once
Si Jennie se sentía culpable era poco. Se sentía pésimo.
Quería hablar, pero temía que si lo hacía, todo iba a acabar. Eso lo detenía todo. El miedo a causarle mucho daño de nuevo a Rosé. No la merecía. Mierda, no.
La rubia yacía recién despierta a su lado, abrazando su cintura y con su cabeza apoyada levemente en su hombro.
—Hey, dormiste demasiado —dijo Jennie, soltando una risita mientras le apartaba unos cabellos de su frente.
—Mmm, lo sé —respondió, sonriendo con su rostro adormilado—. ¿Es muy tarde?
Jennie observó la hora en su celular que tenía al lado, ya que ella había despertado hace mucho, pero no quería despertar a la menor al levantarse, así que había empezado a ver videos en su celular con los audífonos.
—Son las nueve —le informó dejando un rápido beso en su frente—. ¿Te parece si vamos a cenar, y luego pasamos a tu residencia a traer algo de ropa... para que te quedes conmigo de nuevo? —agregó con una sonrisa pícara en su rostro.
Rosé rió y terminó aceptando. Estaba muy feliz, todo estaba volviendo a la normalidad. Si eso seguía así, ya se veía abandonando la residencia, ya que aparentemente solo se la pasaba en la casa de la mayor. Y claro, eso no le molestaba a ninguna de las dos.
Se levantaron y empezaron a cambiarse para salir a cenar.
—Oh, Jennie, no te pregunté... ¿para qué era el agua?
Jennie sonrió volteándose hacia la menor que tomaba la botella con curiosidad, revisando si de verdad era agua—. Ah, pues tenía planes de una segunda, y quizá tercera ronda, pero por lo visto no se pudo porque te quedaste dormida, así que... —alargó esa última palabra y continuó—, se suponía que era por si te daba sed en algún momento.
Rosé rió un poco avergonzada, recordando esa vez que lo hicieron varias veces durante la mañana y, ya a la última, mientras se tiraba más que cansada en la cama, le dijo a Jennie que se estaba deshidratando. Jennie soltó una carcajada y fue por agua de inmediato.
—Lo siento, no sabía que querías seguir —dijo terminando de ponerse la falda de nuevo.
—Olvídalo, al menos aproveché a dormir más de lo normal —respondió ante las disculpas, con una sonrisa en su rostro mientras se dirigía al baño a tratar de ordenar su cabello.
Rosé la siguió y entró justo después de ella, abrazándola por la espalda y dejando un corto beso en su hombro.
Jennie se dio la vuelta para tenerla de frente y la tomó por la cintura. Dejó un delicado beso en sus labios, y luego otro en su mejilla, observando su rostro, sus femeninas y adorables facciones, sus ojos levemente hinchados por el previo sueño del que había despertado.
—¿Te he dicho lo hermosa que eres?
Rosé sonrió bajando su rostro ante lo rojas que se tintaron sus mejillas al oír eso—. Hm, supongo que sí.
—Bueno, pues creo que te lo dije antes, te lo digo ahora, y te lo diré siempre.
—Tú también eres hermosa, Jennie —respondió mordiendo su labio inferior, apenada.
—Tú lo eres más, nena. Eres hermosa y mía —dijo acercándose a darle otro beso en los labios.
Terminaron de arreglarse y salieron de la casa de Jennie. No sabiendo adónde ir, ya que era domingo y no era como si hubiesen muchos lugares de comida abiertos a las nueve y media. Sin embargo, al final terminaron comiendo en un McDonald's cerca de la casa de Jennie. Era lo más rápido y abierto que había a esa hora.
Y justo como prometió la castaña, fueron hasta la residencia para tomar alguna ropa y otras cosas de Rosé, quien estaba acomodando todo en una pequeña maleta rosa que se encontraba en la cama. Rosé caminaba de allá para acá buscando quién sabe qué.
—Rosé, ¿qué tanto haces? —preguntó Jennie acostada al lado de la maleta, revisando su celular mientras escuchaba cómo la menor caminaba de un lado a otro, moviendo muchas cosas.
—No encuentro mi gorrito de conejo —respondió haciendo un puchero.
—Dios, ¿hablas en serio? Pensé que era algo importante.
Cuando dijo eso, su rostro de repente se vio golpeado por su celular, ya que una almohada había sido lanzada hacia ella. Rápidamente apartó estas cosas que la habían golpeado y se sentó de golpe en la cama.
—¡Auch! Oye, ¿por qué fue eso? —exclamó, sobando con la palma de su mano su nariz, que fue violentamente golpeada por el celular en su rostro.
—¡Mi gorrito de conejo es muy importante! —exclamó de vuelta, aún con un puchero en sus labios—. Me lo dio Jisoo por mi cumpleaños.
—Nena, pero tranquilízate —dijo medio riendo mientras seguía sobando la parte afectada—. Ven aquí —Rosé se rió al ver la nariz levemente roja de la mayor debido a tocarla tanto, e hizo caso omiso de su petición—. Te dije que vinieras —volvió a negar con su cabeza—. Bien, iré por ti entonces.
La menor se rió por última vez antes de correr vanamente hacia su baño, puesto que la mayor la había tomado por la cintura y la puso contra la puerta de este. Se observaron unos momentos y Jennie inclinó su rostro un poco, buscando llegar hacia la oreja de la otra chica.
—Te gusta desobedecer ¿no es así? —susurró.
No hubo respuesta por parte de la rubia. Jennie tomó el costado de los muslos de Rosé y la levantó del suelo, obligándola a que enredara estas en su cintura.
Rosé jadeó al sentir el aliento de la mayor sobre su boca. Jennie levantó un poco el rostro y se dedicó a dejar besos cortos en sus labios, luego bajando por su mentón hasta llegar a su cuello, en donde a veces se detenía.
Jennie afirmó bien sus manos en los muslos de la rubia, despegándola de la pared para llevarla hasta la cama, y acostarla en ella. Cerró bien la maleta de Rosé y luego la puso en el suelo para poder tener más espacio.
Sus piernas fueron abiertas por la morena, quien no dudó en introducir su cuerpo entre ellas, para luego seguir jugando con su cuello. Sabía que a Rosé le encantaba que la besara y mordiera un poco en esa zona.
—Jennie, quítame la ropa —jadeó—, ahora.
—Mmm, tal vez deba hacerlo cuando yo quiera —se separó de su cuello y la miró, con su respiración agitada y pidiendo con la mirada que la tocara—. Además, tú no me obedeciste, ¿recuerdas? Hace unos minutos.
—Jennie, no, no hagas eso —soltó cuando Jennie apretó una de sus manos en su cintura, para luego salir de entre sus piernas.
La morena solamente sonrió y se limpió los labios, viendo a la menor aún acostada, tratando de tocarse a sí misma.
—Ni se te ocurra tocarte, porque no te haré nada luego, ¿bien? —Rosé se quejó audiblemente y se levantó de la cama también.
—Bien —respondió, claramente frustrada.
Justo cuando Jennie se reía al verla en ese estado, tan desesperada, sonrió ella también. Sonrió sabiendo cómo provocar a la mayor.
Su maleta seguía en el suelo y aún vestía su corta falda.
Decidió agacharse a recogerla, y sin pudor alguno dejó ver su trasero al hacerlo. En ese momento la vergüenza se había esfumado para ella.
Jennie mordió su labio inferior y volvió a sonreír, conociendo las intenciones de la rubia. Estaba a punto de simplemente ignorar esa provocación, pero le gustó más la idea que se vino a su mente.
En un segundo estuvo detrás de la menor, quien gimió al sentir en su trasero un repentino ardor y luego un fuerte apretón. Todo gracias a la mano de Jennie, que la había azotado y luego desvergonzadamente había apretado este. Para después susurrarle al oído:
—Ni se te ocurra provocarme. No va a funcionar.
Tomó la maleta por Rosé y salió de ahí con una sonrisa maliciosa.
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