Tristeza contenida.
Raptor.
Las copas de los árboles acompañaban nuestro camino en la carretera. Afuera alcanzaba a escuchar los murmullos de los animales nocturnos.
—Papá —le llamé cuando giró el volante en una esquina. Íbamos de regreso a casa, después de otra salida al bosque.
—¿Qué pasa, hijo? —me lanzó una mirada de soslayo llena de curiosidad.
—¿Crees que algún día exista una cura contra la tristeza?
—¿Una cura? —repitió algo extrañado. Lanzó una ligera risa antes de incorporse en su asiento—. Hm... No, no lo creo.
—¿Por qué?
—Porque el sentido del mercado es ganar dinero. Y si existiera una "cura", pocas personas la comprarían, si no es que nadie. Y si no se vende, no tiene sentido crearla.
—¿Y por qué crees que no se vendería, papá? Si la gente está triste todo el tiempo en todo el mundo.
—Si, pero toda la tristeza puede "curarse" sin necesidad de ningún tipo de medicamento. Un abrazo, un beso o unas palabras de apoyo son más que suficientes.
—¿Y si eso no ayuda?
—Entonces... No lo sé, entonces deberíamos pintarles una sonrisa con plumón permanente, ¿no crees?
—Pero eso sólo sería una sonrisa superficial. No demostraría lo que sentimos realmente. ¿Entonces de qué serviría?
Papá volvió a reír.
—A veces me gustaría que preguntaras cosas que los niños de diez años suelen preguntar —se burló sacudiendo mi cabello.
Estacionó el auto en un semáforo. Unas personas estaban haciendo un acto callejero. Eran "escupe-fuego".
—¡Papá, una última pregunta!
Él volteó a verme con una sonrisa en el rostro.
—Dime.
En el cielo resplandecían unas estrellitas blancas. Era muy lindo.
—¿Qué crees que yo pueda hacer para que los demás dejen de estar tristes ?
Papá lanzó un suspiro pensativo, volteó a ver a través del parabrisas.
—Quizá haciéndolos reír... como ese payaso —y señaló algo hacia la calle;
Un payaso estaba ahí, soltando algunos chistes que hacían reír a las personas que pasaban a su lado.
El semáforo cambió a verde. Papá volvió a conducir el auto, dejamos atrás la silueta contenta del payaso.
Ese noche escarchada fue cuando me propuse que yo sacudiría la tristeza de las personas.
Yo sería la cura contra la tristeza.
•••
Pasaron seis años y yo seguía con esa idea en mente...
—No, lo siento. Ya no buscamos más payasos —exclamó el director del circo. Su enorme barriga chocaba contra el escritorio en el que se estaba apoyando.
Lamentable, los payasos ya están demasiado infravalorados. Las películas de terror sacudieron la ternura y la inocencia que emanaban.
Fue imposible que me aceptaran en un circo.
Por fortuna, un día mientras vagaba por las calles pobres de la ciudad, me crucé con un hospital. Un sucio, inusual —e incluso algo espeluznante— hospital.
Ahí atendían a niños muy enfermos por mera satisfacción. No cobraban absolutamente nada a las familias. Me pareció un lugar muy lindo. Un lugar al que le faltaba la alegría que yo intentaría regalar.
Los niños amaron mi maquillaje, mis chistes y mi carisma de inmediato. Y yo estaba más que contento por encender esa chispa de alegría en sus ojos.
Eran quince niños en total. Quince niños con enfermedades diferentes. Todos con una personalidad única.
Me costaba creer que niños tan bellos estuvieran atrapados en un lugar tan terrible.
Pero entre todos esas sonrisas alegres, había una que más me llamaba la atención. Pertenecía a una niña, con preciosos rizos castaños y ojos de tono chocolate.
Su nombre era Serene.
Recuerdo que, cuando ya llevaba más de tres semanas asistiendo, ella se me acercó con sigilo a mi asiento mientras estaba descansando, hasta sentarse a mi lado.
—¿Te gusta el color rojo? —preguntó con curiosidad, señalando la nariz falsa que sostenía en mi mano.
—Si, me parece un color muy lindo, ¿no lo crees?
—Si. Pero prefiero otros colores.
Giré levemente para observarla. Tenía muchísimas pecas esparcidas por el rostro. También estaba llena de pequeñas marcas rojas alrededor de la boca.
—¿Cómo cuáles? —pregunté yo ésta vez.
