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Capítulo XIX Conteo regresivo

"Busca a esos que irradian luz en la más absoluta oscuridad, a esos que refrescan como benditas gotas de lluvia en suelo árido, a quienes son aliento y empuje en los momentos más difíciles" . 

La mañana se fue tan rápido como llegó y para las dos de la tarde Emily daba por terminada la  entrevista. El joven periodista no podía creer lo que estaba  escuchando, esta era una bomba y tenía la exclusiva. Precisamente a él, que comenzaba a dar sus primeros pasos en la televisora y que ya contaba con la  fama de ser buen reportero le llegaba esta  historia. Esto no era suerte, había trabajado muy duro y  su intuición le decía que estaba en buen camino. Era cuestión de tomarse el tiempo para corroborar todos los detalles. Muy probablemente tendría que viajar a Milán.

—Muchas gracias señorita González por compartir su verdad con nosotros —, concluyó estrechando su mano.

—Gracias a usted por escucharme y  por la deferencia de venir hasta mi casa.

—Para mí, ha sido  todo un placer. Me  voy feliz de haberla conocido, de escuchar de su historia. Conocer todos los pasos que le han llevado hasta aquí, le aseguro, es inspirador—. Se estrujó nerviosamente las manos mientras le miraba admirado— Emily es usted una mujer muy valiente. Gracias por recordarnos que sí, que podemos cambiar ideas y costumbres. Qué no importa  el miedo sino las ganas de seguir.

—Es muy duro pero hay tantas mujeres sufriendo, sintiéndose impotentes, quiero concentrarme en ellas, en las que no pueden hablar, en...—comenzó a decir Emily cuando entraron a tropel una bandada de mujeres con Kathleen a la cabeza y una algarabía digna de un solar en la Habana Vieja.

—¡Ay que pena! Todavía estas ocupada. Parece que la entrevista fue un éxito— dijo la chica dedicando una mirada atrevida y sugerente al periodista.

—Sí, la verdad es que el tiempo se nos fue volando —contestó aquel dirigiéndose a la puerta—.  Pero ya me marcho, no quiero abusar de tanta hospitalidad.

Emily le extendió la mano con una sonrisa.  Se sentía ligera como pluma, confiada, capaz.

A penas salió el chico y ya se comenzaban a abrir cajas y frascos de perfume. Grandes firmas enviaron muestras de sus colecciones con la esperanza de que Emily las usara esa noche y las muchachas no hacian más que suspirar recordándole la "suerte" que tenía.  Toda la estancia olía a Channel y a Carolina Herrera, la verdad es que el lugar parecía sacado de una de esas películas de Disney en las que de repente la chica invisible se convierte en princesa.

Pero este no es un cuento de princesas, es su historia
Acá sólo existe la opción de ser uno mismo tan real y tangible que de miedo. Era el momento de recordarle  al mundo  que  la verdadera esencia emerge cuando  cobramos valor y con fuerzas comenzamos a quitarnos las capas de pintura falsa y descolorida que hemos acumulado durante años.

Así pues, aunque agradecía profundamente los regalos, sabía que ninguno de esos outfit le mostraría al público su corazón. Por eso, nuevamente hizo lo impensable. Ante la mirada de  consternación de las estilistas, cortó su larga melena llena de luces  y les pidió tinturarla de negro intenso. Miró a Kat y no hicieron falta las palabras, su  amiga está vez había comprendido.

Esta vez fue diferente, sin discusiones sobre marcas o diseñadores, sobre estilos o fragancias, estaban de más. Kat sabía, entendía qué esto no era trabajo, que no estaba preparándo a una estrella  para una alfombra roja sino para el comienzo del resto de su vida.  Había mirado en el corazón de su amiga y logró  ver que más allá del dolor, Emily ya estaba viviendo en futuro. Cerró los ojos y la imaginó, al fin, feliz, en ese lugar con mucho verde, muchas risas, mucho sol. 

Fue entonces  que atravesó el salón y allí  junto al sofá, una bolsa de tela medio escondida le llamaba. Sintió vergüenza, tal vez ella era como todos procurando sólo ver el barniz que acomoda superficies agrietadas y  mugrientas. Tal vez había perdido demasiado tiempo pero en este minuto era su apoyo y eso era más que suficiente.

—Cariño siéntate un momento, tenemos que hablar —le dijo mientras sostenía la bolsa entre sus manos.

