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35. Más que un apellido

Tres meses después

Los pasillos blancos, fríos e insípidos de San Mungo le traían malos recuerdos a su mente, provocando que un sabor amargo y metálico se instalara en su boca. Apretó sus puños para distraerse de los recuerdos y continuó su camino hasta llegar a la habitación indicada. Los ojos azules de Theresa buscaron la figura del sanador de su confianza, había sido uno al que muchos de los héroes vieron después de la guerra.

Se relajó considerablemente al verlo salir con una sonrisa en su rostro.

— ¿Cómo está? —preguntó Theresa.

El sanador hizo un gesto que le dio esperanza a la chica.

— Hoy ha estado espléndida. Muchos comentarios coquetos de su parte, pero se encuentra de un humor fantástico —le informó entre risas.

Una sonrisa de alivio se asomó en los labios de la joven.

Todos los días iba al hospital con el miedo de que le dieran malas noticias y era inevitable no sentir temor de que eso sucediera. Las estadísticas eran impredecibles y muy pocos eran capaces de salir de una situación tan profunda y oscura como la de su madre. Sin embargo, con el tratamiento adecuado, estaba mejorando.

— ¿Puedo verla?

El sanador asintió.

— Claro. Siento que le haría muy bien a la señora Nott...

— Greengrass —lo corrigió.

El hombre empujó sus lentes sobre el puente de su nariz y le dedicó una sonrisa sin mostrar los dientes. Conocía los detalles del reciente trámite de divorcio entre Theodore Nott y Daphne Greengrass. Había sido lo mejor para los tres. Theresa necesitaba estabilidad, Theo tenía que enmendar sus errores al haberse dejado manipular por sus padres y Daphne necesitaba ser libre.

— La señora Greengrass estaría muy feliz de verle. Además, creo que será mejor que ella le informe de las buenas noticias.

Dicho eso, el sanador continuó su camino por el pasillo, dejándola sola para que entrara a la habitación. Lo de entrar sola era relativo, pues siempre había aurores vigilando que todo estuviese en orden. Había sido un gran detalle de parte de los Weasley y los Potter que le dieran la vigilancia y el trato correspondiente a Daphne. Después de todo, ella estaba enferma y necesitaba de ayuda.

Theresa entró a la habitación, ensayando su habitual sonrisa y guion sereno y tranquilo. La sorpresa invadió su cuerpo al ver el gran y mejorado aspecto que tenía su madre.

Daphne tenía su cabello claro suelto, dejando ondas perfectas caer por sus hombros, sus ojos estaban libres de ojeras y parecían estar recuperando su brillo de felicidad y una sonrisa genuina era visible en su rostro. Tenía una camisa gris de mangas largas y una falda tableada de color negro.

— ¿Y eso? ¿Por qué no traes la ropa del hospital? —preguntó.

Daphne se acercó a su hija y agarró su mano, dudando un poco. Luego de lo ocurrido tres meses atrás, Theresa seguía un poco reacia a su tacto y lo entendía a la perfección. Las primeras semanas lloró y gritó hasta el cansancio o hasta que le suministraban medicación para calmar sus ataques, pero comenzó a comprender la magnitud de sus actos. Ahora solo se encontraba avergonzada y culpable de lo que le hizo a Pandora.

— ¿No te dijo el sanador? —Theresa negó—. Puedo irme a casa ahora.

— ¿Qué?

— Puedo ir a casa, Tess —repitió y en un tono un poco más bajo añadió—: si todavía me quieres ahí.

Theresa salió de su estupefacción, parpadeando varias veces para alejar las lágrimas de sus ojos. Fue en vano, pues una lágrima rebelde salió de su ojo derecho, resbalando por su mejilla, marcando su paso. Una mezcla de sentimientos comenzó a abrumarla hasta que no pudo más y se aferró a su madre, envolviendo sus brazos alrededor de su cuerpo como si ella fuese la gravedad que la mantuviese aferrada a la tierra.

