Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

dieciséis

Un ligero peso encima de la castaña la hizo entreabrir sus ojos, la iluminación solar llenó la habitación y un suave beso fue depositado en sus labios de repente.

—Ya era hora de que despertaras, Jen —comentó suavemente, haciéndose a un lado para tomar la bandeja que había traído consigo—. Hice el desayuno, aunque no sabía si hacer el almuerzo en su lugar. Son las once de la mañana.

Ambas rieron mientras la mayor se reincorporaba sobre la cama y se acercaba a la chica, a quien le regaló un suave beso en sus labios cuando le tuvo a unos cuantos centímetros.

—Muchas gracias, nena. ¿Tú comiste?

Rosé asintió con una media sonrisa.

—Lo siento por no esperarte, pero parecías nunca despertar y yo tenía mucha hambre —puchereó mientras ponía la bandeja sobre sus muslos—. Además, siempre preferiré dejarte descansar un poco más.

—Eres la mejor, ¿lo sabías? —le sonrió y empezó a comer el delicioso desayuno-almuerzo que le había preparado, para luego detenerse por un segundo—. Bebé, ¿podrías pasarme mi celular? Creo que está conectado en el baño.

La aludida que se encontraba viendo televisión al lado suyo, se levantó y se dirigió hacia el baño a tomar el celular, se lo entregó y volvió a acostarse.

En cuanto estuvo por terminar su comida, el aparato comenzó a vibrar sobre sus piernas, así que apartó el plato a un lado y atendió la llamada entrante de este.

—¡Jennie! Cariño, por fin contestas. Estuve llamando hace unas horas, me preocupé un poco. ¿Cómo estás? —habló apresuradamente la voz femenina a través del celular.

Revisó extrañada las notificaciones de celular y se dio cuenta de que, efectivamente, había llamado al menos unas seis veces con algunas horas de diferencia.

—Oh, mamá, lo siento, sucede que apenas estoy despertando. No tuve mi celular cerca de mí por la noche —se apresuró a excusarse—. Pero estoy bien, tranquila.

—Me alegra escuchar eso, realmente espero que hayas podido descansar —dijo la mujer, quien era consciente de la pequeña dificultad de su hija al dormir—. Escucha, llamaba para invitarte a cenar en casa hoy, hace algún tiempo que no te veo, pero prometo que esta vez solo estaremos papá y yo. ¿Qué dices?

Definitivamente quería ir, pero pronto vino a su mente el hecho de que su madre aún no sabía que Rosé le estaba acompañando más seguido últimamente. Ni siquiera sabía que había regresado a Seúl, por lo que permaneció en silencio unos instantes en los que consideraba si era necesario comentarlo en ese momento o no, hasta que la rubia en cuestión habló.

—¿Sucede algo, Jen? —preguntó con curiosidad al verla absorta en sí misma tan de repente.

La mencionada pareció reaccionar y solo negó con su cabeza, dispuesta a explicarle la situación a su madre, aunque no quería incomodar a Rosé.

—Jennie, ¿estás con alguien en casa? —cuestionó ahora la mujer al escuchar una voz adicional a través del teléfono.

—Sí... Rosé está aquí conmigo.

—¡¿Rosé?! ¿Por qué no me lo habías dicho? —exclamó de repente—. Debes traerla contigo a cenar, tu padre irá pronto a hacer las compras pendientes y estará fascinado de saber que vendrás con ella. Yo también ya quiero verla de nuevo —siguió diciendo sin parar, provocando que Jennie arqueara sus cejas y riera por lo bajo ante la emoción de su madre—. ¡Las espero a las siete!

—De acuerdo, mamá —intentó decir sin seguir riendo—. Te veo a la noche.

Se despidieron y notó cómo Rosé, ahora sentada sobre la cama, la observaba curiosa.

—Mamá nos ha invitado a cenar y al parecer está más emocionada de verte a ti que a mí —informó con gracia mientras se ponía de pie y se colocaba sus pantuflas, tomando a la vez los platos ahora vacíos—. Será mejor que salgamos a las seis, por si hay tráfico. Estoy segura de que mamá se la pasará halagando lo hermosa que eres, y a decir verdad, no la culpo.

Le guiñó un ojo antes de salir de la habitación, dejando a Park con un leve sonrojo en sus mejillas y unas cuantas ganas de ir tras ella y besarla en respuesta.

***

—Nena, ¿ya estás lista? —presionó con disimulo a la chica dentro del baño, pues se hacía tarde para salir.

—¡Dame un segundo, estoy casi lista! —exclamó desde dentro.

—Vamos, no quiero llegar tarde. Además, sea como sea te verás hermos-

Sus palabras se cortaron en el aire cuando la puerta del baño fue abierta en menos de lo que pensó, haciéndola olvidarse por completo de lo que estaba diciendo al verla salir totalmente vestida.

