diez
Rosé asintió con su cabeza y una emoción un tanto extraña le recorrió el cuerpo. Emoción por no saber qué es lo que estaba a punto de pasar y por las recientes cosas que estaba sintiendo al estar en esa situación. Incluso emocionada por las anteriores palabras de la morena.
Jennie se deshizo de la falda que cubría el cuerpo de la chica, dejándola solamente en bragas. Definitivamente le encantaba cómo se veía con faldas, ya fuesen sueltas o apretadas como lo era esa. Le encantaba la manera en la que su cintura se podía vislumbrar cuando su camisa iba por dentro, y de igual manera sus caderas.
Se quedó unos momentos observando su precioso cuerpo, observando cada detalle, provocando que la menor se pusiera tímida ante la mirada lasciva que le brindaba la otra chica, sintiéndose insegura ante esa mirada.
—Dime, ¿te gusta ella? —preguntó, claramente refiriéndose a Soyeon.
—Claro que no, lo que viste fue solo por el trabajo... —respondió con su voz un poco más tranquila que antes. Aún seguía nerviosa.
Jennie se acercó, moviendo sus rodillas para estar justo de frente, sus narices casi rozando.
—¿Me lo prometes? —susurró.
Rosé asintió y mostró una media sonrisa. De no ser porque tenía atadas sus manos, hubiera tomado el rostro de la mayor y hubiese besado sus labios. No lo hizo porque realmente no sabía cómo reaccionar. No sabía cómo sentirse.
Ella tenía muy claro que gustaba de Jennie y viceversa, mas nunca lo habían hablado directamente. Era más que evidente, pero seguían sin decir nada al respecto.
Cuando Rosé se fue a Australia, sucedió lo de Jennie y las otras chicas, pero el sentimiento seguía ahí. Lo mismo con Rosé, con la única diferencia que ella solo había tonteado con una chica en su otra universidad, nada serio ni formal. Porque se seguía sintiendo atraída por la chica que ahora se encargaba de besar su cuello.
Jennie besó cada parte que pudo del cuello de la menor, para luego subirlos hasta su mandíbula, sus mejillas y llegar hasta sus labios. Quería besarla mucho. Quería quitar todo rastro de los labios de alguien más. Quería que de verdad fuera solo suya.
Esto verdaderamente iba más allá del deseo carnal que siempre se tuvieron.
Siguieron besándose por muchos segundos más hasta que Jennie empujó delicadamente a Rosé para que esta cayera en las almohadas que habían detrás. Se acomodó sobre ellas y la mayor tomó sus manos para ponerlas arriba de su cabeza, apoyándose en el respaldo de la cama para que no se cansara demasiado.
Era una especie extraña de "castigo", pero tampoco era para hacerla sufrir. Al menos no de esa forma.
Jennie volvió a sonreir en cuanto la vio totalmente para ella, sin oponerse ni nada. Sabía que lo poco que le había hecho lo estaba disfrutando.
Y vaya que lo iba a disfrutar más.
Rosé nunca había sido penetrada por un hombre, esa era verdad total, Jennie lo tenía comprobado. Cómo sus paredes se apretaban en sus dedos cuando la penetraba con estos era una respuesta bastante obvia. Además de que, claro, Rosé se lo había dicho, y ella le creía.
Sin embargo, hoy decidió "experimentar" un poco con su chica.
Aunque claro, no le iba a introducir un pene de veinticuatro centímetros para que le sangrara hasta la nariz. Había decidido que sería un juguete que tenía guardado desde hace algún tiempo.
Abrió el cajón de su mesita de noche y sacó un pequeño vibrador rosado, junto a este, un control casi del mismo tamaño. Cuando lo compró recordaba que la caja decía que medía doce centímetros, era solo un poco delgado, así que no le dolería. Pero sí le daría mucho placer, y no vio por qué no jugar con las velocidades también. Ese sería su placentero castigo.
Muy considerado de su parte.
—¿Qué es eso? —sintió sus nervios dar un rápido salto de nuevo cuando vio ese aparatito rosado ser tomado por Jennie.
—Silencio. Abre tus piernas —demandó. Rosé atendió separando sus piernas.
Jennie tuvo que tocar con dos de sus dedos la intimidad de la rubia, solo para comprobar si estaba al menos un poco húmeda, e increíblemente sus besos la habían puesto así, considerando que solamente la tocó un poco antes.
Rosé contuvo un gemido ante el tacto. Debido a que su cuerpo ya había lubricado por sí mismo, fue introduciendo poco a poco el vibrador. Rosé mordió su labio inferior al sentir ese objeto ser introducido en ella.
—¿Te duele? —preguntó un poco preocupada.
—Mmh, no, solo es un poco... ¡ah! —dio un pequeño gritito cuando Jennie lo introdujo hasta el final—, es un poco m-más grande que tus dedos.
Eso era lógico, los dedos de Jennie eran delgados, y por ende el vibrador tenía su respectivo grosor, totalmente diferente.
—Comenzaré a moverlo —avisó.
Rosé asintió y se preparó mentalmente para lo que la mayor haría. Así como dijo, el objeto rosado empezó a entrar y salir de su interior, lubricandose en el camino. La rubia soltaba cortos jadeos mientras sus dedos se encontraban entrelazados, haciendo presión entre ellos.
Ya había empezado a disfrutarlo.
Jennie decidió que era hora de encender esa pequeña herramienta de placer. Ni siquiera avisó a la chica, solo lo hizo, poniéndolo en la primera potencia con su respectivo control, lo cual provocó que un fuerte gemido se escapara de los labios ajenos al encontrarse sintiendo un leve vibrar en su interior, cosa que claramente no se esperaba.
Rosé volvió a gemir cuando, minutos después, Jennie pareció subir dos más, a la vez que lo sacaba y lo volvía a meter. Su cuerpo levantándose levemente del colchón y mordiendo más su labio.
Se sentía tan bien ser penetrada por ese artefacto rosa al cual le temió al principio, pensando que dolería mucho por su grosor, pero aún así, sus mojadas paredes no hacían más que lubricar más y más. Sintiendo cómo apretaba el juguete con ellas, se sentía llena, se sentía bien. Quizá Jennie debería usarlo con ella muy seguido a partir de ahora.
Jennie dejó de introducir el vibrador, no lo hizo más, y eso desesperó a Rosé, quien primero pensó que haría otra cosa y por eso había frenado sus movimientos. Se dio cuenta que estaba equivocada cuando la mayor simplemente le sonrió, y tomó el control con ambas manos, cambiando la potencia al cuatro.
Rosé contrajo su abdomen al sentir cómo vibraba el aparato, siendo este mucho más fuerte que el anterior. Lo sentía tan fuerte y estático en su interior, Jennie no pensaba seguirlo moviendo.
Trató de tocarse a sí misma y se vio recordando que estaba atada.
—¡Mmh! —gimió cuando la mayor empezó a pasear las yemas de sus dedos por el costado de su cintura, delineando un poco sus notables costillas.
—¿Te gusta? —siguió pasando sus dedos por esa zona, bajándola hasta llegar a su vientre, que subía y bajaba por su respiración agitada. Volvió a subir toques hasta los pezones de la rubia, quien gimió en respuesta.
—Jenn, s-sigue. ¡Agh!
—¿Que siga con qué? —preguntó haciéndose la desentendida.
—¡Mmh! Mueve el...el... —su mente no pudo procesar la palabra correcta.
—Oh, quieres que mueva el vibrador. Eso es lo que te gusta —sus dedos apenas rozaron el rojizo clítoris de la menor.
—También quiero que me... —su respiración empezaba a agitarse más y gotas de sudor se podían ver al costado de su frente—, que me toques.
Ahí estaba lo que Jennie quería. Quería que le pidiera que la tocara. Ya que ella por obvias razones no podía.
—Ya lo sabes. Si quieres algo, debes pedirlo —sus dedos se alejaron de su clítoris y se centraron en sus muslos—. Pídeme que te toque.
Rosé jadeó ante el toque en sus muslos, que también le agradaba—. Jennie, tócame, te lo pido —articuló entrecortadamente.
—¿Por?
—Por favor —se apresuró a responder. La necesitaba de inmediato.
Jennie sonrió maliciosamente por milésima vez en el día y subió la última intensidad del vibrador. Rosé gimió aún mas fuerte que antes y se retorció en la cama, sus dedos haciendo más presión entre sí que antes.
El sudor provocaba que su cabello se adhiriera a partes de su nuca y también a su frente. Jennie observó esto y rápidamente tomó una coleta que siempre andaba en su muñeca y no dudó en tomar el rubio cabello de la chica para atarlo en un lindo aunque despeinado moño.
Ahora sí, su mano derecha se dirigió hacia el hinchado y rojizo clítoris de la menor. Empezó un lento movimiento con sus dedos, de arriba hacia abajo, presionando de vez en cuando para hacer temblar a la chica.
Sus caderas empezaron a frotarse contra la cama, en busca de más profundidad del vibrador. Cuando Jennie se percató de esto, decidió empujar un poco el aparato. Logrando que este volviera a entrar por completo, y por consiguiente, su vibrar se sintiera más. Jennie ahora moviendo rápidamente sus dedos encima de esa zona tan sensible de la menor.
Varios minutos después, en esa misma acción, Rosé consiguió llegar al deseado orgasmo. Su respiración tan errante, provocando que su pecho subiera y bajara descontroladamente.
Ahora que lo pensaba, su castigo en realidad no parecía un castigo, eso fue un recordatorio de quién era la única que la podía hacer sentir de esa forma. De a quién pertenecía de ahora en adelante. La hizo disfrutar mucho, pero también consiguió desesperarla y pedirle que la tocara. Quería saber que la deseaba también.
Jennie al fin desató las muñecas de Rosé, quien las dejó caer a su costado, regularizando su respiración. Eso se había sentido tan bien.
La mayor observó todo de Rosé en ese momento, grabando cada parte, cada expresión que tenía justo ahora. Su cabello aún amarrado, sus labios rojos de tanto morderlos, sus muñecas teñidas levemente de rojo por la presión que estuvo haciendo con el lazo, y sobre todo observó cómo el juguete seguía dentro de su intimidad. Lo sacó lentamente, haciendo que la chica jadeara un poco al sentirse vacía.
Llevó el aparato rosado a sus labios y lo introdujo en su boca, lamiendo los fluidos que habían quedado del previo orgasmo de su chica. Rosé observó la escena y relamió sus labios, con su recurrente pensamiento de cuán sexy se veía Jennie haciendo tal cosa.
Siempre había gustado de probar los fluidos de las chicas, era algo simplemente magnífico, y muy diferentes unos de otros. Definitivamente el de Rosé era y siempre sería su favorito.
Lisa siempre fue suya, y siempre lo sería.
Pero para hacer de esto una total verdad, debía arreglar unas cuantas cosas primero. De lo contrario, todo se iría a la mierda en menos de lo que esperaba.
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