Capítulo 2
Una semana antes de la fiesta, Sophía me habló de que algunas compañeras de clase la habían invitado a un club para celebrar el cumpleaños del mejor futbolista de la universidad, Máximo. Ella, como toda una entusiasta, estaba encantada de ir, pero yo no estaba muy convencida cuando extendió una entrada al club en mi dirección. La sola idea de gritos fuertes, música estridente, alcohol y universitarios hormonales borrachos en un espacio cerrado me hacía sentir renuente a decir que sí. Pero mi mejor amiga usó fuertes argumentos como armas hasta convencerme. Toda la semana estuvo diciendo que definitivamente me arrepentiría de no ir por el resto de mi vida cuando los chicos del equipo se volvieran famosos. A mí eso me importaba muy poco, pero cuando me miró y me preguntó si de verdad la dejaría ir sola, no pude seguir rechazándola.
La noche de la fiesta, Sophía se vistió de manera hermosa. Era algo entre sensual y sexy, pero no bulgar. Ató su cabello castaño y lacio en una cola alta, delineó sus ojos azules para hacerlos ver más largos y pintó sus labios de rojo sangre. Cubrió su cuerpo con un bestido negro cernido al cuerpo con escote de corazón y subió su altura de 1.69 a 1.72 con unos tacones rojos hermosos. Yo, por otro lado, me puse unos jeans, una blusa azul de mangas largas y unos cómodos tenis. Obviamente no me maquillé, y mi pelo rubio lo dejé suelto en mi espalda.
En mi opinión, no era un mal conjunto. Las noches eran frescas, por lo que era mejor salir abrigada, y la fiesta seguro sería larga, entonces había que calzar cómodo, pero Sophía tenía otra forma de pensar. Cuando salió y me vió sentada en el sofá, ya lista y esperando por ella, dio un grito al cielo y me hizo cambiar de ropa inmediatamente. Ella personalmente eligió un bestido rojo, corto y de satén, cernido en la parte de arriba y con un estilo campana en la falda que me hizo sentir incómoda toda la noche. Tacones negros, collar largo para adornar mi cuello y un hermoso maquillaje para resaltar mis ojos grises. Sin querer discutir con ella, la dejé hacerme lo que quisiera y, con un poco de retraso, llegamos al club.
El lugar era una zona muy transitada y popular, no tan lejos de la universidad. Ambas sendas de la calle estaban llenas de locales y luces de neón. Afuera, muchos jóvenes aún hacían fila para entrar al club, por lo que Sophía y yo nos colocamos al final. La música de adentro ya se hacía notar con fuertes altibajos, y los chicos afuera bailaban de entusiasmo. Solo con eso, podía hacerme una idea de la situación en el interior.
La espera no fue larga, solo unos pocos minutos. Atravesamos las puertas del local y Sophía me sostuvo inmediatamente de la mano para tirar de mí hacia un sitio determinado, haciendo imposible que apreciara la decoración de cumpleaños. Cuando Sofi se detuvo, estábamos en una mesa rodeada de chicas y chicos. Intuí que eran sus compañeros de curso, ya que se saludaron y comenzaron a hablar de inmediato. Algunas caras en la mesa me parecían conocidas, pero me era imposible recordar los nombres.
—Esta es mi mejor amiga, Perla. —Me presentó con todos.
—Encantada, Perla Pherps. —Saludé, teniendo que elevar un poco la voz.
—Perla, estas son Jena, Maggie y Carolina. Ya te hablé de ellas antes —Nombró a las chicas y, por fin, mi mente recuperó algunos recuerdos. Carolina también cursaba ingeniería como Sofi, pero Maggie y Jena estaban juntas en arte—. Y estos son Noah, Jerry, Nathan y Aaron —Apuntó a los chicos pero, esta vez, no tenía idea de ninguno —Noah y Nathan están en derecho, Jerry estudia arte como Jena y Maggie y Aaron está en negocios. También es el hermano mayor de Carolina y, de hecho, es un hermano muy celoso. —Se burló del chico, pero él sólo le sonrió sin decir nada.
—Un gusto conocerlos a todos. —Dije.
—Perla, encantada —Me saludó Jena. Era una chica bajita, pelirroja y con pecas. Cuando sonreía, sus mejillas se hundían con dos simpáticos hoyuelos—. Sophía no deja de hablar de ti, por lo que estaba muy curiosa de cómo eras.
—¿Y cómo soy? —Le sonreí.
—Eres más de lo que esperaba. —Admitió y me pasó un trago, el cual miré reacia.
—¿No bebes? —Me preguntó cuando notó mi pausa.
—Jena, deja de acosar a la amiga de Sophía. —Intervino Maggie y, si Jena era bonita, ella era hermosa. Era una chica alta, de piel canela y cabello afro. Tenía labios delineados y ojos muy negros. Solo de estar sentada ahí, ya llamaba la atención.
—No he hecho nada. —Jena se defendió con un puchero.
—Está bien —Le dije a Maggie—. Solo es que no bebo desde hace mucho tiempo y no estoy segura de si debería beber.
—Solo bebe —Intervino Sophía—. Estás en una fiesta y ni siquiera vas a bailar, ¿tampoco vas a beber? —Dijo, conociéndome muy bien.
—De acuerdo, beberé. —Sedí y acepté el trago.
—¿Y el cumpleañero? —Preguntó Sofi con entusiasmo, mirando alrededor.
—El equipo aún no llega. —Respondió Carolina, la chica pelinegra de ojos café en la esquina. Era muy linda, pero parecía muy seria, al igual que Aaron, su hermano.
—Lo más probable es que esperen a más tarde, apenas son las diez ahora. —Dijo Nathan, el chico rubio y alto al otro lado de la mesa.
—¿Larry te dijo algo? —Le preguntó Jena.
—No mucho, solo dijo que primero tendrían una celebración entre ellos. —Por la respuesta, intuí que Larry era alguien del equipo de fútbol.
—Mi hermano me dijo que Máximo quería una fiesta privada en el gimnasio de la escuela, donde solo estarían los jugadores, las animadoras y algunos amigos más cercanos. —Dijo Jerry. Tenía el cabello negro un poco largo y sus facciones eran asiáticas.
—¡Oh! Por eso Andrew no está aquí haciéndole compañía a Aaron. —Determinó Sophía.
—Sí, algunos otros del equipo de baloncesto tampoco están porque fueron invitados. —Asintió Jerry.
—Por eso faltaban algunas cabezas por aquí —Bromeó mi amiga—. Pero, Noah, ¿dónde está tu hermana?
—Por allá. —Noah, un chico también alto, rubio y de ojos verdes, señaló un punto en la distancia.
Todos volteamos a ver a una chica mediana, castaña y con ropa demasiado reveladora abrazada de un chico fuerte, de piel oscura y rastas.
—No puede ser —Exclamó Sofía—. ¿Volvió con ese imbécil?
—Sí. —Dijo Noah, evitando ver a su hermana.
—¿Cuántas veces más va a perdonarlo antes de entrar en razón? —Sophía parecía entre enfadada y decepcionada.
—Es una tonta en verdad. —Negó Maggie.
—Y él un imbécil. —Agregó Carolina.
—Me siento mal por Larry. —Suspiró Jena.
Yo no conocía la situación, pero podía intuír bastante por lo que estaban diciendo.
—¡Cierto, Larry! —Exclamó Sophía, como si de pronto se acordara de algo importante— ¿Cómo se lo tomó?
—¿Cómo crees? —Respondió Nathan— Pues muy mal.
—Yo pensé que ellos se estaban acercando. —Lamentó Jena.
—Yo también. —Admitió Sophía.
—Mi hermano me dijo que Larry no lo estaba haciendo bien estos días. —Dijo Jerry, y los demás suspiraron.
—¡Bueno, dejemos eso de lado por ahora, estamos en una fiesta! —Sofi interrumpió el estado de ánimo deprimente y levantó su trago— ¡Brindemos y bailemos toda la noche, hasta mañana por la mañana!
Yo no estaba de acuerdo con eso, pero como los demás, brindé con Sophía y nos pusimos a festejar. Hablamos de cosas aleatorias y entretenidas como cualquier otro grupo de universitarios y, juntos, en menos de una hora, nos bebimos una botella. Nathan, Jena, Maggie, Carolina y Sophía se cansaron de estar sentados y se fueron a bailar. Intentaron convencer a Noah, pero el chico no parecía de humor. Aaron se negó a ir y Jerry dijo que luego iría con ellos.
Cuando eran cerca de las doce, las puertas del club se abrieron abruptamente y, como una estampida, chicos bestidos con camisas rojas del equipo de fútbol y porristas con minifalda y pompones en las manos, entraron con mucha fanfarria. La música fue silenciada y los gritos de los jugadores y animadoras, cantando el himno de la escuela y recitando el lema del equipo, fue lo que resonó en todo el local.
Las personas les hacían espacio a medida que ellos avanzaban hasta que quedaron en medio del club. La mayoría de ellos parecían haber bebido lo suficiente por ese día, pero se veían dispuestos a beber mucho más. Cuando el himno terminó, comenzaron a cantar Feliz Cumpleaños a todo pulmón y sin perder la energía, para nada temerosos de dañar sus cuerdas vocales. Cuando el Feliz cumpleaños comenzó a sonar, fue que divisé la figura de Máximo en el centro del círculo que hicieron al romper la formación con la que entraron.
—Están aquí. —Aaron saludó a los dos chicos y la chica que se acercaron a nuestra mesa.
—Sí, al fin se terminó. —Suspiró un chico muy alto y de piel canela antes de tomar asiento.
—¿Todo bien? —Preguntó una copia de Jerry, pero este era más alto y musculoso. Solo tuve que sumar dos más dos para llegar a la conclusión de que era Andrew.
—Todo bien. —Respondió Noah, al que fue dirigida la pregunta.
—¿Los demás? —Volvió a preguntar luego de asentir a la respuesta.
—En la pista. —Respondió Jerry.
—¿Y ella es? —Habló la chica. Era alta, fuerte y también vestía un uniforme de deporte como los chicos. Si no me equivocaba, era el de básquetbol femenino.
—Soy Perla, encantada. —Los saludé con una sonrisa.
—Soy Cristal. —Me correspondió, extendiendo su mano en mi dirección. La estreché como un saludo y luego hablaron los chicos.
—Soy Franck. —Dijo el chico que, había creído, era Larry. No se movió mucho al saludar, ya que parecía agotado. Sólo se quedó recostado en el hombro de Jerry.
—Yo soy Andrew, el hermano mayor de Jerry. —También estreché su mano.
Cuando la música volvió, también lo hicieron los demás. Saludaron con entusiasmo a los tres que habían llegado y todos nos apilamos en la mesa ya que éramos muchos. Cuando estábamos muy entusiasmados y la mitad de otra botella había desaparecido, llegó Larry con muy mala cara. Por lo que pude entender y escuchar, había visto a Ashly, la hermana de Noah, con su novio cerca de la barra. Vi a Nathan y Jena intentando relajarlo y Sophía y Cristal lo distrajeron.
—Sofi, voy al baño, creo que necesito mojarme un poco la cara.
—¿Estás bien? —Preguntó preocupada.
—Sí, estoy bien, solo necesito refrescarme porque creo haber bebido demasiado.
—Vuelve rápido. —Asentí para demostrarle que había entendido y comencé a caminar hasta el baño.
El camino para llegar era un completo caos. Las personas bailando se empujaban entre sí y más de la mitad se caían de borrachos. Mis tacones y bestido me dificultaban caminar, una tarea que, de por sí, ya estaba siendo laboriosa. Cuando entré en el pasillo al baño, tuve que tomarme un respiro y acomodarme la ropa antes de abrir la puerta.
Y si mi yo del futuro pudiese regresar y darme un consejo, estaba segura de que me diría que por nada del mundo girara esa manilla.
♡📖♡📖♡📖♡
🔺️Recuerda dejar un triángulo invertido si te gustó el capítulo.🔻
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro