EPÍLOGO
Ese viernes de diciembre se convirtió en uno de los días más felices de la vida de Cualli. En la mañana había recogido junto a Odín y Samanta su título, y esa misma noche volaría con su amiga para el estado de Guadalajara hacia un nuevo trabajo y nueva vida.
Mientras guardaba toda su ropa en la maleta, y recogía todos sus recuerdos, se volvió a encontrar con aquel dibujo que le hizo a Biel; habían pasado muchos años desde aquella vez en la que lo vio por primera vez en su habitación y salió corriendo, pero todavía lo seguía recordando con cariño y, a veces, cuando más decaída se sentía, ponía su foto e la ofrenda para volverlo a sentir junto a ella.
Bajó por las escaleras y se unió a su abuela y amigos, incluidos Ana y el tío de Samanta, para celebrar su graduación y el inicio de su nueva vida. Se sentó junto a ellos en la mesa, y aunque se quedó en silencio la mayoría del tiempo, se divirtió y se alegró de poder estar rodeada de personas buenas que la querían. Y hasta entonces se dio cuenta; había cumplido su sueño: tenía familia, amigos y ahora podía ser independiente para ayudar a su abuela. Aunque fingió que se levantó para ir al baño, se escondió para que no la vieron llorar de gratitud por todo lo que había avanzado.
—¡Te estábamos esperando para brindar! —le dijo Odín.
—Perdón —agarró una copa de vino—. ¿Quién empieza?
—¡Pues tú! —la animó Samanta.
Se aclaró la garganta.
—Brindo por mi abuela, que siempre me vio como su hija y me apoyó incondicionalmente —alzó la copa.
Gritaron "salud" y bebieron.
—Por un nuevo comienzo —dijo Samanta.
—Por los recuerdos —agregó Odín.
—Por la familia que no es de sangre —brindó Ana.
—Porque tengan mucho éxito —dijo la abuela.
—¡Y por la comida de la abuela! ¿Me podría servir otro plato? —agregó el tío de Samanta.
Todos rieron.
—¿Les conté que me dieron de alta en terapia? —comentó Cualli.
—¡Felicidades, hija! —su abuela la besó en la frente.
—¿Segura? —Odín comentó burlón.
Y así, esa noche, Cualli partió junto a su amiga a una nueva aventura en donde conocerían un nuevo lugar, trabajo y personas, con un poco de miedo, pero segura de sí misma. Aun así, mientras todos dormían en el avión, miró de nuevo esa vieja foto que le tomó Samanta en un lejano día de muertos; en donde abrazaba a un extraño chico con la cara llena de perforaciones.
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