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~12

-¿Castillo Inmorte?-preguntó Noemi.

-Sí-dijo Miriam-inmortal.

-Suena a "en muerte" más que a inmortal-dijo Silvia. Miriam la ignoró.

-Se llama así porque lleva aquí tanto tiempo que nadie lo sabe exactamente. Se dice que más de dos mil años...

Noemi se tragó las ganas de decirle que en Egipto hay pirámides mucho más antiguas.

-La tradición dice que cada nuevo dueño tiene que construir una torre-Miriam señaló una que estaba hacia la derecha-esa es la mía.

-Pero si está entera-dijo Silvia sorprendida.

-¡Pues claro que está entera! No voy a plantar ahí solo media torre-dijo Miriam-vamos.

Atravesó el puente con las dos chicas siguiéndola de cerca. A Noemi también le sorprendió lo de la torre. Miriam parecía muy joven, y le sorprendía que llevase tanto tiempo como dueña del castillo que la torre ya estuviera construida. No parecía el típico lugar donde tendrían grúas y cosas por el estilo que les ahorraran trabajo.

Los dos soldados que guardaban la puerta inclinaron la cabeza al pasar Miriam. Noemi y Silvia fueron detrás.

La entrada no era lo que Noemi se esperaba. Era un pasillo tan largo como su casa, con las paredes de piedra desnudas salvo por estrechas ventanas cuya parte de arriba era redondeada y antorchas de metal negro apagadas. En el suelo había una alfombra roja con bordados de oro. Miriam abrió la puerta de hoja doble y pasó a la siguiente sala.

Esta vez, Noemi y Silvia se quedaron paradas, mirando a su alrededor con con admiración.

La sala tenía dos pisos de altura, y terminaba en una cúpula formada por círculos, creando varias capas parecidas a flores hechas a compás. Un candelabro de un metal brillante colgaba del centro, y tenía tantos brazos que habrían tardado un buen rato en contarlos. Todos estaban decorados y, en vez de velas, tenían pequeñas llamas azules flotando encima de cada plato para vela. Las ventanas, aunque estrechas, dejaban pasar bastante luz natural. En las paredes había tapices de paisajes encantados y de colores muy vivos, y en el suelo había una gran alfombra azul con los bordes bordados de plata formando una estrella de doce puntas. Varias personas con túnicas de distintos colores pasaban por la sala. Parecía gente joven, la mayoría con libros en la mano, y hablaban entre ellos, algunos como amigos y otros con seriedad. A un lado, había un hueco de puerta estrecho y un poco más alto de lo normal. En frente de ellas una escalera que empezaba siendo estrecha y se iba ensanchando, sin barandilla.

-¡Venid!-les dijo Miriam desde lo alto de aquella escalera. Ambas se apresuraron a subirla. Miriam las guió por un pasillo más sencillo, otra vez con alfombra roja y con huecos en las paredes en los que había estatuas de lo que parecía marfil. Miriam se detuvo ante una de una chica de pelo largo, túnica movida y que parecía tener alguna especie de poder, como de agua. Poco después se fijó en sus orejas puntiagudas como un elfo.

Miriam murmuró algo y tocó el pedestal, y la pared se abrió dando paso a una escalera de caracol. Silvia le dio un codazo discreto a Noemi y señaló el pedestal con la cabeza. Noemi vio unos símbolos extraños. ¿Runas, quizás?

Subieron las escaleras. Sin ventanas ni ningún otro símbolo de referencia, parecía que se habían quedado atrapadas en un bucle y que subían la misma curva una y otra vez, hasta que al fin vieron una puerta de madera. Miriam la abrió y Noemi oyó como Silvia murmuraba como sin darse cuenta "arcos de medio punto".

Entraron en una sala redonda y más pequeña. Las paredes eran blancas  estaban cubiertas por estanterías de libros gordísimos y con los mismos símbolos extraños. Las estanterías parecían viejas, al igual que la mayoría de los libros. En el centro había una mesa de madera oscura, cuyas patas eran estatuas de leones sentados mirando hacia el centro de la mesa. Eran de un estilo muy oriental, pensó Noemi. En la pared había un mapa y Noemi pensó que Miriam debía de ser muy fan de algún libro, porque aquel mapa no representaba la Tierra. Pero aquello no era lo más increíble. Los mares eran de un azul que brillaba y parecía que se movía. El verde de la tierra también era así, y lo único que no brillaba casi nada eran los desiertos. En la parte superior del mapa, en un dibujo como de pergamino, estaba escrita con letras doradas la palabra  "Aria".

Miriam se apoyó en la mesa, que estaba llena de papeles, objetos de escritura y un par de objetos que Noemi no logró identificar.

-Vale, ahora que ya nos has hecho el tour guiado, ¿vas a explicarnos algo?-dijo Silvia haciendo que Noemi dejara de mirar el mapa como embobada. Las dos miraron fijamente a Miriam.

-Apenas has visto nada, Silvia. Luego si quieres te lo enseño.

-Yo no...

Noemi no sabía si Silvia iba a decir que no se refería al castillo o que no se había presentado. De hecho, ellas no le habían dicho en ningún momento sus nombres.

-Vale, empezaré por lo sencillo. Estáis en Aria-continuó diciendo Miriam.

-No me suena ese nombre-dijo Silvia.

-Ni ningún mapa así-dijo Noemi. Miriam sonrió.

-Claro que no. Me sorprendería que lo hiciera. Aria no está en la Tierra. Es nuestro mundo.








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