6
¿Saben cómo me di cuenta de que la novia prófuga, la supuesta chica llamada Greta, era un imán de mala suerte? La segunda noche que pasé con ella. Así es, bastó una segunda noche para saber que si llegaban más resultarían en una crisis.
Tener que soportar los cánticos de Greta, con la guitarra chocándome en el codo, no me molestó; no podía enojarme por tal cosa sabiendo que mi repentino frenazo provocó que se golpeara la cabeza. Ya saben, el jodido cargo de conciencia que les llega a todos. Además, estaba demasiado concentrado en conducir sin pegar las pestañas.
«Cómo me urgía un maldito café... Uno bien cargado y... O una cerveza, seguro, eso sonaba mejor», pensé.
Opté por un café, no quería que me detuvieran tan pronto por conducir alcoholizado. Y como verán, ahora en mi situación, huir de la policía se me da maravillosamente en Grand Theft Auto, en la vida real no.
Me estacioné frente a un minimarket 24/7. No había nadie más que nosotros afuera. Apagué el auto y antes de salir me dirigí a la castaña que, al parecer, ya había agarrado tanta confianza como para sentarse en el asiento de copiloto.
—Voy por un café y sacaré dinero si es que hay cajero. Más te vale encontrar un secador de manos para que seques tu dinero porque esta vez no te compraré nada.
Ni pensarlo, no iba a gastar más dinero en ella, lo necesitaba para lo que me deparara a futuro. Y no, no hablo de esta celda.
Asintió, luego se quitó el cinturón para girarse y hablarle al perro.
—Ambrosio, ¿por qué no aprovechas de hacer tus... eh... necesidades?
Julia Roberts falsa no es de groserías.
Blanqueé los ojos y me bajé sin darle más interés a la extraña relación entre ambos. Me guardé la llave en el bolsillo y entré a la tienda. Saludé al cajero con una seña y fui al cajero para sacar dinero; con sencillo, me paseé por los estantes buscando alguna fritura y finalmente llegué a la anhelada expendedora de café. La puerta sonó en un timbre molesto, la melena castaña de Greta se vio entre los estantes hasta el cajero, le preguntó dónde estaba el baño y luego se encerró en el de chicas. Hasta ahí todo marchó bien, normal dentro de todo lo que ya nos había ocurrido. Y, de la nada, la puerta se abrió una vez más.
—¡Que nadie se mueva! —gritaron.
Llevó años de experiencia de en videojuegos como para saber cuándo se está cargando un arma, y aquella noche en el minimarket lo oí.
Un Payday en vivo, señores, pero esta vez yo estaba del jodido lado de las víctimas.
Me moví lento con el café recién servido en mis manos con el fin de mirar al asaltante. En efecto, el bastardo tenía una pistola. Afuera, estaba su auto.
—¡Dije que nadie se mueva! —gritó de nuevo—. Tú, vacía la caja.
Las órdenes empezaron por el cajero, luego se dirigió a mí, que seguía tomando café. Planeaba dármelas de héroe y lanzarle el café hirviendo a la cara.
Me apuntó con el arma.
—Vacía tus putos bolsillos —ordenó—. Rápido... —Yo recién me animaba a dejar el café a un lado—. ¡Dije que rápido!
Sudé frío. Accedí porque iba en serio. Hombre, pegó un disparo al techo para mostrar quién mandaba en la escena. Dejé el café sobre un estante de snack y metí mis manos al bolsillo para sacar mi celular. Algo se quebró en mí.
Tuve la idea de volver a intentar mi estrategia, jugar con mis puntos de habilidad, y, aprovechando de que el ladrón se giró hacia el cajero, agarré el vaso con café y se lo lancé directo al cuello. El gruñido que soltó fue tremendo. Del susto el cajero se "descompensó" y terminó cayendo como un saco de papas, desmayado.
Genial.
Yo me quedé con el vaso en mi mano y estuve más falto de cordura que Daniel, de Amnesia.
Ya pararé con mis jodidas referencias que no entienden.
Un uno versus uno con aventajado para mi contrincante surgió en mi cabeza, y ahí se quedó.
—¿Quieres dártelas de héroe? —me dijo el bocazas, con el arma en la mano.
Me dio un golpe con el mango de la pistola y caí contra los congeladores que se encontraban a mi espalda. Lo vi todo borroso, con las luces fuerte y molesta. Luego vino una patada en el muslo.
—Quédate ahí —me ordenó el bastado. Iba a la caja para sacar el dinero que el cajero no pudo.
Oí la puerta crujir del baño. Recordé que no estaba solo en el minimarket, que alguien más me estaba acompañando en el turbulento viaje y, para colmo, esa persona probablemente no tenía idea de lo que encontraría cuando saliera del baño.
—Oye, idiota —hablé.
Me levanté afirmándome del deber como ciudadano que tenía encima, una idiotez, porque seguro ya no saldría con vida.
Al asaltante se le cayó la vida al escuchar cómo lo llamaba. Regresó conmigo, apuntándome de manera mucho más amenazadora. Iba a dispararme, y no vi ningún atisbo en él de duda. Lo haría, pero necesitaba intimidarme, enseñarme quién mandaba.
Su ego llevó a su perdición.
Me golpeó una vez más y continuó haciéndolo, repetía que me iba a matar y gruñía entre insultos. Yo estaba hecho un ovillo en el suelo, cubriéndome la cabeza, con las piernas flexionadas para que las patadas no me dieran en el estómago.
Y después de la paliza que me dieron, llegó hacerle frente a la pistola. El ladrón temblaba, y yo también. Levanté mis manos en señal de rendición, cerré mis ojos y sentí la boca de la pistola en mi frente.
No pasó nada, de lo contrario no estaría aquí. La novia prófuga salió del baño en medio de mi paliza para darle un golpe en la cabeza al asaltante, ni siquiera recuerdo con qué.
Cuando el asaltante cayó al suelo por el golpe, el acongojado rostro de Greta apareció. Se abalanzó sobre mí, preocupada y con los ojos brillantes en lágrimas.
—¡Señor S!
Así me apodó.
Respondí a su preocupación con un «estoy» gélido y sin fuerzas, pero no concluí la comprobación de mi estado. Ella, la chica con quien recién nos habíamos presentado hoy, me tomó de la cara, buscó mis ojos... Demonios, yo viajé al pasado, ¿saben? Volví a mi adolescencia, al momento preciso donde Allek Morris se convirtió en lo que hoy es. Su mirada preocupada era la misma que hace años me recibió después de... de que todo se fuera al carajo, básicamente.
—¿Estás...? —preguntó receptiva— ¿Qué?
Corrí la mirada. Fue tonto dejarme influenciar durante unos escasos segundo por su apariencia y el pasado. Mis ojos volvieron a dar con el ladrón, quien se levantaba quejumbroso.
—Tú, niña —le gruñó, dispuesto a arremeter un golpe contra la castaña.
Y ese fue el momento exacto donde el perro hizo de su parte, mordiendo la pierna del maleante. Saltos cómicos llenaron el pasillo, todos en un intento para que el animal lo soltase. La supuesta Greta —seguiré diciéndole en ese tono hasta más adelante— se levantó con rapidez y buscó en el congelador una botella de tres litros plástica. Aaah... fue toda una experiencia ver sus delgados brazos elevarse con la botella, golpear al ladrón y dejarlo inconsciente.
—¿Puedes levantarte? —me preguntó, tras apartar con sus sandalias el arma del ladrón—
Asentí.
—Busquemos algo para amarrarlo.
Lo hicimos con ayuda del asustado cajero. ¿Para qué trabajas en un jodido minimarket junto a la carretera si sabes que pueden asaltarte? Ni idea. Ese sujeto nunca vio lo fácil que resulta robar tiendas 24/7en Grand Theft Auto.
Cuando llegó la policía, la novia prófuga desapareció de la escena, creo que se escondió en el baño junto a su perro. Luego salió en una actitud sospechosa y se metió al auto.
Todo volvió a la "normalidad" de nuestro viaje.
—¿Sabes? —dijo luego de cinco minutos en el auto—, en Leb... En donde vivo, a veces, algunos se pasaban de listos y nos querían robar cultivos o simplemente hacer desastres, mi tío Gilberto y yo teníamos que salir en la noche a atraparlos. Él los distraía y yo me abalanzaba sobre ellos por la espalda. —Se movió como con escalofríos—. Después perdió la gracia con todas esas películas de horror... En fin, ¿no vas a darme las gracias?
—No recuerdo que tú me las hayas dado cuando te perdoné de la cárcel.
Se quejó.
—¿Y mi dinero? —insistí.
Volvió a quejarse.
—Está en la mochila —dijo—, y seco.
—Bien.
Esa noche confirmé dos cosas:
1. Era de una zona rural, cosa que suponía por su acento, pero eso lo rectificó.
2. De alguna manera, ella siempre se salía con la suya.
¿Lo bueno del asunto? Obtuve un café gratis y dos bolsas de papas fritas para el camino.
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