Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

tres

¿Qué estaba haciendo? Solo debería mantener su boca cerrada, la muchacha la observaba confundida.

—¿D-desea que me quede? —Joder, sí, quería tenerla ahí, pero ¿por qué sentía que se estaba incendiando? Tal vez era el agua que estaba tan caliente.

No, ella estaba caliente, demasiado, llevó una mano hacia su pelvis y en efecto, dura como una roca.

No podía quedarse callada como una rara, pero no tenía más palabras, ¿Qué era lo que quería de la pequeña chica frente a ella?

Joderla, por supuesto, pero eso la asustaría, no podía ser una salvaje.

—Yo —se acercó a la orilla de la profunda bañera, y estiró su mano para deslizarla entre los dedos de la otra, eran tan lindas, delgadas y había hecho maravillas en su cuerpo —te deseo, a ti —susurró viendo como la boca de la morena se entreabría y un ligero temblor sacudía su cuerpo, maldición, la había perturbado, seguro la vería como una degenerada.

La castaña soltó su mano para asombro de la ojimiel, aunque eso solo confirmaría sus sospechas, la vio caminando hacia la puerta rápidamente, llevó su mirada a otro lugar no quería ver el pánico en los ojos de una chica tan hermosa.

La puerta hizo un pequeño sonido, dejó presionar su cuerpo de espalda a la puerta, suspirando porque nuevamente se sentía tensa y ahora no solo en sus músculos sino también en sus partes bajas.

Saltó sorprendida cuando unos brazos rodearon sus hombros, no había escuchado a la morena acercándose, si no hubiera estado tan distraída quizás hubiera tenido un infarto.

La linda morena no dijo nada y tampoco dejó que ella dijera nada, simplemente tomó su rostro y la llevó hacia un lado para plantarle el mejor beso que había sentido en su vida.

Su hermosa boca caliente, la sintió en todo su cuerpo, sus labios llenos y esponjosos la tomaron, su lengua era maravillosa, todo en ese individuo era perfecto, sus manos sosteniendo su cara y dejándola sin aliento, quería todo de esta chica de toque majestuoso.

Se sintió frustrada hasta que se dio cuenta, la linda castaña estaba descalza y la miraba con sus brillantes ojos seductores, abrió su camisa botón a botón, dejándola caer por sus brazos delgados, su cuerpo era curvilíneo pero entrenado, nada grotesco sino todo lo contrario, tan delicioso, sus manos picaban por estrujar la suave piel entre sus dedos y succionar cada parte.

Cuando llegó a sus pantalones ni le dio tiempo a procesar nada, tiró de ellos junto con su ropa interior y los dejó a un lado, se acercó a los pequeños escalones y se dejó sumergir junto con la rubia, le dio una sonrisa tímida y lo siguiente fue solo un borrón.

La rubia fue atrapada entre el musculoso cuerpo de su cliente y devorada en cada centímetro, su cuello fue succionado y mordido sensualmente, su cuerpo levantado para pasar sus brazos por el cuello de la ojimiel y sus piernas se envolvieron alrededor, pudo sentir su dureza presionando resbaladiza sobre su piel, jadeó por todo, se sintió mimada y deseada, pero sobre todo excitada, podría afirmar que estaba sudando aún bajo el agua, su cuerpo estaba en llamas.

—Bésame, por favor —la morena pidió, no sintió vergüenza de mendigar por más besos, lo haría una y mil veces más con tal de recibir esos tratos que la estaban volviendo loca.

Jennie Kim era una completa perra sumisa, era un secreto que no dejaba salir nunca, ni siquiera con sus parejas anteriores había tenido la confianza de dejarse llevar por completo, no había sentido la confianza de pedir cosas, ni expresar sus gustos, como le gustaba que la acariciaran con algo de rudeza pero no le gustaban los golpes, o las palabras sucias pero no los insultos, le gusta sentirse participativa pero no hacer todo el trabajo, era floja para eso pero podía corresponder las atenciones, se supone que el placer debía ser mutuo, nunca se había dado cuenta de que tan reprimida había estado hasta que esta mujer le pidió quedarse y quería decirle todo lo que quería que le hiciera. Cada sucia cosa.

La nube de realidad la golpeó cuando fue empotrada contra la orilla de la bañera, las vibraciones del agua golpeaban su espalda y se sentía tan bien, el agua comenzaba a salpicar fuera por la fuerza de los movimientos, la rubia estaba amasando su cuerpo, de su cintura a sus muslos y glúteos, quería dejarse caer y que esta mujer le diera un masaje que durara para siempre.