Llevaba mucho tiempo deseando que todo en su vida volviese a la normalidad y ahora, justo en ese momento, parecía que todas las piezas rotas comenzaban a unirse. Quizá no volvería a tomar la forma anterior, pero a veces se podían construir cosas hermosas de los pedazos quebrados.

Y eso era justo lo que necesitaba para su vida.

Lo estaba teniendo.

Daphne estaba recuperando su cordura con el tratamiento y había dejado de ser la princesa que lo había perdido todo. Se dio cuenta de que con solo tener a Theresa consigo era más que suficiente. Ella nunca lo había perdido todo, simplemente la vida se encargó de despojarse de lo que no necesitaba, aunque en su tiempo no llegó a entenderlo. Aprendió que el dolor y el miedo solo son buenos cuando te impulsan a ser mejor persona y que no hay razón para aferrarse a ellos si no nos está haciendo un efecto positivo.

Era libre. Por fin, luego de casi dieciocho años, Daphne encontró su libertad interior. A veces no es necesario recorrer el mundo entero, pues eso puedes hacerlo estando atrapado en la jaula de tus propios miedos. Sin embargo, cuando eres libre en el interior, no importará si estás encerrado entre barrotes porque tu corazón se encargará de demostrarte que puedes tener la paz perfecta en el alma.

— Vayámonos a casa, mamá.

— ¿De verdad? ¿Quieres eso, princesa? —preguntó Daphne, su rostro iluminándose con cada segundo que pasaba.

Theresa asintió efusivamente.

— Sí, es lo que siempre he querido —confesó.

Daphne le acarició el cabello con cariño y adoración.

— Gracias —susurró—, gracias por darme otra oportunidad. —Theresa se quedó en silencio, simplemente absorbiendo ese momento que estaba teniendo con su madre—. Y tendrás que presentarme por fin a ese chico del que me hablaste.

Theresa rió.

— Él está aquí, mamá. Louis siempre está conmigo.

— Suena como un muchacho excelente, princesa. Tiene que serlo porque tú mereces lo mejor del mundo y eso se queda corto comparado a todo lo que deberías tener.

Ella le dio un leve apretón en la mano a su madre.

— Él lo es —aseguró—. Es mucho más que suficiente.

* * *

Carissa se dejó caer en el sofá de su sala común, admirando las paredes con cierto toque de nostalgia. Estaban a punto de marcharse de vuelta a sus respectivos hogares donde pasarían los meses de verano antes de que tuvieran que volver para culminar su último año. Todo parecía...irreal.

Apenas podía creer que ya fuese mayor de edad en el mundo mágico y que estuviera tan cerca de decidir un rumbo en su vida. Todos sabían que llegar a último año significaba llenarse de responsabilidades que la pusieran en el camino de lo que ella deseaba hacer con su vida en un futuro. Buscar empleos o academias para continuar estudios y poder desarrollarse en una profesión.

Le ponía los pelos de punta de tan solo pensarlo.

— ¿Nostálgica?

Fred se dejó caer al lado de su novia y agarró su mano, entrelazando sus dedos. Acto seguido depositó un beso en el dorso de esta de forma cariñosa. Las mejillas de Carissa adquirieron un color rosado ante este acto y ni siquiera entendía la razón.

Ella era una chica extrovertida y carecía de un filtro verbal, al igual que de vergüenza. No le importaba hablar de sexo o de otros temas no apto para menores en lo más mínimo. Sin embargo, siempre que Fred hacía cosas triviales de pareja como agarrar su mano, darle un beso en la frente o regalarle una flor, Carissa se sonrojaba hasta las orejas.

— Solo un poco —admitió, apoyando su cabeza en el hombro del chico. Dejó que el olor de él se adentrara por sus fosas nasales, recordándole a la vez que Theresa le regaló la poción de amortentia solo para que se diera cuenta de sus verdaderos sentimientos hacia el chico—. ¿Alguna vez pensaste que terminaríamos así?

Fred se apartó un poco para poder mirarla a los ojos. Ambas miradas cafés fundiéndose en una sola.

— Sí y no.

Carissa arqueó una de sus cejas.

— ¿Sí y no?

Fred asintió.

— Sí porque desde que te vi en ese maldito bote en primer año y me diste ese codazo en las costillas mientras me decías "delicada tu abuela" —hizo una pésima imitación de la voz de Carissa— siempre supe que algún día llegaría a besarte.

La chica entornó los ojos.

— ¿Sabes que durante los primeros años yo quería castrarte? Me parecías la persona más exasperante de todo el maldito Hogwarts —expresó con total sinceridad y Fred solo se limitó a soltar una carcajada.

— Eso también lo sabía. Por esa razón pensaba que era imposible llegar a besarte sin acabar en una tumba —alegó—. Pero después llegaron Pandora y James con su maldito plan de que nos lleváramos mejor y vi ese lado de ti que nadie había visto antes.

Carissa ladeó su cabeza, intentando comprender sus palabras.

— ¿Y ese fue?

— El indefenso y atemorizado. Aquel que se sentía inseguro de sus propias habilidades y que pensaba que era un fenómeno porque un estúpido le hizo creer lo contrario.

Ella cerró sus ojos y apretó sus labios en una fina línea al recordar ese momento en el que le había revelado su más profundo secreto a Fred, aquel chico que siempre le pareció tan irritante. Era irritablemente guapo, le dijo su subconsciente.

— Fred...—lo llamó.

— ¿Sí?

— Te amo —confesó, sintiendo su rostro arder con fervor cuando sus mejillas se tiñeron de un color rojizo.

Fred apenas pudo procesar las palabras que habían salido de los labios de su novia. Llevaban cerca de siete meses saliendo y estando juntos como pareja, lo cual había sido una sorpresa para todos los estudiantes, pero no para los profesores. Muchos de ellos habían sido capaces de ver los amores más verdaderos salir de las parejas menos esperadas. James y Lily Potter se encontraban entre esas. No obstante, a pesar del tiempo que llevaban juntos, nunca se habían dicho con propiedad lo que sentían el uno por el otro.

— Vaya eso sí que no me lo esperaba —murmuró en medio de su estupefacción.

Carissa frunció el ceño.

— ¿Eso es todo lo que tienes que decir al respecto? —preguntó en un tono un poco dolido. Había estado esperando otras palabras.

Fred asintió.

— Sí, ¿qué más voy a decir? —cuestionó—. ¿Quieres que te agradezca?

La chica soltó un gruñido de molestia e hizo un intento de ponerse de pie del sofá. Necesitaba huir de allí lo más pronto posible para poder recuperar su dignidad y remendar su orgullo con aguja e hilo, a pesar de que ella no tuviera ni la más mínima idea de cómo coser.

— Eres un maldito idiota —masculló.

Fred la agarró del brazo para evitar que ella se marchara, la jaló y la pegó contra su cuerpo, envolviéndola con su calidez. La chica forcejeó y se removió en sus brazos para intentar zafarse de su agarre.

Su pecho dolía, sus sentimientos dolían. Se sentía vulnerable porque le había revelado sus más profundos sentimientos a Fred y él había actuado como si le hubiese dicho que tenía calor.

— Carissa.

— ¡Suéltame, Weasley!

— No.

— ¿Cómo que no? Avanza y suéltame o te juro por los calzones de Merlín que te lanzaré un mocomurciélago —amenazó.

Fred ni se inmutó. Continuó agarrándola hasta que la chica se dio por vencida y se quedó inmóvil en sus brazos.

— ¿Me vas a escuchar? —Carissa negó—. Por favor.

— Que hables no quiere decir que te esté escuchando, Fred Adolfo —escupió.

Una sonrisa se asomó en el rostro del chico, aunque ella no pudo verla.

— Te amo, Carissa Gwendolen, aunque tengas un segundo nombre horripilante y me amenaces con querer matarme cada vez que meto la pata —confesó, hablando en su oído con delicadeza.

— Eso lo haces muy seguido —le dijo Carissa sin poder ocultar la sonrisa que estaba adornando su rostro.

— Sí, lo hago, pero eso no hace mis sentimientos más pequeños. Y quién sabe lo que el futuro tenga planificado para nosotros. No sabemos los rumbos que tomaremos al terminar Hogwarts o si nuestra relación solo dura hasta ese momento. Lo que me importa es lo que tenemos ahora y ahora mismo sé que te amo como nunca había amado a alguien en mi perra vida.

Y así ambos unieron sus labios en un beso cargado de amor y cariño. Se demostraban por medio de esa acción sus sentimientos. Eran jóvenes, ¿qué iban a saber ellos de la vida? No les importaba pensar en un futuro lejano porque eran conformes con lo que tenían en ese momento. Eran conformes con su amor y su relación, sabiendo que si seguían por ese camino, se podrían permitir pensar en ese futuro lejano donde ambos estuvieran juntos.

— Nos estamos volviendo unos cursis —habló Carissa, riendo un poco.

Fred se unió a sus risas.

— Sí, estamos peor que James y Pandora, y eso es mucho decir —dijo, negando con su cabeza.

Nah —chasqueó su lengua—, ese par solo se ha convertido en unos conejos hormonales. ¿Por qué crees que estoy aquí en la sala común? No puedo buscar mi equipaje hasta que ellos despejen la habitación.

* * *

James la observó, verdaderamente la observó. Estaba adorando cada detalle de su rostro, absorbiéndolos con su penetrante e intensa mirada café. Sus ojos recorrieron la forma en la que su piel parecía seda, el verde esmeralda combinado con un toque de azul de sus ojos y sus labios rosados y carnosos que tanto deseaba devorar hasta el cansancio. Era todo de ella lo que adoraba.

Inclinó su cabeza y sus labios hicieron contacto con la sensible piel del hombro que no estaba cubierto por el cabello que comenzaba a crecer de la chica. Cerró sus ojos y aspiró su olor, dejando que este se colara por sus fosas nasales, embriagándolo por completo.

Cuánto la adoraba.

— James...

— ¿Sí?

— Deberíamos terminar de vestirnos o sino terminaremos perdiendo el tren de vuelta a nuestras casas —le dijo Pandora, un toque de diversión adornando sus palabras.

James sonrió de lado.

— Pero al menos lo perderíamos disfrutando, ¿no? —inquirió con una ceja arqueada, dándole una insinuación un poco más pervertida a sus palabras.

El rostro de Pandora adquirió un color carmesí.

— Calla —ordenó la chica, apenas controlando la risa que estaba por salir de sus labios.

James se quedó en la cama, vistiendo solamente sus pantalones negros, mientras la veía vestirse. Su mirada la devoraba, la dejaba desnuda en su alma porque él era el único que conocía todos sus miedos y la inseguridad que le provocaba volver a casa para enfrentar su pasado.

Tres meses atrás James estuvo a punto de perderla por completo. La única razón por la que Pandora seguía con vida era por el hecho de que él había reaccionado con rapidez en el momento en el que Daphne se lanzó del acantilado con Pandora. Había aprovechado el hecho de que todos estaban concentrados en sus discusiones para acercarse por el otro lado del acantilado, agarrándolas a ambas antes de que cayeran a su muerte en el mar.

Él, literalmente, la había salvado y no solo a ella, sino también a Daphne. Muchos periodistas habían intentado hacerlo lucir como un héroe —los titulares estaban llenos de comparaciones con su padre, alegando que lo llevaba en la sangre—, pero James los rechazó todos y cada uno de ellos. Invadían su privacidad y, honestamente, no quería ese tipo de atención en su vida.

La única atención que necesitaba y quería, la estaba observando en esos momentos. De más estaba decir que era un maldito con suerte. Muchos solo podrían imaginarse estar con alguien como Pandora. Era una persona genuina, caritativa, honesta y valiente. Era la persona más valiente que había conocido en su vida. Solo una persona que sale de sus adversidades y lucha contra sus propios demonios día a día puede ser considerada valiente de verdad.

El sombrero mismo lo había dicho al colocarla en la casa de los leones. Quizá cuestiones mi decisión, pero yo sé lo que hay en tu corazón.

Y vaya que lo había cuestionado. Por mucho tiempo lo hizo, pero ya no tenía razón para hacerlo, puesto que había descubierto su verdadera esencia. Era una persona valiente y su rudeza para ir tras la verdad era lo que la había llevado a ser parte de esa casa.

— Pandora —la llamó.

La chica terminó de abrochar los botones de su camisa y volteó a verlo.

— ¿Sí?

— ¿Cómo haremos para pasar tiempo juntos en este verano? —preguntó—. Y, ¿qué pasará con Hogwarts si tu campamento de ballet dura hasta el otoño?

Pandora suspiró, sentándose en la cama junto a él y pasó una mano por los cabellos oscuros de James. No buscaba peinarlo, esa tarea de por sí era imposible, simplemente lo acariciaba con cariño.

— No seas exagerado, James. El ballet es solo de lunes a viernes y volveré a casa los fines de semana —le recordó—. Además, solo será el primer mes de Hogwarts que estaré fuera. McGonagall ya habló con los profesores y ellos accedieron a darme otros trabajos para recompensar las tareas que pierda.

James hizo un puchero que lo hizo parecer como un niño pequeño.

— Me suena a demasiado tiempo alejado de ti —dijo.

Pandora le sonrió.

— Pasará rápido, lo prometo.

Pandora había sido aceptada en un importante campamento de verano que se extendería hasta el primer mes del otoño. Era una oportunidad única en la que tendría la oportunidad de hacer lo que tanto amaba. Tampoco era como si James fuese a tener un verano aburrido, ya que el mismísimo Viktor Krum le había ofrecido unas clases particulares que le abrirían puertas para las grandes ligas del Quidditch.

Había sido una recompensa por salvar a su ahijada de una muerte terrible.

— Mmm...no me convence.

— Te vuelves ñoño cuando dices esas cosas —se rió—. Además, sabes que mi madre anda un poco estresada con todo el rollo de decirme la 'gran identidad' de mi padre porque finalmente cumplo los diecisiete, así que no podrás estar metido en mi casa todo el tiempo —añadió.

James asintió, dándole la razón. Entonces recordó un pequeño detalle.

— Pandora...

— ¿Sí?

— Feliz cumpleaños —le susurró antes de unir sus labios en un beso.

* * *

Theresa dejó su abrigo en el perchero y caminó directo hacia el lugar donde sabía que se encontraba Theo. Sentía un nudo en su estómago y casi no podía respirar.

Miró su reloj en su muñeca izquierda, haciendo la cuenta mental del tiempo que tenía para hablar con él antes de que Louis llegara para la cena que tendrían los tres juntos. Estaban por hacer las cosas oficiales, después de todo, ellos se marcharían al otro lado del mundo a continuar sus estudios.

Sus ojos azules se encontraron con los de Theo y sintió las ganas de echarse a llorar. Era la primera vez que lo veía a los ojos en tres meses. Su mundo se comenzaba a estabilizar luego de haberse quebrado por completo y necesitaba tener esa conversación con él luego de lo que se había enterado.

Dentro de su bolso tenía los resultados que le confirmaban la verdad que había escuchado de los labios de su madre tres meses atrás.

— Hola —comenzó a decir, un ligero temblor se hizo presente en el saludo—, no sé realmente cómo comenzar a esta conversación —confesó.

Theo apretó sus labios en una fina línea y apretó sus puños para poder controlar sus propias emociones. No podía actuar como un niño, aunque en el fondo deseara que todavía lo fuese. Él era el adulto de ese lugar.

— Solo...di todo lo que tengas en mente —la alentó.

Theresa inhaló profundo y soltó el aire con lentitud, armándose de valor. Sus dedos buscaron el sobre de su bolso y lo apretaron con fuerzas. Sus ojos se llenaron de lágrimas, volviendo a leer el resultado.

— Yo escuché la verdad de la historia y aún más. No sé si lo sepas o no, quizá lo sospechaste, pero nunca tuviste una confirmación segura —negó con la cabeza y apretó sus labios en una fina línea antes de poder continuar hablando—. Yo sí la tengo y lo que hay en este sobre es la verdad.

Deslizó el sobre por encima de la mesa hasta que llegó a las manos de Theo. Él tenía una idea de lo que se encontraba en el sobre, de lo que ella hablaba. Siempre lo había sospechado, pero nunca había querido una confirmación. Le aterraba la respuesta que tendría porque eso significaba que no tendría a lo más valioso en su vida y eso era su hija.

Sus ojos recorrieron el pergamino con los resultados de lado a lado, sintiendo su corazón hacerse trizas con cada palabra que era capaz de procesar.

— Tess...

— Déjame hablar, por favor —pidió y caminó hasta quedar frente a él, arrodillándose en el suelo para quedar justo a su altura, pues Theo se encontraba sentado—. No importa lo que esos resultados digan. Tú eres mi padre y nada ni nadie va a cambiar eso.

— Pero...

— Pero nada —lo interrumpió—. Padre no es el que engendra, sino el que cría. Dieciocho años, papá. Has estado a mi lado dieciocho años. ¿Cuántos lo ha estado mi padre biológico? Ni uno. Él desapareció, se esfumó de la faz de la tierra y, para ser sincera, me importa muy poco saber mi origen. Yo ya tengo a mi padre y es el mejor del mundo.

Theo la envolvió en sus brazos y ambos lloraron en ese momento. Lloraron por el miedo, por la verdad, por lo perdido y por lo que ganaron. Sobre todo, lloraron por la aceptación del uno y del otro. Y sí, Theresa tenía mucha razón al decir que padre no era aquel que engendraba, sino aquel que criaba porque, a fin de cuentas, es más importante estar presente en los pequeños momentos que aportar a un nacimiento.

* * *

Pandora se sentó frente al fuego, sintiendo todo su cuerpo temblar por los nervios. Las palmas de sus manos sudaban y tuvo que pasarlas por su pantalón para secarlas.

Tenía que calmarse.

Pero le resultaba imposible. No sabía si estaba preparada mentalmente para la respuesta que su madre le daría. No sabía si le gustaría o no saberlo por fin. Sí, era lo que siempre había deseado, pero eso no significaba que le aterraba de sobremanera conocer la verdad. Era como las veces que tuvo pánico escénico antes de un recital de ballet, siempre se ponía nerviosa y pensaba que no podría aguantar la presión de ser observada en un estado tan vulnerable, pero al final valía la pena.

Esperaba que valiese la pena.

— ¿Estás lista, Pandora?

La voz de su madre la hizo sobresaltar. Pansy se encontraba en una esquina de la sala de estar, una copa de vino en su mano y un sobre en la otra. Caminó hasta el lugar donde Pandora se encontraba y se sentó a su lado, casi frente a ella.

— ¿Quieres una respuesta honesta? —Pansy asintió—. No lo sé. Me da miedo —confesó en voz baja.

Pansy le sonrió y pasó una mano por el cabello castaño de Pandora, acomodando un mechón detrás de su oreja con cariño.

— A mí también me da miedo, Pandora. Más de lo que piensas, pero es lo correcto. Es lo que le prometí a tu padre hace muchos años atrás —dijo.

La confusión hizo acto de presencia en el rostro de la joven.

— ¿Lo que le prometiste?

Pansy movió su cabeza, asintiendo.

— Creo que es mejor contarte la historia desde un principio, ¿no? —Le dio un sorbo a su copa de vino antes de continuar—. En el pasado, yo tuve una relación con Harry Potter. Yo lo amé con locura y éramos la pareja más extraña que existía en el mundo mágico. Especialmente porque en la guerra yo traté de que se entregara al señor Tenebroso en un acto de cobardía. Sin embargo, él no me amó a mí de la forma en la que yo lo hice. Bueno, quizá lo hizo, pero su corazón siempre estuvo dividido.

— Él amaba también a la mamá de James, ¿no?

Pansy le dio la razón a su hija con un movimiento de cabeza.

— Ni siquiera sé cómo ocurrió, pero unos meses después de que Harry y yo nos comprometiéramos, él canceló todo porque...—hizo una pausa—...Ginny estaba embarazada.

Entonces Pandora comprendió la razón por la que su madre estuvo reacia ante la idea de su relación con James. Temía que la historia se repitiese y que ella terminara con el corazón destrozado. Sin embargo, James no era Harry. Eran muy diferentes entre sí.

A veces las personas olvidaban que los hijos jamás serían sus padres y que cada persona es un individuo distinto con personalidad propia. No importa el modo en el que hayan sido criados o educados, cada cual se desarrolla por sí mismo.

— Ahora entiendo un poco porqué odiaste tanto que James y yo estemos juntos, pero él no es Harry.

— Lo sé, lo he comprendido a la mala —dijo—. El punto es que después de eso, yo estaba devastada. En especial cuando fui invitada a la boda de ellos. Todo el mundo mágico estaba invitado. Fue algo muy público, esperado y aprobado por todos, al contrario de lo que él y yo solíamos tener —jugueteó con sus manos mientras hablaba—. Y ahí fue donde ocurrió, ahí fue donde conocí a tu padre. Bueno, conocer es relativo. Yo lo había visto antes en Hogwarts, solo durante unos años, pues él es mayor que yo, pero nunca habíamos entablado una conversación.

Pandora ladeó su cabeza.

— Entonces, ¿se conocieron allí?

— Puedes decir que sí. Nos conocimos con muchas, muchas, muchas copas de por medio —rió un poco para relajar el ambiente—. No lo vi después de eso hasta unos años después en Bulgaria. Tú ya existías. Él desconocía de tu existencia, pero solo bastó una mirada para unir los cabos.

— ¿Cómo te encontraste con él en Bulgaria? —preguntó con confusión.

— Él estaba allí por asuntos de quidditch. Fue un jugador de varios equipos y así fue como terminó conociendo a Viktor. También fue la razón por la que Viktor se enteró de la identidad de tu padre. Estuvo furioso, ambos lo estaban. Pero yo era joven y buscaba aferrarme a lo único bueno que tenía en la vida: tú. Cuando me enteré que estaba embarazada, tuve esta idea donde por fin iba a tener algo mío, alguien que nunca me podrían arrebatar de los brazos.

Lágrimas se acumularon en los ojos de Pansy mientras hablaba.

— ¿Por eso ocultaste la identidad de mi padre? ¿Porque pensabas que de esa forma tendrías a alguien en tu vida que no se iría? —cuestionó Pandora.

Pansy asintió.

— No sabía que te haría daño. Juro que de haberlo sabido, jamás había hecho ese trato con tu padre —le aseguró.

— ¿Qué trato?

— Cuando nos encontramos, yo entré en pánico. Tuvimos una discusión un poco agitada, pues él quería conocerte y también presentarte a tu hermano, pero hicimos un trato. En tu cumpleaños número diecisiete, yo te diría toda la verdad y tú podrías decidir qué hacer.

Pandora apenas podía procesar las palabras de su madre. Su padre había querido conocerla, pero Pansy no se lo había permitido en un acto desesperado de mantenerla consigo. Apenas podía respirar cuando cayó en cuenta del otro detalle.

Tenía un hermano.

Era tal y como Nila le había dicho aquella vez que fueron al Riley's. Su hermano se encontraba más cerca de lo que ella pensaba. Probablemente hasta estudiaron juntos.

— Todavía no me lo has dicho —le reclamó Pandora, poniéndose de pie y dándole la espalda a su madre, mientras intentaba respirar con naturalidad.

— Porque todavía no he terminado de contar la historia. Su hijo tampoco lo sabe, bueno, no lo sabía hasta hace unos días. Ambos están dispuestos a conocerte y a recuperar el tiempo perdido si es que así lo deseas —explicó.

— Dime su nombre.

— Oliver Wood.

Pandora cerró sus ojos con fuerzas, evitando que las lágrimas pudieran salir de ellos. Compartía sangre con Caden, con aquel chico que había sido hechizado para agredirla, con el mismo que casi se veía arruinado luego de ello. Sí, Nila había tenido razón al decir que su hermano se encontraba más cerca de lo que pensaba. Lo habían utilizado a él por los conflictos que habían tenido en el pasado y también por la sangre que los unía.

— Realmente espero que algún día puedas perdonarme, Pandora —expresó Pansy con voz ahogada por las lágrimas.

Pandora apretó sus labios en una fina línea, pensando con rapidez.

Su madre había cometido muchos errores en el pasado, la había privado de la identidad de su padre y de conocerlo. También mucho de lo que le había sucedido era por su culpa, por el apellido que cargaba sobre sus hombros, porque era una Parkinson.

Pero la realidad era que Pandora era una Wood.

Sin embargo, eso no era lo que importaba. Era solo un estúpido apellido. Fuese Parkinson, fuese Wood. No importaba. Lo que verdaderamente contaba era lo que había en su interior y ahí se encontraba un corazón bueno en el que no podía caber el rencor.

Recordó el momento en el que deseó ser más que una Parkinson porque las personas solo la veían como una copia de su madre. Pero ya no lo hacían. Siempre tuvo personas que la vieron por lo que era.

James, Theresa, Carissa, Fred, Blaine, Albus...ellos eran sus amigos. Los que la apoyaban y daban lo que fuera por ella. Eran amigos que se había ganado con su personalidad y su espléndida sonrisa, eso sin contar su hermoso carisma.

Para ellos, Pandora no era la hija de Pansy Parkinson o la chica que secuestraron e intentaron asesinar en un acantilado. Para ellos, ella era Pandora, la chica que vivía apasionada por el ballet, la que los ayudaba sin importarles el mal que le hubieran causado en el pasado, aquella que perdonaba porque no se consideraba quién para juzgar.

Pandora no era quién para juzgar los actos de su madre. No podía culparla por todo lo que le había sucedido porque eran factores externos y ajenos a sus manos. Tampoco podía saber lo que pasaba por su mente cuando tomó la decisión de hacer aquel trato con su padre. No era capaz de juzgarla porque Oliver mismo había accedido al trato.

— Mamá —la llamó antes de que Pansy abandonara la habitación—, yo te perdono.

Porque tal vez Pansy hubiese cometido muchos errores en el pasado, pero nunca la había abandonado. En cada momento de su vida, Pandora podía recordar a su madre defendiéndola con garras y dientes de lo que las personas le decían. Esa mujer la había apoyado en cada fase de su vida, la llevó a sus clases de ballet y la cuidó.

Al igual que ella, Pansy también había repudiado su apellido y se había convertido en más que una Parkinson, se había convertido en la heroína de su hija.

Y eso...eso valía más que cualquier apellido en el mundo.

F I N.

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FALTA EL EPÍLOGO, CALMAOS.

Sin embargo, perdónenme que me marcharé a llorar porque no puedo creer que ya esté culminada este fic. Peero no voy a hacer el mero discurso acá porque me queda el epílogo y los agradecimientos, y quizá unos extras o un #AskTheCharacters. Quién sabe.

Preguntas: ¿Qué opinan de Theresa estableciendo las nuevas relaciones con sus padres? ¿Se esperaban ese final para Daphne? ¿De la escena Farissa? Son tan cute que me dan diabetes. ¿De la escena Jandora? Otros que son cute y me dan diabetes. ¿De lo que Tess le dijo a Theo? ¿De la identidad del padre de Pandora? ¿Creen que Pansy también se convirtió en más que una Parkinson? ¿Les gustó el final?

Los amo. ❤️

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