Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 33

Sky

Las siguientes semanas las viví en una nube. Todas las mañanas Adam se molestaba en mandarme un mensaje con una frase positiva, siempre diferente. Además de que tuvimos más encuentros a escondidas.

Todo parecía ir bien, mi vida estaba yendo a mejor. Me sentía mucho más feliz e incluso me mostraba más abierta en casa.

Adam me estaba cambiando.

Estuvieron a punto de pillarnos en dos ocasiones. Una de ellas fue un viernes. Tras salir de un aula vacía tras una sesión intensa de besos y manoseo, me encontré con Felicity a tan solo unos metros de mí. Me preguntó qué estaba haciendo y por qué me veía tan apurada. Solo recuerdo que fui muy capulla con ella para esquivar sus preguntas inquisitivas.

La segunda vez fue una tarde que mi hermanastra lo invitó a casa. Digamos que en un momento de despiste, estuvimos a punto de besarnos en la cocina y que si no hubiese sido porque a Nathalie se le cayeron las llaves al suelo en el pasillo, nos habría pillado con las manos en la masa.

Creía que lo tenía todo bajo control.

O casi.

Esa mañana de domingo Adam estaba en casa. Felicity y él se habían adueñado del sofá y hacían las tareas de clase. Mientras, yo estaba encerrada en mi cuarto. Me daba tanto miedo salir por el simple hecho de no poder controlarme que no me atrevía siquiera a ir al baño, y eso que estábamos en plantas distintas.

—Esto es ridículo —susurré frente al espejo en cuanto me di cuenta de lo idiota que parecía—. Solo es un chico. Estás saliendo con él y nadie más lo sabe, pero ¿qué más da? Sal ahí fuera si quieres. No hay nada que no puedas hacer.

Se me escapó una carcajada al darme cuenta que lo último que había dicho era algo que Adam siempre me repetía. Él se había adueñado de todo sin quererlo, de cada pedacito de mí.

Con esas palabras en mente, abrí la puerta y bajé las escaleras. Los encontré a los dos muy cerca el uno del otro. Ella se reía por algo que el chico le había dicho o por los ojos bizcos que había puesto. Era tan mono.

Muy en el fondo me gustaba que Adam y Felicity se llevaran tan bien. Él era para ella lo que Kyle era para mí. Nunca había habido sentimientos más allá de una fuerte amistad. Solo eran amigos de la infancia y, por lo que veía, Felicity estaba muy enamorada del imbécil de Aaron.

Peor para ella. Adam le daba mil vueltas.

Los dos me lanzaron una miradita larga, pero no les hice ni caso. O más bien lo intenté. Cuando se trataba de Adam, mis neuronas decidían montar su propia fiesta. Me quedé unos segundos anclada en el suelo con el corazón desbocado, la mente en blanco y todo mi sistema nervioso revolucionado. Sin quererlo, los ojos se me fueron a sus labios, un cosquilleo me recorrió el cuerpo entero al recordar cómo me había vuelto loca con esa boquita que tenía.

Felicity se aclaró la garganta.

—¿Quieres algo o vas a permanecer ahí parada todo el rato?

Esbocé la sonrisa más falsa de toda la historia.

—Ay, Lizzie, y yo que quería hacer las paces contigo —me jacté con un tono de voz demasiado empalagoso.

Resopló.

—Si solo vas a molestarnos, vete. Nadie te quiere aquí.

Estuve a punto de reírme en su cara.

Hermanita, qué poco sabes, quise gritarle.

En su lugar, caminé con un contoneo muy bien estudiado hacia la cocina, los ojos de Adam puestos en mi cuerpo. Sonreí, victoriosa.

No tardó ni cinco minutos en seguirme. Me acorraló contra la encimera.

—¿A qué ha venido eso?

Me encogí de hombros.

—Si ella ataca, yo contraataco. Así de simple.

—Ojalá fueras la de siempre con Liz. Sé que os llevaríais genial. Es muy buena chica.

Entrelacé nuestros dedos y me acerqué muchísimo a su boca, tan cerca que podía respirar en su aliento. Si hubiese querido, podría haberle dado un beso. Un ligero roce.

—¿A ti te gustaría?

Él me puso las manos en la cintura, sus pupilas me miraban con descaro la boca. Me pegó contra su cuerpo firme, su calor reconfortante me envió un chute de adrenalina que me recorrió las venas. Podía sentir la dureza de cada uno de sus músculos bajo las yemas de los dedos, la colonia masculina en las fosas nasales. Su pulso alterado, igual al mío.

Tragó saliva.

—Me encantaría que os llevarais bien. Liz es mi mejor amiga y eso no va a cambiar. No quiero tener que elegir entre vosotras dos, al igual que yo jamás te haría decidir entre Kyle y yo.

Me mordisqueé el labio inferior.

—No quiero que elijas. Sé que Felicity es muy importante para ti, pero, entiéndeme. No sé cómo hacer las cosas bien. He actuado tanto como la mala que ya no sé cómo pararla. Ella ya no quiere saber nada de mí.

—Solo tienes que enseñarle a esta chica dulce que tengo delante. Sé la verdadera Sky con ella.

—¿Y si desconfía?

—¿Y si no lo hace?

Me recorrió la mandíbula con la yema de los dedos y solo ese simple contacto me provocó un hormigueo agradable en el vientre. Noté las mejillas calientes.

—¿Por qué yo?

Sus dedos se detuvieron a escasos centímetros de mi boca.

—¿Cómo?

—Podrías tener a cualquiera. ¿Por qué entre todas las chicas que están coladas por ti me elegiste a mí?

Ahí estaba de nuevo, esa sonrisita irresistible.

—El primer día que te vi, me quedé en shock. Eras la chica más sexy que había visto en toda mi vida, incluso cuando fuiste una borde conmigo. Eras la novedad, la chica nueva. A todos nos despertaste curiosidad, a mí al que más. No llegaba a entender por qué te comportabas como la reina de todas las badgirls, pero ese misterio me atraía mucho más. Me moría por resolver cada uno de tus acertijos, conocerte, besarte. Como ahora, me muero por darte un beso.

—No tienes que pedir permiso.

Sonrió de lado, los ojos brillándole con picardía.

—No te estaba pidiendo permiso, luciérnaga.

Me apretó contra sí mismo como si temiera que fuera a alejarme de él de un momento a otro. Se me escapó un suspiro involuntario, una especie de jadeo ahogado, cuando me metió las manos por dentro de la camiseta.

Lo besé, lo besé una y otra y otra vez. Hasta desgastar nuestros labios, hasta saciarme. Su boca se enredó con la mía en una batalla de besos. Subió una mano hacia el norte y me dio un apretón en el pecho izquierdo por encima del sujetador. Jadeé en su boca.

Quería más, mucho más de él.

Adam se separó lo justo. Me dio un golpecito en la punta de la nariz.

—Me encantas.

Enterré la nariz en su cuello.

—Pues, anda, qué tú a mí. Eres el único aquí que me escucha y que me entiende. Me calmas incluso cuanto peor me siento. Gracias por cuidarme tanto.

Adam me hizo salir de mi escondite favorito para que pudiera mirarlo directamente a los ojos, pero antes de que él pudiera siquiera hablar, escuchamos un carraspeo que nos hizo separarnos de golpe. Nathalie estaba en el umbral, con una sonrisita pilla dibujada en los labios.

¡Mierda! Quise que la tierra me tragara. No sé cuánto habría escuchado; solo esperaba que acabara de llegar.

Él se aclaró la garganta.

—Será mejor que vuelva. Lizzie debe de preguntarse qué estoy haciendo.

El muy capullo se alejó con las mano metidas en los bolsillos del pantalón y paso tranquilo. Le dedicó a mi madrastra un saludo jovial y luego lo perdí de vista. ¡Maldito traidor!

Cuando nos quedamos a solas, Nathalie me miró, expectante.

—¿Todo bien? —me preguntó ella sin apartar la vista. Se acercó con grandes zancadas.

Me di la vuelta en un intento por evitarla. Cogí un vaso del armario y lo llené de agua.

—Sí, todo va fantástico.

Vale, puede que estuviera siendo muy seca, pero es que no sabía cómo manejar la situación. No tenía ni idea de cuánto habría visto o escuchado.

Pero cuando intenté huir, Nathalie me lo impidió. Le echó una ojeada al salón para asegurarse que nadie escuchaba a escondidas.

—¿Te pasa algo con Adam?

—¡No!

Quizás había sido demasiado obvia. ¿Puedes actuar con indiferencia durante años, pero ahora que lo necesitas no eres capaz?, me reñí a mí misma. Debía actuar con naturalidad si quería que lo nuestro siguiera siendo un secreto.

Nathalie esbozó una gran sonrisa que dejaba claro lo que pensaba.

—No está mal sentir, Sky.

—No necesito que me sermonees —gruñí.

—He visto cómo le miras. Tengo ojos, ¿sabes? ¿Y lo de ahora? Tienes suerte que no haya sido Felicity o Sam. Si no, estarías en problemas.

—¿Eso quiere decir que no se lo vas a decir?

Se encogió de hombros.

—No es asunto mío. —Me dio un apretón cariñoso en el brazo—. Cuando estés lista para hablar sobre ello o sobre cualquier otra cosa, ya sabes dónde encontrarme. Es bueno compartir lo que sentimos. Guardártelo solo te va a hacer daño. Espero que algún día puedas confiar en mí. Ya sé que no tenemos una relación ideal, pero quiero que sepas que puedes contarme lo que sea.

Tras recolocarme el pelo, se fue de ahí y me dejó sola perdida en mis propios pensamientos.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro