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Capítulo 33

Aspen y yo estuvimos de acuerdo en una cosa, no queríamos entrar a la siguiente hora de clase. Daba igual lo que tuviéramos, ya lo sabíamos, y no nos importaba si nuestros padres se enteraban. Los suyos estaban en Disney y el mío ni me habla... Ya no importa.
Dejé salir un suspiro profundo de comodidad por estar apoyada contra el pecho de Aspen, ambos sentados en una escalera donde nadie venía, así que no podrían regañarnos si nos ven fuera de clase.

—Se supone que esta clase es sobre cálculo funcional... —murmuré.

—Cosa de niños —respondió con algo de diversión en su voz.

—Es verdad, a ti no te hace falta ni asistir a las clases o tener una tutora —me levanté para verlo con una ceja enarcada. Aspen se encoge de hombros con inocencia.

—Aun así fue divertido —ríe un poco—. Cómo te desesperabas porque hacía todos los ejercicios mal... fue gracioso.

—Te encanta molestar, ¿verdad? —rodé los ojos—. Si no lo necesitabas, ¿por qué lo hacías entonces?

—Wau, ¿de verdad no lo entiendes? —me mira sorprendido—. Creí que eras la más inteligente de la clase, claro, después de mí.

—¿Qué quieres decir, Donnovan? ¿De nuevo te burlas de mí? —lo miré fulminante mientras él reía más.

—Bueno, no importa... esperaré hasta que te des cuenta tu sola —respondió apoyando su cabeza contra la pared y cerrando los ojos.

—No es justo, ni siquiera me das una pista.

—¿Quieres una?

Entreabrió un ojo para verme asentir, dejó soltar un suspiro pesado y de repente me tomó por la cintura hasta pegar mi espalda a su pecho y acariciar mi oreja con su aliento. Me sentí estremecer además de sonrojarme.

—Te he dado demasiadas... pero al parecer eso no fue suficiente —empezó a besar mi cuello de una forma que me sobresaltó—. Desde el primer segundo en que te vi supe que eras todo lo que yo quería y necesitaba.

—Pero si te burlaste de mí y dijiste que...

—No en la cena con mis padres, princesa... Mucho antes —sus manos acarician hacia abajo hasta deslizarse por mis piernas hacia mis rodillas.

—¿A..Antes?

—Cuando chocaste contra mí porque tu amiga te había empujado, vistiendo un hermoso vestido inspirado en un libro y una máscara dorada que resaltaba tus ojos...

Abrí los ojos de par en par y me giré de inmediato para ver a Aspen al rostro y notar la sonrisa curvada en sus labios. De repente recordé vivamente esa noche, ese vestido y la máscara, ese choque, el baile, sus ojos... ¿fue él? ¿Todo este tiempo fue Aspen el hombre que me robó el aliento en ese momento?

Todo tuvo sentido y me sentí tan idiota por no darme cuenta antes. Quizás porque estaba tan empeñada en creer que había vivido un sueño con mi amor platónico de años y no con el que solo me ha insultado al conocerme en otra cena, pero ahora me doy cuenta... ¿cómo no hacerlo? Después de todo son los mismos ojos azules que me hipnotizaron aquella noche.

—¿Desde cuándo lo sabes? ¿Por qué no me lo has dicho?

—Lo supe ayer, cuando fui a dejarte a tu casa y reconocí el lugar.

—¿No por mi nombre? ¿Entonces fuiste a la fiesta de cumpleaños de alguien y ni siquiera sabías su nombre? —entrecerré los ojos, mirándolo acusadoramente. Aspen ríe y se encoge de hombros.

—Creo recordar haberte dicho que ni siquiera deseaba ir, pero eso fue antes de conocerte. Mis padres solo me dijeron que era el cumpleaños de la hija de alguien con quien intentaban hacerse socios y mis abuelos me obligaron a ir.

—Bueno... en realidad te entiendo. Tuve que ir a muchos cumpleaños de los hijos de los socios de mis padres y también me aburren, ya no deseo ir a ninguno.

—Menos cuando te dejan sin ninguna opción y te obligan como a un niño pequeño —asentí volviéndole a dar la razón—. Pero lo diré de nuevo... me alegra haber ido.

Le di la espalda de nuevo para que no pudiera ver el sonrojo en mis mejillas y la sonrisa que no podía quitarla de mis labios. Suspiré profundo y me recosté de nuevo contra el pecho de Aspen, cerré los ojos y nos mantuvimos así, tan tranquilos, hasta que el timbre del almuerzo resuena por la escuela. Estaba por levantarme para ir a buscar a Jen pero Aspen tomó mi mano y me detuvo antes de poder hacerlo.

—¿Puedo preguntarte algo? —pidió.

—Lo acabas de hacer —bromeé haciendo que rodara los ojos.

—¿Alguna vez... has pensado en revelarte contra tu padre pero por completo? —mi sonrisa desaparece ante la pregunta tan repentina.

—¿Por qué... Por qué lo preguntas? —aparté la mirada—. Tengo hambre, vamos a...

—Porque así como vives con él no es vida... No tienes porqué vivir así, Madeline.

No podía ni mirarlo pues no sabía qué responder a eso. Tiene razón, pero la simple idea de revelarme me aterra.

—Lo he pensado tantas veces que ya he perdido la cuenta... —murmuré—. Pero todas esas ideas terminan en lo mismo, me aterra... No puedo hacerlo.

—Lo entiendo... —suspiró y soltó mi mano—. Está bien, vamos a almorzar.

—¿Y tú? —fue mi turno de detenerlo— ¿No piensas en revelarte contra tus abuelos?

—En realidad... pude hacerlo, pero solo fue una vez. Conseguí un departamento para mí, pero lo malo y por lo que aún debo regresar a mi casa es que no aceptan perros allí —bufó—. Y tampoco puedo hacerlo... no mientras Vic viva con ellos.

—¿Vic? —cuestioné.

—Es verdad que a ella sí la criaron mis padres. Jamás tuvo que saber lo que es el dolor físico, por suerte... Pero mis abuelos usan eso para amenazarme, si no hago lo que ellos dicen usarán a Vic para reemplazarme. No puedo permitirlo.

—Victoria tiene mucha suerte... —murmuré con la cabeza gacha—. No solo por cómo ha crecido, sino también por tener un hermano como tú, que la cuida y la quiere. Aunque no sea justo para ti.

—Es mi hermana... por supuesto voy a cuidarla de mis abuelos a pesar de que ella los ame demasiado como a mis padres y no la culpo... ellos son tan diferentes con ella.

—Lo sé —suspiré—. Será mejor irnos ya antes de que el almuerzo acabe rápido.

Asintió.
Nos levantamos al fin para poder irnos pero sorprendí a Aspen, y a mí misma, al tomar su mano como si lo hubiera hecho inconscientemente. Él pareció conmocionado porque tardó en caminar y miró nuestras manos.

—L..Lo siento... —aparté la mía pero al instante volvió a sujetarla.

—No. Está bien... puedes hacerlo cuando quieras, princesa.

Sonreí satisfecha, ambos acomodamos nuestras manos hasta entrelazar nuestros dedos y caminamos por los pasillos atrayendo las miradas de los demás hasta llegar a la cafetería. Aspen y yo nos servimos de la comida para luego ir hasta nuestro lugar con Jen, que estaba junto a Theo.

—Oh, llegaron —Jen sonríe—. Ni se imaginan, estaba por ser la mejor parte y llega la enfermera ¡arruinó el momento!

—Theo, ¿no te molesta que hable de sus encuentros sexuales? —pregunté con una mueca sentándome frente a ellos con Aspen a mi lado.

—No, en realidad. Me gusta escucharla hablar —Theo la mira y yo casi escupí mi comida cuando vi a Jen sonrojada.

—¡Te sonrojaste! —salté— ¡Tú nunca te sonrojas!

—¡No lo hice! —Jen se cubre el rostro.

—¡Lo hiciste! ¡Oh, Dios! ¡¿Theo, qué fue lo que le diste?! ¿Una pócima de amor? ¿Un hechizo?

—Me dio su pene —Jen lo apunta con el pulgar.

Theo se sonroja, sorprendido por lo directa que es mi amiga y sinvergüenza también, yo chillé e hice otra mueca a la vez que sacudía la cabeza.

—¡Jennifer! —le reclamé haciendo reír a todos.

—¿Qué? Pero si le funcionó —ríe Jen—. Me gusta incluso más que el de todos los demás, sin ofender, Aspen.

—Nah, no pasa nada —Aspen come de lo más tranquilo a pesar del tema de conversación.

—¿Cómo puedes comer mientras Jen habla sobre el pene de alguien? —cuestioné.

—¿Por qué no? No es como si mi comida ahora fuera un pene —ríe y yo sacudí la cabeza.

—¡Ya basta con esa palabra!

—Si tú lo dijiste también, no puedes quejarte —se burla Aspen—. Además, es una parte del cuerpo, ¿nunca diste ciencias naturales? La típica página...

—¡Basta!

Los tres se ríen de mí mientras yo intentaba comer en paz y dejar de pensar en todo este tema de conversación. Me sobresalté cuando por debajo de la mesa sentí el roce de los dedos de Aspen con los míos, lo miré pero él estaba comiendo tranquilo y respondiendo a algunas cosas que Jen y Theo hablaban. Me miró de reojo y yo volví a apartar la mirada, moví mi mano un poco más cerca y de repente volvimos a sujetarnos las manos sobre el asiento de piedra. Dejé notar una leve sonrisa y me concentré en mi comida.

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