Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

~44

Los días siguientes fueron raros. Noemi llevaba siempre la piedra encima, normalmente metida en algún bolsillo. No le habían contado lo ocurrido a nadie.

Mientras, Silvia estaba despistada. Se sobresaltaba con facilidad o ni siquiera reaccionaba, y a veces murmuraba cosas ininteligibles.

Aquel día estaba apoyada en la barandilla, observando a la gente pasar por la entrada. Noemi se acercó a ella.

–¿Estás bien? Últimamente te noto algo... Ausente–le dijo. Silvia se encogió de hombros.

–He estado pensando, ¿cuánto tiempo llevamos aquí? ¿Casi un mes? No creo que podamos seguir así. La gente empezará a preocuparse, seguro que nos estarán buscando...

Silvia se pasó una mano por el pelo, suspirando. Se sentó, apoyada en la barandilla.

–Además, no me siento demasiado bien. Es como si tuviera la cabeza embotada...

Noemi se sentó a su lado y le puso la mano en el hombro.

–Ey, no te preocupes. Trataremos de arreglarlo, ¿vale? Podemos hablar con Miriam o algo así.

Silvia la miró por primera vez en toda la conversación.

–¿Acaso no opinas lo mismo?–le preguntó.

–Sí... Es complicado.

Noemi se levantó y le tendió una mano. Ayudó a Silvia a levantarse.

–Venga, vamos al...–empezó a decir Noemi. No llegó a terminar la frase; un dolor intenso en el pecho le hizo chillar y doblarse. Silvia logró sujetarla para evitar que se cayera.

–¿¡Qué narices!? –exclamó.

–No... Puedo...–intentó decir Noemi. Le ardía el pecho, y notaba como si se le hubiesen cerrado los pulmones–. No... No puedo... Respirar...

–A ver, tranquila, no hables. Trata de... No sé, coger aire. Aspira, aspira.

"¿Coger aire? ¡Será una broma!" pensó Noemi, histérica. Las indicaciones nerviosas de Silvia tampoco ayudaban, pero no podía culparla.

–Así no, mujer. Vas a hiperventilar, más tranquila, despacio...

¿Hiperventilar? Sí, estaba tomando bocanadas exageradas. Pero apenas notaba el aire llegando a sus pulmones.

Sujetó a Silvia con fuerza.

–Fuera... Fue... Ra...–logró decir. Silvia tardó unos segundos en entenderla.

–¿Quieres salir? Okey, vamos fuera.

Se colocó el brazo de Noemi en los hombros y trató de avanzar. El camino parecía mucho más largo avanzando con alguien agonizante en brazos. Tuvo que apartar a varias personas para lograr hacerse paso hasta la puerta.

Ya en el exterior, Noemi empezó a respirar mejor. Aun así, seguía sin lograr suficiente oxígeno como para poder respirar con normalidad. Le apretó más el brazo a Silvia.

–Tenemos... Salir más... Fuera...–trató de decir. Esta vez Silvia fue incapaz de entenderla.

–¿Qué? Noemi, no podemos salir más. Estamos fuera.

–No... Todavía... –Noemi señaló la muralla. Silvia no le veía el sentido, pero su amiga empezaba a estar lánguida y apenas se mantenía en pie. No estaban muy lejos de una puerta exterior, así que decidió sacarla de la ciudad.

–Vamos, aguanta...–murmuró mientras trataba de arrastrarla. La hipopsia hacía que apenas fuera capaz de colocar un pie delante del otro, más bien los arrastraba.

Tras un rato interminable, Silvia logró sacarla de la ciudad. Se alejaron varios metros, hasta que Noemi se soltó y se dejó caer. Se llevó una mano al pecho, tosiendo, apreciando como su respiración volvía al ritmo normal.

–Vale, ¿qué acaba de pasar?–preguntó Silvia al ver que estaba mejor.

–No... No lo sé–contestó Noemi, aun tratando de recuperarse.

–Puede que yo sí–replicó una nueva voz, haciendo que Noemi se levantase de golpe.

–Tú.

Frente a ellas se encontraba la niña con semblante serio. Silvia se giró un momento; no se había dado cuenta de que se hubiesen alejado tanto de la ciudad.

–¿Qué haces tú aquí?–preguntó. La niña extendió la mano.

–Quiero la piedra. Ahora – exigió. Noemi se puso aun más tensa.

–No sé de qué me hablas –se esforzó en decir. La niña sonrió, sarcástica.

–No te hagas la tonta–dijo y cerró el puño. Durante un breve instante, Noemi volvió a notar que le ardía el pecho.

–No servirá –contestó, casi riendo–. Seguro mágico, ¿nadie te ha hablado de eso?

–Claro que sí. Si me cedes la piedra, podré tocarla y todo esto acabará bien. La otra opción es mataros a ambas y cogerla por mí misma, ¿qué prefieres?

–¿Y para qué la quieres?–preguntó Silvia con firmeza.

–Es una historia demasiado larga para contártela ahora, y ni siquiera te importa. Tengo poca paciencia, así que será mejor que decidas ya.

Noemi apretó los dientes. No sabía de lo que era capaz la niña, ni si quería arriesgarse. Pero se suponía que debía proteger esa piedra, y a saber qué podía hacer la niña con ella si había logrado hacerle un hechizo tan potente que casi la mata.

Suerte que una cuarta persona impidió que tomara esa decisión.

–Vaya, eso no te pega nada, Lyan.

–¿Miriam? ¿Tienes un radar para saber cuándo nos metemos en problemas o qué? –preguntó Silvia. La archimaga no le prestó atención; sus ojos estaban clavados en la niña. Ella apretó los puños.

–Te he dicho miles de veces que no me llames así.

–¿¡Y entonces cómo, eh!? ¿¡Cómo!? Si al menos te hubieses puesto otro nombre...

–¡¡No lo sé!! ¿Vale? ¡No lo sé! ¡Tan solo no me hables!

De las manos de la niña salieron chispas. Ella las miró, consternada.

–¿Qué está pasando?–le murmuró Noemi a Silvia. «Ni idea» contestó ella en el mismo tono.

Miriam las hizo retroceder y colocarse detrás de ella. Su tono se suavizó, pero seguía siendo firme.

–¿Realmente crees que esto solucionará algo?

–No quiero problemas–masculló la niña levantando la cabeza. Parecía contener la furia–. Ya tengo suficientes por ahora.

–¿En serio? Pues cualquiera lo diría. Esto no te va a ayudar, Lyan. Así no vas a arreglar nada.

–¡Cállate!–chilló. Tras unos gestos nerviosos siguió hablando–. Te crees que lo sabes todo, ¿verdad? Pues no, no lo sabes. ¡No tienes ni idea de lo que he pasado! ¡Tú harías lo mismo!

–Lyan...

–¡QUÉ PARES DE LLAMARME ASÍ! Tú ya no me conoces. No te tengo miedo, Miriam. Así que dadme la maldita piedra y acabemos con esto.

Noemi trató de avanzar para decirle algo a Miriam; ella la detuvo extendiendo el brazo.

–No, Noemi. Quedaos detrás de mí.

–Bueno, esto ya es un poco exagerado, ¿no?–interrumpió Silvia y señaló a Lyan –: Os recuerdo que es una niña.

–Me sorprende que precisamente tú digas eso– dijo Miriam con sorna. La niña se cruzó de brazos, lista para lo siguiente que Miriam dijera–. Las apariencias engañan. Ahí donde la veis, esa “niña” tiene más de doscientos años.

En ese momento Lyan empezó a reírse por primera vez desde que la conocieron. Noemi creería que era por la cara de idiotas que estaban poniendo Silvia y ella, pero era una risa demasiado sarcástica y escalofriante como para estar riéndose de eso. Fue una risa corta, y cuando paró sonrió burlona.

–Oh, ¿es en serio? Antes de criticar a los demás deberías mirarte en el espejo, Miriam. Sobre todo porque me sacas un par, hermana.

–Espera, ¿¡qué!?–exclamó Noemi. Lyan rió.

–Y mayor por dos años.

Miriam se cruzó de brazos.

–¿Años repudiándome y ahora me vienes con hermana? ¿En serio?

–Disculpa, ¿quién es aquí la repudiada? ¿Te recuerdo lo que pensaban nuestros padres?

–Eso es mentira, ¡ellos nunca renunciaron a ti!

–Buen intento, pero llevan suficiente tiempo muertos como para que eso importe.

Mientras que Lyan se mantenía lo más firme posible, Miriam hacía muchos gestos nerviosos. Se tiraba de las mangas y se tocaba el pelo. Se pasó una mano por la cara.

–¿Por qué no entiendes que todo este tiempo he querido ayudarte?–preguntó. Su voz denotaba dolor, pero su hermana permaneció impasible.

–¿Ayudarme? Yo no quiero tu ayuda. No quiero nada de ti, al igual que no quería nada de ellos. Puedo apañármelas sola.

–¿Por eso te empeñas en conseguir la piedra? ¿Sigues obsesionada con eso? Deberías marcharte. Ahora.

–No es tan fácil.

–Pues lo siento mucho. Si no quieres mi ayuda debes irte, porque eso vamos a hacer nosotras.

–Esto no acabará así.

Tras soltar la amenaza, la niña desapareció tras un destello. Miriam se giró hacia las chicas con una sonrisa algo forzada en los labios.

–Creo que os debo una explicación.

***

Noemi jugueteaba con la tela de su vestido. Todavía le daba vueltas a lo que acababa de pasar, y la piedra le pesaba en el bolsillo. Silvia estaba sentada a su lado, con la vista fija en algún punto perdido de la habitación.

Miriam estaba frente a ellas, apoyada en la mesa de su despacho.

–Oh, venga ya chicas. Comprendo que estéis confundidas, pero ya han pasado diez minutos. Ya deberíais haberlo procesado.

–¿Procesado?–repitió Noemi–. Acabo de enterarme de que la niña que nos acosaba es tu hermana, y que ambas tenéis doscientos años, ¿y debo procesarlo rápido?

Miriam suspiró y se dejó caer en una silla. Se tapó la cara con las manos.

–Es una historia muy larga...

–Normal. Doscientos años son muchos años– interrumpió Silvia. La maga suspiró y volvió a mirarlas.

–Supongo que os acordaréis de Chris.

Noemi tragó saliva, recordando el tacto del metal en el cuello. Asintió.

–Ese era el gran secreto. Lo que él quería demostrar... Está en ese libro. Es un hechizo de "inmortalidad". Soy una humana normal, como vosotras. Es ese hechizo el que hace que... Viva más.

–¿Y por qué?–la interrumpió al fin Silvia–. ¿Por qué lo haces?

–Por mi hermana. Por Lyan. No podía soportar la idea de morir sabiendo que ella seguiría aquí, atrapada...–Miriam suspiró y se apoyó en la mesa. Parecía terriblemente cansada–. Será mejor que empiece por el principio.

» Mis padres también eran archimagos. Bastante poderosos, además. Ellos dirigían la escuela antes que yo. Lyan y yo éramos sus únicas hijas, yo la primogénita. La gente tiene la creencia de que el mayor es el que se lleva la mayor parte de los poderes, pero no siempre es así. Ni siquiera es seguro al cien por cien que sea hereditario. Solo sé que Lyan era... Es, una de las personas más poderosas que haya visto Aria. Yo no lo supe siempre, claro.

»Era tan poderosa que mis padres temían que no pudiese controlarlo. ¿Alguna vez habéis cuidado de un niño pequeño con poderes? Es una locura. Así que, en cuanto se dieron cuenta de sus poderes, le pusieron un bloqueo.

–¿Un bloqueo?–preguntó Silvia. Miriam asintió.

–Sí. Juntos lograron ponerle un bloqueo suficientemente potente como para aplacar parte de sus poderes. Gracias a eso pudo pasar por alguien normal... Bueno, más o menos.

»Creo que nos llevábamos bien. A veces no estoy segura... Me paro a pensarlo y me doy cuenta de que le hacía mucha sombra. Yo era la extrovertida y social, la heredera, todo eso. Y ella era más... Tranquila. Nunca le gustó mezclarse con gente.

»Éramos muy jóvenes cuando pasó. Creo que Lyan tenía unos diecinueve años. Yo veintiuno. No sé cómo, pero Kiliam se enteró de los poderes de mi hermana. Le vio potencial, supongo. Al principio lo intentó por las buenas. Nunca supe qué quería, solo sé que mis padres se negaron.

"No puede ser" pensó Noemi, que empezaba a conectar las cosas en su mente. Mientras, Miriam seguía su relato.

–Fue poco después. El hombre estaba decidido, desde luego. Asedió la ciudad. Fue entonces cuando Lyan descubrió su bloqueo, se lo contó nuestra cuidadora... Fue cuando yo cambié. ¿Cómo no hacerlo, con lo que pasó? Ella...

–Saltó de la muralla–murmuró Noemi. Miriam la miró, asombrada.

–¿Cómo...?

No. No podía ser. No podía.

Toda la sala daba vueltas. Noemi se levantó, tan solo para luego perder el equilibrio.

No era posible...

Su respiración se agitó. Se le nubló la vista, empezó a oír como si estuviese bajo el agua. Agachó la cabeza, invadida por el mareo. ¿Cómo? ¿Cómo era posible?

Volvió a alzar la vista. El lugar era el mismo, pero algo había cambiado.

Sentado en la mesa había un hombre castaño, no Miriam. Estaba leyendo mientras que a un lado jugaban dos niñas pequeñas, ambas pelirrojas. La mayor tenía el pelo rizado, la pequeña liso.

–¿Qué...?–masculló Noemi, retrocediendo.

El hombre, vestido con una túnica de mago, les pidió a las niñas que fueran a jugar a otra parte. Ellas se fueron entre risas.

De alguna manera, la vista de Noemi les siguió escaleras abajo.

Cuando llegaron abajo, las niñas eran más mayores. La del pelo rizado debía de tener unos diez años. Estaba mostrándole algo a la que debía ser su madre; una mujer alta, pelirroja y hermosa. La niña estaba soltando chispas por las manos, como un intento de primer hechizo. Su madre sonreía y le felicitaba, mientras que la hermana menor observaba en la distancia.

Un segundo después eran adolescentes. La del pelo rizado parecía tener la edad de Noemi, y conversaba alegremente con un grupo de chicas de su edad mientras se dirigían a clase. Al girarse, Noemi vio a la pequeña. Estaba en otra sala con su padre, que le daba clase.

–¿Por qué Miriam da clase con los demás y yo aparte?–preguntó. Su padre la miraba con algo de tristeza. Le puso una mano en el hombro.

–Cariño, tu hermana y tú no sois iguales. Tus poderes son... Distintos. Es mejor para ti dar clase aparte, clases que realmente te ayuden.

Noemi se quedó impactada. Recordó a la chica pelirroja, que tan familiar le era. "¿Miriam...?"

Los años volvieron a pasar en un instante. Lyan ya debía de tener unos dieciséis. Subía por las escaleras, pensativa; cerca sonaba música y gente, debía de haber una fiesta. La chica alzó la vista y se quedó con cara de shock, así que Noemi siguió su mirada.

Al final del pasillo estaba la que debía de ser Miriam, casi adulta. Y no estaba sola: estaba besándose con un chico que parecía algo más joven que ella. ¿Quizá unos diecisiete?

Lyan se giró y volvió a bajar las escaleras, con expresión neutra.

Y entonces llegó. Noemi reconoció la sala, a la mujer.

–¿Me estás diciendo que todo esto... Es por mí? –preguntaba Lyan. Noemi se quedó petrificada.

"No, no, no" pensó mientras la chica salía de la sala. "No, ¡otra vez no!"

En el mundo real, Noemi se cayó al suelo. Silvia se agachó junto a ella.

–¿¡Qué le ocurre!?–le preguntó a Miriam. Ella le lanzó una mirada de incomprensión.

–No... No lo sé –se acercó a las dos chicas. Noemi se agitaba en el suelo y murmuraba cosas sin sentido–. Parece que está teniendo una visión.

–¿¡Otra!? ¡Tuvo unas hace nada! ¿¡Por qué se han intensificado!?

–¿Me estás diciendo que esto ha pasado antes?

–¡Sí! Bueno, algo parecido. Veía escenas, pero no así. ¡Nunca así!

Se apartó sobresaltada cuando Noemi se agitó con fuerza.

Vio a Lyan llegar a la muralla.

–¡¡NO!!–chilló Noemi. En ese momento Miriam fue consciente de la gravedad de la situación–. ¡NO, OTRA VEZ NO!

Noemi se llevó las manos a la cara, trató de taarse los ojos. Pero no funcionaba. Empezó a arañarse la cara, cada vez con más desesperación.

–¡DIOS MÍO, ¿QUÉ HACES?!-gritó Silvia abalazándose sobre ella. Trató de detenerla, pero Noemi le golpeaba y se agitaba con furia–. ¡PARA, IDIOTA, PARA!

Miriam se agachó a su lado con determinación.

–Déjame a mí –le dijo a Silvia, y colocó la mano sobre la frente de Noemi. Murmuró algo y un símbolo brillante brilló sobre ella.

Noemi dejó de forcejear. Todo su cuerpo se relajó de golpe.

–¿Qué... Qué has hecho?–preguntó Silvia. Su respiración estaba agitada y tenía golpes en los brazos.

Miriam se levantó y se limpió la falda.

–Tranquila, era un hechizo para dormirla. Eso ha detenido su ataque–le tendió una mano a Silvia para ayudarla a levantarse–. Y ahora vas a contarme todo lo que me habéis ocultado.

















N.A.: hey! Demasiada información de golpe? Da igual. Vuestras reacciones valdrán la pena XD

Y esta es otra de esas escenas que llevo muchísimo tiempo deseando escribir! Ah, es satisfactorio...

Bueno, creo que eso es todo lo que tenía que decir. Espero que hayáis disfrutado del capítulo! (Bueno, siento curiosidad: os esperabais que Miriam y la niña/Lyan fuesen hermanas?)

~EOB_BOE

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro