CAPÍTULO 4
Luego de llorar hasta que no me quedaban lágrimas y sentirme seca por dentro, alzo la mirada y veo a César. Me fijo en su polera deportiva y veo que está toda mojada y manchada de rímel a causa de mis lágrimas, lo observo sin poder decir nada, el limpia mis lágrimas de forma dulce e intento sonreír, pero era imposible sonreír cuando te habían destrozado el corazón.
—Lo siento. — le digo entre sollozos cuando mi voz por fin renace.
Trato de limpiar su camiseta y noto que es una mala idea, queda peor de lo que estaba y mis manos sienten su tonificado cuerpo.
—No te preocupes. — salgo de mis pensamientos —¿Quieres hablar del tema? —
—No, sólo necesito estar sola. — respondo. —Pero gracias por prestarme tu hombro y consolarme. —
—No te preocupes. — me entrega una linda sonrisa y me da un abrazo, me envuelvo en ellos y siento un calor que me encanta, nos separamos, me vuelve a sonreír y se marcha.
Camino hasta llegar a mi puerta, entro y siento la soledad que hay. La noto más vacía que nunca.
Mirando a mi alrededor, puedo recordar todos los momentos vividos con Simón, me duele ver todo lo que habíamos construido destrozado por una infidelidad, recuerdo cuando veíamos "The Vampire Diaries" en nuestra maratón de Netflix, cuando estaba enferma y él venía a cuidarme, nuestro primer aniversario, cuando celebramos que entró al equipo de basquetbol de la universidad... Lo único que logro hacer ante tantos recuerdos es subir a mi habitación y echarme en la cama a llorar.
Me siento sin ánimos hasta para pensar, pero es inevitable. ¿Desde cuándo estarán juntos? ¿Por qué con mi mejor amiga? ¿Cómo no me di cuenta? Recuerdo que una vez los vi muy cerca en éste mismo cuarto, pero nunca llegué a imaginar que podían tener algo.
Al estar en la cama, viene a mi mente el recuerdo de cuando les pedí que cuidaran mi casa cuando fui a visitar a mi madre y mi mente se nubla.
¿Se habrán acostado en mi cama?
La rabia y el asco me inundan, me levanto enfurecida y más destruida, arranco las sábanas, desarmo la cama y busco los regalos que me dio Simón, lloro desconsolada viendo deshacerse aquella relación que pensé que sería para siempre. Había miles de peluches, cartas de amor y una cadena con un corazón que colgaba de mí cuello, que fue mi regalo del primer aniversario. Decido desechar todo lo que me recuerda a él, dejo todo en una bolsa de basura y lo dejo en un rincón.
No sé cuánto tiempo ha pasado, pero mi teléfono no deja de sonar, el nombre de mi ex mejor amiga ocupa la pantalla, al notar que no responderé su llamada, me llega un mensaje de texto — "Estoy afuera de tu casa, ¿podemos hablar? — ¿en serio piensa que en este momento quiero hablar con ella?, lo que hubiese querido es que por lo menos si me iba a engañar, que lo hubiese hecho con otra, ahora no siquiera tengo a mi mejor amiga para desahogarme de lo sucedido.
El celular vuelve a sonar y lo tomo y respondo, pero sin decir nada, me asomo a la ventana y la veo, ni siquiera veo sufrimiento de su parte.
— Isa por favor, déjame explicarte lo que viste, merezco una oportunidad para intentar explicarte— ¿merece una oportunidad? ¿en serio?, colgó la llamada y la noto exasperada.
Como si fuese posible darle una oportunidad de explicarse, como si algo de lo que ella pronunciara cambiara el hecho de que mi corazón está totalmente destrozado.
Miro mi cama y de solo imaginar lo que habrían hecho en ella no soy capaz de dormir ahí. Después de varios minutos pensando en donde dormiré, apago la luz del dormitorio y me dirijo hacia el sillón y gracias al agotamiento de tanto llorar logre cerrar los ojos, pero no creo que pueda dormir ya que las imágenes de esos dos juntos no abandonan mi cabeza. Para lograr dormir, me tomo una pastilla y siento como lentamente caigo rendida.
Cuando me levanto al día siguiente decido no ir a la universidad; a causa de lo poco que dormí anoche, mis ojos están muy hinchados y parezco un despojo humano, no puedo salir así.
Son las cinco de la tarde y mi teléfono no deja de sonar. Tengo veinte llamadas perdidas de Simón y muchos WhatsApp sin abrir. Miro los mensajes de mis compañeras de clase y dado que nunca falto estaban muy preocupadas. Pero tampoco me sentía bien como para responder sus mensajes por lo que decido apagar mi celular.
