Capítulo 21
Multimedia: Maneskin- I wanna be your Slave
Narra Evil Liam
El perro yace frente a mí, jadeante y débil. Su pelaje dorado está manchado de sangre, y sus respiraciones son cada vez más accidentadas e irregulares; es claro que está muriendo. Siento una ligera punzada en mi pecho al verlo así, una extraña sensación que me resulta incómoda porque no es habitual en mí experimentar este tipo de cosas ante el sufrimiento de nadie... ¿qué es esto?
¿Empatía tal vez?
Niego con la cabeza. Es imposible que pueda sentirme así respecto al estúpido Golden retriever de la inútil alumna. Lo que realmente me perturba es el hecho de que alguien logró meterse a mi casa en medio de semejante vendaval, y pudo dispararle al perro sin que nos percatáramos de ello. Primero alguien accedió a mi carpeta de venenos y ahora esto. Sólo Rachel tendría el alcance suficiente para lograr algo así. Aunque no me queda claro por qué decidió matar al perro.
¿Pensó que me haría daño si mataba al pulgoso?
Me conoce lo suficiente para saber que algo así jamás pasaría.
Qué tonta es.
La tormenta arrecia contra el techo, los truenos resuenan en el aire y el ambiente se torna cada vez más caótico.
Violet, me mira con lágrimas en los ojos y aunque no pronuncia palabra alguna, sé lo que necesita y por desgracia pienso dárselo. Salvaré a su querido Romeo y después pensaré en cómo deshacerme de todas las ridiculeces que empiezo a sentir.
Tal vez mate a Violet pronto y acabe con tanta mierda de golpe.
―Por favor, Liam, tienes que salvarlo. Sé que sólo tú puedes hacerlo ―Suena convencida de que soy capaz de salvar al animal y eso me aturde.
―Claro ―Mi voz suena rara esta vez, como si no me perteneciera. Como si al plantearme salvar la vida de este perro, mi lado psicópata entrara en coma y yo fuese otro.
―Eres la persona más inteligente que he conocido en mi vida y estoy segura de que en tus manos Romeo va a estar bien, porque puedes con todo. Yo lo sé.
Explayo los ojos y pestañeo rápidamente, sólo mi madre había demostrado esa fe ciega en mí. Esa confianza que nunca creí encontrar en alguien más, de repente aparece frente a mí en los bonitos ojos marrones de Violet.
Asiento sin saber qué decir o cómo procesar la aceleración en mi pecho cada vez que la miro. Se siente como si esta vez fuese ella quien logra ver a través de mí y no al revés. Violet me estudia en silencio y se aproxima hacia mí con una dulzura tan poderosa que puedo saborearla sin siquiera tocarla.
Retrocedo aún aturdido, pero ella no me deja ir y en su lugar me abraza como si supiera que necesito su voz, que necesito su bonito rostro cerca del mío en este momento en el que me siento tan confundido. Su calidez me embarga y sus lágrimas bañan mi cuello en una catarata que logra desnudar lo que pareciera ser mi alma Entrecierro los ojos al instante; incapaz de soportar su llanto. Es como si algo dentro de mí se partiera en dos al ser consciente de que ella no la está pasando bien. Como si un nuevo tipo de oscuridad que sí me afecta apareciera ante mí cuando la veo llorar.
La aparto con la excusa de que debo operar al perro, pero la realidad es que necesito entender qué coño está pasándome.
¿Por qué ella consigue debilitarme con tanta facilidad?
¿Por qué me siento diferente cuando Violet entra en la ecuación y nuestros ojos colisionan?
Es como si estuviese cayendo en una espiral de la que sólo Violet puede librarme, a pesar de que es la causante de que me vea atrapado en esto.
Con las manos apretadas, tomo una jeringa, el tarro con anestesia y la pinza hemostática de mi maletín improvisado para empezar a "operar al perro", aunque la realidad es que jamás he hecho una cirugía tengo los conocimientos, pero nunca los he puesto en práctica. La lluvia cae implacablemente en el exterior, el huracán retumba con una fuerza estrepitosa y las ramas de los árboles en el bosque no dejan de silbar como si desearan asustarnos. El viento aúlla, la tierra se estremece y el mundo parece haberse sumido en una especie de infierno acuático que normalmente me divertiría, pero hay algo en este puto huracán que no me gusta del todo. No suelo creer en presentimientos, ni absurdas supersticiones, pero algo en todo esto que está pasando se siente abrupto y repentino, como si fuese el inicio de un desastre de proporciones apocalípticas.
Respiro hondo y pateo las sandeces que estoy pensando de mi mente.
Con cuidado, inyecto la anestesia y espero el tiempo prudente a que haga efecto. Cuando han transcurrido los minutos necesarios, inserto las pinzas en la primera herida de bala. La carne desgarrada se resiste, así que con sumo cuidado tiro hasta que logro dar de lleno con el metal del proyectil. La tormenta se intensifica y Violet, se estremece cuando un rayo zarandea la montaña.
― ¿Necesitas que te ayude con algo?
―Claro que sí, ven. ―le digo, al notar que sus ojos muestran que necesita desesperadamente ayudar. Ella se coloca a mi lado y cruza las manos a la espera de qué instrucciones le daré.
―Qué juiciosa, no sabía que podías llegar a ser más obediente.
―Hasta yo tengo mis límites, Liam. Quiero que salves a Romeo y...―La voz se le quiebra y la atraigo hacia mí.
Me gusta que intente ser fuerte y que poco a poco deje de ser la mocosa blandengue que conocí hace poco.
―Es más fácil que yo no vuelva a meter mi polla en tu coño a que este perro se muera.
Esperaba que blanqueara los ojos y me retara con la mirada, pero no lo hace y se dedica a mirar a Romeo.
―No estés nerviosa, mimaste lo suficiente a ese perro para que esté sano y resista la operación.
―¿Crees que eso haya sido suficiente?
―Lo que sea que venga de ti siempre será suficiente.
Violet suelta todo el aire que parecía haber estado reteniendo por la ansiedad y reduce la distancia entre nosotros aún más. Cuando veo que enreda un dedo nervioso en su cabello y el aroma a su shampoo me alborota la polla, me obligo a controlarme y ponerme a operar al pulgoso.
Le entrego el maletín con los implementos y me dedico a pedirle que me pase cosas, aunque la mayor parte ni siquiera las uso, a decir verdad, lo hago porque me gusta ver lo hermosa que luce haciendo de enfermera. Violet me seca el sudor de la frente y me observa como si fuese su héroe, lo cual me desconcentra más de lo que me gustaría admitir.
―No me mires así ―pido, entre más la observo más me gusta, más me aturde y más me confundo.
¿Se puede sentir odio, atracción y confusión a la vez por culpa de la misma persona?
Parece que sí.
― ¿Por qué no quieres que te mire?
―Porque siento ganas de comerme tu boca y dejar tirada esta operación para follarte y no estoy muy seguro de que quieras eso.
―Si a Romeo le pasa algo, jamás te dejaría besarme, ni acercarte a mí de nuevo.
Pongo los ojos en blanco y a la vez río, porque a pesar de que está nerviosa por el estado de salud del perrito, sigue siendo la misma criatura gruñona que me vuelve loco.
―Lo sé, por eso soy yo quien te está pidiendo que te comportes.
―Gracias ―murmura con una sonrisa que llega a sus ojos y me encandila.
No puedo creer que un par de ojos tan oscuros y comunes me parezcan lo más maravilloso que he visto en la vida.
Cada vez estoy peor.
―Por nada ―contesto no muy seguro de por qué ella me agradece si aún no alejo a Romeo del más allá.
Resoplo y procedo a extraer la bala restante del cuerpo del perro, pero en cuanto introduzco la pinza noto que algo no anda como debería.
¡Mierda!
De un momento a otro la operación se complica y los ojos de Violet se oscurecen al anticipar lo que no quiero revelarle.
― ¿Qué pasa? ―expresa con ojos de gatito asustado.
No aguanto verla así.
La segunda bala está más profunda, y mi mano tiembla mientras me esfuerzo por extraerla sin causar más daño del ya existente. Hasta este momento no me había preguntado quién carajos sería capaz de hacerle esto a un perro.
―Me temo que la segunda bala no será tan fácil de sacar como la primera.
―Pero puedes hacerlo, ¿cierto?
―Lo intentaré.
Los siguientes segundos transcurren con lentitud y mientras ella hace lo humanamente posible para mantenerse en pie y ayudarme, yo me esmero en salvar al estúpido perro.
Introduzco la pinza de nuevo y con un movimiento rápido consigo sacarla, pero el triunfo no dura lo suficiente pues al parecer no calculé bien y el perro empieza a desangrarse. Le inyecto rápidamente epinefrina para frenar el flujo de sangre.
― ¿Qué tan mal está? ―Beso su frente con rapidez y le susurro que haré lo posible para que siga con vida.
La sangre sigue fluyendo como si de un río se tratara. Si Romeo sigue así va a morir y eso provocará que la mocosa se vuelva loca. Mis pensamientos se vuelven caóticos, desordenados. Me frustra no poder resolver las cosas como quisiera, odio sentirme incapaz. Violet llora queriendo abrazar a Romeo. La retengo entre mis brazos y la obligo a mirarme a los ojos.
―Mírame, nena. Él no va a morir, mientras yo esté aquí ―externo sonando tan amoroso que me asquea ―. ¿Acaso no confías en mí?
―No lo sé, en estos momentos no sé nada. Lo veo muy mal, me aterra que no sobreviva, ¿quién podría ser capaz de hacerle esto a un perrito inocente? Él no tiene la culpa de nada, es un angelito. ¿Por qué alguien querría dañarlo? ―lloriquea con voz ronca y eso me perturba porque detesto verla así.
Me concentro en el perro y le inyecto una nueva dosis de epinefrina deseando que esta vez sí funcione y el animal deje de sangrar. Pasan diez segundos, luego un minuto y cuando creo que se han cumplido tres desde que lo inyecté, el perro empieza a retorcerse bruscamente, Violet gime y se pega a la cama mientras rompe en llanto.
Frunzo el ceño y contemplo la escena sin entender qué carajos está pasando.
― ¡Romeo, no puedes irte, quédate conmigo, cariño! Liam por favor, no dejes quye muera. Mi niño despierta...―emite con voz lastimera y luego me mira, esperando que lo salve o que haga algo para que deje de moverse como si estuviera convulsionando.
Reviso su pulso y noto lo débil que está, en verdad Romeo está yéndose. Analizo las variables y he hecho todo lo que se suponía debía hacer. No tiene sentido que esto esté pasando.
―Liam, haz algo por favor... te lo suplico, no dejes que se vaya.
No soporto ver tanto dolor en sus ojos, por tal motivo aparto la mirada. Mi mente empieza a trabajar como una locomotora con exceso de gasolina. Las variables cobran vida en mi cabeza una tras otra. Las dos perforaciones de bala que sufrió, la cantidad de sangre que posiblemente perdió. No recuerdo haber cometido errores mientras extraía cada bala, tampoco toqué ningún órgano o arteria importante.
Entonces, ¿qué rayos pasó?
¿Será que Romeo es alérgico a la epinefrina?
― ¿Romeo es alérgico a la epinefrina?
Ella explaya los ojos como si no hubiese escuchado bien. Creo que no tiene ni idea.
―No, en su cartilla veterinaria no aparece. La epinefrina no está entre las cosas que le caen mal.
Qué raro, entonces qué diablos le pasa al perro.
Le echo un nuevo vistazo al Golden Retriever, y es entonces cuando noto algo que me desconcierta.
De la boca de Romeo brota espuma, es como si hubiese sido envenenado y eso no tiene el más mínimo sentido. Miro hacia la herida y me percato de que esta ha adquirido un color verdoso y gotea un líquido del mismo tono, tal como pasa cuando administras uno de los venenos que diseñé recientemente.
El problema es que el antídoto de ese veneno sólo lo frena durante cierto tiempo, ya que la sangre queda contaminada y en seis meses el envenenado morirá.
El llanto de Violet mientras se aferra a la cama me saca de mis cavilaciones. Tengo que encontrar una forma de revertir los efectos a largo plazo de ese veneno, pero por lo pronto, lo único que se me ocurre es inyectarle el antídoto imperfecto a Romeo y esperar que al menos sobreviva.
―Ya vengo ―anuncio aún estupefacto.
Es más que evidente que alguien también robó este veneno de mi carpeta de archivos confidenciales.
El atrevimiento de Rachel Hathaway no tiene límites.
―Pero Romeo está...
―Voy por algo que le salvará la vida, te aseguro que va a estar bien, por favor confía en mí. ―Tomo su cara entre mis manos y le doy un beso profundo y corto que me enciende las venas.
―Por favor no tardes ―suplica y su voz se rompe por completo.
Corro hacia mi laboratorio y lleno una jeringa con el antídoto morado que funciona a medias. Violet no sabrá que el perro podría morir pronto y tampoco necesita conocerlo, pues trabajaré en algo para reestablecer su sistema inmunológico y evitar que muera.
― ¿Qué es lo que le pasa?
No quiero decirle que ha sido envenenado.
―Nunca había tratado a un perro baleado, así que lo único que se me ocurre es que tuvo una mala reacción a la anestesia ―miento.
Violet asiente.
Al cabo de unos segundos más que tensos para ella, inyecto el antídoto y Romeo se estabiliza.
Termino de coser y de limpiarle la herida al perro sin poder creer aún que alguien se atreviera a robar la receta de otro de mis venenos. Noto la adoración en los ojos de Violet y eso me desequilibra de nueva cuenta. No sé qué tiene esta maldita niña que me pone a sus pies con tanta facilidad.
De pronto soy consciente de que estoy demasiado a gusto con todo esto de ser el héroe que libró al perro de la muerte y no debería ser así.
¿Por qué me importa tanto haber salvado al pulgoso?
¿Por qué me siento tan bien con todo esto?
Yo no salvo a nadie, yo destruyo.
Hacer este tipo de cosas no es lo mío.
¿Por qué me estoy convirtiendo en algo que no deseo ser?
La respuesta flota frente a mí cuando termino de auto- cuestionarme.
Es por ella, por Violet es que estoy cambiando.
Y debo hacer algo para atroz para revertirlo.
Debo asesinarla lo antes posible.
La miro fijamente y ella espera que le dé un abrazo o la bese para celebrar que el perro sigue vivo, lo noto en sus ojos. Pero entre más cerca la tengo más me debilito y no puedo permitir que siga pasando.
Salgo de la habitación sin rumbo fijo.
Necesito matar, necesito limpiarme de tantas buenas acciones haciendo lo que mejor sé hacer.
Destruir y sembrar el caos.
Le echo un último vistazo al perro y me pregunto si es a él a quien debo matar para quitarme tanto heroísmo de encima.
Los enormes ojos de Violet aparecen en mi mente para seducirme. Abro la puerta principal, el huracán me empapa la cara tras hacerlo.
Niego, no es buen momento para salir.
― ¿Te pasa algo? ―Oigo que dice la dulce voz de quien tiene mi mundo patas arriba.
―No me pasa nada, ¿por?
―Porque estás actuando de forma muy extraña, parece como si estuvieses huyendo de algo.
Qué fastidiosa es a veces.
―No estoy huyendo de nada, salvarle la vida a tu amado saco de pulgas fue más difícil de lo que pensé y estoy un poco cansado.
―Creí que estarías diciéndome que te debo una follada por salvar a Romeo o algo así, además jamás me llamas por mi nombre se siente raro, no suenas como tú. ―Intenta bromear, pero se le nota en la mirada que no sabe cómo abordarme.
― ¿Insinúas que voy a cobrarte con sexo por salvar a Romeo?
―Ese es muy tu estilo.
Restrinjo la sonrisa que quiere escapar de mis labios. Ella me gusta mucho, porque a pesar de que no tiene ni idea de cómo soy en verdad, se esfuerza por conocerlo.
Es una criatura valiente a la que la curiosidad no asusta a pesar de lo peligrosa que suele ser.
―No, Violet, no voy a cobrarte con sexo ―esclarezco, aunque follarla es lo mejor que podría pasarme para distraerme un poco de toda esa mierda cursi en la que estoy atrapado por su culpa.― Con que te encargues del pulgoso y su recuperación es suficiente.
Sus ojos se iluminan y no tengo ni idea de por qué se pusieron así.
―Eso significa que sí te importa que Romeo se recupere, sí tienes corazón después de todo. No eres ese ser oscuro y brutal que intentas parecer.
Bufo.
―Tampoco soy el héroe de tus sueños, de hecho es más fácil que conmigo se te cumpla la peor de tus pesadillas.
―Salvaste a Romeo, no puedes ser tan malo después de todo, así que deja de intentar asustarme con tus frases de psicópata siniestro. ―Lo dice tan convencida que hasta da ternura. Ella en verdad está dispuesta a apostar porque no soy tan malo.
―Lo hice para que dejaras de fastidiarme.
Si supiera que he llegado a pensar en matarlo con tal de volver a ser el que era antes de conocerla.
―Muchas gracias por salvar a Romeo―expresa con voz queda. Podría escucharla hablar todo el día, su voz es tan hechizante y dulce que en ocasiones me cuesta creer que ese es tu tono real de voz.
―No me des las gracias, dátelas a ti misma.
La forma en la que sus cejas se arrugan es tan bonita como peculiar.
― ¿Por qué me tengo que dar las gracias a mí misma?
―Porque salvé al perro sólo porque tú lo pediste.
― ¿En verdad lo hiciste sólo por mí?
―Para mi desgracia, haría cualquier cosa por ti, detesto verte llorar y...―La confesión llega de un momento a otro y me aturde por varios segundos.
― ¿Entonces sí hay un corazón oculto bajo esa coraza de hombre duro?
―No me malinterpretes, el sonido de tu llanto es desesperante así que por eso lo hice.
Ella se encoge de hombros y luego sonríe.
―Ay por favor, profesor, deje de mentir.
Cómo me irrita que me diga así.
A estas alturas el profesorcete debe estar sumido en el hambre y la desesperación de estar encerrado en el sótano del departamento que convirtió en su nidito de amor con Violet.
―Iré a dormir.
―Está bien, pero ven a dormir con nosotros.
Miro al perro inconsciente en la única cama que hay en esta habitación y me convenzo de que Violet ha perdido la cabeza.
―No voy a dormir con el perro ―expongo con acidez.
―No lo harás, dormiremos en una colchoneta. Está enfermo, las próximas horas podrían ser cruciales y quiero mantenerlo vigilado por si... bueno... ya sabes.
Su mirada pierde luz, sus ojos adquieren un tono tan oscuro que por un momento pienso
― ¿Tienes miedo de que alguien entre de nuevo?
―Para ser honesta sí, han estado pasando tantas cosas que siento que no estoy segura en ninguna parte.
La veo mirar a los alrededores de la habitación como si estuviera buscando un arma o algún peligro que no ha logrado detectar y me doy cuenta de que ella no se ha dado cuenta aún que el verdadero horror lo tiene en frente y soy yo.
―No va a pasar nada, la persona que entró es lo suficientemente cobarde para herir al perro y huir en lugar de dar la cara. ¿Crees que si fuese alguien de temer no habría venido directamente por nosotros?
Me acerco a ella y pongo una mano en cada uno de sus hombros descubiertos, su piel está muy fría.
―No sé si eso me haga sentir mejor, ¿qué clase de persona daña a un perrito inocente?
―Te sorprendería saber la cantidad de personas que son capaces de dañar lo que sea con tal de ponerle un poco de emoción a sus vidas.
Yo pertenezco a ese grupo.
― Lo peor es que no podemos llamar a la policía con todo eso del huracán, y tampoco podemos saber si la persona que hirió a Romeo sigue dentro de la casa.
A estas alturas me había olvidado del vendaval que azota el exterior. Pareciera como si estuviese cayendo toda el agua que habían almacenado las nubes que cubren el planeta entero.
―No te preocupes, si esa persona sigue aquí la mataré en cuanto aparezca. Del único peligro que tienes que cuidarte estando aquí soy yo.
Ella suelta un largo suspiro, ha sido un día extremadamente largo y aunque no quiera admitirlo, también necesito recargar energías para saber cómo voy a proceder de aquí en adelante.
―¿Me acompañas a buscar algún colchón a otra habitación?
―¿Para?
―Tenderé el colchón en el suelo y allí dormiremos.
Agito la cabeza, no puedo creer que ella en verdad quiera dormir aquí.
―Violet, hay una habitación justo al lado de esta. No nos tomará mucho llegar aquí en caso de que algo pase.
Violet zarandea la cabeza en negación. Es claro que no está de acuerdo conmigo.
―Prefiero no arriesgarme.
―Está bien, señorita terquedad, vayamos por ese bendito colchón.
Salgo de la habitación y ella me sigue rigurosamente. No sé por qué me mira como si creyera que no voy a traer el colchón.
―No sabes cuánto deseo recordar lo que pasó en esos cuatro meses que fuimos novios. ¿En verdad el shock de haber enfrentado a mi ex por segunda vez fue tan fuerte que perdí la memoria? ―Veo que hace un gesto de dolor y es entonces cuando recuerdo que Josh la golpeó, que yo lo metí a este juego y terminé lamentando lo que le hizo. Odio sentirme así, más humano, menos letal cuando de ella se trata.
―La respuesta a eso no la tengo yo, sino tú. No puedo regresarte tus recuerdos, Violet. Eres tú quien debe seguir trabajando para recuperarlos.
―Si tan sólo pudiese hablar con Olivier, estoy segura de que él tiene muchas de las respuestas que necesito.
Olivier mantiene una relación con Peter, el sujeto que intentó contarle la verdad sobre su pasado. No sé qué tan conveniente sea que hablen. Soy yo quien debe revelarle que es la heredera del imperio Hathaway, la mujer más rica del mundo. Necesito que ella esté de mi parte para arrebatarle el control de la orden negra a Rachel y no puedo permitir que ningún amigo chismoso se entrometa en eso. Imaginar la cara de mi padre cuando la organización más influyente del mundo esté en mis manos es divertido.
Violet es sólo un instrumento para que alcance más poder.
No puedo permitir que se convierta en algo más.
―Te llevaré con Olivier en cuanto el huracán pasa, ¿te parece? ―miento para que se tranquilice. No sé por qué mierda me importa verla tranquila, pero es lo que hay.
Mis palabras parecen animarla un poco, hasta que su semblante se ensombrece varios segundos después.
Esta chica es muy voluble, aunque con todo lo que le ha pasado es normal que se comporte de esa manera. Cualquiera en su situación estaría con una camisa de fuerza en un sanatorio.
―¿De verdad me llevarás con él?
―Sí, pero después te irás conmigo a las Bahamas y no aceptaré un no por respuesta.
Ella abre la boca para replicar.
―¿Salvé a Romeo, recuerdas? Que me acompañes a ese viaje es lo menos que puedes hacer.
―Ya sabía yo que no sería gratis.
―Qué bueno que me conoces.
La oigo refunfuñar en voz baja, pero no me interesa lo que tenga que decir, porque sé que de todas formas acatará lo que le dije e irá conmigo al Caribe.
Salvar al perro no fue tan mala idea después de todo.
Hablaré con Peter para que el tal Olivier no diga nada que evite que Violet me acompañe a las Bahamas. Necesito tener a ese par de imbéciles de mi parte.
Alzo el colchó con una mano y con la otra lo acomodo para poder cargarlo, Violet se acerca para ayudarme pero niego con la cabeza.
―No es necesario que intentes ayudarme, tu cuerpo aún está débil por todo lo que has pasado y lo mejor es que no empeoremos tu situación.
―No soy tan débil como crees.
―Estás convaleciente, así que sé inteligente y no te pongas terca.
―Eres muy mandón, ¿sabías?
―Sí, por eso sigues conmigo. Ningún hombre te va a soportar como yo.
Violet pone los ojos en blanco.
―Liam, tú y yo ya no somos pareja. Sigo aquí porque no tengo más remedio que hacerlo.
―Hablaremos después del viaje a las Bahamas.
Colocamos el colchón en el suelo, voy por un par de sábanas. Violet como la criatura infantil que es coloca una especie de camino del almohadas que me impida acercarme a ella mientras dormimos.
―¿Es en serio?
―Sí, te conozco, sé que intentarás alguna movida para que nos acostemos y por muy agradecida que esté contigo de que salvaras a Romeo, no pienso enredarme contigo otra vez.
―Lo que digas señorita puritana, pero apuesto lo que sea a que en cuanto me sientas cerca te vas a calentar y terminaré metiendo mi polla en ese coño tan sabroso que tienes.
―Otra frase así y dormirás en el suelo.
―No te atreverías ―Se cruza de brazos.
―No me pongas a prueba, esta puede ser muy tu casa, pero si digo no, es no.
Resoplo.
―Como quieras, eres tú la que se perderá de tremendos orgasmos, no yo.
―Deja de intentar manipularme con sexo.
―Deja de traerlo tú a la conversación ―digo con ironía.
Violet termina de acomodar la cama y se acuesta de su lado. Yo me quito la camisa y me dispongo a hacer lo mismo.
―¿Qué haces? ―pregunta mirando descaradamente hacia mis abdominales.
―Desvestirme para dormir.
―Ponte una camisa.
―¿Qué? ―cuestiono, creyendo de nuevo que ha perdido la cabeza.
―No voy a dormir en la misma cama contigo así.
―¿Así cómo? ―En serio se volvió loca.
―Semidesnudo. ―declara, señalando mi torso expuesto.
―Nena, sólo me quité la camisa para dormir ―Alzo una ceja con sarcasmo, no puedo creer que se ponga con estas niñerías. ―¿Temes que la tentación le gane a tus resoluciones de alejarme?
―Por supuesto que no, yo...―Ahora está mirando descaradamente hacia mis pectorales.
―Preciosa, si quieres tocarlos, sólo pídelo, pero deja de avergonzarte tartamudeando y lujuriándome tan cínicamente.
Ella cierra los ojos, se tira en el colchón y se tapa con una sábana de pies a cabeza.
―Estás siendo infantil ―le digo, apago las luces del cuarto y me acomodo en el lado libre del colchón. El cerco de almohadas que nos aleja es tan efectivo como innecesario.
Dejo el pasillo iluminado para tranquilidad de ambos.
―¿Ya te dormiste? ―pregunta al cabo de un rato.
En respuesta quito las estúpidas almohadas y la atraigo hacia mí. Mi polla crece en cuanto su piel toca la mía.
Odio que esta mocosa fastidiosa me guste tanto.
―¿Te parece que esto es estar dormido?
En cuanto termino de hablar, un relámpago azota el cielo y las luces del pasillo se apagan junto con las del resto de la casa.
Genial, parece que nos hemos quedado sin luz.
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Hola, mis amores, Feliz Navidad.
Después de meses de ausencia al fin estamos de vuelta.
Sé que ha sido mucha inactividad de mi parte y hay una explicación para ello. Mis problemas estomacales empeoraron y me detectaron una lesión pre-cancerosa en los intestinos. Fueron meses difíciles de mucho tratamiento y gracias a Dios ya estoy mejor.
La semana pasada recibí noticias favorables respecto a mi salud y es por esa razón que no pude aguantarme las ganas de regresar.
Amo la paciencia que me han tenido y lamento mucho no haberles explicado el por qué, fueron tiempos difíciles para mí, que espero no vuelvan.
Pensaba escribir un especial de Navidad, pero siento que en este punto de la historia, no había espacio para eso y no sentí que fuese justo para ustedes, así que decidí seguir la trama como tenía planeada.
Gracias por tanto amor.
Al fin, he vuelto.
No saben cuánto las extrañé.
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