—Cualquiera. Menos el negro, ese color no me gusta.
—¿Por qué?
Serene se encogió de hombros.
—Es el color de la oscuridad. No me gusta la oscuridad.
Eso me dejó pensando. ¿La oscuridad tenía color? Quizás sonaba ilógico, pero la mentalidad de un niño era maravillosa. Ellos podían ver las cosas desde un punto de vista que los adultos habían perdido.
Un pequeño movimiento en mi mano desvío mi atención. Serene estaba jugando con la naricilla de plástico.
—¿Quieres conservarla? —cuestioné.
Ella volvió a encoger sus hombros.
Entonces le tendí el objeto. Titubeó un poco, pero finalmente lo tomó.
—Gracias —susurró apenas. Sonreí en su dirección.
Ella también sonrió.
•••
—¡Ya llegué, mamá! —alerté mientras cruzaba la puerta principal. Dejé caer mi mochila en el sofá.
Las cosas se estaban poniendo un poco complicadas en casa. Papá tenía que quedarse a doblar horas extras en la carpintería para poder cubrir todos los gastos de la casa.
Yo también estaba ayudando. Me estaba desgastado demasiado; iba a la escuela, saliendo a ayudar a papá en la tienda y en la noche, antes de llegar a casa, les daba una visita rápida a los niños. Dormía muy poco y apenas tenía tiempo para comer, pero todo fuera con tal de ver felices a las personas a mi alrededor.
Caminé por el corto pasillo hasta llegar a la cocina, donde mamá estaba preparando la mesa para la cena. Papá no tardaría en llegar.
—Que bien —fue el saludo de mi madre.
No dije nada más, me acerqué al fregadero para lavar mis manos. Al hacerlo, mamá se dio la vuelta para tomar el agua del refrigerador.
Algo que odiaba de mi madre era que no sabía respetar a papá. Papá lo sabía, la conocía demasiado bien. Pero también la amaba lo suficientemente como para no dejarla.
Sólo negué.
Un rato después, papá llegó a casa. El único sonido en la cocina era el de los cubiertos chocando con la porcelana del plato.
—Ya no hay huevo —comentó mamá en cierto momento. Su voz salió cansada—. También se acabó el aceite.
—En la mañana, antes de salir al trabajo, dejé el dinero en la mesa para que fueras a comprarlo —respondió papá.
—Pues no lo vi —exclamó mi madre rápidamente, como si ya hubiese tenido planeada la respuesta—. Seguramente Raptor lo tomó para comprarles paletas a los babosos del hospital.
—No les digas así —salté en la conversación. Odiaba que se metiera con los niños, ellos no tenían la culpa de nada—. Yo no tomé el dinero. Lo vi en la mañana en la mesa, antes de irme, pero no lo tomé.
—Deberías gastar tu tiempo en algo más provechoso que ir gratis a ese mugriento hospital. Los niños ya se están muriendo de todas formas-...
Me levanté de la mesa de golpe. No pensaba tener la misma discusión de siempre con ella:
—Ya no tengo hambre, iré a mi cuarto. Con permiso.
•••
Cumplí dieciocho años y los celebré en el hospital, rodeado de todos los niños, sus padres y el poco personal. Papá y mamá también habían asistido, el primero había pedido el día libre en su trabajo.
—Feliz cumpleaños a ti~ —los invitados terminaron de cantar "las mañanitas" y aplaudieron en mi honor.
—¡Feliz cumpleaños, Raptor! —Serene corrió a abrazarme, seguida de todos los demás niños—. ¡Abre mi regalo primero, por favor!
Solté una risa al ver lo ansiosa que estaba. Era un poco reservada, por lo que me encantaban esos momentos en los que se permitía relajarse.
Me senté nuevamente en la silla bajo la atenta mirada de todos. Serene dejó una pequeña cajita azul con un listón amarillo en mi regazo.
La abrí con cuidado. Sonreí al ver el interior:
Era una nariz de payaso, pintada con acuarelas de muchos colores.
—¡Es preciosa! —exclamé encantado. No dudé en colocármela. Hice una cara graciosa en dirección a los niños, quienes no tardaron en echarse a reír—. Muchas gracias, Serene.
Ella sonreía orgullosa.
—Hijo, yo también te tengo un regalo —papá sacó una caja un poco más grande que la de Serene. Eso me sorprendió, ya que el dinero estaba faltando en casa.
—Vaya, gracias papá —agredecí, todavía algo dudoso. Me tendió la caja apenas forrada con papel color rojo.
Adentro había un paquete de plumones permanentes de colores.
—¿¡Por eso ha estado desapareciendo el dinero en casa!? —soltó mamá a la defensiva.
—Mujer, cálmate — papá trató de tranquilizarla. La tomó del brazo mientras ella seguía alegando y la guió hacia afuera del hospital.
Distraje a los niños para que ignoraran la escena anterior. No quería arruinar éste día tan especial.
Unos veinte minutos después, papá regresó solo.
—Tu madre se fue —respondió antes de que alcanzara a preguntar.
Me encogí de hombros, era una manía que empezaba a imitar de Serene.
—Creo que es mejor así. Ni siquiera sé porqué quiso asistir —él asintió con algo de burla, dándome la razón.
Nos quedamos en silencio un rato, viendo a los niños divertirse. Jugueteaba con la nariz que Serene me había regalado.
—Papá, gracias.
—¿Por qué, hijo?
—Por todo —me giré a verle. Su rostro empezaba a mostraba algunas arrugitas—. Gracias por apoyarme tanto.
—¡Raptor! —otra de los niñas me llamó, su nombre era Michell — ¡Ven a jugar con nosotros!
—Bueno, te dejo, hijo mío. Ya te quité bastante de tu tiempo —papá se levantó de un salto—, sigue disfrutando de tu día. Iré a casa a descansar. Nos vemos más tarde.
Cuando sonrió, lleno de felicidad, fue inevitable sentir un terrible escalofrío, una punzada de angustia.
Pero no mencioné nada al respecto.
—Está bien. Nos vemos luego, papá.
Agitó la mano y cruzó la puerta.
Quizá si hubiese advertido un poco más en esa sensación, nada hubiese ocurrido.
—¡Vamos, Raptor!
Pero lo ignoré.
•••
—¡Llegué! —avisé como todas las noches.
Un fuerte olor a cigarro se instaló en mi nariz apenas llegué a la sala.
Dejé mi mochila en el sofá y me quité los zapatos.
Las luces de toda la casa estaban apagadas, algo que me extrañó, ya que siempre dejábamos encendida la de la cocina. Sólo había una luz azulada desplegando desde la puerta abierta de habitación de mis padres.
—¿Papá? —llamé, alzando la voz para que alguien me escuchara.
El silencio fue el único que respondió.
Mis pisadas rebotaban con el eco del pasillo que conectaba toda la casa.
La cocina estaba vacía, sólo estaba un solitario platillo de comida en el centro de la mesa. Una mosca revoloteaba efusiva. Las cortinas estaban cerradas.
Aún más extrañado, decidí acercarme a la habitación de mi padres. Conforme más me acercaba, se hacían más presentes ligeras voces descompuestas.
—¿Papá? —volví a llamarlo pero, de nuevo, mi aviso quedó vacío.
Un nuevo olor hizo presencia; alcohol.
Y luego, uno que me asustó...
Entré a la habitación de golpe, queriendo creer que lo que estaba pensando no había ocurrido.
Sangre.
Pero la escena se plantó ante mis ojos antes de que pudiera reflexionar.
Lo primero que distinguí fue a mi padre. Tumbado en la cama, con un perfecto color carmesí corriendo por su estómago abierto hasta llegar a la cobija de la cama.
La televisión estaba encendida, pero ¿eso a quién le importaba?
Un brillo plateado se instaló en el rabillo se mi ojo izquierdo.
Mamá estaba detrás de mí. Empuñando un cuchillo con fuerza en su mano derecha y en la otra una lata de cerveza barata.
—Hijo~ —canturreó, lanzando un golpe al aire con el arma. Estaba demasiado borracha— Serví tu cena, ve a comer.
Ese instante pasó como si acabar de despertar.
Papá estaba muerto, mamá lo había matado.
Mamá lo había matado.
—Hijo, ven~ —siguió lanzando golpes débiles.
—¡Lo mataste! —grité con toda la rabia contenida.
Y, sin pensar en las consecuencias, actúe.
Me acerqué a ella y empecemos a forcejear con el arma blanca. Claro, yo llevaba más ventaja porque no veía todo doble, pero ella no debilitaba el agarre.
—¡Claro que si! ¡Lo maté, y lo disfruté tanto! —lanzó una carcajada. Una maldita carcajada— Era un completo idiota, ¿no? ¡Merecía morir! ¡Si, si!
