había entre la mesa y mis piernas. Se sentó en mi regazo con la espalda recta. Podía sentir la tensión de su cuerpo.

No fue la mejor idea que tuve, mi cuerpo reaccionó al suyo y quise tocarla, su suave aroma a flores era adictivo e incliné la cabeza a su cuello.

—Señor...

—Bastián —gruñí, deseando escuchar mi nombre saliendo de sus labios.

—Bastián —susurró, e inconscientemente inclinó su cabeza, dándome un mejor acceso a su cuello.

Mi miembro no podría estar más duro, mi nombre se escuchó tan bien con su suave y temerosa voz. Coloqué mi mano en su pequeña cintura, acercándola a mi pecho.

—Come, dulce Brielle —murmuré rozando mi boca en su cuello y dejando un casto beso en su piel.


¡Hola, criaturas pecadoras! Espero que se encuentren bien.

¿Qué les pareció el capítulo de hoy?

¿Les gusta Bastián?

¿Qué creen que suceda en el próximo capítulo?

Ig: March_libros.

Hay canal de whatsapp e instagram llamado "Lectoras de March" por si desean unirse y descubrir cositas de mis libros.

Les quiere, March.

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