cuatro
—Yeri, hablo en serio, no estaré en casa hoy. Iré a visitar a mamá aprovechando que es viernes —dijo por quinta vez la morena, tratando de convencer a la pelirroja de que no la siguiera hasta casa, pues supuestamente solo se cambiaría de ropa e iría donde su madre.
Cosa que no era cierto, simplemente quería evitar que ambas chicas tuvieran que verse de nuevo. Ciertamente se agradaban, pero prefería mantenerlas lo más alejadas posible.
Y como si fuese obra del destino o lo hubiese invocado, en ese preciso momento recibió una llamada de su madre en su celular.
—¿Lo ves? está llamando, debe estar preocupada —señaló con su índice la pantalla que sostenía frente a Yeri.
—Bien, más te vale —dijo entrecerrando sus ojos, por último antes de darse la vuelta e ir al estacionamiento por su auto.
El celular dejó de sonar y Jennie regresó la llamada a su madre.
—Mamá, ¿cómo estás? —preguntó sacando sus llaves de la mochila que llevaba colgando de un solo hombro.
—Muy bien, corazón, gracias por preguntar. ¿Cómo estás tú?
—Igual —respondió solamente—. Vi que llamaste, ¿sucede algo?
—Sí... pueda que no te interese o no quieras saber nada al respecto, pero tu prima va a casarse, y llamaba para invitarte a casa. Le haremos una cena especial y pensaba en hacer tu postre favorito.
—¿Quién exactamente? —se vio obligada a preguntar debido a que su familia era un poco extensa.
Mientras se encaminaba a su auto, un silencio de parte de su madre reinó la llamada por unos largos segundos. Eso solo significaba una cosa.
—Seulgi —soltó al fin.
Otro silencio volvió a instalarse a través de la línea y subió al auto, intentando relajarse cuando reclinó su espalda en el asiento y cerró los ojos.
—Gracias, mamá, pero creo que tendré que rechazarte esta vez. Lo siento, pero sabes que mi relación con ella no es la mejor y prefiero evitar hacerles pasar un mal rato —dijo con un poco de lástima al tener que declinar la proposición de su madre.
—No te preocupes, cariño, lo entiendo. Tenía que intentarlo, pero sabes que puedes venir cuando lo desees. Ahora debo ir a comprar unas cuantas cosas al supermercado, hablamos luego, ¿sí? —respondió cariñosamente, y luego de despedirse terminaron la llamada.
Jennie continuó recostada sobre el asiento, con sus ojos aún cerrados mientras masajeaba sus párpados. Sabía que no debía evitar esas reuniones importantes, pero era una situación que se le podría salir de la manos al encontrarse nuevamente con Seulgi.
El problema gira en torno a su salida del closet, lo cual tuvo mucho que ver con Seulgi.
Un día, como ya era usual, Jennie había invitado a una "amiga" a casa, pero su madre no le informó que su prima llegaría por la tarde a por unas prendas de ropa que había olvidado anteriormente. Así que, mientras la otra chica se encontraba encima del regazo de Jennie, dándose besos muy subidos de tono en el sofá de la sala, Seulgi había entrado sin siquiera llamar a la puerta, puesto que su tía le había entregado las llaves unas horas antes en caso de que Jennie no se encontrara en casa para abrirle.
Había estado a punto de deshacerse de la ropa de la otra chica, cuando un chillido alarmado las separó casi en automático, asustándoles tanto que sus corazones casi se salen por sus bocas.
Dos semanas después, se encontraba sentada en el mismo sofá con sus padres, teniendo "la charla" por culpa de la bocota de su prima. Pero lo que logró molestar profundamente a Jennie y tomar resentimiento contra la chica, fue que aún no se sentía por completo segura de hablar de ese tema con ellos debido a la mala reacción que pensó que ellos tendrían, lo cual no fue el caso.
Afortunadamente sus padres lo aceptaron con un poco de esfuerzo, pues al final seguía siendo su hija. Sin duda generó un gran impacto en ellos y les llevó un poco de tiempo comprender la situación, pero al fin y al cabo, concluyeron en que su orientación no cambiaba nada en Jennie. Sin embargo, durante el último tiempo que estuvo viviendo en casa de sus padres, evitó volver a tener sus encuentros en esta.
Luego de recordar toda esa situación durante su camino a casa, bajó del auto y se adentró en ella por fin, buscando a Rosé a los alrededores de la sala. Al cabo de un rato en que no pudo encontrarla por ningún lado de la planta baja, supuso que había salido o que quizá había terminado yendo a la universidad tarde.
Así que, se dirigió hacia la cocina para abrir su refrigerador y tomar una bebida energizante de este. Se habían vuelto poco menos que una adicción, pues las tomaba por gusto propio, pero casi siempre le resultaban altamente utiles en sus noches de desvelo obligatorio por sus estudios.
Se sentó un momento sobre la alfombra de la sala, mientras prendía la televisión y daba un trago más a su bebida, hasta que escuchó un ruido proveniente de arriba, el cual había decidido ignorar por unos segundos, hasta que volvió a escuchar un ruido diferente esta vez.