Siguió riendo, disfrutando de mi sufrimiento.
Seguía tratando de arrebatarle el cuchillo.
—¡Anda, pero si nunca supiste hacer nada bien! —su aliento a alcohol chocó en mi rostro— ¿Qué te hace creer que podrás salir de ésta?
Todo daba vueltas a mi alrededor. Me dolía la cabeza, los ojos. La imagen de papá no ayudaba para nada. Trastabillé y ella aprovechó eso para alzar el objeto plateado en mi dirección.
—¡Muere, tal como tus malditos niños enfermos!
Algo explotó dentro de mí.
Cerré los ojos y, justo antes de que el cuchillo tocara mi piel, lo volteé con todas mis fuerzas.
Sentí como el cuchillo traspasó el cuello de mi madre al momento en que ella soltó un último jadeo.
Murió al instante.
Al igual que todas mis emociones.
Me quedé vacío, como una naranja totalmente exprimida.
El cuerpo inerte y pálido de mi madre cayó al suelo con un golpe sordo.
Pasé mis manos por mi rostro; estaban llenas de sangre. Jugosa sangre.
Me giré hacia el cuerpo de mi padre. Sus ojos estaban abiertos, demostraban el temor que había vivido en sus últimos suspiros.
—Dulces sueños, papá —susurré mientras pasaba mi mano sobre sus párpados para cerrarlos. Mis dedos dejaron una hilera de sangre fresca.
Eso me dio una idea. Pasé mi dedo índice sobre las comisuras de su labio. Se formó una sonrisa de sangre.
Papá tenía razón: podemos pintar una sonrisa superficial sobre nuestro cuerpo. Después de todo, él es como un caparazón que acumula la tristeza, es como un escudo ante la impureza del mundo.
Nuestra alma es feliz. Estamos felices todo el tiempo. Cuando morimos, liberamos toda esa felicidad, pues por fin somos libres...
•••
Serene.
Pasé el color celeste sobre el papel. Mis papás no quieren que esté despierta a éstas horas, pero el dolor en mi estómago no me deja dormir, no es mi culpa.
Tarareaba una canción que había escuchado ésta tarde, durante la fiesta de Raptor.
Unos toquecitos se escucharon desde la ventana. Me giré un poco asustada: ¡Era Raptor!
Me bajé de la cama con prisa, para abrirla ventana. El frío del suelo se instaló en la planta de mis pies. Estaba helado.
—¡Raptor! —lo saludé emocionada una vez que abrí la ventana. Él entró perfectamente por ahí.
Un olor metálico que no supe reconocer emanaba de él, pero no le di importancia.
Lo abracé, como me había acostumbrado a hacerlo cada que lo veía. Pero, ésta vez, sentí una vibra diferente. Me asusté.
Alcé la vista hacia su rostro. Había poca luz en el cuarto, por lo que sólo alcanzaba a ver sus ojos. Verdes, como dos esferas navideñas.
—¿Qué estás haciendo aquí, Raptor? —pregunté mientras me sentaba en mi camilla—. Es muy tarde... O temprano, perdí la noción del tiempo.
—Vine a jugar contigo, Serene ¿Acaso no quieres?
—¡Si! Pero no creí que vinieras ahora. En fin, no importa —sonreí. Un velo de luz me mostró una sonrisa bella también en su rostro.
Su silueta se movió hasta llegar a la alfombra, ahí se sentó y tomó mi trenecito rojo.
—¿Cuál quieres? —preguntó, refiriéndose a los trenes. Me acerqué a él y tomé mi favorito: el azul.
Empezamos a hacer una carrera en la pista improvisada que habíamos armado hace tiempo, tratando de no hacer mucho ruido, pues los enfermeros nos regañarían su nos encuentran despiertos.
—Serene —pronunció mi nombre cuando choqué su tren.
—¿Si? —seguí jugando, pero él ya no se movió.
—¿Qué piensas sobre un mundo en el que fueras feliz? No habría tristeza ni enfermedades, sería todo perfecto —habló en voz baja.
Volteé a verlo, tenía un ligero brillo en los ojos. Pude notar que estaba con el rostro pintado, como lo hacía cuando venía a visitarnos. También tenía puesta nariz de colores que le había regalado esa misma tarde.
—Hmm... No lo sé.
—¿No te gustaría ir allí?