—¿Qué pasa? —respondió Emily sin mirarla mientras hurgaba entre cientos de regalos —. Ninguno de estos vestidos me dice nada Kat. ¡Y mira qué hora es!

—Tranquila que este bultito sí que te dirá mucho. ¡Toma! —Lanzó la bolsa en dirección a su amiga quien la tomó sorprendida. Era una de las "jabitas" que hacía su mamá en la máquina de coser.

—¿Y esto? —preguntó mientras examinaba el contenido, las manos de su mami estaban por toda la tela y no pudo evitar imaginársela sentada cosiendo, acompañada sólo de la luz tenue de un farol —. ¿Kat?

—Lo siento Emily, no debí haberlo escondido, sólo me pareció demasiado simple, perdóname yo...

—Ahora no tengo tiempo para esto pero ya hablaremos tú y yo, ya hablaremos.

Visiblemente molesta pero reconociendo que no era el momento dejó el asunto para después. Kat tenía muchísimos defectos pero siempre había sido incondicional, fiel y una gran amiga. Al final, estaba ahí en el momento más duro, en el más difícil.

Salió de la habitación luciendo una guayabera que le sentaba como guante de seda, un vestido cosido a la vieja usanza por la mejor diseñadora, su mamá. El resto del conjunto era sencillo, unas sandalias blancas y un bolso de mano. Las chicas no tuvieron que hacer mucho con el maquillaje, Emily lucía hermosa así natural, fresca, viva.

La limo llegó a tiempo,  el show comenzaría a las ocho treinta y Margo, cuidando los detalles, la había enviado a las siete.  Al partir Em sonreía pero sus ojos decían, claramente, tengo miedo. Las amigas se abrazaron.

—Fuerzas —susurró Kat. —Confiamos en ti cariño.

Emily sólo asintió anonadada, estaba demasiado nerviosa pero segura del paso que daría.  En el auto  apenas hablaron, se hizo corto el viaje y pronto los periodistas y las luces la despertaron del letargo.

Habían llegado a los estudios y aunque no era la estrella del show, la publicidad se encargó de crear expectativa a su alrededor. Descendió del auto con elegancia y denuedo, cientos de personas la observaban, algunos luchaban por llegar hasta ella con la esperanza de estrechar su mano o tomarse una foto junto a ella. Les dedicó tiempo a cada una hasta que, dos agentes de seguridad, le pidieron que entrara al camerino.

No más entrar una chica le entregó un guión en donde se detallaban hasta las lágrimas que soltaría.

—¡Pero que desvergüenza. Es un teatro, un show!—exclamó alterada asustando a la muchacha quien murmuró algo y salió corriendo.

Emily ya sabía esto, no era su primer programa. Por supuesto   que Margo no había aceptado ayudarle por nada. Algo se traía entre manos esa harpía, mínimo aumentar el ranking y con ello su popularidad. Sin embargo, nuestra chica firmó el contrato con una idea en mente y no la cambiaría por nada. Así que puso la mente en Cuba y respiró calmada.

La llamaron por interno para avisarle que en cinco minutos entraría en el plató. Repasó rápidamente los consejos de Fernández y, obviando las lágrimas impuestas, con una sonrisa encantadora y valiente, bajo un estruendoso aplauso hizo su entrada en escena.

Margo la presentó como Emily de Cuba, la influencer, la modelo, la chica común que contra todo pronóstico hizo una carrera envidiable en Europa para luego establecerse en la meca de los artistas contemporáneos, Nueva York.

La entrevista comenzó y las preguntas se sucedían una tras otra, la mayoría sobre vanalidades, causando inquietud entre público quien esperaba con ansias conocer los detalles del problema. A Margo se le escuchaba tensa, nerviosa. Emily buscaba su mirada vez tras vez  pero ella rehuía el contacto, haciendo que nuestra chica se preocupara mucho más.

"Acá está pasando algo muy raro" pensó alternando miradas entre la gente, Margo y el equipo de producción.

Tras treinta horribles minutos, tomando sus manos, la anfitriona comentó:

—Sabemos de tu participación en la semana de la moda en Milán y de un pequeño malentendido que ya ha causado demasiados problemas.  Todos estamos muy tristes por ello. ¿A qué sí?—preguntó mirando al público, para luego añadir—¿Nos quieres contar? ¿Estarías dispuesta a olvidar, a perdonar?

Emily no escuchaba, a penas podía ver. Su mirada fija allá, entre bambalinas, en donde un joven italiano sonriendo derrumbaba de nuevo su confianza.

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