Capítulo 28
Suspiré profundo, retuve el aire en mis pulmones por unos segundos y luego lo solté para armarme de valor y contar algo que solo Jen y mi familia saben. Más nadie...
—Sucedió hace años... cuando tenía once. No es ninguna sorpresa que muchas personas halagaran a mis padres porque yo les parecía "la niña más linda del mundo". Así siempre me decían... incluso me metieron en el modelaje siendo tan solo una niña. Papá estaba feliz porque estaba ganando dinero conmigo y también porque encontraba más socios para sus negocios. Mamá apoyaba la idea pero no se olvidaba de mi bienestar y me ayudó en lo que necesitaba.
Me acomodé en el sofá subiendo mis pies descalzos y acostando mi cabeza en el respaldo. Siendo mi turno de mantener la mirada perdida por mis recuerdos y tampoco ser capaz de afrontar la mirada de Aspen ante todo lo que iba a decir.
—La agencia de modelaje y papá se obsesionaron tanto con mi apariencia que no me permitían comer nada que fuera grasoso o dulce. Así que las hamburguesas, pizza, lomitos árabes y dulces estaban prohibidos para mí.
—Pero eso es lo que cualquier niño debería comer... no se te debió prohibir algo así —Aspen frunce el ceño.
—Por supuesto, por eso mamá me daba de aquellos alimentos a escondidas. Pero claro... se empezó a notar cuando subí de peso y me salieron algunos granos por la grasa en las comidas. La agencia cortó con mis sesiones hasta que no bajara de peso y mi papá discutió con mi mamá al descubrir que había sido ella la razón de mi cambio.
—Que estupidez —murmuró negando con la cabeza y mirándome para que siguiera.
—Papá hizo de todo para hacerme bajar de peso pero no contento con lo que conseguí bajar... quería que siguiera una dieta estricta que no me gustaba. Al tener trece me había hartado y fue la primera y única vez que hice un berrinche para no comer lo que me sirvieron, no me gustaba, era una niña y quería revelarme —negué con la cabeza recordando el regaño de mi padre—. Nunca más lo volví a hacer después de lo que él me dijo... Básicamente me dijo que estaba gorda, que siempre sería así y que nadie, ni siquiera ellos, me querrían si lo seguía siendo, pero con peores palabras de las que te puedes imaginar.
Aspen chasquea la lengua y vuelve a negar con la cabeza, incrédulo por lo que escuchaba.
—Me afectó tanto el no querer que eso pase que terminé decidiendo saltarme las comidas, pero mamá no quería que hiciera eso así que me tenía que obligar a comer. Lo hice... pero las palabras de papá me hicieron querer desechar todo lo que había comido antes de poder digerir correctamente, y bueno... lo hice hasta los quince. En ese entonces no sabía que lo que me estaba haciendo también estaba mal... lo supe cuando mamá me encontró desmayada en mi habitación porque mi cuerpo ya no aguantaba lo que le estaba haciendo. Me había desmayado muchas veces a lo largo de aquellos años pero esa vez que mamá me encontró me llevó de inmediato al hospital.
Suspiré abrazándome a mí misma y acariciando mis brazos con pesar por recordar todo tan bien como si hubiera sido ayer.
—Me diagnosticaron anemia y una avanzada anorexia. Siempre ocultaba mi cuerpo con ropa ancha y abrigos así que cuando mamá y papá me vieron tan delgada... tuvieron reacciones diferentes. Mamá se asustó y lloró por no poder protegerme y papá... me llamó "su hija fea y esquelética". Nada de lo que hacía estaba bien para él. Dejó de mostrarme en público como su hija y me hizo tener clases en casa hasta... este año. A todo esto Jen era mi única amiga porque los demás no querían acercarse a mí y menos cuando empezaron a educarme en casa, todos creían que estaba de vacaciones. No tenía a nadie más...
