Capítulo 1
No permitas que las apariencias te engañen, la verdadera belleza reside dentro de nosotros.
Érase una vez, en alguna parte de Francia, una temible bestia que asustaba y mataba a todo aquel que pusiera un pie en sus tierras, nadie sabía de dónde venía, pero el pueblo lo querían muerto. Hasta que un día... una joven mujer fue enviada a asesinarlo.
—Padre, ¿cómo puedes permitir eso? —inquirí, angustiada por lo que podría pasarme.
—Hija mía. —Levantó la vista de los papeles que estaba revisando—. ¿Qué ha sido lo que permití?
—He escuchado los rumores de que estuviste de acuerdo en enviarme al bosque de la bestia, dime que no es cierto, por favor —rogué. Se paró de su silla de cuero y rodeó el escritorio para detenerse frente a mí.
—No quería que te enteraras de ese modo —Su mano sujetó mi rostro—. Si tuviera otra opción, no lo permitiría.
—Sabes lo que les pasa a las personas que se atrevieron a entrar a sus tierras, si cientos de hombres no pudieron con esa bestia, ¿qué te hace creer que yo lo haré? Estaré muerta. No puedes permitir esto, padre, soy tu hija.
—Lo siento, si pudiera evitarlo lo haría. Tengo una enorme deuda que debo pagarle a Gabriel.
Quité su mano de mi cara. No puedo creer lo que dice. Él no se atrevería a hacerme eso.
—¿Deuda?
—Sí, traté de vender algunas de mis posesiones valiosas; sin embargo, no fueron suficientes. La deuda que tengo con él es muy grande.
—Hay que buscar otra forma de pagarlo, puedo comenzar a hacer otros trabajos extras, pero no me puedo enfrentar a la bestia. Moriré —comenté, desesperada. De verdad no puedo creer que esto esté sucediendo.
—No tengo más opciones, lo lamento. Confío en ti en que no te dejarás matar por esa bestia cuando tengas que ir al bosque —Tiene el descaro de lucir apenado por su irresponsabilidad.
—No voy a morir porque no lo haré. No es mi culpa que acumularas esta gran deuda y no me voy a sacrificar por ti —Levante mi barbilla, enfrentándome a él. Sus ojos se oscurecieron, mostrándose molesto.
—No seas insolente conmigo, Brielle. Esto no es un juego. Si no vas, Gabriel nos matará a todos. ¿Quieres ver muertos a tus hermanos y a mí?
—¿Quieres verme muerta? Porque así terminaré si te hago caso —decidió no responder a mi pregunta y se fue a sentar.
—Irás, no es negociable. Es mi última palabra.
—No, no iré.
Un músculo en su mandíbula se movió cuando la apretó con fuerza. Padre odiaba que lo desafiaran, sin embargo, es mi vida la que está en peligro. No pienso quedarme sin hacer nada.
—Brielle —siseó entre dientes, acercándose a mí y mirándome furioso—. Tus sentimientos no son importantes en este hogar. Harás lo que te ordeno o habrá consecuencias. Si vives o mueres no son mis problemas desde este instante.
Sus palabras me dolieron, un nudo se formó en mi garganta y tuve que parpadear para no llorar. ¿Cómo podía decir eso? Es mi padre, no podría estar hablando en serio.
Sin embargo, al mirar sus ojos supe que de verdad yo no le importaba, no le importaba perder una hija.
—No iré —Repetí, nunca lo había desafiado, siempre fui una hija obediente y no cuestionaba sus órdenes. No vi venir su golpe y caí al suelo. Llevé mi mano a mi rostro donde la piel me ardía, pero no me sorprendió, no era la primera vez que me golpeaba.
Una lágrima resbaló por mi mejilla y la quité con brusquedad.
—Puedes golpearme todo lo que quieras, pero no iré a ese bosque.
—Quise hacer esto por las buenas, no obstante, hiciste esto difícil.
Se acercó y tomó mi brazo, arrastrándome por el piso.
—¡Suéltame! ¡Suéltame! —grité, sollozando. No podía contener las lágrimas. Hizo caso omiso y siguió su camino, traté de detenerlo cuando vi que se dirigía al sótano, sin embargo, era más fuerte que yo.
—Cállate, Brielle. Tus gritos no impedirán que vayas a ese bosque mañana.
Abrió la puerta con la llave que llevaba en uno de sus bolsillos y, en su momento de distracción, mordí su mano con fuerza.
