01: Siete años antes parte 2
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Siete años antes parte 2
Estuve recibiendo a las personas con la intención de no dejar pasar a Cara, pero hubo un inconveniente en la parte donde se llevaría a cabo la cacería —como se suele llamar al lugar donde se escoge el corderito—, así que tuve que dejar a alguien a cargo, pero fue un completo inepto, ya que cuando nos presentamos ante los asistentes la vi a ella allí.
Todo el tiempo que estuvo en el salón de baile no despegue mis ojos de ella, no quería que nadie se le acercara o la admirara, pero era imposible, puesto que optó por llevar un vestido demasiado sexy que no dejaba nada a la imaginación. Tuve que hacer que Keir se apartara de ella cuando intento coquetear.
Cuando la vi caminar hacia la salida del juego me hirvió toda la sangre. Ella está completamente loca y su nivel de reto no tiene ningún límite, sabía perfectamente que no podía venir a la fiesta y lo hizo. Las reglas son claras y ella las rompe completamente.
—Hay que empezar el juego por el que todos los presentes han venido —digo a través de la máscara que cubre mi rostro.
Todos gritan y aúllan como locos. Esto es lo más esperado de esta fiesta. Cada hombre enmascarado tiene la oportunidad de estar durante un mes con la elegida.
Cada año hemos estado haciendo esto y aunque para algunos parezca ilegal, para nosotros los participantes es mucho más que placer, retos y oscuridad.
Veo como la persona que está con ella le habla y esta responde rápidamente con emoción. El aullido de lobo la hace correr y caer en cuenta lo que está pasando, pero a mitad de camino es interceptada por alguien que la llevara a mi habitación.
Su rostro está lleno de terror e intenta gritar, pero la persona que la lleva le cubre la boca para acallar sus gritos y me arrepiento de haberle dicho a otra persona que la interceptara.
Cuando desaparecen por el pasillo los sigo, pero a mitad de mi camino una rubia despampanante que reconocería en cualquier lugar se atraviesa en mi camino.
—La persecución es hacia el otro lado —menciona Lucy acercándose demasiado a mí.
—Lo sé, pero no participaré este año.
—Creí que me escogerías nuevamente.
No puedo hacer eso, fue suficiente pasar un mes con ella, no volvería a hacer eso. Si Cara no hubiera asistido a la fiesta, la mujer con la que estaría sería Yulia.
—No eras mi elegida, creo que eres la elegida de Jordán.
—¿Por qué me emparejaste con él? El año pasado la pasamos muy bien.
—Tú la pasaste bien. Ahora debo irme.
—¿Quién es tu elegida?
—Eso te importa. Si me disculpas.
Paso por su lado ignorando el balbuceo que sale de su boca. Voy cinco minutos tarde porque la mujer estaba empeñada en saber algo que no le interesaba.
Cuando entro a la habitación ella se ha quitado la máscara y yo me he puesto la mía para no revelar mi identidad.
—No eres el hombre que me trajo aquí.
La veo ponerse de pie y acercarse a mí. Su acercamiento no me intimida, al contrario, parece que soy quien la intimido porque se detiene.
—¿Qué haces aquí, Cara?
—¿Quién eres y cómo sabes mi nombre?
—Tu lobo, corderito.
Es raro que no reconozca mi voz, sé que no hemos cruzado muchas palabras, pero sí las suficientes para que pueda reconocer con quién habla.
—¿Estás ebria?
—Solo tomé tres copas. Quítate la máscara —exige.
Río sonoramente, ni siquiera mi madre se ha atrevido a exigirme algo en los últimos años.
—¿Qué vas a darme si lo hago? —pregunto—. ¿Serás un corderito obediente?
—Puedes quitarte primero la máscara, después de saber quién eres puedo decidir qué darte.
Bueno, eso es una buena actitud para una persona que primeramente no debería estar aquí y segundo, no tiene nada de experiencia en estas fiestas y mucho menos en estar a solas con un hombre.
Si me retiro la máscara debo llevarla a su casa y dejarla allí sin poder tocarla, además tendré que esperar siete años para poder estar con ella en un lugar como este solo los dos.
Aunque puedo quitarme la máscara, revelarle quién soy y follarla toda la noche —lo que más deseo en este momento— luego de que ambos disfrutemos le daría algo para que mi rostro sea borrado de su memoria.
—Voy a quitarme la máscara solo si tú te quitas el vestido —propongo.
Termino de acercarme a ella y acaricio su mejilla. No se aparta, al contrario, inclina su rostro hacia la parte donde mi mano la acaricia.
—Siempre quise tocar tu piel, jodidamente lo he anhelado desde que te vi.