Así pasaron cuatro días. Casi sin probar un bocado de comida y viendo a través de la ventana el auto de Simón pasar cada un par de horas por fuera de mi casa, también Regina se pasea por la acera, pero jamás se atreve a tocar mi puerta, siento que si toca mi puerta e intenta explicarme porque y como había sido capaz de cogerse a mi novio de años, lo único lógico que lograría hacer es abofetearla.
Al quinto día, llegan mis compañeras de carrera, Andrea y María. Tocan a la puerta y me armo de valor para poder abrir.
—Hola, chicas, pasen. — digo, poniendo mi mejor cara, pero al parecer no funcionó.
—¡Isa! ¿Qué pasó? —me pregunta María. —Te ves muy mal. ¿Discutiste con Simón? —
—La verdad es que terminamos. — digo y siento como mis ojos se humedecen por las lágrimas.
No por favor no de nuevo.
—¡¿Qué?!— exclama Andrea con asombro. —Pero si llevaban mucho tiempo juntos... —
—¿Qué pasó? — interrumpe María.
—Si, mucho tiempo juntos, pero al parecer eso no le importo— suspiro herida—Me estaba engañando con Regina. — digo con apenas un hilo de voz.
No, no puedo seguir llorando por él, ya es suficiente.
—Amiga... — dicen ambas y se abalanzan a abrazarme. —¿Por qué no nos llamaste? — repuso María. —Sabes que estamos aquí para ti. —
—Necesitaba estar sola un tiempo y pensar en todo lo que pasó. —
—No, amiga, no deberías haber estado sola, nos necesitabas. Sólo mírate. — dice Andrea esbozando una leve sonrisa. Le devuelvo la sonrisa y me siento extraña. Hace días que no sonreía.
—Sí, tienes razón. —digo. —Ya basta de llorar por ese imbécil. —
—Así me gusta. — dicen ambas. —Vamos a arreglarte y vamos a salir a tomar sol porque lo necesitas. Pareces un papel de lo blanca que estás. — termina Andrea.
Les brindo una sonrisa y me dirijo hacia mi habitación, la cual sigue desarmada desde cuando quité las sábanas para botarlas, lo que me recuerda que debo comprar otras nuevas ya que tengo intención de botar todas las sábanas que poseo porque no sé cuáles usaron esos dos.
Me visto con un pantalón corto ajustado y una blusa de color blanco un poco traslúcida. Recuerdo que a Simón no le gustaba que me la pusiera porque decía que muchos hombres se giraban a mirarme.
Pero ahora sus opiniones me importaban un carajo. Me maquillo un poco para disimular lo mal que he estado; uso corrector para tapar las ojeras, un poco de rubor para darle color a mi pálida piel, rímel y me pinto los labios de un color rosa que me gusta mucho y me queda bien. Por último, calzo unas sandalias con tacón, aprovechando que hay un sol radiante en la cuidad.
Cuando estoy lista, salimos hacia el Mall Plaza y compro todo lo que me hace falta para la habitación y compro unos helados de chocolate para hacer un maratón de Netflix en mi casa, mis amigas no quieren dejarme sola.
Decidimos regresar a casa, y cuando me bajo del auto de Andrea escucho que alguien grita mi nombre.
—¡Isabel! — me giro y veo que es César, sin evitarlo al verlo sonreí.
—Hola, César. — digo sintiéndome una tonta por lo que pasó hace una semana. —Lamento lo de hace unos días.
—Sí, yo también. Tuve que botar mi camiseta favorita. — dice entre risas.
—Lo siento. —digo riéndome de forma sincera —Gracias por consolarme. —
—Veo que ya estás mejor. —dice mirando mi cuerpo de arriba a abajo, lo que me pone la piel de gallina, le devuelvo aquella mirada y muerdo mi labio, de cierto modo ahora puedo mirar a quien se me da la gana sin sentir que lastimo a Simón.
Muerde su labio y su mirada vuelve a mis ojos.
—Sí. Llegaron los refuerzos. — miro a mis amigas que babean por él.
—Así veo. — dice con una sonrisa en su rostro.
—Tengo que irme. — digo mirando sus ojos, los cuales pensé que eran color café, pero son grises, con un toque de azul.
—Claro, si me necesitas no dudes en hablarme—
—Gracias por el ofrecimiento, lo tendré muy en cuenta— sonreí sonrojada como si estuviésemos coqueteando, siendo que el solo me ofrece s ayuda, y lo peor es que quizás sea por lastima, evito esos pensamientos y me despido de él con un beso en la mejilla, me alejo rápido al escuchar el cotilleo de mis amigas a nuestra espalda. —Nos vemos. — digo mientras camino en dirección a mi casa.
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