Debía estar loca, pero volvió a escuchar ese quejido de nuevo y decidió ponerse de pie con una media sonrisa en su rostro. Subió hasta su habitación y notó que la puerta se encontraba entreabierta, dejando una fina línea por donde pudo observar a quien creía que no estaba en casa.
Rosé se encontraba al medio de la cama, totalmente desnuda, metiendo y sacando un... ¿peine?
¿Acaso eso era el maldito peine de Jennie el que estaba introduciéndose?
Jennie casi suelta una escandalosa carcajada, de no ser porque, al contrario, esa imagen la excitó en sobremanera. Verla ahí sola, con sus labios entre abiertos, ojos cerrados y su espalda arqueándose a la vez que soltaba pequeños gemidos.
Aprovechando que Chaeyoung no estaba atenta a su alrededor, entró lentamente a la habitación, intentando no hacer mucho ruido. Caminó hasta estar frente a ella en la cama, y luego se sentó en un pequeño banco que tenía antes en su tocador. Decidió disfrutar un momento del pequeño espectáculo de la chica y se quedó observándola embobada, mientras su mano paseaba tentativamente por su pelvis, sin llegar a tocar directamente su intimidad.
El mango de lo que resultaba ser el peine, entraba y salía de la intimidad de Rosé. Tenía un buen tamaño y su material no parecía ser peligroso, pero nada se comparaba con los dedos hábiles y cálidos de Jennie.
De un momento a otro Rosé abrió sus ojos, sintiendo la presencia de alguien en la habitación. Y no se equivocó, pues frente a ella estaba la morena mordiendo su labio inferior y observando sus movimientos con una mirada tan intensa y felina que juraba que podía correrse sólo con eso. Sin embargo, fue más la sorpresa, que provocó que sacara el objeto de su vagina y lo escondiera detrás suyo. Jennie sonrió de nuevo, pero evidentemente ya había visto lo suficiente.
Caminó hasta colocar sus rodillas sobre el borde de la cama, provocando que Chaeyoung retrocediera y abriera más sus piernas para que la mayor entrara ahí.
Jennie la miró tan intensamente, que la rubia se sintió más excitada, y para mayores efectos, la mayor se acercó peligrosamente a sus labios, dirigiendo su rostro hasta su oreja, en donde susurró.
—Solo hacía falta que rebuscaras un poco en los cajones y encontrarías juguetes mejores que esto —arrebató el peine de manos de la menor—, para divertirte.
—Jennie, y-yo... —negó con su cabeza al no poder hablar.
—Pero mis dedos son mejores, ¿no crees? —volvió a susurrar y pasó rozando su índice cerca de su intimidad, haciendo que la menor se tensara y soltara un gemido ahogado—. Son más largos, aunque tal vez no del mismo grosor, pero... —introdujo su índice repentinamente en su vagina—pueden hacerte venir más rápido, y además, puedo moverlos a tu gusto.
Chaeyoung seguía sin habla, y al sentir otra intrusión en su intimidad no pudo evitar soltar otro agudo gemido. A eso sumándole la voz de la mayor susurrándole esas cosas.
—Jenn... por favor.
—¿Qué pasa? —movió sus dedos unos cuantos centímetros adentro, y luego los sacó.
—Ah... quiero —tomó la mano de Jennie y volvió a introducirse por sí misma los dedos de la morena.
Jennie rió ante lo desesperada que se veía la menor, con su cabello empezando a adherirse a su frente por la delgada capa de sudor que la cubría.
Decidió no hacerla sufrir más y empezó el lento vaivén al principio de sus dedos, entrando y saliendo mientras se empapaban del lubricante natural que liberaba la rubia. Luego de unos segundos, sus dedos empezaron a moverse deliberadamente, haciendo que Rosé soltara jadeos desesperados y gemidos agudos que solo le incentivaban más.
La mano libre de Jennie viajó hasta uno de los pechos de Chaeyoung, específicamente a su pezón izquierdo, haciendo presión con sus dedos sobre este y luego tirando de él.
Mientras sus dedos de una mano continuaban penetrándole, logrando tocar el punto dulce de la menor, otra mano se encargaba de jugar tortuosamente con su pecho y ahora su boca se encontraba atrapando el otro pezón entre sus dientes sin hacer daño. Solo lamía, succionaba lo suficiente y volvía a soltarlo, creando una sensación tan placentera para la menor.
Le encantaba provocar a Chaeyoung, pero esta vez estaba yendo directamente, puesto que ni siquiera ella se resistía a tocarla después de lo que había visto.
Luego de unos minutos más de mucho placer y gemidos debido a ello, Chaeyoung soltó un último gemido antes de arquear su espalda al sentir como se liberaba al fin de su orgasmo sobre los dedos de Jennie, quien introdujo sus dedos en su boca para limpiar parte de sus fluidos con ella.
Ambas atacaron sus labios en un salvaje beso después, empezando a tocar su cuerpo con desespero, como si nunca antes lo hubiesen hecho. Invirtieron la posición de sus cuerpos, haciendo que Chaeyoung quedase arriba de Jennie, quien aún no se había despojado de su propia ropa.
—Mi turno —declaró la menor muy cerca de sus labios en un tono agudo, como era propio de ella, pero con un dejo de sensualidad.
—Hazme tuya.
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