Su atuendo consistía en una blusa de color blanco, cuello alto como de tortuga, acompañada de un largo abrigo marrón, y unos pantalones oscuros de corte recto. Además, se había tomado el tiempo de arreglar de manera diferente su cabello. Este siempre fue lacio, pero ahora lo había convertido en uno con unas hermosas ondas sueltas en la punta. Sus prominentes labios estaban pintados con un tono rojizo y su mirada acentuaba su profundidad con una leve sombra en sus párpados.

—¿Tienes una idea de lo mucho que me pone verte cada maldito segundo del día? —expresó con fascinación.

Rosé se sonrojó intensamente y bajó su mirada mientras sonreía.

—Ay, Nini... —respondió, casi en un susurro.

La mencionada reparó en que probablemente lo que había dicho no fue lo más delicado ni apropiado para el momento, por lo que se aclaró la garganta y se corrigió a sí misma.

—Lo siento, lo que quise decir es que te ves realmente hermosa. Siempre lo eres y me encanta, pero nunca dejas de impresionarme con ello.

—Ya basta, ¿no ves que me pones nerviosa? —cubrió apenas su rostro con la palma de su mano y caminó hasta depositar un beso en la mejilla de la mayor, para luego dirigirse fuera de la habitación—. Apresúrate, se nos hará tarde.

***

La familia Kim continuaba siendo tan acogedora como lo recordaba. En especial la madre de Jennie, quien la había recibido con muchos besos, abrazos y halagos, hablando sin parar sobre lo linda que era y los buenos genes que había heredado de su madre.

—Sí, claro, yo también me alegro de verte, mamá —había dicho con recelo mientras se cruzaba de brazos y fruncía el ceño al no recibir la misma atención de parte de la mujer.

Su padre pronto la tomó por los hombros para abrazarla con una fuerte carcajada al conocer la expresión celosa de su hija.

Más tarde, la cena fue servida y los cuatro pasaron un lindo momento al compartir sus historias, cada uno hablando y soltando una que otra broma. Todo estaba yendo bien, los padres de Jennie realmente la apreciaban luego de tantos años, y eso le ponía muy feliz, le hacía sentir en casa.

De repente, su muslo derecho fue apretado por otra mano. Su rostro se giró lentamente hacia la chica que ya llevaba tiempo tocándola, y pensó que quizá quería decirle algo importante, pero lo olvidaba en cuanto no daba ninguna otra señal.

Poco después, las ganas de ir al baño invadieron su vejiga, provocando así, que con mucha vergüenza pidiera de todos modos la dirección del cuarto de baño.

—Jennie, acompaña a Rosé y muéstrale donde está el baño, por favor —ordenó su madre.

—Con todo gusto —se levantó sonriente e hizo un gesto a la colorina para que la siguiera.

Ambas chicas tomaron rumbo hacia arriba en las escaleras, pasando por una zona un poco oscura de las habitaciones hasta el final del pasillo en donde estaba el primer baño.

Rosé sintió un apretón en su trasero justo cuando estaba a punto de entrar, por lo que se dio la vuelta dispuesta a reclamarle, pero esta la tomó por la cintura, entrando junto con ella al cuarto de baño y luego cerró la puerta con seguro.

—¿Qué crees que estás haciendo? —preguntó, extrañada.

—Shh, no hagas ruido —dijo, escabullendo una de sus manos por debajo de la blusa de la colorina—, o nos van a descubrir.

—Jen... Estás loca, aquí no —respondió antes de que sus labios fuesen atrapados entre los contrarios.

Jennie tomó el control sobre los labios de Rosé, quien gimió guturalmente al iniciar una lucha húmeda con sus lenguas, desesperadas por tener más cerca a la otra. Aunque, poco después, ambas se separaron en busca de oxígeno, puesto que la presión de no ser descubiertas era mucha. La castaña tomó su cintura y la subió al tocador del lavabo, abriendo sus piernas abiertas para darle mejor acceso.

—Quítatelo —ordenó, volviendo a atacar los labios de la menor, mientras pellizcaba con sus dedos la prenda de la que deseaba deshacerse.

Rosé obedeció y se sacó el abrigo indicado por la azabache, mordiendo su labio inferior al sentir una mano de Jennie colándose por debajo de su camisa nuevamente y luego pasar bajo su sostén.

Gimió más alto de lo que debería al sentir como Kim apretó deliciosamente uno de sus pezones. No había razón aparente, pero Jennie siempre lograba excitarle incluso cuando creía que no tenía ganas de hacerlo.

—Te dije que no hicieras mucho ruido, las paredes aquí son tan delgadas.

Rosé jadeó en respuesta y habló con dificultad.

—E-Es muy difícil no... ¡Ah! —se le escapó otro gemido cuando la otra volvió a apretar.

—Joder, como sea. No creo que mamá suba —dijo antes de desabrochar el pantalón de Park y bajarlo hasta sus rodillas.

Tomó el costado de sus bragas y las apartó para poder escabullir una de sus manos dentro, empezando a buscar su clítoris con los dedos. Masajeó este con una lentitud tortuosa, mirando siempre a cada una de sus expresiones.

—Jennie, por favor...