Es por esto por lo que apenas podía recordar a Carsson, me había enamorado de él de más joven y creí que nunca lo había superado, menos cuando fue la noche de mi cumpleaños. Fue la primera vez que lo vi después de tanto tiempo... y creí que le había gustado porque hasta bailamos juntos y hablamos por toda la noche.
—Me hicieron ir al psicólogo y a un psiquiatra, además de una nutricionista para ganar peso. Me dieron antidepresivos porque al parecer los necesitaba... pero no me gustaban porque me hacían tener mucho sueño, así que dormía mucho y mi papá me llamó haragana por eso. Dejé de tomarlos a los dieciséis para complacer a mi padre y ser más activa, pero eso me hizo sentir peor... y... bueno...
Cerré los ojos con dudas, pero así como él, decidí mostrarle los resultados de haber dejado los antidepresivos. Levanté la remera que él me había prestado para mostrarle la parte de unión entre la cadera y el muslo. Aspen deja escapar un quejido de sorpresa al ver las cicatrices de los cortes. Creí que fue justo mostrarle, pues él me había mostrado sus heridas...
Aspen se mueve llamando mi atención y vi cuando acercó su mano, lo observé hasta que sus dedos rozaron mis cicatrices y yo me estremecí. No quería que Carsson viera esto, las cicatrices hicieron que el pensar en la experiencia sexual fuera terrorífico. Que los hombres al verlas me verían con asco...
—Esta vez fue Jen la que me encontró con la navaja en la mano y la sangre por todos lados. No pude seguir negándolo y terminé confesando que había abandonado los antidepresivos. Mamá y ella fueron un gran apoyo para mí, me hicieron volver a tomarlos y esta vez lo controlaban. Sabía que era por mi bien, papá no volvió a dirigirme la palabra hasta que me había recuperado; claro que nunca le mostré ninguna herida y le hice prometer a mi madre que no le dijera nada, después de todo... es mi padre y hasta ahora... lo quiero.
—¿Cómo? —preguntó después de segundos en silencio— ¿Cómo puedes quererlo todavía? Mis padres me dejaron en un infierno y hasta ahora no puedo perdonárselos. El tuyo te hizo vivir un infierno mucho peor y ¿aún lo quieres?...
Me encogí de hombros sin saber ni siquiera yo la respuesta a eso.
—Es mi padre... estuvo conmigo desde bebé. Me quiso y me mostró su cariño incondicional hasta que entré al modelaje... A veces pienso que podemos volver a eso, quisiera que volviéramos a eso. Pero ahora él ni siquiera me mira, hace como si yo no existiera por traerle problemas.
—No es justo para ti. No te mereces algo como esa basura —espetó haciéndome sonreír con cierta gracia.
—Mira tú... ¿Quién es el enojado ahora?
Pareció sorprenderse por mi comentario y dejó escapar una leve sonrisa cerrando los ojos por un momento. Volvió a mirarme, pareciera pensar en algo justo antes de abrazarme repentinamente, atrayéndome a él y cubriéndome con su calidez hasta hacerme sentir protegida. Suspiré profundo y decidí rodear su cuello con mis brazos, escondiendo mi rostro en el hueco de este.
—Tenemos más en común de lo que pudimos haber imaginado... —mencionó.
—Al parecer así es —respondí aferrándome a él—. Aspen... ¿por qué... me odiabas tanto?
—No te odiaba —soltó enseguida, separándose de mí para verme al rostro—. Solo me enojabas... porque la imagen que muestras ante tus padres es la misma imagen que mi abuela quiere que sea la mujer con la que me case. Sabía que si ella te conocía en ese momento haría todo lo posible para arreglar una boda entre ambos, por más loco que suene, así que estaba decidido a mostrarles que no eras tan perfecta como ellos creen.
—Y no lo soy, ¿cierto?
—No como mis abuelos esperarían... pero sí, eres perfecta, Madeline. Ante mis ojos lo eres completamente.
Pude sentir mi corazón latiendo con más fuerza que subió tanta sangre hasta mis mejilla, me sentía tan sonrojada que ardía. Dejé notar una sonrisa pequeña y suspiré segura de lo que iba a decir.
—Llámame Maddie... Ellie o como prefieras. Está bien.
—¿Y si te llamo Adele? Como la cantante —sonríe ampliamente.
—¿La comparas conmigo? ¡Eso es demasiado! ¡Ella es una Diosa! —Aspen empezó a reír.
—¿Y tú no lo eres?
—¿Cómo crees? Estás tonto, Donnovan —negué con la cabeza con diversión pero Aspen apoya su mano en mi mejilla haciéndome mirarlo.
—¿Quién crees que me hace ser un tonto, Lennor? Te responderé primero: Tú. Tú eres la razón de mi estupidez.
—Bueno, entonces soy una mala influencia porque tu estupidez no tiene límites —me crucé de brazos—. En serio, ¿qué es eso de lanzar papelitos en medio de una clase?
—Joder, Ellie. Estoy intentando decir algo cursi y tú lo arruinas y me criticas.
Sonreí un poco más al escuchar el cómo me ha llamado, pero lo dejé pasar para responder.
—¡Es que es en serio! Ni que estuviéramos en primaria, Donnovan.
—Quería llamar tu atención de alguna forma, déjame en paz —resopló y apartó la mirada—. Era divertido, hasta que te fuiste a sentar con el idiota de Carsson. De verdad, que malos gustos los tuyos.
—¿Ah en serio? ¿Yo soy la de los malos gustos? Déjame decirte que la chica con la que te besabas en la fiesta de Theo era Lena.
—Yo no recuerdo eso. ¿Cuándo me había besado con Lena? —apartó la mirada—. De todos modos ¿ella no fue la que te hizo un corte en la mejilla?
—¡Sí, fue ella! Ni siquiera mi padre me había golpeado antes ¡y viene ella a ser la primera! Qué horror.
—Wau, tu primer golpe a los dieciocho. Eso me recuerda... ¿Has hecho ejercicio o algo porque tus bofetadas sí que dolieron? —él se acarició las mejillas recordando el dolor.
—Te las merecías de todas maneras.
—Lo sé, no lo niego —suspiró—. Pero vamos, han dolido.
—Era la idea, genio.
Empecé a reír junto a Aspen sintiendo la atmosfera entre nosotros mucho más tranquila y animada, aunque en ese momento nos dimos cuenta de que la película había acabado y que se había puesto "Your Name" otro anime que me hizo llorar la primera vez que lo vi. Aspen y yo suspiramos y nos acomodamos de nuevo como estábamos antes.
—¿Quieres quedarte y pasar la noche? Puedes usar mi habitación.
—No hace falta darme tu habitación, pero si no te molesta... me gustaría quedarme. No quiero regresar a casa, no todavía...
—Está bien. Eso de la habitación ya lo resolveremos luego.
Sorpresivamente sentí que depositó un tierno beso en mi cabeza. Volví a sentirme sonrojada y con el corazón acelerado, pero no dije nada. Miramos hacia la pantalla pero vi el control remoto del otro lado de Aspen y quería subir el volumen, lo miré un segundo y preferí alcanzarlo por mi cuenta. Me extendí sobre él y lo alcancé, le subí al volumen y sonreí colocando el control en la mesa de en frente a nosotros.
Noté de reojo a Aspen suspirando y agarrando una almohada para colocarla en su regazo. Lo miré arqueando una ceja.
—¿Qué fue eso? —pregunté.
—No querrás saberlo, princesa. Anda, mira, ya cambiaron de cuerpo.
—¡¿Eh?!
Volví la vista a la pantalla para ver aquella escena y sonreír porque era verdad, me acomodé a su lado y suspiré enternecida por la película. Necesitaba esto... ¡Joder! Esto era lo que quería en verdad, pero desde hace tiempo...
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