dos
—Rosé... despierta —susurró, sacudiendo levemente por la cintura a la menor.
—¿Uhm? ¿Qué pasa? —preguntó desconcertada y somnolienta la rubia.
—Nos quedamos dormidas. Lo siento por despertarte, pero... ah, mi cuerpo está empezando a doler en esta posición —hizo el amago de levantar su cuerpo junto al de la chica que aún se encontraba sobre ella.
Rosé se puso de pie rápidamente y luego se ubicó al lado de la morena en el sofá.
—¿Qué hora es? —preguntó, tallando sus ojos con la punta de sus dedos para aclarar su visión.
Jennie alzó su rostro para observar el reloj de manecillas que se encontraba justo arriba de la televisión de la sala de estar. —Ya pasa de las doce. Ven, vamos a la cama.
Chaeyoung hizo un adorable mohín con sus labios y extendió sus brazos hacia Jennie, solicitando que la mayor la llevara en brazos a la cama, cosa que a la castaña no le molestaba en absoluto, sino más bien, le parecía jodidamente adorable.
Cuando Jennie se hubo levantado del sofá, se colocó en medio de la rubia y la alzó cuidadosamente, siendo así como Rosé enredó sus piernas alrededor de la cintura de la morena y colocó sus brazos alrededor de sus hombros.
Llegaron hacia la habitación y Jennie depositó con mucho cuidado a Rosé sobre el colchón. Caminó hasta su armario y de ahí sacó una holgada blusa color negro, para luego dirigirse de nuevo hacia la rubia y colocarla sobre su cuerpo.
Tomó otra blusa para ella y se la puso también.
Apagó las luces y se encaminó hacia la cama. Acomodó su cuerpo dentro de las delicadas sábanas, cubriendo a su vez el de la menor. Chaeyoung se encontraba ubicada en dirección a la ventana de la habitación, por lo que Jennie se giró para abrazarle por detrás, creando una cómoda y agradable posición de cucharita.
Pasaron alrededor de diez minutos antes de que la rubia se removiera en su lugar e invirtiera su posición, para ahora encontrarse de frente a la mayor.
—Jenn... no puedo dormir —informó con tono muy baja en la oscuridad.
Provocó que Jennie abriera los ojos, interrumpiendo el sueño que le había costado trabajo retomar, ya que sufría de ciertos problemas de insomnio debido al estrés que le causaba la universidad, pero eso no le impidió despertar y acariciar con delicadeza el rostro de la menor.
—¿Ya intentaste contar ovejitas? —sugirió con gracia.
—Sí, pero no está funcionando. Discúlpame por haberte despertado.
—No te disculpes. ¿Te gustaría que hiciera algo mágico para que puedas dormir? —preguntó la castaña, conociendo a la perfección cómo volver a conciliar el profundo sueño de la menor.
—¡Sí! —exclamó, asintiendo repetidamente, mientras una sonrisa se expandía por su rostro—. ¿Qué es lo que harás?
—Ya lo verás —sonrió y se giró para encender la pequeña lámpara de su mesa de noche, haciendo que una muy tenue luz blanca se extendiera parcialmente por la habitación, perfecta para lo que tenía en mente.
Levantó las sábanas que recubrían a la menor y se escabulló dentro de ellas, volviendo a cerrarlas. Rosé soltó una risita nerviosa que tapó con la palma de su mano. La tenue luz se colaba entre las sábanas, creando un ambiente silencioso y tranquilo ahí, que luego se convertiría en todo, menos en silencioso.
Jennie empezó acariciando con la yema de sus dedos, los tobillos de la menor, subiendo hasta la parte delantera de sus pantorrillas y luego bajó de nuevo. Mantuvo esos suaves movimientos unos segundos más y luego decidió subir más allá de sus rodillas, dando un lento y placentero recorrido por sus muslos, apretando y volviendo a soltar con delicadeza. Rosé cerró sus ojos y siguió disfrutando de los toques de la mayor.
Levantó un poco más la larga camisa que le había prestado a la rubia, y aprovechando que se habían ido a dormir sin ropa interior, la morena pasó rozando la punta de sus dedos sobre el clítoris expuesto de la menor, provocando que soltara un ligero gemido y su feminidad empezara a segregar fluidos nuevamente.