—¿Qué suecede? —preguntó burlonamente a la vez que daba un ligero apretón a la zona de la menor.

—Mgh, no me hagas gritar. T-Tus padres podrían... —ni siquiera era capaz de terminar sus oraciones sin apretar sus labios para reprimir los gemidos.

—Entonces no lo hagas, no seas ruidosa, bebé.

Introdujo dos dedos de una vez en la hendidura de la chica, provocando que soltara un grito de placer que fue acallado por la mano de su Unnie, quien hace unos momentos parecía no importarle que fueran a escucharlas, pero ahora se preocupaba de que alguien subiera.

La rubia tuvo que reincorporarse un poco, ya que su cuerpo se estaba deslizando hacia abajo. Al hacerlo, su pierna derecha golpeó el bote de jabón que estaba puesto a un lado del lavabo, provocando que este cayera al suelo e hiciera quizá demasiado ruido. Pero ni siquiera se percató de este detalle y siguió consumida por su burbuja de placer.

—Dios, Jen... ¡Esto es demasiado difícil! —exclamó, refiriéndose a que quería gemir y gritar como lo hacía en casa.

—Chupa —puso sus dedos en la boca contraria con el propósito de que la chica se entretuviera con estos.

Rosé los tomó, y junto a ello, apretó su mano sobre el hombro de Jennie, hasta que en el lapso de unos cuantos segundos se escucharon dos golpes en la puerta a su lado.

Rosé ni siquiera pudo escucharlo debido a sus propios quejidos, los cuales fueron completamente silenciados por la mano de Jennie apretando con un poco de brusquedad su boca, y fue mucho más notorio que algo sucedía cuando sus movimientos dentro de la chica también cesaron.

—Hay alguien afuera —susurró tan bajo como pudo.

Los ojos de Rosé se abrieron desmesuradamente y prácticamente lanzó a Jennie lejos de su cuerpo al instante, para después ponerse de pie con nerviosismo.

—Jennie, cariño, ¿están bien? —la voz de su madre resonó luego de unos segundos tras la puerta.

La mencionada se observó rápidamente en el espejo del baño, arregló su cabello, limpió sus labios y se dispuso a salir sin abrir mucho la puerta para no mostrar a Rosé allá dentro.

—Mamá... Sí —tartamudeó mientras buscaba mentalmente una excusa rápida—. ¿Pero sabes? A Rosé empezó a dolerle el estómago y me preocupé mucho cuando dijo que tenía náuseas .

—Oh no, ¿crees que habrá sido la cena? —preguntó con aflicción al pensar que había sido culpa de su comida.

La mujer intentó ingresar al cuarto de baño, pero Jennie se apresuró a impedírselo tomándola por los hombros como un abrazo.

—¡No! —exclamó con pánico, ganándose una mirada extrañada de su progenitora—. Rosé no querría que la vieras así. Dame un momento e intentaré que se mejore, ¿sí?

—Tienes razón. Cuando salga, vayan a la cocina, le haré un té de inmediato —preocupada, empezó a caminar hacia las escaleras hasta que su hija la detuvo con unas palabras.

—Uhm, creo que mejor nos iremos a casa. Rosé no se siente bien, y aunque me ha pedido que no te diga nada, ya lo hice, solo pretende que no lo sabes. Lo siento por tener que dejarte así.

Su madre negó con la cabeza y mostró una media sonrisa en sus labios.

—De acuerdo, pero tienes que llamarme cuando lleguen a casa y mantenerme informada de cómo sigue. Me siento muy mal, debió haber sido la cena. Oh, estoy tan apenada.

—Mamá, relájate. Ella ya se sentía un poco mal antes de venir, te aseguro que no fue la cena. Ella es un tanto susceptible a esos dolores de estómago con frecuencia.

Se sentía tan mal por estar mintiéndole a su madre con algo así, pero debía continuar con la historia para esconder la sucia realidad que estaba ocurriendo en su baño.

—Escucha, necesito que pongas tu mejor cara constipada, ahora —habló apresuradamente entre susurros, cuando entró de nuevo al baño—. Le dije a mamá que te dolía el estómago, que tenías náuseas y que por eso entré contigo.

—¡¿Qué?! —abrió sus ojos con sorpresa, queriendo soltar una carcajada—. ¿Hablas en serio? ¿No se te ocurrió algo que no me dejara tanto en ridículo?

—No te atrevas a criticar esa genial idea. Además, fue tu culpa, te excediste aunque te lo advertí. Así que por eso tú eres la enferma —respondió aún en susurros, volviéndose algo muy gracioso para la menor, quien no pudo evitar soltar una risita—. Salgamos, le dije que te daba vergüenza decirle lo que sucedía y que debíamos irnos a casa.

—A veces me abruman tus ocurrencias, pero te quiero tanto —le dio un beso fugaz en los labios.

Jennie rió, sintiéndose apenada por las palabras de Rosé, pero aún así le devolvió el beso rápidamente.

—Y yo a ti, bebé.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro