N/A: Un preludio es una escena que ocurre en algún punto de la historia, es un desencadenante usado para que se dé a entender que las cosas se pondrán intensas.

Multimedia: Easy on Me- Adele  

Retengo la invitación a la boda entre mis manos, la observo una y otra vez sin poder creer las circunstancias en la que voy a casarme.

No me queda más remedio que hacerlo.

Es por el bien de todos.

Siento que estoy luchando contra una corriente que tarde o temprano va a ahogarme. La presión en mi garganta es tan inmensa, que siento que tarde o temprano romperé en llanto y terminaré huyendo de esta maldita isla a la que nunca debí venir.

Masajeo la tarjeta brillante, cubierta de letras doradas, reflejando un lujo que en estos momentos me asquea. Cada vez que la miro, un enorme peso cae sobre mi espalda. Esta invitación es un recordatorio de que voy a unir mi vida a un gran mentiroso.

El vestido de novia, permanece oculto en un perchero, ni siquiera lo he visto; tampoco he sentido ganas de hacerlo. No me importa lo bonito que sea, ni cómo luce la tela en mi piel. Simplemente dejé que la planeadora tomara las medidas de mi cuerpo e hiciera algo que, según ella, superará al vestido de novias de la princesa Diana.

No quiero superar a nadie, sólo quiero ser libre.

Y pensar que imaginé que el día en el que me casara, estaría rebosando felicidad y no desilusión.

Arrugo el cartoncillo que contiene la fecha y hora de mi enlace, con ganas de despedazarlo, aunque eso no conseguirá que las cosas cambien; de alguna manera será reconfortante destruirla. Y así lo hago, deshilacho cada maldito pedazo con una furia desconcertante. Odio lo que están queriendo hacer conmigo, pero odio más, no poder hacer nada para evitarlo.

—Aún puedes arrepentirte de toda esta tontería y huir. —El sujeto parado a un lado de la puerta me toma por sorpresa, mi corazón lo recibe acelerando su ritmo.

—Sabes que no puedo hacerlo, deseo continuar con esto. Mucha gente sufrirá si no lo hago.

—¿Acaso eres Jesucristo?, ¿Vas a sacrificarte por un montón de personas que no van a agradecértelo?

—Sería egoísta de mi parte pensar sólo en mí.

Está molesto, lo noto en la forma en la que sus impresionantes facciones se fruncen ante cada palabra que pronuncio. Agacho la cabeza y esquivo su mirada, si sigo observándolo seré débil y terminaré tomando en cuenta su sugerencia de huir.

—Estoy a nada de meterle un tiro a aquel imbécil y robarme a la novia, te lo juro.

Intento que su voz, su presencia masculina y la jodida perfección que emana, no me afecte. Pero su forma de ser tan avasalladora, fuerte e imponente me sobrepasa.

—Eso sería un secuestro y ambos sabemos lo ilegal que es.

—Es mucho mejor que casarse con un imbécil, sinceramente mi plan me parece una maravilla.

Se aproxima a mí, provocando que me tiemblen hasta las pestañas. Este tipo de emociones y sentimientos no deberían despertar en mí, estando a punto de casarme con otro.

—Creí que yo no te importaba, lo dijiste aquella vez. —Le reclamo.

—¿Y tú me creíste? Los hombres decimos estupideces todo el tiempo, me costaba admitir que la virgencita me volvía loco, pero créeme cuando te digo; que las ganas de raptarte crecen a cada segundo que pasa. —Mi pecho cruje, mientras el temblor en mis labios reaparece. —De salida te digo, que, si te casas, no voy a ponerle el camino fácil a aquel pendejo.

—Creí que los príncipes no se rebajaban con plebeyas. —cito sus palabras y una media sonrisa se dibuja en su boca.

—Olvídate de una buena vez que soy un príncipe, contigo dejo de serlo y me convierto en el individuo que no está dispuesto a dejarte ir con tanta facilidad.

—¿Entonces esta simple plebeya sí te importa?

Arquea una ceja y se aproxima aún más, provocando que mi estómago gire mil veces sobre su eje.

—Si fueras una simple plebeya, no estaría aquí, proponiéndote huir conmigo. ¿Necesitas que me incline y te pida que no hagas algo de lo que puedes arrepentirte el resto de tu vida?—debate, sentándose a mi lado. —Vamos, virgencita; ambos sabemos que no quieres casarte. —El brillo azul en sus ojos es tan bonito como el mar que rodea a la isla.

—Te pido que por favor respetes mis deseos. —remarco.

—Lo haría si supiera que esos deseos te harán feliz, pero ambos sabemos que no quieres casarte con Liam.

—¿Qué te hace pensar que no?

Estoy tan abrumada, no sé en qué momento mi vida se convirtió en un drama de novela.

Suspiro y tiro los trozos de la tarjeta a un lado de la cama, el gesto no pasa desapercibido para el príncipe.

—La tristeza que veo en tus ojos ahorita me dice que no quieres casarte con él. No sé si aún lo quieres, pero de algo estoy seguro no deseas unir tu vida y mientras eso suceda; voy a aferrarme a mis ganas de raptarte y evitar que cometas una locura.

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Perdón las demoras, tenía algunas ocupaciones y olvidé publicar esto.

Nos vemos la próxima semana. 

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