—Me conoces —asegura.
—En esta fiesta todos nos conocemos, por eso sé que tú no deberías estar aquí.
Sus ojos recorren todo mi cuerpo y las preguntas nadan en ella. Está tratando de descifrar quién soy y es raro que aún no lo haya hecho.
—¿Estás ebria?
—No mucho, tome muy poco —su respuesta es satisfactoria para mí.
—¿Qué buscas en esta fiesta?
—Quería ser un corderito, pero parece que no lo voy a hacer —se pone de pie e intenta caminar hacia la puerta, pero la detengo del brazo.
—Puedo hacerte lo que le haré a mi corderito —propongo.
Por un par de segundos ella logra ver mis ojos a través de la máscara, pero aparto mi mirada de inmediato.
—Son verdes —murmura—. Comunes, pero hermosos ojos verdes.
—Son encantadores y atrapantes, mucho más que comunes. Te lo aseguro.
—¿Te vas a quitar la máscara?
—Puedo follarte con ella puesta, es más emocionante.
Su mirada se ilumina cuando menciono la palabra follar. Al parecer le he dicho algo que le interesa más que mi máscara. Aflojo mi agarre de su brazo y ella da unos pasos hacia atrás llevando sus manos al dobladillo de su vestido.
—Espera —la detengo cuando revela sus bragas.
—No eres Gael, ¿verdad?
Su mirada escudriña mi máscara intenta conectar con mis ojos, pero lo impido. Si voy a hacer algo tonto esta noche, no puedo dejar que ella reconozca quien soy.
—No, Gael tiene a su corderito en este momento.
—¡Oh! Menos mal.
—¿Quieres que sea él?
—No me gusta.
—Esto está bien. Ricitos, porque no me gusta compartir.
Me acerco mucho más a ella. Creo que la última vez que estuve tan cerca fue cuando estrelló mi auto.
—¿Eres virgen?
—Eso no te importa.
—Cara, cuando entraste a esta mansión sin ser invitada tentaste al diablo.
—Creo que me gusto, ya que está aquí.
Descarada e insolente.
—Quítate el vestido —exijo.
No demora en hacerlo, quedando con las bragas que lleva mostrando hace un rato, unas medias de malla que cubren casi todo su cuerpo y las tetas al aire, hermosas y deliciosas tetas que no podré saborear como quiero hasta dentro de siete años.
—Me gustaría tener la oportunidad de saber con quién voy a follar.
Sus manos intentan tocar mis brazos, pero la detengo.
—Soy tu futuro esposo —revelo, pero ella se ríe.
—No lo creo.
Hago que camine hasta el borde de la cama donde la siento aun teniendo sus manos con las mías.
—¿Tienes miedo?
—No —responde rápidamente.
Sus ojos están iluminados y sus pupilas tan dilatadas que empiezo a creer que está ebria o drogada.
—¿Te drogaste?
—No, te dije que solo tomé unas cuantas copas.
—Quiero que me digas la verdad, no voy a follarte estando ebria o drogada. No soy un puto violador.
—Estoy algo mareada, pero estoy segura de que recordaré todo cuando amanezca, además yo fui quien quiso esto, ¿espero lo sepas cuando le digas a tus amigos que te follaste a la pequeña Cara?
—Voy a vendarte los ojos y a sujetar tus manos.
Sus ojos se iluminan aún más y el azul de su iris se oscurece hasta el punto de parecer un cielo nocturno.
No hace ningún intento de levantarse y empiezo a creer que también puede estar loca. En este momento no sabe quién soy.
—No debería hacerlo, pero jodidamente he deseado esto hace mucho.
—Solo dime tu nombre —murmura.
Sujeto sus manos al espaldar de la cama inmovilizándola. Ella se estremece, pero no puede liberarse porque el nudo que hice quedo muy bien.
—Lobo, soy el lobo que te comerá esta noche, ricitos.
—Lobo de ojos verdes.
—Tu lobo de ojos verdes.
Vendo tus ojos con una de mis corbatas y me aseguro de que no esté viendo nada en el momento. Su piel se eriza y sé que su oído se agudizó haciendo que escuche y sienta cada movimiento que hago.
Corto la malla que llevaba puesta tirando los pedazos de esta al suelo. La dejo únicamente con sus bragas antes de retirarme la máscara. Estoy traicionando y dañando los planes de mis padres, pero no puedo aguantar siete años, mucho menos sabiendo que ella estará rondando la mansión con su hermoso culo sobresaliendo.
—Solo no vayas a matarme, tengo muchos planes para el futuro.
—No puedo matar a mi futura esposa —digo en un susurro.
Enciendo la vela que tenía en el cajo y dejo caer la esperma en su cuerpo. Su grito no se hace esperar junto con la hinchazón en sus pezones.
—Si esto es mucho para ti debes decirme que pare —menciono.
—No lo hagas.
—¿Qué no haga qué?
—No vayas a parar, lobo.
Sonrió, dejo caer nuevamente esperma y esta vez va directo a sus pezones que se enrojecen mucho más de lo que ya estaban.
—¿Aguantara esto en tu coño?
—Sí —su voz tiembla ante la respuesta y no descifro si es por miedo, dolor o excitación.
Corto su braga dejándola completamente desnuda, relamo mis labios al ver su hermoso coño con poco bello en crecimiento. Quisiera llevar mi boca allí, pero primero tengo algunos juegos.
—¡Ohhh! —su gemido resuena por toda la habitación cuando la esperma hace contacto con su clítoris.
Apago la vela y el olor a cítricos y madera inunda la habitación. Elijo entre todas mis herramientas unas pinzas para pezones y una fusta.
—Si sientes mucho dolor debes decirme que pare.
Ajusto las pinzas a sus hermosos pezones lo cual la hace temblar al instante. Muerde su labio aguantando todo el dolor posible, pero su grito resuena por toda la habitación cuando golpeo su coño.
Espero por un rato que me diga que pare, pero no lo hace, al contrario, inclina su cadera buscando mi toque el cual no le niego.
Cuando creo que es suficiente dejo la fusta y quito de un tirón las pinzas de sus pezones haciendo que su cuerpo tiemble y un chillido salga de su boca.
Me quito por completo el disfraz y me arrodillo entre sus piernas, observo su coño y es increíble como lo que acabo de hacer la mojo hasta el punto de empapar la cama debajo de ella.
Introduzco dos de mis dedos en su coño y luego lo llevo a mi boca saboreando el delicioso sabor que imaginé hace mucho, los introduzco nuevamente, pero esta vez los llevo a la boca de ella haciendo que los chupe.
—Tienes un sabor delicioso —aseguro.
Me inclino hasta que mi boca se alinea con su coño. Suspiro su olor para después pasar mi lengua limpiando sus fluidos mezclados con la esperma. Cuando los movimientos de mi lengua aceleran me siento mareado y fascinado, no quiero separarme de su coño nunca, podría quitarle la venda de los ojos y revelarle quién le está comiendo el coño.
—Voy a hacerme pipi —dice entre jadeos haciéndome reír.
—No, solo vas a correrte, en mi boca.
Siento como mi voz ha cambiado en los últimos minutos. Más gruesa, más baja y jadeante.
La follo con mi lengua y dos de mis dedos hasta que se corre fuerte, su líquido empapa la cama y parte de mi cuerpo. Mientras ella recupera la respiración alineo mi polla en su coño y me hundo por completo.
—Mierda —jadea.
Puedo sentir que me mira a través de la venda, pero sé que no puede verme, ya que la luz es tenue y la corbata es negra.
Por un par de minutos me quedo quieto asimilando como su coño exprime mi polla hasta el punto de ser dolorosamente delicioso, pero cuando envuelve sus piernas en mi cuerpo sé que está lista.
—Quiero tocarte, sentirte —dice entre gemidos.
—Ya me estás sintiendo, tienes mi polla en lo profundo de tu coño.
Roso mis labios con los suyos, pero me aparto rápidamente cuando ella intenta profundizar el beso.
Sus caderas se vuelven mi soporte cuando incremento mis embestidas hasta que siento como me corro casi junto con ella.
Caigo a un lado de la cama, giro mi mirada y veo como mi semen sale de su hermoso coño y maldigo al instante. No utilice un puto condón.
—Cara, no utilice condón —menciono con el miedo invadiendome.
La cagada más grande que pude cometer, me folle a la pequeña Cara sabiendo las reglas que me habían impuesto, peor aún, me la folle sin un maldito condón.
—Tengo el DIU —dice en un susurro.
Su voz se escucha apagada y sé que está a punto de quedarse dormida.
Dejo que pasen los minutos y me cuestiono sobre lo que acabo de hacer, la mujer puede darse cuenta que fui yo quien la follo y eso me traería problemas. Después de un rato y haberla limpiado, le pongo una bata y la llevo a su casa donde la dejo en su habitación.
—No debiste —giro al escuchar la voz del padre de Cara.
—¿Qué?
—No era el momento, aún es una niña.
—No hicimos nada —miento—. Nunca la traje a casa y usted nunca me vio.
Abandono la pequeña villa de Brian con la idea de que este nunca le dirá nada a mis padres y mucho menos a Cara.
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