Maldijo y aproveché para correr. Tenía que salir de esta casa lo antes posible, pero mi alegría no duró mucho. Sentí el tirón de mi cabello cuando él lo jaló para detenerme.
Me giró sin soltarme y me quedé frente a él, su rostro estaba rojo y respiraba de manera agitada. Otra vez dejó caer su mano en mi rostro, esta vez rompiendo mi labio inferior.
El sabor metálico invadió mi boca y escupí la saliva ensangrentada en su rostro.
—¡Insolente! —Nuevamente me golpeó antes de arrastrarme al sótano. La puerta ya se encontraba abierta, por lo que me empujó. Tropecé con las escaleras y por poco ruedo por ellas.
La cara de mi padre fue lo último que vi antes de que la oscuridad consumiera el lugar.
—¡Déjame salir! —chillé, mientras aporreaba la puerta con mis nudillos. Lo hice una y otra vez, hasta que mi mano dolió y nadie vino a mi rescate.
Bajé las escaleras y me dejé caer en el suelo. Llevé mis piernas hasta mi pecho, rodeándolas con mi mano y apoyé mi cabeza en ellas. Por favor, que esto sea una pesadilla. Por favor, Dios.
El ruido de la puerta me sobresaltó, ¿cuándo me quedé dormida? ¿Cuántas horas han pasado? Pasé mi mano por mi rostro y gemí de dolor. El lado derecho de mi rostro palpita y el dolor de cabeza empeora la situación.
—Brielle, sal —ordenó mi padre desde lo alto de las escaleras y tuve que parpadear para acostumbrarme a la luz. ¿Habrá reconsiderado su idea de enviarme con la Bestia? Espero que sí.
Me levanté con lentitud y me dirigí hacia él, sin embargo, cuando vi a Gabriel quise correr, aunque no me lo permitió. Su mano apretó con fuerza mi antebrazo y tiró de mí hasta que mi espalda chocó con su pecho.
—¿A dónde crees que vas, pequeña? —Sentí su asquerosa respiración en mi oreja y su otra mano libre la colocó en mi cintura.
Fue inevitable estremecerme, no me agradaba Gabriel. Muchas veces intentó algo conmigo, sin embargo, nunca estuve interesada en él y siempre lo rechazaba. Debe de estar disfrutando de este momento, tenerme en la palma de su mano.
—No me toques —siseé, manoteando su mano. Aunque eso solo lo hizo reír y mi padre miraba todo con una expresión fría.
—Pequeña, tu padre accedió a intercambiarte por la deuda que acumuló conmigo. Debí de pedirte para mí.
—Prefiero estar en manos de esa bestia que contigo —Me giró, sin tener ningún tipo de cuidado y sujetó con brusquedad mi barbilla.
Tenía el ceño arrugado; evidentemente, mis palabras lo habían molestado, pero era algo que no me importaba. Hablaba en serio cuando decía que prefería estar con esa bestia, aunque eso significara mi muerte. Gabriel es el hombre más desagradable que he conocido en mi vida.
—Cuida tus palabras, Brielle. Porque cada vez que abres esa bonita boca, solo puedo pensar en encadenarte en mi cama para que veas quién tiene el poder. Ustedes, las mujeres, solo sirven para calentar nuestras camas y servir a las órdenes que queremos que cumplan. No nos interesa escuchar sus voces ni opiniones que nadie pidió.
Parpadeé repetidas veces, Gabriel era un asco de ser humano. Su mano bajó por mi cuello hasta el valle de mis senos. No lo pensé y le escupí el rostro. Me observó sin poder creer lo que hice y mi padre gritó algo que no entendí.
Su boca se estiró en una sonrisa arrogante y limpió la saliva de su cara. Y antes de que lo viera venir, golpeó mi rostro con bastante fuerza. Tanto que mi rostro se giró a un lado y por un breve momento lo único que vi fue negro. Me tragué el grito de dolor, no le daría esa satisfacción.
—Iba a ayudarte para que supieras qué hacer con la bestia, pero no lo mereces. Hoy mismo te llevaré al bosque y tendrás que sobrevivir para que mates a esa cosa, si no lo haces y fallas, estaré encantado de quedarme con tu hermana pequeña y destrozar ese tierno coño —habló, fríamente.
Mis uñas se clavaron en la palma de mi mano, todo esto es culpa de padre. Gabriel es alguien sádico y cumpliría con su palabra.
—Gabriel, ese no fue el trato —dijo con nerviosismo mi padre. Gabriel le lanzó una mirada que lo hizo mantenerse en su lugar.