—Voy a besarte en cada parte de ti, bebé —la castaña quiso chillar de la emoción, esta mujer era todo lo que quería y aún no la había penetrado, estaba flotando de la emoción. —Tócame —pidió la rubia, tomando la mano de la morena para llevarla hacia su pene y hacer presión.

Jennie utilizó su magnífica mano para hacer cosas aún más maravillosas sobre la erección de la ojiazul, ajustando con la fuerza correcta y deslizando de la base a la punta, incluso unió sus sexos lo más juntos posible para comenzar a friccionarse entre ellos, sacando jadeos de la más baja, Jennie no estaba enfocada en su placer, contrario a ella misma estaba ensimismada en darle placer a esta mujer.

Las manos más grandes de la ojimiel se dirigieron al trasero de la muchacha, era redondo y relleno, estrujó con fuerza sacando quejidos de la garganta de la chica que solo parecía concentrada en hacerla gemir, metió sus dos dedos medios a la vez para separar la entrada vaginal de la chica, esta abrió la boca dejando salir soniditos graves, tiró en direcciones opuestas para entrar en la morena, quien apretaba los dientes por la sensación de escozor.

—¿Soy muy ruda, ángel? —la castaña negó mordiendo sus labios con fuerza, intentando comunicar lo contrario a lo que sentía, sentía algo de ardor, pero le gustaba, esta mujer era el punto justo de rudeza, dejando de herirse a sí misma soltó sus labios y le dio un beso devastador, pero sus besos eran tan dulces, dentro de toda la seducción de la morena no dejaba de haber tanta dulzura.

Presionó sus dedos lo más profundo que pudo, el ceño de la morena se frunció, pero su garganta jadeaba, su mano seguía presionando el miembro y la rubia quería que dejara de hacerlo o iba a correrse antes de probar la delicia oculta en el interior del ángel en sus brazos.

Unos minutos después llevó dos dedos más y los hundió con movimientos lentos, la castaña gritó, pero tan solo un instante después los quejidos de satisfacción se volvieron más intensos, la rubia chupaba su cuello, y bajaba a su pecho mordiendo, el sabor se mezclaba con las esencias volviendo a la pequeña rizada todo un delicioso platillo.

Detuvo sus movimientos dejando desconcertada a su ángel, le dio un pequeño beso y levantó sus muslos hasta su cintura, la castaña colgaba de su cuello, al estar bajo el agua era más ligera que una pluma, llevó su pene ansioso hasta la dilatada entrada de la morena y comenzó a hundirse de a pocos.

La castaña mordió sus labios, era grueso, podía sentirlo, era así como le gustaba, esta mujer no estaba pistoneando dentro sin delicadeza, estaba tomando su tiempo para dejarse llevar dentro de su cuerpo sin lastimarla. Jennie era cambiante, a veces quería una cosa y a veces otra, pero lo que siempre le gustaba era ser mimada durante el sexo ya sea salvaje o no.

Cuando terminó de entrar escuchó como la rubia gruñía en su oído, chupó detrás de su oreja derecha y dio una embestida que golpeó desde su columna hasta su cerebro.

—¡Ahg! —las manos de la ojimiel viajaron a la cintura de la menor estrujándola para hacerla más pequeña aún, dándose impulso se movió intensamente dentro de la morena quien se estremecía jadeando. —E-eres p-perfec-cta —tartamudeó la castaña para no gemir mientras hablaba, estaba tan feliz.

—Nadie más que tu-u, he-ermosa —los gruñidos continuaron, venían de lo más profundo de la garganta de la ojimiel, se sintió estimulada en todo su cuerpo.

La castaña gemía bajo, tenía un aura de delicadeza que se notaba con tan solo mirarla, la beso por todos lados, una y otra vez, no podía sentirse cansada de hundirse en este ser tan hermoso, la adoraría todo lo que pudiera.

Sus brazos delgados acariciaban el cabello húmedo de la mujer fuerte, era tan suave y olía de maravilla, no podía dejar de gemir cerca de su rostro, sus ojos estaban cerrados al menos en su mayoría, aunque por momentos podía sentir su boca siendo abusada por la de la contraria, dejando escapar sumisos suspiros de puro gusto y sonrisas sinceras.

Las manos calientes de la ojimiel se pasearon por todo su cuerpo, con cuidado dejó de empujar dentro de ella para dirigirla hacia el escalón de la bañera, le dio vuelta mientras adoraba cada porción de piel de la morena, sus codos cayeron sobre el borde y se inclinó ofreciendo su cadera y trasero hacia arriba, se estiró como un gato, la rubia se posicionó detrás de ella, la pelinegra exhaló, las manos grandes cayeron sobre sus glúteos rellenos y le abrieron, los bordes rojos de su entrada se veían antojables, podía sentir el ardor por la estirada pero le encantaba.

