Capítulo 32
Escuchaba a Jen hablar mientras guardaba mis cosas en mi casillero y asentía a algunas cosas en las que estaba de acuerdo, o la miraba extraña cuando no.
—Y así fue, aún no somos nada, pero... no lo sé, ¿crees que si me pide debería aceptar? —cuestionó—. Sabes que no he estado en una relación seria... ¡nunca!
—Eso no es cierto, estaba Tom de cuarto... —ella niega con las manos y la cabeza a la vez.
—Ni me lo recuerdes. Aun no entiendo ¿cómo pude aceptar eso? —resopló un poco asqueada.
—Pues te sobornó con una bolsa llena de dulces por semana, ¿quién no lo aceptaría? —sonreí divertida acomodando mi cuaderno.
Jen me mira con intenciones de darme la razón, pero su mirada se fija en algo atrás de mí y entonces se vuelve tan seria como nunca antes la he visto, toma mi mano y me jala de repente, aunque al no entender lo que le pasaba, me resistí un poco.
—¿Qué? ¿Qué pasa?
—Ellie, tenemos que irnos.
—¿Eh?
—Ahora... —antes de poder hacerle caso si quiera, una mano sujeta del hombro a Jen y la aparta con fuerza hasta tirarla al suelo.
—¡Jen! —intenté ayudarla, pero un brazo se coloca frente a mí, golpeando los casilleros junto mi cabeza con molestia.
—¿Por qué tan sola, linda? ¿Dónde está tu perro guardián? —Carsson me muestra una sonrisa socarrona y divertida.
—¡Oye, déjala en paz de una vez! —Jen se levanta del suelo e intenta defenderme pero Carsson la toma por la mano con la que iba a golpearlo.
—Nadie te está hablando a ti, maldita zorra. Mis asuntos con mi novia no son tu problema.
Dejé escapar una risa amarga que llamó la atención de ambos. Miré a Carsson con una mirada que demostraba toda la repugnancia que sentía hacia él y su maldito descaro.
—¿Y tienes el descaro de llamarme "tu novia"? ¡Joder, que imbécil! No entiendo qué pude haber visto en ti. Por si no te ha quedado claro, hemos terminado, Carsson. Pensé que con las patadas que te di lo podrías haber deducido tú solito, pero por lo visto que no has podido hacerlo —espeté aunque mis piernas querían ceder por el temblor que me causaba el miedo por su culpa. Fue un gran milagro que no me temblara la voz.
Carsson tensa la mandíbula y suelta de golpe a Jen hasta hacerla retroceder unos pocos pasos y sujetarse la muñeca con dolor. Carsson me acorrala con ambos brazos y se acerca hasta mi rostro, tanto que tuve que apartar la mirada para no tener contacto con él.
—Oh Maddie... mi hermosa y tonta Maddie... —ríe con cinismo—. No hemos terminado, me debes algo y ahora tu perro también. No toleraré tal humillación y tengo que asegurarme de que ni tú ni tu amiguita la bocazas diga una sola palabra de lo que pasó.
Carsson voltea a ver a Jennifer quien estaba a punto de ir corriendo a por Aspen o Theo o algún profesor, pero no lo hizo por las amenazas de Carsson y por no querer dejarme sola con este idiota que es capaz de cualquier cosa.
—Si alguien más se entera de lo de esa noche... pensaré que fueron ustedes y lo digo en serio, Maddie —Carsson vuelve a mirarme y me toma por las mejillas con una mano con fuerza para hacerme verlo al rostro—. Ni Donnovan podrá salvarte. Y si no quieres meter a tu amiga en un problema... será mejor que cuides que ella tampoco diga algo.
Él se acerca hasta mi oreja para susurrar de manera que nadie, ni Jennifer lo escuchara.
—Porque aunque sea una zorra muy abierta... tiene un buen cuerpo, uno que puedo desear al igual que el tuyo, y que puede caer en mis manos, quieran las dos... o no.
Fruncí los labios y no respondí. Carsson pareciera que se lo esperaba porque ríe cerca de mí y se aparta un poco. Acaricia mis labios con su pulgar y me pareció notar su mirada lujuriosa.
—Espero que lo hayas entendido, Maddie... No me gustaría tener que forzarte.
Carsson se aleja de mí finalmente, me da la espalda y camina hacia su equipo, que lo esperaban como si fuera un ganador. Jennifer se acerca de inmediato a mí pero no pude evitarlo y con la ira desbordando de mi cuerpo caminé hacia él.
—Carsson.
—¿Qué?
Apenas se dio vuelta estampé mi puño en su nariz hasta hacerlo caer al suelo y juraría que vi un diente salir volando. Solté una maldición porque me había dolido el haberle golpeado, sacudí mi mano con dolor pero aun así volteé a enfrentar a Carsson.
—¿Crees que me importan tus amenazas vacías? No eres tan estúpido, sabes que si les digo a mis padres lo que has hecho y lo que me has intentado hacer... todo estará perdido para ti. Puedo cambiar mi declaración de aquella vez en la comisaría y hacer creer que tú iniciaste todo y diste el primer golpe.
—¡Hija de...! —él maldice mientras sujeta su nariz chorreando.
—Todo se terminará para ti. Solo debo abrir la boca, por eso te asusta que lo haga —reí con amargura—. Y mi nombre es Madeline para ti. Solo mi madre me llama Maddie... aunque, pensándolo mejor... Aspen también lo puede hacer. Pero tú no tienes ningún derecho. Se acabó, Carsson. Reitero, hemos terminado.
Me di vuelta y volví a acercarme a Jen, que se mantenía sorprendida por mi actuar. Tomé su mano con la que no había golpeado a Carsson y nos alejé hasta cruzar por un pasillo y estar más tranquilas.
—¡Eso fue grandioso! ¡Joder, te viste tan sexy, corazón! —ella me mira al empezar a chillar por mi mano y apretarla con fuerza—. Aunque... supongo que debes aprender a golpear.
—¿Tú crees? Joder... siento que se me rompió la mano, tiene el rostro durísimo ese tipo —me quejé—. Es el verdadero "cara dura".
—Pero le diste su merecido y le dejaste las cosas en claro —sonríe orgullosa—. Vamos, te llevaré a la enfermería.
Asentí agradecida y aún adolorida, pero antes de movernos la detuve, suspiré y la miré preocupada.
—¿Estás bien? Digo, porque también ha sido violento contigo.
—Oh, sí, no te preocupes. Tuve hombres más violentos en la cama, claro que esto no fue placentero como esas veces... pero me hizo tolerarlo mejor.
Hice una mueca pero no aguanté demasiado y empecé a reír un poco antes de que ella sujetara mi brazo para guiarme en dirección a la enfermería.
—Eso es algo que no quería saber.
—¡¿Dónde queda la confianza?! ¡Deberías saber sobre mis experiencias y aprender de ellas!
—¡No las sexuales!
—No seas una cría, amor. En algún momento harás lo mismo y seguramente con Aspen. ¡Puedo decirte lo que le gusta hacer o que le hagan!
—¡Calla ya, mujer!
Tenía el rostro tan rojo que ardía demasiado. Llegamos finalmente a la enfermería y Jen dejó de hablarme sobre su vida sexual, la enfermera me hizo sentarme en la camilla y reviso mi muñeca antes de aplicarme medicamentos, hacerme tomar un analgésico y venderme la muñeca para no moverla demasiado porque dolía al hacerlo, y para que no hiciera tanto esfuerzo. Al menos no estaba rota, solo fue un mal golpe el que había dado.
Apenas estaba terminando de venderla cuando la puerta se abre casi de golpe y dos figuras masculinas entran a la enfermería.
—Maldición, Maddie. Debiste pegar un grito o algo, habría ido corriendo —Aspen se acerca y observa mi mano vendada.
—Quizás... pero ya pasó —mencioné, Aspen toma mi mano lastimada con tanta delicadeza que me sorprende. A la enfermera le entra una llamada así que se disculpa y sale de la enfermería.
—¿Le diste en la nariz? Lo vi sangrando —menciona Aspen luego de unos segundos en silencio.
—Con el puño cerrado.
—Bien hecho —Aspen sonríe con orgullo, contagiándome a mí—. Pero será mejor que me dejes los golpes a mí.
—Pues si tú no estás cerca deberé de hacer algo, ¿no? Eso fue justo lo que pasó ahora.
—Tienes razón, entonces deberé enseñarte a dar un buen golpe para no terminar así otra vez —suspiró—. Te lo dije, no debes temer de un idiota como Carsson. Puedes con eso y más.
Asentí dándole la razón con alegría porque era cierto. Antes nunca creería que podría dar un golpe pero ahora... me sentí tan bien con solo dar uno. Carsson se lo merecía.
Aspen y yo sostuvimos nuestras miradas hasta que escuchamos algunos besos a nuestro lado. Miramos un segundo solo para comprobar que Theo casi estaba sobre Jen en la otra camilla y ambos estaban besándose con pasión. Aparté la mirada sonrojada mientras Aspen ríe entre dientes por mi reacción apenada.
—¿Quieres dejarlos solos? —cuestionó.
—La verdad, sí. Rápido que ya veo como están metiendo mano.
Bajé de la camilla de un salto y salimos de la enfermería antes de que empezaran a desnudarse. Bufé y negué con la cabeza con diversión. No quería escuchar el regaño de la enfermera cuando vuelva a entrar y los vea en esa situación.
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