Era un cobarde.
—Me debes mucho dinero, así que no estás en condiciones de pedir nada o hacer reclamos, Mathis.
—Pero...
—No quiero incendiar esta linda casa con todos adentro.
—Está bien —murmuró, evitando mirarme.
Quise reírme. Por su culpa me encuentro en esta situación y él lo único que puede decir es eso. No solo yo estoy en peligro, también mi hermana.
—Me encanta que todos estemos de acuerdo, ahora nos vamos, preciosa Brielle. Mathis, nos veremos pronto —Se despidió de mi padre y me arrastró con él. Uno de sus secuaces abrió la puerta del carruaje.
En ese instante quise correr y escapar, pero no podía. No tenía otra alternativa. Me fijé en que muchas personas se hallaban fuera de su casa, observándonos y murmurando entre ellos. Algunos me miraron con pena y sé que todo el pueblo sabía a dónde iba. Ninguno de ellos intervendría, le tienen miedo a Gabriel y no desean meterse en problemas.
El empujón de Gabriel me sacó de mis pensamientos y entré al carruaje. Se sentó a mi lado y lo ignoré, viendo el paisaje. Inhalé y exhalé varias veces, tratando de no entrar en pánico. No quería morir, no quería enfrentarme a esa bestia y no encontré otra solución para mí.
Íbamos dejando el pueblo y todo lo que se observaba era árboles. La nieve dificultaba un poco el camino y el frío calaba entre mis huesos, pero no me quejé. Permanecí inmóvil, ignorando las palabras y la presencia de Gabriel.
Todo saldrá bien, todo saldrá...
El carruaje se detuvo y contuve la respiración. Mi corazón luchaba con salir de mi pecho con lo rápido que iba, mi mano temblaba a pesar de intentar mantenerlas quietas. En cualquier momento me desmayaría.
Grandes ramas con espinas protegían el bosque de la bestia, construyendo un muro. No se podía ver lo que hay al otro lado.
—Baja, Brielle —Me sobresalté con la orden de Gabriel.
Deseaba negarme, sin embargo, eso no funcionaría. Con lentitud bajé y mis pies se hundieron en la nieve. No llevaba zapatillas y ni siquiera un abrigo. Si la bestia no me mataba, lo haría una hipotermia. Me envolví con mis brazos, tratando de entrar en calor, aunque no servía de nada.
Lo seguí y sus secuaces también. Nos movimos a lo largo de la barrera, hasta que nos detuvimos. Pude vislumbrar un hueco, pero este no era tan grande.
—Entrarás por aquí, una vez que lo hagas no tardará mucho en que la bestia sepa que alguien ha entrado a su territorio. Si te encuentras cara a cara con él, tendrás que inventarte una historia y sobrevivir. Buena suerte con eso —dijo con una sonrisa.
Tragué grueso y me repetí a mí misma que no sería tan malo y que sobreviviría. Debía de hacerlo.
Me hizo señal de que entre al hueco, no se irían hasta que estuviera del otro lado y sin una forma de escapar.
Tomé una larga respiración y me adentré entre las ramas. La ventaja era que mi cuerpo era pequeño, no obstante, eso no impidió que algunas ramas cortaran mi piel y que parte de mi vestido quedara enganchado entre ellas.
Cuando logré entrar, algunas partes de mi cuerpo sangraban. La oscuridad era espesa y el frío aún más gélido. Cada parte de mí temblaba y una lágrima traicionera rodó por mi mejilla.
Me sobresalté al escuchar un ruido, pero prácticamente no podía ver muy bien. Di unos pasos lentos, tratando de ver el camino. Este lugar era escalofriante.
Al no poder ver mucho, algo me hizo tropezar y mi cuerpo cayó. Un grito escapó de mi garganta y mi cabeza se golpeó varias veces al rodar por el suelo. No pude detenerme, rodaba tan rápido colina abajo que volví a golpearme con algo.
El dolor estaba presente en cada parte de mi cuerpo y supe que moriría en aquel lugar. No pude mantenerme consciente por mucho tiempo y mi mente se sumergió en la oscuridad.
¡Hola, pequeñas bestias! Espero que se encuentren bien.
¿Qué les pareció el primer capítulo?
¿Qué creen que sucederá?
¿Cómo reaccionará la Bestia?
Si les gustó el capítulo, voten y comenten. Me motiva a seguir escribiendo.
Ig: March_libros.
Facebook: Maryoris Baez.
Les quiere, March.
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