Los dedos largos se deslizaron dentro y jadeó, el toque era lento y delicado pero era tan bueno que estaba babeando del gusto, el agua había salpicado por todas partes y sentía sus codos resbalar hacia adelante, por lo que decidió extenderse por completo, con la rubia detrás suyo creyó que le daría más facilidad, lo que no esperaba era ser penetrada tan profundo por segunda vez.

—Oh mierda... —cuando la rubia se deslizó dentro empujando hacia adelante, enterró su rostro entre sus brazos y se dejó joder como una perrita necesitada, su punto más dulce estaba siendo bombardeado por numerosas embestidas, una tras otra, no podía estar temblando más, sus dientes castañeaban del deseo y sus ojos estaban lagrimeando, la rubia podía escuchar sus inestables jadeos, pero eran tan sensuales que no quería que se detuvieran jamás.

Con la vista de la perfecta espalda de la morena, apretó la cintura contraria viendo como la piel perdía color para luego volverse de un rojo intenso apetecible, su respiración estaba comenzando a ser más dificultosa y necesitaba llegar más profundo en ese ser tan hermoso o se volvería loca, llevó sus manos a los hombros de la contraria deslizando sus manos por los brazos sintiendo la tensión, los llevó hacia atrás en su dirección y tiró fuerte de los brazos ajenos para que pudiera encontrarse con ella, y la castaña gritó de placer, y fue su incentivo para hacerlo muchas veces más.

Kim sonreía, estaba más que feliz, un estado de éxtasis la cubría por completo, incluso sus risas eran encantadoras, nada escandalosa, todo siempre tan delicado, lo estaba amando y la rubia estaba amando ser quien pudiera hacer sonreír a ese ángel, no importa si era con sexo, lo estaba disfrutando.

—N-no pares... po-r por fa-vor —la voz suplicante de la muchacha era música para sus oídos, susurros en tonos graves.

—Tranquila, te devolveré el favor —dijo en tono cariñoso y se inclinó para poder trazar su lengua sobre el cuello húmedo de la muchacha dando mordidas que causaban escalofríos en la linda chica, se estremecía cada vez más, no sabía si por las embestidas duras o los besos y mordidas calientes.

Sentía un calor infernal en su vientre, iba a correrse en cualquier segundo, con los fuertes golpes en su punto g sumados al golpeteo de los testículos de la ojimiel, estaba por explotar, seguro tenía chupetones en su cuello y espalda y su cintura y brazos estaban marcados por las manos de la mayor, pero asumiría todas las consecuencias.

—Voy a corre-erme ¡mgh! ¡oh!

—Oh no bebé, dame unos minutos —unos dedos pellizcaron su clítoris, estaba retorciéndose.

—P-por favor no-o, lo n-necesito —la rubia la torturó unos segundos más, escuchando los quejidos engreídos de la morena, le causo tanta ternura que tuvo compasión y soltó la presión en su clítoris para masturbarla lentamente.

Con un gemido desesperado la castaña se corrió en su mano, se contrajo en todo su cuerpo y casi convulsionó en sus brazos, su pene fue exprimido dentro de la morena y no tuvo más opción de correrse dentro.

La castaña se dejó caer con el rostro en la superficie plana, todo era un desastre, cabello desordenado, labios rojos y maltratados, sus extremidades parecían de gelatina, su entrada estaba llena de espesa corrida de su cliente, después de todo el calor del momento quizás podía sentir algo de vergüenza por la extenuante sesión de sexo improvisado, pero nada ni nadie borraría su sonrisa. Se quedó sin aire cuando sintió como el peso de la mujer caía sobre su espalda, aún sin salir de su interior, rodeando su cintura y masajeando su coño suavemente, restregaba su rostro contra la piel de su espalda dejando besitos superficiales, se sintió más que mimada, esta mujer estaba amando su cuerpo, cerró los ojos relajada a pesar de sentirse aplastada por la rubia, pero no le importaba porque se sentía cálida y adoraba la sensación del cuerpo duro de la mujer sobre el suyo.

Dejando un último beso en el hombro de la morena, tomó fuerzas para levantarse y salir del cuerpo más delgado, notó como todo el semen escurría entre las piernas tonificadas y se le antojó lamerlo, pero no haría eso, quizás la pelinegra se sentiría asustada y por cómo se veía estaba más que exhausta, no iba a someter a ese ángel a otra sesión de sexo, no era un animal. Ayudó a la pequeña castaña a enderezarse con cuidado, le sostuvo las manos, eran tan hermosas, aquellas manos habían hecho un gran trabajo aliviando su dolor.

La castaña quedó sorprendida cuando la rubia fue tan delicada, besando sus dedos con una sonrisa, le devolvió el gesto y se dejó sumergir hasta los hombros pasando sus brazos nuevamente sobre los hombros de la ojimiel quien la rodeó entre sus brazos, se dieron un beso intenso, pero a la vez lento, degustándose entre sí.

—Jamás había hecho esto con nadie —suspiró dejando que su cabeza cayera sobre el pecho de la mujer.

—¿Jamás habías tenido sexo antes? —se sintió nerviosa de haber corrompido al hermoso ángel.

—No, no eso —soltó una risita —me refiero a que nunca sentí algo igual con nadie, fuiste tan atenta y yo creí que te importaba —suspiró —gracias por eso —habría dicho que le importaba, pero acaba de conocerla y ni siquiera eso, habían tenido sexo sin plática profunda de por medio, nada más.

—Gracias a ti —le devolvió un beso —por todo.

Jennie había aceptado salir con la mujer, le dijo que la esperaría en el estacionamiento hasta que saliera de su turno, claro que la castaña no le creyó, quizás solo quería quedar bien después de que la hubiera cogido duro, pero estaba bien, no era la primera vez que alguien quería quedar bien con ella, de cualquier forma, no esperaba que la rubia se quedara a aguardar por ella.

—¿Ya te vas Jennie? —su amiga Sana le preguntó, trabajaba como recepcionista en el turno de la tarde hasta el cierre del negocio.

—Sí, ya acabó mi turno ¿te quedas? —la castaña asintió.

—Sí, solo tengo que organizar unos cuantos papeles. —Jennie sonrió.

—Genial, yo supongo que iré a comer algo y luego a casa, tuve un día cansado —recordó al instante el glorioso suceso y su lengua comenzó a picar, cansada por todo el líquido corporal que había perdido.

—Te entiendo, el cuello me está matando —la castaña le dio una hermosa sonrisa —que tengas buen día Jen, ve a casa y descansa.

—Gracias, tu igual, nos vemos mañana.

Salió del establecimiento, ni siquiera se había cambiado el uniforme, pensó en ir directo a casa, no quería llevarse una decepción al no ver a la rubia en el estacionamiento, pero su ser masoquista no pudo resistirse y terminó caminando hasta allí, el sol se había ido y las calles estaban iluminadas pero desoladas.

Había una mujer fumando fuera de un auto negro brillante ¿era esa su mujer? mordió su labio para no soltar un grito de emoción, ella estaba ahí, no había mentido y la estaba esperando, intentó no parecer una desesperada cuando caminó rápidamente frente a ella.

—Hola —dijo, la rubia apagó su cigarrillo lanzándolo por ahí y extendió los brazos hacia la pelinegra quien no tardó en saltar dentro de ellos. —Sí me esperaste.

—Te dije que te esperaría —dijo simplemente, parecía que la rubia era una persona de abrazos, lo había notado en todas las veces que se habían abrazado. —¿Vamos? —aceptó sin decir palabra, debía estar loca para subirse al auto de una mujer que no conocía y con quien había tenido sexo en un momento de calor, pero le atraía como nadie y si metía la pata pues ya no había vuelta atrás.

Una vez dentro Rosé le extendió una bolsa de comida rápida.

—Toma —Jennie la tomó algo desconcertada —fui por algo de comer mientras te esperaba, supuse que tendrías hambre y mi casa queda algo lejos de aquí —ambas se pusieron los cinturones y la rubia encendió el auto.

—Oh gracias, no tenías que molestarte —ambas se sonrieron sin decir nada hasta que el auto estuvo en marcha, Jennie ojeó dentro de la bolsa, había hamburguesas, papas y nuggets de pollo, además de un vaso de soda grande en el portavasos del auto, sintió las ganas de inclinarse y besar a la mujer en todos lados, era tan linda.

—¿Acerté?

—La verdad es que amo las hamburguesas, así que sí, tienes más puntos a favor.

—¿Más? —Jennie se sonrojó, pero siguió comiendo mirando hacia el camino, no hubo más palabras, pero Jennie estaba curiosa de saber a dónde se dirigía, las calles comenzaban a tornarse más elegantes, los edificios eran lujosos.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro