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cinco

Jennie abrió los ojos lentamente, estiró su espalda esbelta acurrucándose nuevamente sobre las suaves almohadas, que suave, suspiró enterrando sus brazos y pecho sobre las sábanas calientes, se arqueó y sintió una dura punzada en su espalda baja, como si se tratara de un flash su cerebro procesó todo.

Había bebido un poco anoche, tuvo sexo con Rosé en el sofá de su sala, incluso es probable que se haya dejado coger medio adormilada, y ahora ¿Qué hacía en esa enorme cama? ¿Cómo llegó ahí?

—Oh dios, debes estar demente Jennie Kim —se dijo a sí misma, dio un vistazo rápido a la habitación, todo se veía simple pero muy costoso, y sofisticado, la habitación de una mujer adulta, suspiró, la rubia le había comentado sobre su compañía un poco antes de que la atacara sobre su sofá, a veces el alcohol la hacía sobre reaccionar.

Se sentía algo cansada, vio un despertador en la mesa de noche junto a ella, todavía marcaba las nueve de la mañana, podía quedarse echada un poco más antes de cambiarse e irse a su turno en el trabajo, así que solo se dio la vuelta y aprovechó en hundirse sobre la majestuosa comodidad de esa cama, bastaron unos minutos para que comenzara a quedarse dormida de nuevo y unos cuantos minutos más para sentir como unos brazos le rodeaban la cintura y la atraían hacia ella por la espalda, su cuerpo desnudo brindándole calor al instante.

Sabía que era Rosé, podía reconocer su tacto porque estaba casi tatuada en su cuerpo literalmente, aún no había visto su cadera, pero sabía que seguramente tenía la evidencia de todas las veces en que la mayor estuvo golpeando dentro de ella.

Se dejó abrazar porque ella eso le encantaba, la rubia no dijo nada en absoluto solo guio su mano delineando suavemente la cadera de la morena hacia adelante, paseó su mano caliente por su clítoris y comenzó a frotar de arriba a abajo sacando gruñidos de su garganta, Jennie se dejó hacer, se sentía más floja, los labios de la mayor dejaron suaves besos sobre su nuca y comenzó a apretar levemente más fuerte.

—Mmmgh Rosie —Jennie agarró la muñeca de la mano con la que Rosé la frotaba para darse estabilidad, su boca estaba abierta jadeando, y pudo sentir la erección dura restregarse en su trasero, pero sin llegar a abrirle, Jennie llegaría pronto y la rubia lo sabía por lo que decidió no penetrarla y simplemente le dio placer manual que según notaba, la castaña estaba más que extasiada.

—M-me voy a correr —avisó la castaña, Rosé presionó más fuerte y rápido sacando grititos de la menor, quién retorcía sus piernas hasta que finalmente explotó en su mano con su esencia. Jennie respiraba entrecortada, sin previo aviso la rubia forzó el cuello ajeno para robarle un beso duro, Jennie estaba exhausta, tan estable como una gelatina y solo se dejaba hacer.

Después de besarla la castaña aún tenía los ojos cerrados, Rosé la abrazó besando su frente y descansaron unos minutos más.

Jennie llegaría tarde aunque Rosé le aseguró que no, tenía turno en el spa a las doce del día, sabía que Sana estaría en el mismo horario y le salvaría el trasero al momento de corregir los horarios pero aun así no le gustaba aprovecharse de su amiga, Rosé conducía mirando hacia el frente, en día domingo no había autos por todos lados y menos a esa hora, había insistido en que comiera algo, así que pasaron por un auto servicio de nuevo, la rubia había soltado un comentario que había estado en la cabeza de la morena durante todo el camino.

"Las próximas veces no vas a tomar un desayuno como ese, necesitas alimento real"

¿Próximas veces? ¿De qué hablaba esta mujer? ¿No solo la tomaría una noche y la estaba llevando al trabajo como agradecimiento por dejarse joder?

No quería ser tan dramática y tratarse como una zorra, aunque no le molestaba admitir que se fue a la cama con un cliente que no conocía, pero tampoco era una adolescente ilusionada con un cuento de hadas, no esperaría nada, si Rosé tenía interés en su persona entonces esperaba que se lo dijera y si esto solo era un revolcón, también esperaba que se lo mencionara.

Cuando llegaron Jennie tuvo la intensión de despedirse, pero la rubia la detuvo.

—Tengo una reservación para las doce y media —avisó, Jennie aún no lo sabía, recibía su cronograma una vez llegara a trabajar, al parecer Rosé sería su primer cliente del día.

—De acuerdo —la castaña todavía estaba en shock cuando Rosé le dio un beso de despedida y le dijo que la vería en un rato, se bajó del auto y agitó su mano, casi tropieza con los escalones de entrada, estaba flotando en una nube de fascinación.

Sana estaba en la recepción tecleando algunas cosas, cuando la vio le dio una sonrisa.

—Hola Jenn ¿Qué tal tu día? —Sana posó una taza de café caliente sobre el mostrador —cargado con tres de azúcar. —Jennie asintió y sostuvo el café caliente en sus manos.

—Ha estado —perfecto —bien —Sana le dio una sonrisa hermosa y asintió conforme con la respuesta, Jennie se moría por abrir la boca y contarle todo lo que había pasado en las últimas doce horas, pero debía correr a prepararse para su siguiente sesión.

—Este es tu cronograma de hoy —Sana le entregó su pantalla portátil con la que solía trabajar —el primer cliente debería estar aquí en diez minutos, será mejor que corras.

—Cierto, gracias por el café —se dio vuelta y comenzó a caminar, aunque antes de atravesar las puertas hacia los camerinos, regresó —Sana —la mencionada la observó atenta.

—¿Qué sucede Jen? —la castaña mordió sus labios algo nerviosa, pensó rápidamente en el día anterior y quiso sonreír.

—¿Tú crees que podríamos salir a comer algo después de cerrar? —la azabache estaba sorprendida, pero aceptó de inmediato, solo tenía que avisar que regresaría sola a casa en la noche.

—Seguro, nos vemos luego.

—De acuerdo, gracias.

···

Rosé regresó a su oficina el lunes por la mañana, renovada y más relajada que nunca, su sesión del domingo constaba de tratamientos que nunca había escuchado antes, Jennie fue la encargada de su cuidado durante todo el tiempo que se quedó, no habían tenido sexo de nuevo y habían podido hablar algunas cosas pero la castaña le dijo que el propósito era que dejara las tensiones así que por momentos no hablaban, Rosé no podía negarle nada a la pequeña si se lo decía mirándola a la cara, sus ojos le cegaban con toda esa profundidad y belleza, la linda nariz, piel de seda y su boca perfecta se movía frente a ella, su mente comenzaba a volar de lo perfecta que era la pelinegra a los ojos de la mayor.

Cuando fue hora de partir la castaña la despidió con un beso prolongado, se abrazaron y mimaron unos minutos, parecían dos gatitos, intercambiaron números, Rosé pensó en invitar a Jennie de nuevo a su casa, pero prefirió no hostigarla y darle algo de espacio, después de todo la menor aún tenía trabajo así que finalmente se retiró e intentó disfrutar la soledad de su departamento todo el domingo.

Ahora estaba llegando a su lugar de trabajo y tenía que revisar que cosas había avanzado Yerim en su ausencia, no dudaba del trabajo de ella, pero si dudaba de que tan concentrada estaría con Sooyoung rondando alrededor.   

Cuanto entró por las puertas principales todos la recibieron como de costumbre, la compañía había crecido mucho en los últimos años y cada vez intentaba dar más trabajo, hasta ahora sus empleados eran eficientes y no causaban problemas, su asistente nueva estaba tecleando algunas cosas, le gustaba el reemplazo de su asistente original, era una joven entusiasta solo que algo torpe, le recordaba a ella cuando era una niña.

—Buen día —saludó, la muchacha la saludó también.

—¿Yerim llegó? —la muchacha se veía pensativa.

—Yo diría que nunca se fue —comentó en tono bajo ganándose una mirada confusa de la ojiavellana.

—¿De acuerdo? —sin más se abrió paso en su espacio y realmente no estaba sorprendida por lo que vio.

Sooyoung durmiendo pegada a Yeri sobre algunas mantas en el suelo, pero esa era su oficina.

