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quince

Jennie presionó sus manos sobre la cintura contraria para subirla sobre la mesa del desayunador, de manera que sus piernas quedasen abiertas para dar acceso al cuerpo de la castaña. Sus manos se posicionaron en los hombros de la mayor, atrayéndola a un suave beso que dio inicio a otra de sus sesiones sexuales habituales.

Minutos después, los dedos de Jennie entraban y salían del interior de la menor, haciendo que esta gimiera alto, con una de sus manos aferrándose al borde de la mesa del desayunador para no caer.
Su espalda se arqueó cuando los dígitos de Jennie tocaron su punto sensible dentro de ella, y sus propios dedos se cerraron sobre los hombros de la mayor, sintiendo desfallecer ante el placer que la estaba recorriendo.

Y con un agudo gemido, su interior se liberó de aquella fuerte sensación, expulsando hasta la última gota sobre la otra chica, y esperó un momento a que su respiración se regularizara. Mientras tanto, un pensamiento invadió su mente, el cual le decía que ya le debía muchas a Jennie. No había hecho nada por ella desde hace ya un tiempo.

Y era verdad, Jennie siempre pensaba en complacerla, pero al parecer, ella se había olvidado agradecerle de la misma manera.

Quizá ahora era el momento.

Así que, de un momento a otro, se bajó del espacio en donde estaba hace unos minutos disfrutando de los delgados y expertos dedos de su amiga, haciendo que esta se extrañara un poco y la siguiera con la mirada.
Sin aviso, tomó la cintura de Jennie y trató de subirla de igual manera como ella lo había hecho. Aunque, no le fue tan bien como esperaba, provocando que la mayor soltara una tierna risita y decidiera ayudar a Rosé a subirse por sí misma a la alta mesa de mármol.

—Jenn, yo también quiero sentirte —susurró cerca de su oreja, para después abrir las piernas de la chica.

Y como si fuese urgente para ella, bajó apresurada el pantalón deportivo, seguido de las bragas de la mayor, dejándola solamente en la camiseta corta que había estado usando ese día.
Notó cómo la humedad recorría su entrada, así que acercó hambrienta sus labios y dejó un corto beso en estos, haciendo que la mayor se estremeciera y mordiera su labio inferior. Succionó un poco en ese lugar y luego alejó sus labios para dejar unos suaves golpes con dos de sus dedos en la zona de su clítoris.

Inició introduciendo uno de sus dedos en la estrecha entrada de Jennie, sacándole un pesado suspiro al introducir su dedo medio también.
Los dedos de Rosé eran largos, algo realmente beneficioso y de ensueño para quien los tuviera dentro de su intimidad. Jennie lo amaba más que a nada. Y si a eso le agregaba que los estaba moviendo tan jodidamente bien dentro de ella, estaba perdida.

Sus labios se vieron unidos a los de Jennie de un momento a otro, quien se vio obligada a seguir el paso del intenso beso que la menor le estaba proporcionando, y gimió ahogadamente cuando los dedos de Rosé se curvaron varias veces dentro de ella, tocando aquel punto que la hacía retorcerse en su lugar. Siguió penetrándola cuanto más pudo, asegurándose de que la sintiera completamente hasta el fondo, lo cual hizo que la chica frente a ella cerrara con fuerza sus ojos y tomara su hombro, apretando este en un acto ansioso.

Su vientre se contrajo y se tocó a sí misma, acariciando su clítoris al mismo tiempo que la rubia seguía su trabajo con los dedos, provocando que su vientre se contrajera una segunda vez y sintiera su intimidad tensarse. Así que, con un delicado gruñido, seguido de un jadeo cansado, su interior y ese nudo formado en su vientre fue liberado sobre los dedos de la menor.

Rosé abandonó la intimidad de la mayor y mirándola directamente a los ojos, introdujo estos en su boca, chupando hasta dejarlos limpios.

—Tan deliciosa —soltó con falsa inocencia en su mirada.

—Mierda, a veces olvido de lo que eres capaz —una suave risa se escuchó por parte de ambas ante su comentario.

Un fuerte y sincero abrazo rompió el espacio entre las chicas, para luego ser seguido de un cálido y tierno beso.

[...]

—Oye, Rosie... —la mencionada levantó su rostro del plato de comida frente a ella, y sus mejillas se mostraron infladas debido al contenido en ellas—, necesito hablar algo muy importante contigo.

—Claro, dime —terminó de digerir su comida y bebió un poco de agua. Jennie solo la observaba en silencio, haciendo que Rosé le mirara extrañada y volviera a hablar—. ¿Será ahora o te referías a hacerlo luego?

Al parecer las palabras de la menor hicieron que Jennie reaccionara y se preparara para lo que iba a decir—. Es que, me preocupa un poco tu reacción.

Rosé frunció el ceño y empezó a preocuparse también—. Jenn, sabes que puedes hablarme de lo que sea. Y sea lo que sea no voy a juzgarte, lo sabes —intentó transmitirle confianza a la mayor.

—Lo sé, lo sé. Yo quiero... no, de hecho, debo confesarte algunas cosas, ¿sí? —inició con un tono cargado de nerviosismo e inseguridad—. Pero creo que debo empezar pidiendo disculpas por no habértelo dicho antes, pero yo... solo no podía.

Rosé continuó comiendo, pues ya sabía por dónde iría esa conversación.

—Bien, empezaré desde que te fuiste de vuelta a Australia. Me dolió mucho verte partir, ver que te alejabas de mi por primera vez luego de ser mi amiga más cercana, mi mejor amiga. Pasó quizá un año y medio cuando conocí a una chica llamada Nancy —Rosé asintió, atenta—. Ella no fue mi novia, yo jamás quise tener nada serio con nadie. Eran solo... encuentros, tú sabes —admitió con vergüenza—, no quiero profundizar en el tema, no quiero incomodarte pero debes saber la verdad.

—Te escucho —respondió en un tono neutro.

—Yo solía acostarme con varias chicas por algún tiempo, pero tampoco se trataba de algo de todos los días o con todas la chicas existentes. Pero sí es verdad que estuve con muchas, y casi todas eran de la universidad. Sin embargo, me gustaría aclarar que todo esto lo hacía con el fin de distraerme de ti, ya que tú, por alguna razón, siempre estabas ahí. Probablemente suene estúpido, solo... no lo sé, fue lo mejor que podía hacer en ese momento.

Rosé asintió en silencio, sin apartar la mirada de la contraria. No tenía comentarios o preguntas al respecto por el momento, así que simplemente permitió que Jennie continuara hablando.

—Tiempo después, conocí a otra chica. ¿Recuerdas a Yerin? —los labios de Rosé se formaron en una expresión un poco asombrada, y asintió—. Bueno, ella empezó a ser la persona a la que más frecuentaba cada semana, volviéndose una especie de fuck buddy para mí. El problema está en que esa noche que llamaste para informar que vendrías de vuelta a Corea, además de hacerme muy feliz... esa noche, ella estaba al lado mío, estábamos en su cama cuando tú me preguntaste si yo había conocido a alguien durante ese tiempo. Evidentemente te mentí, te dije que jamás lo haría, que solo te quería a ti y que solo te esperaba a ti, lo cual ahora sabes que fue todo un descaro de mi parte decir algo así.

Rosé recordó lo vergonzoso que fue para ella hacer esa pregunta a la mayor, empezando por el miedo que sintió de su respuesta, seguido de la vergüenza que le implicó hacerla, sabiendo que no tenía por qué meterse en esos asuntos. Pero aún así, no estaría tranquila sin hacerla.

—Creo que eso es todo —intentó finalizar—, te mentí y eso me ha hecho sentir terriblemente culpable todo este tiempo. Estás en todo tu derecho a enojarte, a insultarme... lo que quieras, pero espero que sepas que estoy muy arrepentida por ello, aún sabiendo que tú estabas-

Sus palabras se quedaron atrapadas en el aire, cortadas sorpresivamente por los labios de Rosé sobre los suyos, el vaso que antes contenía agua se derramó sobre la mesa y su plato fue apartado por sus manos antes de que la menor tomara la nuca de la castaña y moviera sus labios conforme el beso se desarrollaba.

¿Por qué la estaba besando, si debía estar enojada y probablemente queriendo escapar de su casa para no volver a verla?

Ese pensamiento no la dejaba disfrutar del apacible beso que la chica le estaba ofreciendo, hasta que Rosé se separó, tomó su mano y enredó sus dedos entre los suyos, aún inclinada sobre la mesa.

—Hayas hecho lo que hayas hecho mientras yo no estuve, no debe afectar lo que sea que tú y yo tenemos ahora —dijo sobre sus labios.

—Pero, Rosé...

—Jennie, créeme, no me interesa quiénes sean esas chicas, y tampoco necesito que te arrepientas de nada. Lo que menos quise fue que te sintieras atada a mí, tú disfrutaste de tu sexualidad y eso a mí no me molesta en lo más mínimo. Yo no lo hice de esa manera porque simplemente no me sentía cómoda con nadie más que contigo, y eso también está bien, funcionó para mí porque tenemos formas distintas de sobrellevarlo y de sentir.

—Sí, pero...

—Déjame terminar —pidió, dejando un corto beso en sus labios—. Jennie, te quiero, estoy perdidamente enamorada de ti. Es hora de aceptar que eso ya es parte del pasado y no deberías sentirte culpable por algo así. Yo te conozco mejor que nadie, tú me conoces mejor que nadie, ambas nos entendemos bien... eso no se logra con cualquiera, y eso es lo que realmente valoro de ti.

—Esperaba todo tipo de escenarios, menos este —afirmó estupefacta—. Escucha, tal vez no lo he mencionado directamente antes, además de que estoy segura de que es lo suficientemente obvio, pero, Rosé... estoy jodidamente enamorada de ti. Es uno de los sentimientos más fuertes que he experimentado desde hace algunos años. Al poco tiempo de haberte conocido supe que era así, que ya me tenías loca por ti. ¿Pero cómo no estarlo? —ambas sonrieron y Jennie apartó suavemente un mechón del cabello de Rosé—. Estoy segura de que eres lo mejor que me pasó.

Rosé se sintió la persona más afortunada del mundo por escuchar esas últimas palabras, las cuales habían llegado a su corazón, estrujándoselo y rebosándolo de alegría y amor por esa chica.
Por lo tanto, no dudó en demostrar cuán feliz estaba, volviendo a retomar el anterior beso con Jennie, quien después tomó el rostro de la chica entre sus manos y besó ambas mejillas, siempre con ese dulce cariño hacia ella que la caracterizaba.

—No sé qué hice para merecerte, pero, por favor, no te alejes de mí nunca más.


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