—¿En un mundo... feliz? —cerré mis ojos. ¿Cómo sería un mundo así?—. No lo creo. No quisiera ir, porque ya soy feliz aquí.
Él pareció sorprenderse con mi respuesta.
—Además —continué, él volvió a prestar atención—, allí no estaría con mis padres, ni contigo. Así que no.
Tomé mi tren y me propuse a seguir jugando. Raptor seguía quieto.
—¿Sabes algo, Serene? —volvió a hablar después de unos segundos. Asentí para que continuara—. Yo si quisieras que fueras.
—¿De qué habl-..
No me dio tiempo de preguntar porque lo vi. Vi un cuchillo en su mano derecha. Estaba de pie, frente a mí.
Pero él es mi amigo, no sería capaz de dañarme, ¿verdad?
Me quedé quieta, ahogándome con mi miedo.
—Confundes la felicidad con la satisfacción —murmuró, inclinándose hasta llegar a mi altura.
Pude ver mejor su rostro y entendí porque estaba ese olor metálico desde que llegó: se había pintado el rostro con poca pintura blanca, y con sangre. Sangre fresca.
Traté de alejarme, pero él me tomó del brazo con fuerza.
—Raptor, esto no es divertido. Suéltame.
Sus manos también estaban llenas de sangre, ¿cómo no lo vi antes?. Me enterraba las uñas en mi muñeca.
—Nadie es feliz aquí —siguió hablando, totalmente ido. Sus ojos verdes seguían brillando y una sonrisa se extendía con horror en sus mejillas—. Te llevaré a donde puedas serlo de verdad.
Después, enterró el cuchillo en mi estómago.
•••
Omnipresente.
La policía había acudido al lugar tan pronto como habían sido notificados. Le escena era asquerosa: dos personas muertas, un hombre y una mujer. El primero con los intestinos de fuera. La segunda con la garganta cortada y múltiples heridas en el cuerpo.
Algo muy peculiar, era la sonrisa hecha con sangre en la boca del hombre.
El radio del sheriff sonó.
—Jefe, hay otro problema en la Avenida Girasol —notificó uno de sus compañeros policías.
—Ahora no, Mayo —lo interrumpió el sheriff—. Tenemos problemas más grandes aquí.
—Créame, Víctor. Los de aquí son aún más grandes.
•••
Quince cuerpos de niños, todos muertos, en un hospital.
El personal y los padres de los niños estaban drogados y encerrados en el cuarto de vigilancia. No pudieron hacer nada para ayudar, sólo observar.
Todos los niños tenían una sonrisa pintada con diferentes colores.
—¿Tienen alguna ididea de quién pudo haber cometido tal atrocidad? —preguntaron los cuerpos investigadores, tratando de mostrarse fuertes, una vez que la conmoción empezó.
—Si. Nosotros mismos lo vimos —respondió una mujer. Las lágrimas se habían secado en sus mejillas, pero sabían que por dentro estaba destrozada.
—¿Y bien... ?
Los ojos de la mujer castaña vagaron por la silueta del edificio al que había dedicado su vida. Era la madre de Serene. Le habían pagado de la mejor manera.
De un momento a otro, sus ojos grises se posaron en los del investigador. Irradiaron odio puro.
Odio. Solo eso tenía.
—Fue Raptor. Raptor el payaso.
[***]
{3156 palabras}
*dibujo hecho por NevaIvanna9.
holi, holi :)
bienvenidos a un pequeño especial de Halloween. esto lo escribí para un concurso que se está haciendo en la comunidad de Milkecrack Amino, así que aproveché para subirlo aquí también uwu.
además, tomenlo como un agradecimiento por los 600 seguidores <'3
creí que no alcanzaría a terminarlo, pero aquí estoy B) terminado en dos días, y eso que decías que no alcanzabas a hacer nada, Lili del pasado >:L
quise crear un ambiente frívolo y misterioso. yo lo veo como medio intento.
desde hace tiempo quería escribir desde el punto se vista de un psicópata y al fin se me dio jsjsjs.
espero con todo mi corazón que te haya gustado mucho, mucho este escrito.
¿algo no te quedó claro? preguntas aquí ✨.
por cierto, una aclaración: creo que no se notó demasiado, pero Serene es un intento de personaje genderbend de Sparta. solo digo eso.
comentario y estrellitas se aprecian mucho 🎪
una preguntilla ¿les gustaría una historia Trollimba?
¡nos seguimos leyendo! 💕
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