Quería jugar un poco con Rosé, así que subió de una vez sus toques para pasar a masajear el plano vientre de la misma, haciéndole jadear ante ese repentino abandono a su zona erótica, aunque a decir verdad, se estaba excitando más con ese tentador masaje en su vientre bajo.
Jennie volvió a bajar el movimiento de sus manos hasta llegar de nuevo al clítoris de la rubia. Sonrió y bajó hasta sus muslos, otra vez.
—Uhm, Jennie, por favor —tomó la mano de la castaña entre las suyas y la obligó a que tocara su necesitada feminidad—. Deja de jugar conmigo, te necesito ahora.
Entonces, la castaña supo que era suficiente, así que soltó una risa nasal y miró a los ojos a la chica frente a ella, pidiendo, casi suplicando, por atención en su entrada. Lamió uno de sus delgados dedos, lubricándolo con su saliva para que la menor no sintiera incomodidad al introducirlo, aunque no fue tan necesario, ya que Chaeyoung se había humedecido por sí misma. Lo suficiente como para que el dedo de Jennie se introdujera fácilmente en un solo desliz.
Chaeyoung gimió ante la intrusión, a la vez que Jennie metía otro dedo, que se deslizó igual de fácil que el anterior.
—¿Te gusta así? —Jennie levantó su cabeza para preguntar.
—Mmm, s-sí —musitó excitada.
Jennie rió bajito y volvió a inclinar su rostro, dejando un corto y húmedo beso en la feminidad de Rosé, haciéndola jadear y apretar sus ojos.
Volvió a meter dos de sus dedos y los arqueó, lo suficiente como para tocar su punto dulce, haciéndola temblar de placer y que sus dedos se aferraran fuertemente a las sábanas bajo ella.
Jennie sacaba y metía sus dedos rápida y luego lentamente, jugando con la constancia de estas para enloquecer a Chaeyoung, pero especialmente para agotarla y así conseguie que se quedara dormida más rápido.
Siguió su pequeño juego con sus dedos, ahora con su pulgar, masajeando a la vez su clítoris. Rosé jadeaba y gemía, mordiendo sus labios y observando la erótica escena que Jennie le estaba proporcionado desde abajo.
—Jenn... —soltó un gemido cuando la mayor succionó de nuevo esa zona que tanto placer le causaba—. V-voy a...
—Quiero que lo hagas en mi boca —respondió Jennie metiendo su lengua en la rosada hendidura de Rosé, mientras la miraba con fiereza a los ojos.
Rosé cerró sus ojos y apretó mucho más las sábanas. Concentrándose en los rápidos movimientos que la mayor estaba haciendo con sus dedos y el trabajo de su lengua entrando y saliendo, la llevaron al límite.
Hasta que con un placentero y adorable gemido a los oídos de Jennie, Rosé se corrió en la boca de su mayor y jadeó desesperada, sintiéndose un tanto aturdida.
Jennie limpió los restos de fluidos de la feminidad de la rubia y se acomodó a su lado, apoyando su cabeza en su mano derecha y con la otra acariciando la cintura de Rosé, quien aún tenía sus ojos cerrados.
—¿Mejor?
Rosé asintió lentamente mientras sonreía. Se acomodó al lado del cuerpo de la mayor y la miró a los ojos.
—Me encantó —depositó un corto y delicado beso en sus labios.
Jennie sonrió triunfal y le devolvió el beso.
—Jenn...
—¿Sí?
—Gracias. Eres la mejor amiga que puedo desear. No quiero ni necesito a otra.
Cuánto deseó que esa palabra que describía su relación fuese reemplazada por otra. Sin embargo, no fue capaz de objetar nada al respecto.
—Oye —llamó en un susurro. Rosé no respondió pero igualmente decidió hablar—. No tienes idea de lo mucho que te quiero.
La morena esperó unos segundos más una respuesta de su parte, pero esta no llegó, así que se inclinó para ver el rostro de la menor y solamente esbozó una pequeña sonrisa mientras negaba con su cabeza.
Rosé se había quedado dormida finalmente entre sus brazos.
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