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¿Qué estaba haciendo? Solo debería mantener su boca cerrada, el muchacho rubio lo observaba confundido.
- ¿D-desea que me quede? - joder, sí, quería tenerlo ahí pero ¿porqué sentía que se estaba incendiando? Tal vez era el agua que estaba tan caliente.
No, él estaba caliente, demasiado, llevó una mano hacia su pelvis y en efecto, duro como una roca.
No podía quedarse callado como un raro, pero no tenía más palabras, ¿Qué era lo que quería del delgado chico frente a él?
Joderlo, por supuesto pero eso lo asustaría, no podía ser un salvaje.
- Yo... - se acercó a la orilla de la profunda bañera, y estiró su mano para deslizarla entre los dedos del contrario, eran tan lindas, delgadas y había hecho maravillas en su cuerpo - te deseo, a ti - susurró viendo como la boca del rubio se entreabría y un ligero temblor sacudía su cuerpo, maldición, lo había perturbado, seguro lo vería como un degenerado.
El rubio soltó su mano para asombro del pelinegro, aunque eso solo confirmaría sus sospechas, lo vió caminando hacia la puerta rápidamente, llevó su mirada a otro lugar no quería ver el pánico en los ojos de un chico tan hermoso.
La puerta hizo un pequeño sonido, dejó presionar su cuerpo de espalda a la puerta, suspirando porque nuevamente se sentía tenso y ahora no solo en sus músculos sino también en sus partes bajas.
Saltó sorprendido cuando unos brazos rodearon su hombros, no había escuchado al rubio acercándose, si no hubiera estado tan distraído quizás hubiera tenido un infarto.
El lindo rubio no dijo nada y tampoco dejó que él dijera nada, simplemente tomó su rostro y lo llevó hacia un lado para plantarle el mejor beso que había sentido en su vida.
Su hermosa boca caliente, la sintió en todo su cuerpo, sus labios llenos y esponjosos lo tomaron, su lengua era maravillosa, todo en ese individuo era perfecto, sus manos sosteniendo su cara y dejándolo sin aliento, quería todo de este chico de toque majestuoso.
Se sintió frustrado hasta que se dio cuenta, el lindo rubio estaba descalzo y lo miraba con sus brillantes ojos seductores, abrió su camisa botón a botón, dejándola caer por sus brazos delgados, su cuerpo era curvilíneo pero entrenado, nada grotesco sino todo lo contrario, tan delicioso, sus manos picaban por estrujar la suave piel entre sus dedos y succionar cada parte.
Cuando llegó a sus pantalones ni le dio tiempo a procesar nada, tiró de ellos junto con su ropa interior y los dejó a un lado, se acercó a los pequeños escalones y se dejó sumergir junto con el pelinegro, le dio una sonrisa tímida y lo siguiente fue solo un borrón.
El rubio fue atrapado entre el musculoso cuerpo de su cliente y devorado en cada centímetro, su cuello fue succionado y mordido sensualmente, su cuerpo levantado para pasar sus brazos por el cuello del pelinegro y sus piernas se envolvieron alrededor, pudo sentir su dureza presionando resbaladiza sobre su piel, jadeó por todo, se sintió mimado y deseado, pero sobre todo excitado, podría afirmar que estaba sudando aun bajo el agua, su cuerpo estaba en llamas.
- Bésame, por favor - el rubio pidió, no sintió vergüenza de mendigar por más besos, lo haría una y mil veces más con tal de recibir esos tratos que lo estaban volviendo loco.
Lee Felix era una completa perra sumisa, era un secreto que no dejaba salir nunca, ni siquiera con sus parejas anteriores había tenido la confianza de dejarse llevar por completo, no había sentido la confianza de pedir cosas, ni expresar sus gustos, como le gustaba que lo acariciaran con algo de rudeza pero no le gustaban los golpes, o las palabras sucias pero no los insultos, le gusta sentirse participativo pero no hacer todo el trabajo, era flojo para eso pero podía corresponder las atenciones, se supone que el placer debía ser mutuo, nunca se había dado cuenta de que tan reprimido había estado hasta que este hombre le pidió quedarse y quería decirle todo lo que quería que le hiciera. cada sucia cosa.
La nube de realidad lo golpeó cuando fue empotrado contra la orilla de la bañera, las vibraciones del agua golpeaban su espalda y se sentía tan bien, el agua comenzaba a salpicar fuera por la fuerza de los movimientos, el pelinegro estaba amasando su cuerpo, de su cintura a sus muslos y glúteos, quería dejarse caer y que este hombre le diera un masaje que durara para siempre.