—¡Arriba! —la pareja se levantó al instante, Sooyoung tenía una cara de espanto comiquísima y Yerim simplemente frotaba sus ojos. —¿Están vestidas debajo de eso? —caminó directo a su escritorio que era todo un desorden, al parecer Yeri había tomado el trabajo en serio.

—No tuvimos sexo ¿Quiénes crees que somos? —Rosé le dio una mirada escéptica, Sooyoung puchereó sentándose para cruzar sus brazos sobre su pecho desnudo, Yeri gruñó y le pasó la manta sobre el torso.

—Cúbrete, exhibicionista —dijo con voz gruesa y cansada.

—Solo es Rosie, bebé —se defendió acariciando el rostro de su novia —además así me amas.

—Ya cállense ustedes dos y mejor díganme porque están durmiendo en el suelo de mi oficina —Yerim se puso de pie para estirarse mientras Sooyoung se lanzaba sobre el sofá acurrucada entre la manta que le cubría, todavía tenía sueño.

—Necesitaba revisar todos los documentos anteriores y no quería trasladarlos a casa, el fin de semana nadie está aquí, entonces decidí quedarme —explicó con simpleza.

—¿Y en que parte de la historia aparece Sooyoung? —la nombrada ya estaba dormitando de nuevo, su novia la veía con adoración.

—Vino a quedarse porque no quería estar sola en casa estos días cuando acaba de volver.

—Y tu seguramente hubieras colapsado por su ausencia, claro como no lo pensé antes —la más alta gruñó rodando los ojos, no le gustaba que le restregaran en la cara su dependencia por Sooyoung, sí la tenía y era en extremo fuerte pero solo ella podía burlarse de eso, nadie más.

—Es lo mínimo que merezco por haber hecho tu trabajo, te recuerdo que mi área es otra —era verdad, Yerim se encargaba de la parte financiera de la empresa mientras que Rosé veía los contratos, al menos era lo suficientemente buena como para aligerar su trabajo sin errores.

—Ir a ese spa fue idea de tu novia —acusó.

—Ahora que lo dices ¿Cómo te fue? —la rubia se aclaró la garganta, Yerim no era alguien a quien le interesaran los otros, y preguntaba algo era porque de verdad estaba interesada en saber, pero no sabía si debía decirle que pasó.

—Estuvo bien, puedo decir que ya no me siento tensa o contractura da —asintió de acuerdo —y puede que haya tenido algo de sexo con la chica de los masajes.

—¡¿QUÉ?! —ambas miradas se dirigieron hacia el sofá donde se encontraba la chica delgada.

—¡Oye ¿tú no estabas dormida?! —enfatizó la última palabra.

—¡Park Rosé! ¿te acostaste con Jennie?!

···

Tres días, Jennie no había hablado con Rosé en tres días y se estaba muriendo de los nervios porque quería verla, que la besara y le diera abrazos, pero era demasiado tímida para eso, no sabría qué hacer si la rubia le decía que todo fue algo casual, aunque sabía que todo había sido algo casual, Jennie Kim estaba en la ruina y era malditamente miserable y patética, por dios, no tenía quince años, ya era una adulta y seguía comportándose como una bebé.

Sana le había dicho que simplemente tome el teléfono y llame a Rosé, le pida una cita o algo así, quizás comer algo o devolverle el favor, sino no sabría si realmente le interesaba a la ojiavellana, en caso de que no estuviera interesada simplemente podía dejar las cosas como estaban, incluso podría brindarle su amistad, pero esa era la opinión de Sana.

Se había estado masturbando hasta casi perder el conocimiento, no recordaba ser tan hormonal pero estos tres días había estado en agonía, tenía que llamar, aunque sea solo para desilusionarse o escuchar la voz de la mujer que la había dejado noqueada en todos los sentidos.

Su teléfono temblaba en sus dedos, pronto sería la hora de la comida y tendría una excusa para no quedar como una idiota, Sana estaba en la recepción como siempre y la vio esperando en la línea, le dio ánimos desde su lugar y Jennie le dio una sonrisa nerviosa.

—¿Hola? ¿Cariño? —Jennie mordió sus labios con fuerza antes de soltar un jadeo.


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