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Noemi se despertó. ¡Maldito despertador! Lo apagó de un manotazo. Lo que quería en ese momento era seguir durmiendo y no irse a clase. Encima era lunes y tenía examen a segunda hora. "Qué rollo..." pensó quitándose las mantas de encima.
Sacó una pierna de la cama y se quedó quieta. Intentaba recordar su sueño...¿qué le había dicho esa niña? Puso cara de "me quiero morir" y salió de la cama. Se estiró de aquella curiosa manera suya (parecía más un gato que una persona) y se fue al baño.
Volvió a la habitación después de mear y se puso la ropa. ¡Al menos no tenía educación física! Pero sí francés, vaya aburriento...
Fue a la cocina deseando no tener las ojeras de panda. Pasó por delante del espejo con esa esperanza, pero no fue así. Resopló.
¡Ni que fuera lunes 13!
Cierto, la mala suerte era los martes o los viernes 13, pero ella era una gran lectora de las tiras cómicas de Garfield (hasta tenía la colección) y había adoptado los lunes 13 como mala suerte.
En la cocina ya estaba su hermana mayor Laura con su leche y sus galletas. Ella iba a primero de bachillerato y Noemi a segundo de la ESO. Noemi era una chica bajita de pelo castaño liso corto y ojos marrones, labios gruesos y con un pequeño escalón en la nariz. No se parecía mucho a su hermana alta, con el pelo castaño rizado, los ojos verde-marrón, gafas y que parecía que había tomado el sol con un colador en la cara de tantas pecas que tenía.
***
Si había algo peor que los lunes, era el horario de los lunes. Ya estaba suficientemente dormida, no necesitaba matemáticas a primera hora para dormirla aun más. Luego tenía el examen de tecnología, donde seguro que toda la clase copiaba y el profesor ni se daría cuenta. Una vez una chica había sacado el libro y mirado la respuesta, y el profesor no lo vio. Tenía muy claro que, si podía, le miraría las respuestas a su amiga la exagerada, que se ponía más nerviosa que toda la clase junta a pesar de que sacaba todo ochos o nueves. Encima tendría francés, lengua y física y química. Aquel curso, tutoría los lunes a tercera parecía un rayo de sol.
Y luego estaba su clase, ¡y vaya clase! Daban ganas de pegarse un tiro con solo pensar en pasar otra semana con ellas. Sí, ellas, porque de veintinueve personas solo había cuatro chicos, lo cual quiere decir, veinticinco chicas. Entre clase y clase se la pasaban persiguiéndose, chillando, tirando las mesas al suelo e incluso lanzando botellas. Con motivo su clase era conocida como la chillona, pues se quejaban de ellas hasta los profes que no les daban clase.
Su hermana y ella iban a institutos diferentes porque el suyo lo habían abierto el año anterior (en realidad, era un colegio al que le habían añadido la ESO poco a poco, y solo tenían primero y segundo). Ya se habían separado y Noemi iba canturreando por la calle cuando escuchó relinchar a un caballo. Con un grito se agachó y el caballo blanco brillante pasó por encima de ella. Lo montaba un soldado embutido en una armadura negra y desaparecieron tan rápido como habían aparecido. Como un espejismo. Noemi parpadeó un par de veces.
Definitavemente tenía que dormir más.
Negó con la cabeza y siguió su camino. ¿Por qué le tenían que pasar cosas tan raras? Se acordó de cuando era pequeña y estaba de vacaciones en el país vasco. Al principio creía que era otro país y no pudo evitar reírse de sí misma. ¡Pero a quién se le ocurrió ponerle de nombre a una provincia "país"! Estaban en la montaña y su familia se había ido al bosque. Ella se había quedado mirando un lago enorme del que no veía el final y, de pronto, vio un hada.
Porque sí, ella estaba segura de que era un hada, aunque solo hubiese visto un pequeño punto de luz azul oscura saltar en el agua. Y aquella anécdota era la que había hecho que, mientras otros habían ido creciendo y dejando de creer en la magia, ella siguiese creyendo en las hadas. Eran reales, y nada le haría cambiar de opinión.
Llegó al banco donde siempre estaba su pandilla de amigos. Saludó a Carolina, que era la única que estaba, y le contó su extraño sueño.
Lo que había dicho la niña... ¿Tendría algún significado?
***
Era la hora del patio. Noemi había bajado porque tenía que ir al baño mientras Carolina esperaba a la lenta de Sara, que era la misma que se ponía histérica en los exámenes.
Salió del compartimento del váter y fue a lavarse las manos. Miró al grifo mientras se lavaba las manos y cuando levantó la cabeza pensando en lo bien que estaba que al fin les hubieran puesto espejos, vio reflejada a su lado a la niña de su sueño.
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