- Voy a besarte en cada parte de ti, bebé - el rubio quiso chillar de la emoción, este hombre era todo lo que quería y aún no lo había penetrado, estaba flotando de la emoción - Tócame - pidió el pelinegro, tomando la mano del rubio para llevarla hacia su pene y hacer presión.
Felix utilizó su magnifica mano para hacer cosas aún más maravillosas sobre la erección del pelinegro, ajustándolo con la fuerza correcta y deslizando de la base a la punta, incluso unió sus miembros lo más juntos posible para comenzar a friccionarse entre ellos, sacando jadeos del más bajo, Felix no estaba enfocado en su placer, contrario a él mismo estaba ensimismado en darle placer a este hombre.
Las manos más grandes del pelinegro se dirigieron al trasero del muchacho, era redondo y relleno, estrujó con fuerza sacando quejidos de la garganta del chico que solo parecía concentrado en hacerlo gemir, metió sus dos dedos medios a la vez para separar la entrada del chico, este abrió la boca dejando salir soniditos graves, tiró en direcciones opuestas para forzar el músculo del rubio, quien apretaba los dientes por la sensación de escozor.
- ¿Soy muy rudo, ángel? - el rubio negó mordiendo sus labios con fuerza, intentando comunicar lo contrario a lo que sentía, sentía algo de ardor pero le gustaba, este hombre era el punto junto de rudeza, dejando de herirse a sí mismo soltó sus labios y le dio un beso devastador, pero sus besos eran tan dulces, dentro de toda la seducción del rubio no dejaba de haber tanta dulzura.
Presionó sus dedos lo más profundo que pudo, el ceño del rubio se frunció pero su garganta jadeaba, su mano seguía presionando sus penes y el pelinegro quería que dejara de hacerlo o iba a correrse antes de probar la delicia oculta en el interior del ángel en sus brazos.
Unos minutos después llevó dos dedos más y los hundió con movimientos lentos, el rubio gritó pero tan solo un instante después los quejidos de satisfacción se volvieron más intensos, el pelinegro chupaba su cuello, y bajaba a su pecho mordiendo, el sabor se mezclaba con las esencias volviendo al rubio todo un delicioso platillo.
Detuvo sus movimientos dejando desconcertado a su ángel, le dio un pequeño beso y levantó sus muslos hasta su cintura, el rubio colgaba de su cuello, al estar bajo el agua era más ligero que una pluma, llevó su pene ansioso hasta la dilatada entrada del rubio y comenzó a hundirse de a pocos.
El rubio mordió sus labios, era grueso, podía sentirlo, era así como le gustaba, este hombre no estaba pistoneando dentro sin delicadeza, estaba tomando su tiempo para dejarse llevar dentro de su cuerpo sin lastimarlo. Felix era cambiante, a veces quería una cosa y a veces otra pero lo que siempre le gustaba era ser mimado durante el sexo ya sea salvaje o no.
Cuando terminó de entrar escuchó como el pelinegro gruñía en su oído, chupó detrás de su oreja derecha y dio una embestida que golpeó desde su columna hasta su cerebro.
- ¡Ahg! - las manos del pelinegro viajaron a la cintura del contrario estrujándola para hacerla más pequeña aún, dándose impulso se movió intensamente dentro del rubio quien se estremecía jadeando - E-eres p-perfec-cto - tartamudeó el rubio para no gemir mientras hablaba, estaba tan feliz.
- Nadie más que t-tu, he-hermoso - los gruñidos continuaron, venían de lo más profundo de la garganta del pelinegro, se sintió estimulado en todo su cuerpo.
El rubio gemía bajo, tenía un aura de delicadeza que se notaba con tan solo mirarlo, lo beso por todos lados, una y otra vez, no podía sentirse cansado de hundirse en este ser tan hermoso, lo adoraría todo lo que pudiera.
Sus brazos delgados acariciaban el cabello húmedo del hombre fuerte, era tan suave y olía de maravilla, no podía dejar de gemir cerca de su rostro, sus ojos estaban cerrados al menos en su mayoría, aunque por momentos podía sentir su boca siendo abusada por la del contrario, dejando escapar sumisos suspiros de puro gusto y sonrisas sinceras.
Las manos calientes del pelinegro se pasearon por todo su cuerpo, con cuidado dejó de empujar dentro de él para dirigirlo hacia el escalón de la bañera, le dio vuelta mientras adoraba cada porción de piel del rubio, sus codos cayeron sobre el borde y se inclinó ofreciendo su cadera y trasero hacia arriba, se estiró como un gato, el pelinegro se posicionó detrás de él, el rubio exhaló, las manos grandes cayeron sobre sus glúteos rellenos y lo abrieron, los bordes rojos de su entrada se veían antojables, podía sentir el ardor por la estirada pero le encantaba.
Los dedos gruesos se deslizaron dentro y jadeó, el toque era lento y delicado pero era tan bueno que estaba babeando del gusto, el agua había salpicado por todas partes y sentía sus codos resbalar hacia adelante, por lo que decidió extenderse por completo, con el pelinegro detrás suyo creyó que le daría más facilidad, lo que no esperaba era ser penetrado tan profundo por segunda vez.
- Oh dios... - cuando el pelinegro se deslizó dentro empujando hacia adelante, enterró su rostro entre sus brazos y se dejó joder como un perrito necesitado, su punto más dulce estaba siendo bombardeado por numerosas embestidas, una tras otra, no podía estar temblando más, sus dientes castañeaban del deseo y sus ojos estaban lagrimeando, el pelinegro podía escuchar sus inestables jadeos pero eran tan sensuales que no quería que se detuvieran jamás.
Con la vista de la perfecta espalda del rubio, apretó la cintura contraria viendo como la piel perdía color para luego volverse de un rojo intenso apetecible, su respiración estaba comenzando a ser más dificultosa y necesitaba llegar más profundo en ese ser tan hermoso o se volvería loco, llevó sus manos a los hombros del contrario deslizando sus manos por los brazos sintiendo la tensión, los llevó hacia atrás en su dirección y tiró fuerte de los brazos ajenos para que pudiera encontrarse con él, y el rubio gritó de placer, y fue su incentivo para hacerlo muchas veces más.
El rubio sonreía, estaba más que feliz, un estado de éxtasis lo cubría por completo, incluso sus risas eran encantadoras, nada escandaloso, todo siempre tan delicado, lo estaba amando y el pelinegro estaba amando ser quien pudiera hacer sonreír a ese ángel, no importa si era con sexo, lo estaba disfrutando.
- N-no pares... po-r por fa-vor - la voz suplicante del muchacho era música para sus oídos, susurros en tonos graves.
- Tranquilo, te devolveré el favor - dijo en tono cariñoso y se inclinó para poder trazar su lengua sobre el cuello húmedo del muchacho dando mordidas que causaban escalofríos en el lindo chico, se estremecía cada vez más, no sabía si por las embestidas duras o los besos y mordidas calientes.
Sentía un calor infernal en su vientre, iba a correrse en cualquier segundo, con los fuertes golpes en su próstata sumados a los roses iracundos de sus paredes friccionadas por el pene del pelinegro, estaba por explotar, seguro tenía chupetones en su cuello y espalda y su cintura y brazos estaban marcados por las manos del contrario pero asumiría todas las consecuencias.
- Voy a corre-erme ¡mgh! ¡oh!-
- Oh no bebé, dame unos minutos - una mano presionó su pene impidiendo que pudiera liberarse de ese calor, estaba retorciéndose.
- P-por favor no-o, lo n-necesito - el pelinegro lo torturó unos segundos más, escuchando los quejidos engreídos del rubio, le causo tanta ternura que tuvo compasión y soltó la presión alrededor del pene del chico para masturbarlo lentamente.
Con un gemido desesperado el rubio se corrió en su mano, se contrajo en todo su cuerpo y casi convulsionó en sus brazos, su pene fue exprimido dentro del rubio y no tuvo más opción de correrse dentro.
El rubio se dejó caer con el rostro en la superficie plana, todo era un desastre, cabello desordenado, labios rojos y maltratados, sus extremidades parecían de gelatina, su entrada estaba llena de espesa corrida de su cliente, después de todo el calor del momento quizás podía sentir algo de vergüenza por la extenuante sesión de sexo improvisado pero nada ni nadie borraría su sonrisa. Se quedó sin aire cuando sintió como el peso del hombre caía sobre su espalda, aún sin salir de su interior, rodeando su cintura y masajeando su pene y testículos suavemente, restregaba su rostro contra la piel de su espalda dejando besitos superficiales, se sintió más que mimado, este hombre estaba amando su cuerpo, cerró los ojos relajado a pesar de sentirse aplastado por el pelinegro pero no le importaba porque se sentía cálido y adoraba la sensación del cuerpo duro del hombre sobre el suyo.
Dejando un último beso en el hombro del rubio, tomó fuerzas para levantarse y salir del cuerpo más delgado, notó como todos el semen escurría entre las piernas tonificadas y se le antojó lamerlo pero no haría eso, quizás el rubio se sentiría asustado y por como se veía estaba más que exhausto, no iba a someter a ese ángel a otra sesión de sexo, no era un animal. Ayudó al rubio a enderezarse con cuidado, le sostuvo las manos, eran tan hermosas, aquellas manos había hecho un gran trabajo aliviando su dolor.
El rubio quedó sorprendido cuando el pelinegro fue tan delicado, besando sus dedos con una sonrisa, le devolvió el gesto y se dejó sumergir hasta los hombros pasando sus brazos nuevamente sobre los hombros del pelinegro quien lo rodeó entre sus brazos, se dieron un beso intenso pero a la vez lento, degustándose entre si.
- Jamás había hecho esto con nadie - suspiró dejando que su cabeza cayera sobre el pecho del hombre.
- ¿Jamás habías tenido sexo antes? - se sintió nervioso de haber corrompido al hermoso ángel.
- No, no eso - soltó una risita - me refiero a que nunca sentí algo igual con nadie, fuiste tan atento y yo creí que te importaba - suspiró - gracias por eso - habría dicho que le importaba pero acaba de conocerlo y ni siquiera eso, habían tenido sexo sin plática profunda de por medio, nada más.
- Gracias a ti - le devolvió un beso - por todo -
Felix había aceptado salir con el hombre, le dijo que lo esperaría en el estacionamiento hasta que saliera de su turno, claro que el rubio no lo creyó, quizás solo quería quedar bien después de que lo hubiera cogido duro, pero estaba bien, no era la primera vez que un hombre quería quedar bien con él, de cualquier forma no esperaba que el pelinegro se quedara a aguardar por él.
- ¿Ya te vas Felix? - su amigo Seungmin le preguntó, trabajaba como recepcionista en el turno de la tarde hasta el cierre del negocio.
- Sí, ya acabó mi turno ¿te quedas? - el castaño asintió.
- Sí, solo tengo que organizar unos cuantos papeles y luego Chris vendrá por mi, iremos a recoger a Innie de la universidad, tiene clases hasta tarde - Felix sonrió, sabía que Seungmin salía con dos personas pero parecía que entre los tres se llevaban bien.
- Genial, yo supongo que iré a comer algo y luego a casa, tuve un día cansado - recordó al instante el glorioso suceso y su lengua comenzó a picar, cansado por todo el líquido corporal que había perdido.
- Te entiendo, el cuello me está matando - el castaño le dio una hermosa sonrisa - que tengas buen día Lix, ve a casa y descansa -
- Gracias Minnie, tu igual, nos vemos mañana -
Salió del establecimiento, ni siquiera se había cambiado el uniforme, pensó en ir directo a casa, no quería llevarse una decepción al no ver al pelinegro en el estacionamiento pero su ser masoquista no pudo resistirse y terminó caminando hasta allí, el sol se había ido y las calles estaban iluminadas pero desoladas.
Había un hombre fumando fuera de un auto negro brillante ¿era ese su hombre? mordió su labio para no soltar un grito de emoción, él estaba ahí, no había mentido y lo estaba esperando, intentó no parecer un desesperado cuando caminó rápidamente frente a él.
- Hola - dijo, el pelinegro apagó su cigarrillo lanzándolo por ahí y extendió los brazos hacia el rubio quien no tardó en saltar dentro de ellos - Sí me esperaste -
- Te dije que te esperaría - dijo simplemente, parecía que el pelinegro era una persona de abrazos, lo había notado en todas las veces que se habían abrazado - ¿Vamos? - aceptó sin decir palabra, debía estar loco para subirse al auto de un hombre que no conocía y con quien había tenido sexo en un momento de calor pero le atraía como nadie y si metía la pata pues ya no había vuelta atrás.
Una vez dentro el pelinegro le extendió una bolsa de comida rápida.
- Toma - el rubio la tomó algo desconcertado - fui por algo de comer mientras te esperaba, supuse que tendrías hambre y mi casa queda algo lejos de aquí - ambos se pusieron los cinturones y el pelinegro encendió el auto.
- Oh gracias, no tenías que molestarte - ambos se sonrieron sin decir nada hasta que el auto estuvo en marcha, Félix ojeó dentro de la bolsa, habían hamburguesas, papas y nuggets de pollo, además de un vaso de soda grande en el porta vasos del auto, sintió las ganas de inclinarse y besar al hombre en todos lados, era tan lindo.
- ¿Acerté? -
- La verdad es que amo las hamburguesas, así que sí, tienes más puntos a favor -
- ¿Más? - el rubio se sonrojó pero siguió comiendo mirando hacia el camino, no hubieron más palabras pero Felix estaba curioso de saber a donde se dirigía, las calles comenzaba a tornarse más elegantes, los edificios eran lujosos.
🍂 ᴺᵒˢ ˡᵉᵉᵐᵒˢ ˡᵘᵉᵍᵒ 🍂
ㅡ B Y B Y
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