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Capitulo 3


Era un día muy bello como para andar molestándose a causa de un par de desadaptados, una persona importantísima como el tenia cosas mejores en que pensar y realizar. Enfocándose en esto último, el joven rubio de atractivo rostro, porque nadie iba a negar que Colín Bourgeois, a pesar de su "desagradable" forma de ser con los demás (incluso con su mejor amigo Samuel), era muy bien parecido; tenía algo de suma importancia que realizar (al menos para él) que era visitar a su hermosa amiga de la infancia, futura esposa y madre de sus hijos (lo que se encarga de mencionarlo a todo el que podía) llevándole una rica caja de chocolates.

-Te encargas de comprar los que están rellenos de glaseado de fresa ¿verdad? – Cuestiono al de lentes que empezó a asentir activamente.

- ¡Claro Colín! No tienes nada de que preocuparte – menciono con mucha emoción, porque para Samuel Raincomprix era un privilegio ser amigo del rubio, él era su único amigo y sentía la responsabilidad de proteger al ojiazul, así significara que lo mangoneara como quería.

Se detuvieron frente al intercomunicador de la mansión Agreste – Soy Colín, vengo a ver a mi Adrianne, abran las rejas – no sabía porque seguía asiendo eso, después de todo el era casi de la familia.

La rejas se abrieron dejando ingresar al rubio – Ya puedes irte Samuel, no olvides mis deberes para el lunes – ordeno a su compañero.

-¡No te preocupes, están más que listos! – dijo mientras le entregaba la caja de chocolates adornada con una rosa amarilla tan característico del rubio.

-Si, si, como sea– sin darle mayor importancia al del lentes, recibió la caja y prosiguió a adentrarse en la mansión.

Dentro de la mansión fue recibido por Nathan el asistente del padre de su amada – La señorita se encuentra en su habitación, dio órdenes que no la interrumpieran, puede dejar cualquier recado conmigo – el hombre conocía desde hace mucho al rubio, y ya sabía como reaccionaria después de lo mencionado.

-Sí, si Nathan lo que tu digas – paso de largo ignorando lo ultimo mencionado por el pelinegro. Este por su parte rodó los ojos fastidiado a la vez que se acomodaba los lentes en el puente de su nariz.

Subió los escalones a toda prisa y se dirigió a los aposentos de la rubia, se sentía extrañamente ansioso. Toco la puerta tres veces con precisión.

– Nathan te dije que no quería que me interrumpieran – hablo otra voz del otro lado de la puerta.

-Soy yo Adribu, déjame pasar, tengo un algo muy especial para ti – la rubia al oír aquello se alerto ordenando al pequeño ser que volaba por la habitación.

-Plagg escóndete – susurro a su pequeña criatura.

-¡Oh!, ¡Pero si es tu fan numero uno!,¡ Vamos a ver que tiene esta vez para ti, ojala que sea Camembert! – comento divertido el pequeño Kwami, volando hacia su portadora.

-Cállate! y escóndete ya! – farfullo molesta haciendo ingresar al kwami en su chaqueta.

- ¿Adrianne está todo bien? – interrogo el rubio preocupado del otro lado de la puerta, ¿Por que se demoraba tanto en abrir?.

- Sí, ya voy – con pereza se dirigió a la puerta, no le desagradaba el rubio, pero su presencia le era muchísimas veces sofocante, junto con sus muestras de afecto y presumidas insinuaciones.

-¡Mi Adrianne! – Emocionado el rubio se abalanzo sobre la mujer abrazándola por la cintura y dándole vueltas por la habitación, cualquiera que los viera así pensaría que son una feliz pareja sin saber que es todo lo contrario.

-¡Colín! Yo también estoy feliz de verte, pero bájame de una vez – ordeno tratando de no sonar grosera, tenía suficiente con soportar sus innecesarias atenciones en la escuela como para venir a agobiarla en su propia casa.

- Si, lo siento, sé que mi presencia es tan irreal incluso para ti, mi hermosa Adribu – se alago bajando a la rubia, esta solo bufo por lo bajo, como le desagradaba ese sobrenombre.

-Que se te ofrece Colín – la ojiverde quería terminar con esto una vez por todas, deseaba su tranquilidad de vuelta con ella.

-Mira te traje estos chocolates, que con tanto amor escogí para ti – la rubia recibió la cajita con la rosa como si nada y la puso en sobre su escritorio.

-Gracias, no te hubieras molestado – por que la estaba molestando a ella – ¿Algo mas Colín?- trato de fingir interés mostrando una sonrisa forzada.

- Si yo... yo quería saber si me acompañarías el festival gastronómico del domingo por la noche – Propuso sonrojado rascándose la nuca.

Un extraño e incomodo lapso de silencio se formo en la lujosa habitación, la rubia formulo rápido un excusa convincente y educada.

-Lo siento pero, no puedo, tengo muchísimas sesiones ese día – La rubia no quería que su amigo de la infancia se hiciera falsas ilusiones con ella, bueno al menos no más de las que tenia.

-Oh ...- Los ojos verde de la muchacha se desviaron hacia el suelo, la situación era incomoda, sin embargo el rubio recupero su porte inquebrantable.

 - ¡Claro! Eres muy reclamada, no hay problema Adri– No parecía afectado por la respuesta de la rubia.

- Gracias por entender – Sonrió aliviada la Agreste.

Salió de la mansión con su típico porte soberbio y camino en dirección al lujoso hotel de su familia.

Porque nadie vería Colín Bourgeois cabizbajo por un rechazo tan evidente que se negaba a aceptar, nunca sabrían cuanto le destrozaba que la rubia se pusiera tensa con su tacto, que sonriera forzosamente para él y  que su rostro se alivia con tenerlo lejos, porque a pesar del daño que se infringía tratando de conquistar a alguien que lo prefería muy lejos, nunca admitiría que es un masoquista.

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