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Capítulo 41

Sky

—¿Estás segura de que quieres hacerlo? Podemos irnos a casa si quieres.

Cuadré los hombros. No era ni la primera ni la segunda vez que me lo preguntaban.

—Tengo que hacerlo. Yo... no puedo comportarme como una inmadura por más tiempo. Ellas no se lo merecen.

Felicity y Adam miraron la calzada vieja. La fachada estaba anticuada y llena de moho, la escalera de incendios había vivido días mejores y había alguna que otra ventana rota. Parecía que habían pasado años desde la última vez que había estado allí, con un Kyle feliz.

En otra época, una pequeña Sky correteaba por la escalera de incendios e iba de su casa a la de su mejor amigo, un par de pisos por debajo. Recuerdo las veces que salía por la ventana de la cocina para meterme en el salón de Kyle, cuando me sentía tan asfixiada que no podía respirar. Lejos se habían quedado esos días en los que buscaba su constante compañía.

Ojalá pudiera darle aunque fuera un último abrazo.

Era hora de superar ese bache. Su madre y su hermana no tenían la culpa de nada y, además, me sentía muy apegada a ellas. Me importaba mucho cómo estuvieran ahora que ya no contaban con el sueldo de Kyle, ver si necesitaban ayuda y si podía ayudarlas en algo, porque también eran parte de mi familia.

Por eso, aspiré una gran bocanada de aire, alcé el mentón y tomé la iniciativa. Caminé con ellos dos a mis espaldas. Necesitaba ver que estaban bien. Kyle no querría que lo pasaran mal. Se lo debía a mi mejor amigo, por estar ahí en mis peores momentos, por ser mi bote salvavidas en las peores tormentas.

Antes de llamar al portero, me toqueteé el collar que Adam me había regalado esa misma tarde, un infinito con un corazón colgando, la letra K grabada en él. Era el mejor obsequio que me habían hecho.

—Vamos, luciérnaga, puedes hacerlo —me instó él, porque siempre estaría ahí, pasara lo que pasara. A pesar de todos los golpes que me diera la vida, Adam me ayudaría a superarlos, a no volver a aislarme.

Porque ya no estaba sola. Tenía a Felicity y a Nathalie. Y, por supuesto, lo tenía a él.

Llamé al portero automático. Los segundos que tuve que esperar antes de que la mujer que casi me había criado hablara se me hicieron eternos, pero, al escuchar su voz, sentí que una parte en mi interior se calmaba.

—¿Quién es?

Carraspeé.

—Soy yo, Sky.

Hubo unos segundos de silencio. Juro que mis acompañantes podían escuchar el latido alterado de mi corazón, el pulso acelerado. Me mordisqueé el labio inferior y crucé los brazos para que no vieran cómo me temblaban las manos.

Cuando la señora Gardner volvió a hablar, me sentí tan aliviada que podría haberme puesto a llorar.

—¡Dios, niña! ¿En serio eres tú? Pasa, cariño.

Me abrió la puerta y, seguida de mis amigos, subí hasta la tercera planta. El edificio era tan antiguo que no tenía ascensor. La pintura de las paredes estaba descascarillada y la moqueta estaba llena de humedades. El espejo del portal estaba hecho añicos y el pasamanos había visto años mejores. Estaba todo tal y como lo recordaba.

La puerta entreabierta del tercero A nos dio la bienvenida cuando llegamos al rellano, la voz chillona de Sarah llena de emoción me provocó una sensación cálida y dulce en el pecho. Cuánto extrañaba a esa princesita, cuánto lamentaba que su héroe ya no pudiera defenderla.

Nada más entrar, la madre de Kyle me envolvió entre sus brazos y ahí, dejé que la tristeza se adueñara de mí. Me apreté contra sus brazos y lloré en silencio por la pérdida de un amigo. Me habría encantado que todo hubiese sido una broma de mal gusto.

Ella me pasó las manos por el pelo igual que Kyle hacía cuando me refugiaba entre sus brazos tras una fuerte discusión con mi padre. Se me estrujó el corazón dentro del pecho.

—Lo sé, yo también lo extraño.

—¿Por qué se ha tenido que ir tan pronto? —protesté desde mi escondite.

Marion me obligó a mirarla detenidamente a los ojos.

—No debes quedarte en el pasado. Su destino ya estaba escrito.

Sorbí por la nariz.

—¿A qué te refieres?

La mujer miró a Sarah con tristeza. La niña observaba la escena con lágrimas en los ojos. No puedo entender el dolor que tuvo que haber experimentado a tan temprana edad, por qué la vida quiso verla sufrir tan pronto.

Felicity dio un paso al frente y se encargó de la pequeña tras las presentaciones iniciales.

—¿Por qué no vamos tú y yo a jugar? —le preguntó a la niña con una sonrisa amigable—. Me han dicho que tienes una muñeca nueva.

Y con eso consiguió que a Sarah se le iluminara el rostro. Desaparecieron pocos segundos después tomadas de las manos.

Tomé aliento. Fuera lo que fuera lo que había pasado, la señora Gardner no quería que su hija lo escuchara.

Con un gesto de la mano, nos indicó que nos acomodáramos en el salón. Adam se sentó junto a mí, su rodilla en contacto con la mía me llenó de una calidez burbujeante. La mujer se sentó justo en frente. Me pasé las manos por el dobladillo del pantalón corto que llevaba puesto, nerviosa. Tenía unas ganas horrible de vomitar, un malestar en el cuerpo. Me dije a mí misma que podía hacerlo, que fuera lo que fuera lo superaría.

Marion se aclaró la garganta y por fin habló tras lo que me parecieron años de silencio:

—Hace unos meses Kyle empezó a sentirse muy mal. Perdió mucho peso, le temblaban las manos, dormía poco, se sentía muy cansado... Recuerdo que hiciste un comentario al respecto poco después.

Asentí. Me acordaba de ese día. Ambos estábamos de exámenes. Lo achaqué al estrés.

—Kyle me dijo que solo había sido la ansiedad que le provocaban los estudios y el no poder hacer la carrera de sus sueños. Con mi escaso sueldo no podíamos permitirnos que estudiara en una buena universidad, ni siquiera con una beca. —Se le llenaron los ojos de lágrimas y solo con verla sentía que las mías también luchaban por salir—. Pensé que había sido algo puntual. Vi cómo volvió a ser él cuando terminó el curso escolar.

Su madre meneó la cabeza de un lado a otro.

—A Kyle le diagnosticaron la enfermedad de Graves. En teoría con la medicación todo debía ir bien, podía tener una vida medianamente normal. Mejoró muchísimo y si bien yo me esforzaba por traer más dinero a casa para que pudiéramos pagarle los medicamentos... al final no fue suficiente.

Tragué saliva. No sabía si estaba preparada para conocer la verdad. Sin embargo, me armé de valor para afrontarlo. Necesitaba saberlo, entender por qué mi mejor amigo, mi hermano de otros padres, se había de repente.

—¿Qué pasó?

—Mi pequeño sufrió una complicación cardiaca. Se suponía que con la medicación estaba todo controlado, que había poquísimas posibilidades de que ocurriera, pero pasó lo peor. Debió de acudir al hospital al notarse muy fatigado. Su médico de cabecera le había pedido expresamente que ante cualquier síntoma acudiera cuanto antes a urgencias.

»No pudieron hacer nada —sollozó—. A pocos minutos de llegar le dio un paro cardiaco. No pudieron reanimarle. ¿Sabes qué es lo que más me duele? Que podría haberlo evitado; podría haberle obligado a ir antes, pero no le di importancia ni siquiera cuando vi que le temblaban mucho las manos. Fue mi culpa —sollozó.

Me levanté y me senté a su lado. Le pasé los brazos por los hombros y la estreché contra mí. Su pequeño cuerpo se convulsionaba por el llanto.

—No lo fue. No pudiste saber que algo así pasaría. Yo... —tartamudeé con la voz rota— Ojalá lo hubiese sabido. ¿Por qué no me contó nada?

La mujer me borró las lágrimas de los ojos.

—Porque mi niño no quería verte sufrir. Creíamos que podría vivir con ello, que saldría bien. Ninguno pensaba en que podría irse al cielo.

—Nadie jamás lo habría pensado. No te tortures. —Miré a Adam, frente a nosotras, con todo el amor del mundo. Nos observaba silencio, con una pierna encima de la otra, una arruguita en la frente. Le dediqué una pequeña sonrisa cargada de emoción mientras me toqueteaba el collar antes de volver a centrarme en Marion—. Sé que va a ser difícil, sé que va a doler, pero algún día podrás seguir adelante. Me quema por dentro la idea de no verle de nuevo, pero pienso en todo lo que hemos vivido juntos, todo lo bueno que él me ha dado. Era un chico increíble y en la vida voy a olvidarme de él. Siempre será mi mejor amigo.

La señora Gardner me apretó contra ella y yo me dejé llevar por el huracán de sentimientos que me arrasó por dentro. Aquel también era mi hogar

Me dio un beso en la frente y me tomó de las manos, sus dedos callosos acariciándome los nudillos con la ternura de una madre.

—Sabes que puedes venir a visitarnos siempre que quieras. Sarah te adora y yo mucho más. Eres parte de la familia Gardner, preciosa.

—Prometo que no volveré a alejarme. No quiero comportarme como una idiota nunca más. Las dos sois parte de mi vida.

Marion nos miró a Adam y a mí alternadamente, una pequeña sonrisa bailándole en los labios. El pobre no había dicho ni mu, aunque no había hecho falta. Solo con tenerlo ahí me daba las fuerzas que necesitaba para seguir adelante.

Ella se inclinó sobre mí y me susurró:

—Este muchachito me cae muy bien. Kyle no decía nada malo de él cada vez que lo mencionaba, y créeme que fueron muchas veces. Te hace muy bien.

Sonreí.

—Él saca lo mejor de mí.

Como si nos hubiera escuchado, Adam me dedico su sonrisita canalla y yo no pude sentir que el corazón brincaba con fuerza. Porque ya era hora de dejar las penas atrás y de vivir al máximo el presente.

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