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dos

Jennie calentó sus manos embadurnadas en aceite de almendras y comenzó a bajar la bata por los hombros de la mujer al mismo tiempo que extendía la sustancia por sobre su piel, esta cliente tenía un cuerpo fornido, su espalda era estrecha y musculosa, podía sentirlo solo con sus palmas, aún no había comenzado a estrujar la piel.

Se le hizo agua la boca de solo pensar en esta mujer.

Continuó con su labor, presionando los puntos correctos lo mejor que pudo, era una profesional, pero por supuesto que la opinión de los clientes era importante.

—¿Está bien la presión? —dijo en un susurro a lo que la otra respondió vagamente, podía sentir los minúsculos gimoteos de satisfacción proviniendo de la voz contraria.

Realizó los movimientos relajantes por los omóplatos de la mujer, luego por el cuello y columna, estaba tan tensa, no era para menos que sintiera un dolor tan intenso, las contracturas podía notarse en la postura de su piel incluso.

Jennie estaba más que contenta de darle a esta mujer algo de satisfacción, tenía unas manos pequeñas que se veían aún más diminutas sobre aquella espalda fuerte y pálida, pero aun así ella sabía que hacer exactamente para aliviar a su cliente. El masaje continuó por los hombros y brazos, dejando a Jennie fascinada por la cantidad de músculos duros que podía sentir, se notaba el trabajo físico realizado, lo que la sorprendió más puesto que la mujer había mencionado que era oficinista ¿Cómo se manejaba un cuerpo como ese?

Cuando llegó a las manos, Jennie notó la diferencia, se preguntó cómo se sentiría entrelazar sus dedos con esas manos fuertes, el tamaño era notable, le parecieron lindas, tenía una linda forma de uñas y pintadas de un bonito azul pastel, sus dedos eran largos, combinaban bien con cada parte de su cuerpo, tan proporcionado.

Siguió con la parte baja de la espalda, era malditamente sexy como la piel  de la mujer se pegaba a la curvatura de su espalda desapareciendo en lo más bajo de camino a su trasero, escuchó algunos gruñidos cuando presionó cerca de la columna, la mujer parecía sentirlo placentero. Cuando fue momento de llegar a las piernas y pies, Jennie estaba sorprendida, esta mujer tenía una piel tersa, sus pies igualmente estaban bien cuidados, se notaba que dedicaba tiempo a su cuidado personal, masajeó duro los músculos por delante y detrás de las piernas, hasta terminar en los pies, relajando dedo a dedo.

—He finalizado con la primera parte ¿Podría darse la vuelta? —dijo con la voz baja para no irrumpir abruptamente —le ayudaré —ofreció, acomodando la bata, vio como esta se levantaba un poco para poder girarse sobre la camilla, le ofreció su hombro para mayor estabilidad y finalmente quedó recostada con la mirada hacia el techo, Jennie le pidió que cerrara lo ojos, a lo que la mujer obedeció, luego se dirigió una vez más a por sus aceites relajantes y volvió a calentar sus manos. —Haremos algunos ejercicios de respiración —dijo mientras se colocaba justo al lado de la cabeza de la ojiazul. —Le ayudarán a expandir los pulmones y descontracturar los músculos alrededor de la caja toráxica —colocó las manos superficialmente por sobre la nariz de la mujer para que esta pudiera sentir el olor y le indicó cuando inhalar y exhalar, de ese modo gracias a los movimientos que emitían sus manos, las pequeñas ráfagas de viento llegaban hacia el olfato de su cliente.

—Bien, voy a proseguir con el masaje —avisó, hizo lo mismo que al inicio solo que esta vez, utilizó sus manos para descubrir el pecho de la mujer, igual, bajó por sus hombros delineando la zona, y presionó notando como la expresión de la ojiavellana se contraía, parecía sentir mucho dolor, tomó otra posición caminando alrededor de la camilla hasta quedarse frente a su cabeza y llevó sus manos debajo de su cuello para masajear con estas en forma de puño, así pudo notar como el ceño de la mujer disminuía, parecía que le gustaba, sonrío.

Continuó hasta el abdomen marcado de la mujer, podía ver cada cuadrado protuberante marcándose sobre su estómago, tan trabajado y duro, hizo algunos movimientos en su cintura, no demasiados para no causarle cosquillas, y finalmente bajó hasta las piernas.

Podía ver los músculos duros en los laterales de los muslos, comenzó masajeando de arriba hacia abajo sintiendo los gruesos y pesados que eran estos, una corriente de deseo azotó su boca, como le gustaría morder esa piel, por un instante sus dientes castañearon, debía concentrarse.

Cuando estaba terminando con los muslos de la mujer, notó como su bata estaba algo elevada en la parte que cubría sus genitales, Jennie no estaba sorprendida, era algo normal en su trabajo que las personas sintieran excitación durante una sesión de masajes, en realidad ese era el punto, brindar placer a los clientes a través de las sesiones de relajación.

Usualmente no prestaba atención a cosas como esas, una erección ocurría por diferentes motivos y lo entendía, su cliente ni siquiera tenía una erección completa, a penas un levantamiento leve pero no entendía porque esta vez se había sentido tan curiosa de poder darle un vistazo, la rubia seguía con los ojos cerrados así que probablemente no era muy consciente de sus acciones involuntarias pero el ceño fruncido se había ido y se notaba relajada.

Jennie continuó con su masaje hasta que terminó por completo.

Una vez terminado le indicó a la mujer que sentara para poder darle una última tanda de masajes antes de poder darse su baño caliente.

Rosé abrió los ojos lentamente, si bien las luces no eran tan brillantes, necesitaba ajustar su vista, sintió como era tomada de uno de sus brazos para apoyarse y quedar sentada con las piernas extendidas, cuando dejó de parpadear giró para encontrar con los ojos de la persona que había tomado cuidado de ella.

—Aquí, le ayudaré a sentarse correctamente —dijo la chiquilla a su lado, Rosé quedó algo ida, era una niña preciosa, tenía un rostro tan fino, unos ojos marrones brillantes y felinos, cabello castaño, una linda barbilla partida y una boca con labios finos de tono rosa claro, que se le antojó morder.

La chica le brindó una sonrisa con hoyuelos a la cual respondió estúpidamente, embobada por la apariencia hermosa ante ella, jamás había conocido a nadie que le atrajera de esa forma ni al primer vistazo, la muchacha se dirigió hacia su espalda y masajeó con esas manos maravillosas que poseía, Rosé había intentado todo ese tiempo no soltar sonidos de satisfacción, porque había que reconocer que la chica sabía lo que hacía, pudo ver su pene algo despierto cuando inclinó la cabeza hacia adelante a pedido de la chica, y por alguna razón no se sintió avergonzada, ahora que lo había visto su erección solo estaba amenazando con ser más grande.

La muchacha volvió a colocarse frente a ella y le pidió que cerrara los ojos mientras masajeaba sus hombros con sus pulgares, moliendo suavemente la piel de sus clavículas y laterales de su tenso cuello, luego continuó hacía arriba, pasando por sus orejas delicadamente hasta llegar a su cabello, movía sus dedos sobre su cuero cabelludo y se rindió, suspirando.

Jennie aprovechó para deleitarse con la belleza de la mujer frente a ella, su rostro era atractivo, femenino, pero sus ojos habían sido suaves cuando se encontraron con los suyos, tenía un sedoso cabello rubio como el sol que se le antojó jalar, pero debía controlarse.

Dio por terminado el masaje, pidiéndole a la mujer fuerte que se pusiera de pie para dirigirse hacia el jacuzzi humeante.

—Por favor, venga conmigo —ayudó a acomodar la bata rápidamente por los hombros de la mujer, quien se puso de pie terminando de ajustar su bata en su lugar, caminaron unos metros hasta estar frente a la enorme tina llena de algunas flores, podía ver el vapor salir y el aroma delicioso inundando el lugar. —Puede ingresar, si la temperatura es muy fría o caliente puedo cambiarla —la ojiavellana asintió.

—Gracias.

—Si gusta puede entrar ahora y sostendré su bata para que no se moje —le ofreció —prometo que no voy a invadir su privacidad —dijo suavemente, Rosé asintió y metió un pie sintiendo la temperatura correcta, deshizo el nudo de su bata y comenzó a abrirla, la muchacha se encontraba detrás de ella sosteniendo los hombros de su bata para que ella pueda deslizarse fuera de ella y meterse al agua sin ser vista. Dio algunos pasos más hasta que se cubrió por completo de agua, sintió sus músculos quemar, pero era un calor agradable, se giró para ver a la muchacha quien tenía su bata colgando en uno de sus brazos, sus ojos se conectaron una vez más y esta volvió a darle otra sonrisa preciosa.

—¿Todo es de su agrado? —la rubia asintió sin decir ni una palabra. —¿Me diría si tiene alguna sal de baño de su preferencia? puedo aplicarla sobre el agua para que pueda disfrutarlo —la ojiavellana pensó que lo único que quería era que la chica le siguiera hablando para siempre, a pesar de solo susurrar y no usar su voz real podía detectar un tono que le gustaba.

—Me gusta la canela —la muchacha asintió y caminó hacia un estante donde consiguió lo que buscaba.

—Esta es una sal mineral de canela y manzanilla completamente artesanal —anunció dejando caer el producto dentro del agua, colocándose de rodillas a la orilla para no dejar que salpicara o hiciera ruido. —¿Desea que encienda en sistema de hidromasajes? le hará sentirse mejor en sus hombros y espalda —la rubia no dijo nada pero la castaña pareció entender que estaba de acuerdo, así que la vio presionando algunos botones en un control sobre la pared, al instante comenzó a sentir como el agua comenzaba a moverse y su espalda, piernas y hombros recibían todos los golpeteos de forma relajante.

—Eso es bueno —sentenció cerrando los ojos, la castaña asintió conforme.

—Bueno, la dejaré por media hora para que pueda descansar y volveré para ayudarla a salir —no, eso no, no quería que la muchacha se fuera.

—E-espera —abrió sus ojos y vio como la muchacha la observaba.

—¿Necesita algo más?

—¿Podrías quedarte?


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